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En mi opinión, el único arte verdadero es el de cada artista para él sólo. ¿Por qué?
Si definimos el arte como un lenguaje mundial, singular, por lo tanto, personal, en el cual los artistas tienen la capacidad de transmitir sentimientos propios y distintos de una manera clara a través de sus obras, ¿cómo puede ser arte la obra de una persona alejada de nuestro ser?
El concepto de individualidad ya se exploraba en las vanguardias, y estas significaron un punto y aparte entre la modernidad y la postmodernidad. ¿Cómo podría algo tan importante en la historia del arte no ser el concepto que más define a un artista? En la contemporaneidad, el mundo del arte está evolucionando hacia la conceptualización, ¿y de dónde proviene lo conceptual si no es del pensamiento propio?, contrario a lo que era el arte desde un punto de vista más clásico, donde se utilizaban alegorías, que provienen del pensamiento global.
Por lo tanto, ¿quién debería pagar algo por el pensamiento de otra persona, y además alardear de la posesión de su obra? Las personas simples, personas sin capacidad de pensamiento propio real que se escudan en imaginaciones ajenas. Pero la única manera de cultivar un lenguaje propio es a través del aprendizaje de los maestros artistas, por lo tanto, el cometido de un aspirante a artista es formarse aprendiendo de las eminencias de nuestra época y no de las del pasado, y éste debe cultivar este pensamiento y hacerlo evolucionar. Porque ya nada importa el pensamiento de alguien muerto más que el de formar a nuestros maestros.
En el fondo, el talento vive en todos los humanos y es indispensable para nuestra vida, y su función es tan simple como ser capaz de fijarse en el mundo que te rodea, adquirir la capacidad de hacer arte, no sólo arte pictórico, escultórico… sino cualquier tipo de expresión verdadera, ya que es una necesidad humana y lo único a lo que se le puede llamar “arte”.
Para empezar quiero decir que, como en todo artículo de opinión, el tema es subjetivo, y cada uno tiene su posición, y en temas como este, es todo muy debatible.
Para aclarar, en ningún momento voy a posicionarme a favor del bullying.
Ser víctima de bullying puede ser bueno, en la mayoría de casos, ya que te ayuda a ser más fuerte y crecer como persona al cabo del tiempo, pero no todo el mundo puede soportarlo. Cada persona tiene un nivel distinto de sensibilidad y resistencia, y a esto se le tiene que sumar el hecho de tener apoyo fuera de la situación de bullying, ya sea apoyo familiar, de amistades o bien profesional.
En mi caso, en 1º de la ESO, repetí curso debido al acoso constante, lleno de agresiones verbales y físicas, y sí que es cierto que lo pasé muy mal, pero eso me hizo aprender a valerme por mí mismo (ya que no tenía amigos), a tener una personalidad propia y fuerte (y no caer en las influencias de las acciones de los demás), y a saber valorarme un poco más.
Está claro que podría haber acabado todo en tragedia, por eso hay que tener muy claro que nunca hay que perder la esperanza, saber que no estás solo, y que todo mejora.
Se pasa muy mal, y por eso es importante tener a alguien, ya sea un amigo, un familiar o incluso una mascota, que aunque suene ridículo esto último, realmente funciona.
De verdad que todo mejora, y más en los días que corren. Hay muchas plataformas anti-bullying, y en muchos colegios empieza a haber tolerancia cero ante el acoso (aunque muchos otros hacen la vista gorda ante casos así), y hay muchísima más información y ayuda de la que había antes, e incluso hay leyes (que aunque a veces no se cumplan) que nos protegen, pero el punto de este artículo es demostrar mi opinión sobre que el bullying acaba siendo, a la larga, algo bueno para la víctima. El hecho de que te llamen gorda, o maricón o friki acaba causando muchísimo dolor, e incluso rechazo a la persona en sí misma, pero con algo de ayuda e información consigues transformar eso en algo positivo, y consigues por tanto hacer de ti una persona más carismática, valiente, fuerte y admirable, siempre que puedas y sepas manejar la carga emocional que el bullying supone.
