Escrito por Luis Roca Jusmet
El nacionalismo es un movimiento ideológico y político moderno. Una ideología que se basa más en el imaginario ( símbolos, ritos ) que en un discurso racional. Va directo a lo emocional, a la identificación. Es consecuencia de la existencia de los Estados modernos o de la voluntad de formarlos. Todo movimiento nacionalista aspira, por definición, a formar su propio Estado. Todo nacionalismo se basa en una comunidad imaginada. Imaginada no quiere decir imaginaria, si entendemos por ello algo ficticio. Imaginada quiere decir que seleccionamos unas propiedades compartidas, más o menos importante, y a partir de aquí imaginamos una identidad colectiva. Las identidades colectivas en las sociedades modernas se basan en identificaciones. Las comunidades tradicionales tenían una identidad real porque estaban cohesionadas por creencias, costumbres, ritos... Pero las modernas pierden este sentido comunitario. Pasamos de comunidad a sociedad, que también es un concepto muy moderno. Sociedad de ciudadanos sin atributos, sujetos universales de derechos y deberes. Nación cívica. Pero los Estados, aunque sean de derecho, necesitan generar nacionalismos para que los ciudadanos se impliquen emocionalmente y puedan incluso ir a la guerra con entusiasmo. Los partidos socialistas acabaron claudicando al nacionalismo en la Gran Guerra y votando los créditos a la guerra. los obreros alemanes se enfrentaron a los obreros franceses. El nacionalismo une todas las clases en un objetivo común, que son los intereses de las élites dirigentes. En la segunda mitad del siglo XX aparece un nacionalismo anticolonial que se presenta como emancipador porque tiene como finalidad independendizarse de los Estados coloniales. Pero estos movimientos nacionalistas darán lugar a Estados que deben plantearse una política. El nacionalismo no es una propuesta política de gobierno. La izquierda no tiene nada que ver con el nacionalismo. El nacionalismo es un particularismo, un comunitarismo que sitúa lo grupal, definido en términos étnicos, que se sitúa por encima de lo singular y de lo universal, que son los valores de la izquierda. Lo singular como emancipación individual, como la libertad de decidir sobre nuestra vida sin someternos a imperativos grupales. Aunque sea cooperando y compartiendo con los otros. Lo que nos lleva a la universalidad de los derechos, a la igualdad. Y a la fraternidad en el sentido de hacer del otro un próximos. Los nacionalismos someten lo singular a lo grupal, confrontan "los nuestros a los otros" y diluyen en el término nación las diferencias de clase. El caso de España es hiriente. Los movimientos antifranquistas de la izquierda se aliaron con los grupos nacionalistas catalanes, vascos y gallegos con la voluntad de recuperar las instituciones y la lengua que el franquismo había excluido y reprimido de lo público. Al mismo tiempo una de las caracterísiticas del franquismo era su nacionalismo español.
Todo esto llevó, una vez se inicia la democracia liberal que se instaura a partir de la transición política, la Constitución y los estatutos de autonomía, a mantener la alianza con los grupos nacionalistas periféricos y a considerar que la idea de España es de derechas. No se entiende que la idea de España coincide con la de nuestro Estado de Derecho. Que la bandera española es simplemente un símbolo de esta nación cívica y que la lengua común es patrimonio de todos los ciudadanos que convivimos en este país. El resultado es que la izquierda se ha alienado o ha sido tolerante con los nacionalismos periféricos sin entender su orientación totalitaria, en el sentido de identificar al pueblo catalán o vasco con los que se identifican con sus planteamientos. Sin entender que se puede defender a España como Estado de derecho sin ser nacionalista (español). Sin entender que vale la pena defender la lengua común y no aceptar la segregación de los nacionalismos periféricos.
El nacionalismo español se basa en la identificación con España como comunidad imaginada (a partir de caracterísiticas étnico-culturales). La defensa de España como Estado de Derecho frente a soberanismos basados en cuestiones identitarias no tiene nada que ver con contraponer nacionalismos. La defensa del Estado de Derecho debería ser una reivindicación de la izquierda frente a los diversos soberanismos. Al igual que la crítica al nacionalismos español que niega la existencia de otras lenguas y de partes del país que quieren instituciones políticas propias.
Respecto a la cultura diré que en una sociedad globalizada como la nuestra existen, efectivamente manifestaciones culturales diversas, aunque muy diluidas, pero no tienen porqué circunscribirse lo que aquí se define como "nación" ( sea España, Euskadi...). Está la lengua y los "aires de familia". Nada más.