Escrito por Luis Roca Jusmet
No soy licenciado en psicología ni tengo el título de psiquiatra. Pero llevo décadas reflexionando sobre el problema de la psicopatología. Me he analizado, he leído mucho, me he observado y he observado a los otros de manera paciente y continuada. Tengo una diplomatura de psotgrado de la Facultad de Psicología de la Universidad de Barcelona sobre "Actualización de la psicopatología clínica."
Dicho esto voy a exponer mi opinión sobre la existencia o no existencia de las enfermedades mentales. Mi afirmación es paradójica : no existen las enfermedades mentales pero existen los enfermos mentales. Voy a desarrollar esta afirmación con sus matices e implicaciones.
La existencia de las enfermedades es un invento de la medicina moderna. En la antigua, al igual que en corrientes alternativas como la homeopatía, no habían enfermedades sino enfermos. El concepto de enfermedad supone la afirmación de que existen entidades clínicas reales, que pueden definirse a partir de signos objetivos y de una lesión anatómica o funcional observable. De esta forma existen la diabetes, la hepatitis, el cáncer... El sujeto tiene entonces una enfermedad que es tratada de manera estandarizada. Delante de la enfermedad puede asumir una actitud subjetiva propia, es decir le da un determinado significado en su vida. Cuando hablamos de enfermedades psicosomáticas queremos decir que algo que le ocurre al sujeto, algo subjetivo ( y por tanto mental-emocional) le provoca una enfermedad. Pero la enfermedad es objetiva : esclerosis múltiple, úlcera de estómago... ( suponiendo que estas enfermedades sean psicosomáticas, claro).
En el caso de las llamadas enfermedades mentales están son subjetivas. Es decir, que son parte del sujeto, no algo que tiene el sujeto. No debemos hablar de un sujeto con esquizofrenia, con T.O.C,. con trastorno bipolar, con depresión. Hay que hablar de un sujeto esquizofrénico, obsesivo-compulsivo, un sujeto bipolar. Es un sujeto enfermo porque padece sufrimiento o goza produciéndolo en el otro, porque tiene una incapacidad de adaptarse a lo real. La definición
es ambigua, no puede precisarse más. Tampoco hay signos objetivos ni lesiones funcionales o anatómicas. Esto quiere decir que hay que tomar todas las precauciones antes de etiquetar a alguién como enfermo mental. Tampoco hay una línea clara para demarcar cuando empezamos a considerarlo un enfermo.
A partir de esta hipótesis voy a criticar las concepciones de enfermedad o, lo que es lo mismo, de trastorno mental. La idea de enfermedad mental procede del modelo médico y considera que encontraremos una manera de precisar la entidad clínica de la esquizofrenia, bipolaridad, etc., a partir de signos objetivos y de lesiones. Es una concepción biologista de la patología mental, a la que se considera como algo objetivo y no subjetivo. El diagnóstico y el tratamiento están estandarizados, se elimina lo singular y por tanto al sujeto. Si cambiamos la palabra enfermedad por trastorno no solucionamos nada. Conceptualmente es lo mismo, es una concepción y un tratamiento estandar. Se cambia la palabra sin cambiar nada más para dar la impresión que se diferencia entre una enfermedad física y una mental. Pero el resultado es peor, ya que sujeto trastornado es más chocante que sujeto enfermo.
Creo que también hay que criticar lo que defendió la antipsiquiatría, a pesar de los elementos críticos positivos de este movimiento. Para la antipsiquiatría no había ni enfermos ni enfermedades mentales, había enfermedades sociales. Tampoco es la vía : los enfermos mentales existen. Lo que sí hay que hacer es afinar mucho cuando decimos que son incapaces de adaptarse a lo real. aquí nos hemos de referir no a que no se adaptan a las normas, lo cual llevaría a una idealización del conformismo y a una medicalización del inconformismo. Hemos de referirnos a la pérdida del principio de realidad ( delirios, alucinaciones) o a la incapacidad de socialización.
El llamado modelo biopsicosocial parece interesante en su planteamiento. Hay que ver la interacción de elementos genéticos, psicológicos y sociales para entender al enfermo mental, que es alguién que necesita ayuda. Y aquí también es importante considerar al enfermo mental como aquel que padece algo ( sufrimiento mental) que no puede resolver. No hagamos del psicólogio o el psiquiatra una versión moderna del sacerdote la versión moderna del poder pastoral que criticaba Foucault. El mismo Freud consideraba que habían elementos constitucionales y sociales en la formación del neurótico o del psicótico. Aquí he de decir que aunque la neurosis y la psicosis no sean entidades objetivas si valen como constructos teóricos para aproximarse al enfermo mental. Pienso que el psicoanálisis es quien más puede aceptar a la comprensión global del enfermo mental. Sobre todo la corriente lacaniana, que es la que está trabajando más por la consideración subjetiva y el tratamiento singular del enfermo mental. Aunque es importante no caer en sectarismos doctrinales, como a veces ocurre. La corriente cognitiva-conductista mucho me temo que es complementaria de la concepción de la enfermedad mental que critico, aunque utilice el término trastorno. La enfermedad mental serían los trastornos graves y los psicológicos los leves. Esto dentro de una división poco clara en la que parecen repartirse los pacientes entre los medicalizables ( psiquiatras ) y no medicalizables ( psicólogos ), aunque ambos dentro de una visión estandarizada y objetivista.
Por supuesto que el tema es muy complejo y aquí podríamos matizar lo que implica el Alzheimer, que sería una enfermedad cerebral ( por tanto objetiva) que produce enfermos mentales ( y por tanto subjetivos). Habría que tratarlos de manera estándar desde el punto de vista de su enfermedad cerebral ( física ) y de manera singular desde el punto de vista de su subjetividad afectada.
Valgan, en todo caso estas reflexiones como materiales para el debate).