No hay vida sin diálogo. Pero ahora, en la mayor parte del mundo, el diálogo ha dado paso a la polémica. El siglo XX es el de la polémica y el insulto. Ocupa, en las naciones y los individuos, y al mismo nivel que las disciplinas antaño desinteresadas, el lugar que ocupaba tradicionalmente el diálogo reflexivo. Miles de voces, día y noche, mantienen cada una por su lado un tumultuoso monólogo, vierten sobre los pueblos un torrente de palabras embaucadoras, ataques, defensas, exaltaciones. Pero ¿cuál es el mecanismo de la polémica? Consiste en considerar enemigo al adversario, y por consiguiente en simplificarlo, en no querer verlo. Cuando insulto a alguien ya no conozco el color de su mirada ni si se le escapa una sonrisa y de qué manera. Casi ciegos ya por culpa de la polémica, no vivimos en un mundo de hombres, sino en un mundo de siluetas.
Albert Camus, "El testigo de la libertad, en El derecho a no mentir. Conferencias y discursos (1936-1958); Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Debate, 2024 [1948]; página 94).
Byung-Chul Han, El espíritu de la esperanza, ethic.es 05/09/2024
I
Entrevista muy agradable en No es un día cualquiera, el programa que tan magistralmente dirige Pepa Fernández en Radio 4. Pepa me recibe siempre con los brazos abiertos. Durante un tiempo tuve una sección semanal en su programa. Pero tuve que elegir entre lo bueno y lo mejor.
II
No doy para todo y cada vez veo más importante mantener firme el ritmo de lectura. Leyendo El futuro de la teoría me he encontrado con que la mayoría de los filósofos de la actualidad que cita Jason Ananda JosephsonStorm me resultan completamente desconocidos. El problema es que los que conozco me interesan tan poco... Pienso en el neorrealismo de Rossi Braidotti.
III
Como la mañana estaba preciosa he decidido acercarme hasta Los Encantes, que me he encontrado con un hervidero caótico y vociferante de gente entusiasmada. No se podía dar un paso y en los dos puestos de libros de segunda mano que he podido visitar no he hallado nada interesante.
IV
De vuelta a casa me he pasado un buen y muy entretenido rato haciendo croquetas. Tengo el congelador a rebosar de croquetas. Me temo que pasaré varios días de menú único. Mi mujer está en Pamplona, pero se mantiene puntualmente alarmada sobre Israel y me lo hace saber. Las croquetas, por cierto, me salen deliciosas.
V
Tengo muchos libros pendientes de lectura, pero he decidido posponer todo y releer El hombre sin atributos. Lo voy a considerar un ensayo profético de filosofía.
I
Leí hace tiempo, y lo acabé no sin esfuerzo, El hombre sin atributos de Musil. Mientras lo leía tenía permanentemente la sensación de que estaba viajando por un paisaje tan denso que me sobrepasaba hasta el punto de que con frecuencia tenía que ir tan pendiente de mi propia atención que solo veía mis propios pies.
II
De vez en cuando vuelvo a este libro infinito abriéndolo al azar, y nunca me decepciona. Hoy, hace un rato, he tropezado con esta reflexión de Ulrich: «Tenía miedo de que si miraba con atención, descubriría que realmente no había respuestas ahí afuera». La atención es necesaria, ¿quién lo duda?, para no perderse, pero demasiada atención a los detalles nos impide ir avanzando y entonces la misma atención se convierte en «una máquina de devaluación implacable de la vida»
III
En una ocasión, hace ya unos años, me pidieron en el Departament de Cultura de la Generalitat que propusiera ideas para un magno acontecimiento que se celebraría en Cataluña y yo, intentando hacer una broma que me parecía fácil de captar entre personas supuestamente ilustradas, propuse La acción paralela. Pero como, por lo visto, nadie en el Departament de Cultura se había leído El hombre sin atributos (toda la novela gira en torno a una comisión con este nombre que nadie sabe de qué trata, aunque no para de crear subcomisiones) se tomaron la ironía con total seriedad, tan total, que no me atreví a revelar la verdad para evitar que alguien se sintiera desautorizado. Lo que no llegué a prever es que se haría publicidad de La acción paralela en los medios. Pero nadie dijo nada.
I
Recibo una invitación para visitar Tel Aviv. Mi mujer me dice que ni hablar. Pero yo digo que sí. Si he conducido en Nápoles, ¿cómo no me voy a atrever a viajar a la capital de Israel? Por otra parte, si ya he estado en Atenas parece elemental acercarse a Jerusalén.
II
Ayer me entrevistó por zoom el periodista chileno-holandés José Zepeda, que trabaja para Radio Media Naranja de Holanda. Uno sabe que está delante de un periodista que merece su nombre porque todo fluye con facilidad, todo lo hace fácil. Me envió las preguntas que me iba a hacer con antelación, pero se las devolví sin mirar. No me gusta prepararme las respuestas porque cuando vas a una entrevista sabiendo tanto lo que te van a preguntar como lo que vas a responder, pierdes espontaneidad y, por lo tanto, verosimilitud.