Es importante distinguir, por tanto, entre preguntas “no muy buenas” que nos dejan indiferentes y, otras, en cambio, que nos conmueven profundamente porque abren nuevas vías para desdibujar los contornos que nos mantienen prisioneros. Si estás atento acerca de qué te preguntas, ante una situación de desasosiego, apatía vital, incertidumbre o confusión, podrás comprender mejor cuáles son tus límites para comprender el mundo. Por ejemplo, si te preguntas cómo solucionarlo, vas a enfocarte hacia el resultado, evitando una mirada que se sumerja de forma profunda en la realidad. Si te preguntas la razón por la que el mundo está confabulado contra ti, vas a contemplar la realidad desde una mirada de víctima. Si te preguntas por qué siempre lo haces todo mal, estás viendo el mundo desde una perspectiva impregnada de frustración, en la que el culpable eres tú.Filosofar consiste en preguntar por lo extraordinario… y no sólo es extraordinario aquello que se pregunta, sino el preguntar mismo… Todo preguntar es un buscar. Todo buscar tiene su dirección previa que le viene de lo buscado… El preguntar tiene, en cuanto preguntar por… aquello que se pregunta. Todo preguntar por es en algún modo preguntar a…
Por último, en la filosofía, se ha solido dar más relevancia a la pregunta que a la respuesta. Es evidente, tal como hemos dicho anteriormente, que las buenas preguntas marcan un territorio nuevo a explorar, en el que puedan brotar nuevas comprensiones. Es esa pregunta, que trastoca nuestro interior, la que nos permite entrever un amplio horizonte de nuevos sentidos. Esa pregunta siempre nos aturde y nos vuelve de nuevo una y otra vez. No nos deja tranquilos porque nos está avisando de que hay algo que necesita ser visto y trascendido. Sin embargo, también podemos hablar en el ámbito filosófico de respuestas cuando las entendemos en este sentido apuntado anteriormente, es decir, como una nueva comprensión que nos acerca a la verdad. La respuesta no la vamos a alcanzar a través del pensamiento, sino a través de la vinculación con ciertas experiencias -un estado de ser- que nos transforma. La respuesta, más que buscarla, nos llega, cuando estamos presentes y escuchamos. Supone, por tanto, también dirigir nuestra atención a lo que moviliza la pregunta en nuestro interior y “escuchar” la respuesta. Según Mónica Cavallé en El arte de ser:Mi arte mayéutica tiene las mismas características que el arte [de las comadronas]. Pero difiere de él en que hace parir a los hombres y no a las mujeres, y en que vigila las almas, y no los cuerpos, en su trabajo de parto. Lo mejor del arte que practico es, sin embargo, que permite saber si lo que engendra la reflexión del joven es una apariencia engañosa o un fruto verdadero.
Si se nos hace una pregunta de cierto alcance, solemos creer que, para responder adecuadamente, tenemos que analizar antes lo que vamos a responder y controlar de algún modo nuestra respuesta. Pero lo cierto es que, simplemente estando presentes y escuchando, la respuesta se alumbra sin necesidad de empujarla, controlarla o manipularla. Dirigimos la atención, pero, acudiendo a la expresión oriental, «no empujamos el río». Y dirigir la atención es escuchar. Si escuchamos bien, estando presentes en nuestra escucha, la respuesta surgirá por sí misma. Más genéricamente, cuando en nuestra vida escuchamos la realidad, la situación global en la que nos hallamos, nuestra propia interioridad, a las personas, etcétera, las respuestas adecuadas –palabras y acciones– surgirán; y si alguna de estas acciones requiere esfuerzo y disciplina, el esfuerzo y la disciplina también surgirán.
En la continuación del texto, Hobsbawm muestra cómo un trabajo histórico riguroso permite refutar los mitos proclamados por los nacionalistas reaccionarios en la India, Israel, los Balcanes y otros países, y cómo la actitud posmodernas nos desarma ante esas amenazas.el crecimiento de las modas intelectuales «posmodernas» en las universidades occidentales, sobre todo en los departamentos de literatura y antropología, que hacen que todos los «hechos» que aspiran a una existencia objetiva sean, simplemente, construcciones intelectuales. Resumiendo, que no existe ninguna diferencia clara entre los hechos y la ficción. Pero en realidad la hay y, para los historiadores, incluidos los antipositivistas más acérrimos entre todos nosotros, es absolutamente esencial poder distinguirlos.
"Todas las generalizaciones son falsas, incluyendo ésta."Mark Twain