Vidas de NietzscheMiguel MoreyMadrid: Alianza editorial,2018 Miguel Morey ha enseñado de manera altamente estimulante a muchas generaciones de estudiantes de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Barcelona, entre los cuales me cuento. Abrió a muchos de nosotros las puertas de un Foucault, de un Deleuze y también de un Nietzsche. Morey conoce a fondo, ha trabajado con alegría los textos de Nietzsche y es, además, un buen escritor. Todos los ingredientes son, de entrada, favorables y he de decir que el resultado no decepciona. El libro es una reelaboración, como señala en la introducción, de una publicación anterior (Nietzsche, una biografía, 1990). El objetivo del libro, nos cuenta Morey, es invitarnos a leer a Nietzsche, aunque sin darnos una llave (no la hay) pero sí, en cambio, un puñado de ganzúas. Está estructurado en cinco partes, cortando perspectivamente cada una las etapas existenciales de la vida de Nietzsche. Pero la vida de Nietzsche es la de un escritor y por lo tanto el criterio de demarcación son sus obras. Morey dispone aquí con algo con lo que entonces no contaba, las traducciones de los seis volúmenes de la Correspondencia y los cuatro de los Fragmentos póstumos. La primera (1844-1868) cuenta esta primera historia del hijo del predicador que ha estudiado filología clásica en Basilea, que ha pasado por el ejército en la guerra franco-prusiana y que ha quedado marcado por el encuentro con Wagner. Es un Nietzsche que está formando su carácter y su pensamiento. La segunda trata de los ocho años posteriores (1869-1877) serán muy intensos. Nietzsche consigue una plaza de profesor de filología clásica en Basilea, escribe “El nacimiento de la tragedia, “La filosofía en la épocatrágica” y las “Consideraciones intempestivas”. También un opúsculo muy interesante que se publicará de manera póstuma, “Verdad y mentira en sentido extramoral.” Tiempo en que intimara con Richard y Cósima Wagner y que acabara entrando en crisis en su tarea docente. Pasamos ahora a la tercera etapa, donde Nietzsche tiene ya 34 años y durará hasta los 37 (1878-1882): cantor, caballero y espíritu libre. Escribe bastante y con un estilo nuevo: el aforismo. “Humano, demasiado humano” es el primero de ellos y supone la ruptura filosófica con Schopenhauer y la personal con Wagner. Su amistad con Paul Rée y con Peter Gast, en cambio, se consolidará. Será cuando conocerá a Lou Andrea Salomé, con la que mantendrá una relación ambivalente que acabará mal. Coincide asimismo con una época muy dura desde el punto de vista de su salud en la que la ceguera es una amenaza real. El año 1879, a los 35 años, dimite de su responsabilidad docente y se le asigna una pensión. Esto le posibilitará costarse una vida austera y solitaria en la que va viajando,buscando un clima benigno para su salud. Continúa escribiendo en la línea que había iniciado con su libro anterior. Así, escribirá y publicará “El viajante y su sombra, “Aurora. Reflexiones sobre los prejuicios morales” y “La gaya ciencia”. La cuarta etapa se corresponde con la publicación de “Así hablaba Zaratustra” (1882-1885). Aquí Miguel Morey da un giro y hace una inmersión en este excepcional libro, del que marcará la doble influencia de la Biblia, por un lado, y Holderlin por otro. Hay aquí un brillante seguimiento de lo que representa esta singular experiencia interior por parte de Nietzsche y en como la expresa en un lenguaje poético que es único en la historia de la filosofía.
La última etapa (1886-1890) se corresponde con una etapa totalmente fecunda, en la que Nietzsche escribirá de una manera incansable y febril. Morey lo titula : “Todos los nombres de la historia”. Son sus últimos cuatro años de vida lúcida, en los que redactará “Más allá del bien y el mal”, “La genealogía de la moral”, “El crepúsculo de los ídolos”, “Ecce homo” y el “Anticristo”, que sería la primera parte de lo que debía ser el gran libro programático, “La voluntad de poder”. Es la materialización de su proyecto de transvaloración de todos los valores. Luego, a los 46 años como sabemos, el extraño episodio en el que abraza llorando a un caballo al que estaban pegando y después … el silencio. Morey apuesta más por la hipótesis de la locura que por la del deterioro progresivo por los efectos de una sífilis que contrajo en su juventud. Morey no se olvida del papel ambivalente de su madre y, sobre todo su hermana, a lo largo de su biografía y la manipulación por parte de esta una vez Nietzsche desaparece, primero mentalmente y luego físicamente, diez años después. O la presencia de una Cósima Wagner que siempre le fascinó, más allá de la relación con su marido Richard. El libro está documentado de una manera muy rigurosa con toda la correspondencia y los fragmentos póstumos que Colli y Montinari supieron ordenar de manera definitiva. Igualmente Morey hace lo mismo que estos últimos al prescindir de una lectura política. Ciertamente que Nietzsche fue antidemocrático y antiigualitaria, aunque no fuera, en ningún aspecto un precursor del nazismo). Nietzsche profesó, según la expresión de Grandes que recoge Morey, que el propio filósofo alemán celebró, un “radicalismo aristocrático.” Aunque seguramente le habría gustado la noción inventada por un admirador suyo que vivió medio siglo después, Ernst Jünger : un emboscado. Morey también sabe relacionarlo de una manera muy sugerente con personajes como Baudelaire, Rimbaud o Leopardi. Una buena invitación a la lectura de Nietzsche, en definitiva.