III
La cabeza me hierve de ideas y proyectos. Pero no tengo manera de adaptar el tiempo a mis deseos, así que debo recortar mis deseos, porque el tiempo no se deja manipular. Quiero escribir sobre el tiempo y la muerte.
I
No nos podemos bañar dos veces en el mismo río, decía Heráclito.
II
Todo cambia y nosotros con ello. Pero el ritmo del cambio se manifiesta con una intensidad bronca en la adolescencia. Los adolescentes, como las culebras, cambian de piel, pero lo más característico de ellos es la prisa que tienen por librarse de cualquier adherencia de la niñez. Crecen contra la infancia. Ser adolescente es rebelarse contra el propio pasado. Lo cual, para un espectador melancólico, como es mi caso, es completamente fascinante. Yo también debí de ser así, como mis nietos, pero en algún momento de la vida necesitamos adentrarnos en la vida adulta, cosa que solemos hacer sublevándonos contra la adolescencia.
III
Todo cambia y ese es el fundamento de las ilusiones humanas de estabilidad. Nos aferramos a lo que podemos para proporcionarnos instancias de aparente solidez. Precisamente porque hay muerte (es decir, porque hay tiempo), hay vida. Y la vida es una continua revuelta contra el tiempo, cosa que aprendemos más tarde, cuando ya no tenemos ningún deseo de librarnos del pasado.
He cocinado rabo de toro a la cordobesa. Creo que no les diré a mis nietos qué carne es... al menos hasta saber si les gusta. Cuatro gozosas horas en la cocina y la casa inundada de aromas de chup-chup. Esta, la del aroma de la cocina casera, es mi aportación a la decoración navideña de mi casa.
III
Me han tocado 24€ en la primitiva y me he puesto tan contento que los he invertido... en nuevas apuestas.
I
Se mire como se mire: el 22 de diciembre debiera ser la fiesta nacional de España. Nada nos une más que la lotería de navidad.
II
Esa alegría porque el azar caprichoso se ha fijado en ti, es decir, porque tu esfuerzo de comprarte un décimo ha sido recompensado con creces, también me parece muy española.
III
Es el día grande de la cultura del golpe de suerte, del hemos caído en gracia, del pelotazo de la Fortuna, que nos ahorra los esfuerzos del trayecto para depositarnos victoriosos eufóricos en la meta.
IV
Y los medios, a la caza de las mismas imágenes de cada año.
V
El 22 de diciembre es, al menos, la fiesta de estamos encantados de ser como somos.
... en general yo diría que es más difícil generar conciencia en un dispositivo IA que no tiene vida, por la lógica de la conciencia que conocemos. Si no necesitáramos el control de nuestra vida en nuestro cuerpo, probablemente no seríamos conscientes. Es una especie de efecto secundario de ese proceso, y surge porque tienes un interés creado en la naturaleza, un interés por mantenerte vivo tanto tiempo como sea posible. De modo que la conciencia está al servicio del proceso de la vida, lo que, por cierto, es bastante diferente de la forma en que la gente normalmente concibe la conciencia.
De hecho, cuando miras a tu alrededor, todos los mamíferos, aves, reptiles y peces son individuos conscientes.
Nuestra conciencia no es solo el resultado del trabajo del cerebro. Es el resultado de la integración del cerebro y el cuerpo, las dos cosas funcionan juntas. Lo que sentimos no lo crea el cerebro, sino que es creado por la interacción del cuerpo y el cerebro. Las imágenes que constituyen nuestros sentimientos provienen de los fragmentos de músculo y de la mucosa del estómago, y la boca, y muchos otros lugares, de lo que realmente sucede en el cuerpo. Los sentimientos no son fantasmas en el aire, están hechos de lo que somos físicamente.
... muchos de los dispositivos de IA son prolongaciones de nuestros cuerpos y, en cierta medida, de nuestra mente. Hay formas de realizar determinadas operaciones mejor y más rápidamente. Así que es una mejora, especialmente en el ámbito de la capacidad de memoria y en el ámbito de la velocidad. Creo que contar con IA es útil porque nos da una perspectiva aún mejor de lo que somos y de lo diferentes que somos de las máquinas.
... existen implantes para intentar frenar los ataques epilépticos o ayudar al sistema motor. La cuestión es la precisión con la que vas a poder hacer esas “mejoras”. Y la otra pregunta es: ¿por qué lo harías? Sabes, yo estoy bien como estoy. No me interesa tener un chip en mi cerebro que transforme mi mente, quiero pensar con mi propio sistema.
Antonio Martínez Ron, entrevista a Antonio Damasio:
"Hacer un trasplante de cabeza sería como juntar a dos criaturas", eldiario.es 08/12/2024
Los casquillos de las balas que atravesaron a Brian Thompson, consejero delegado de UnitedHealthcare, llevaban grabadas tres palabras: Deny, Defend y Depose (negar, defender, y deponer). Riman con la famosa estrategia de las tres D de las compañías de seguros: Delay, Deny, Defend (retrasar, denegar, defender). Consiste en retrasar la gestión de las reclamaciones con deliberada ineficacia burocrática hasta que los beneficiarios se dan por vencidos; denegar la atención médica o las indemnizaciones usando tecnicismos, exclusiones en las pólizas o una interpretación tramposa de sus condiciones, y defenderse de las demandas de forma agresiva, intimidatoria y mafiosa, prolongando los conflictos de manera artificial para desgastar económicamente al cliente.
Hay más. Varios médicos han declarado que UnitedHealthcare los presionaba para atender a más pacientes y diagnosticar condiciones adicionales para aumentar la facturación. ProPublica demostró que usaban algoritmos de inteligencia artificial para justificar la expulsión de pacientes ancianos de residencias, incluyendo algunos que necesitaban atención especializada las 24 horas. Estas estrategias, en combinación con la inexistencia o la ineficacia de leyes de protección al paciente, han convertido a UnitedHealthcare en una de las mayores compañías de EE UU, con más de 49 millones de usuarios. El año pasado facturó 281.000 millones de dólares. Su CEO recibió un bonus de más de 10 millones. Su matriz, UnitedHealth Group, es una de las compañías de atención médica más grandes del mundo, con una cotización de 560.000 millones de dólares. El asesino enmascarado cambió la primera D por deponer: quitar a alguien de una posición de poder o autoridad o, en ámbito legal, declarar.
Parece un episodio de Mr. Robot o de Black Mirror. Una fan fiction de Anonymous, con un antihéroe encapuchado, cazando CEO en los últimos días del capitalismo. En el momento de escribir estas líneas, el asesino aún no ha sido localizado, pero Nueva York no le tiene miedo. De hecho, acaba de empezar el concurso de imitadores del CEO Shooter (el cazador de CEO) en Washington Square Park. Los memes celebrando el asesinato se amontonan en mi buzón. Las empresas de seguros retiran los nombres con foto de sus ejecutivos de internet.
Los influencers y personalidades que tratan de responsabilizar a la izquierda anticapitalista son amonestados por sus propios seguidores. “Tengo familiares republicanos haciendo bromas sobre la muerte de este tipo, y es porque han sido directamente perjudicados por sus compañías de seguros de salud”, corrige un usuario al presentador de The Ben Shapiro Show. “No es correcto separar izquierda y derecha —le dice otro—. Son los ricos contra la clase obrera”. Solo recuerdo un momento parecido en la historia reciente: el 28 de enero de 2021, cuando un grupo de inversores minoristas organizados a través de Reddit dieron un golpe a los fondos de riesgo coordinando compras masivas de acciones de GameStop.
El sentimiento es similar, y también la disonancia cognitiva. Mientras el pueblo celebra un asesinato, Bitcoin ha alcanzado un valor de 100.000 dólares y Elon Musk ha anunciado que quiere eliminar la Oficina de Protección Financiera al Consumidor, creada tras la crisis de 2008 para proteger a los ciudadanos de los abusos de los bancos. Los mismos americanos que acaban de elegir por segunda vez a Donald Trump como presidente salen a celebrar el asesinato de Brian Thompson como sans-culottes. Los CEO sanitarios son el antiguo régimen pero Trump es su Napoleón.
Marta Peirano, Muerte de un comerciante, El País 09/12/2024
Més informació:
El conflicto fue la base de la tragedia antigua. Para los dramaturgos griegos, el mundo se presentaba como opción desgarradora: obedecer a las convicciones o a la ley; buscar la dolorosa verdad o preferir la ignorancia; proteger a los más débiles a costa de la propia seguridad o abandonarlos a su suerte. Aquellos atolladeros y pugnas de voluntades resultaban tan difíciles de resolver que necesitaron inventarse el deus ex machina. La maquinaria teatral incluía una grúa con poleas provista de una plataforma; en el clímax de la pugna, allí aparecía algún dios que, con sus poderes, enderezaba la situación. Esa trampa escénica retrata nuestra ansiedad por encontrar la figura milagrosa que ponga en orden los rompecabezas de la vida.
En esta época de épica hiperventilada, los algoritmos, las redes y ciertos medios rentabilizan nuestra angustia. Al amplificar la sensación de caos, explotan la incertidumbre y el desconcierto, y, en esa atmósfera, insuflan la idea de que necesitamos individuos poderosos, carismáticos, autoritarios, capaces de disolver con mano dura las dificultades enquistadas y el desorden. Y, de paso, derribar las regulaciones, ese gran negocio. El historiador Carlo Ginzburg, hijo de Natalia, víctima de las inclemencias del fascismo italiano, escribió: “El miedo está siempre disponible, la cuestión es quién lo usa”. Curiosamente, personas que se definen como inconformistas, rebeldes e indómitas, dicen preferir un liderazgo de ordeno y mando. En la vida cotidiana nos molesta que nos dicten lo que debemos hacer, pero nos deslizamos fácilmente al espejismo del gobernante fuerte y sin contemplaciones. Nuestro anarquista interior, que asoma ante la mínima exigencia ajena, debería protegernos de caer en quimeras despóticas.
Durante algunas décadas, creímos que la democracia era irreversible, el club que nadie quería abandonar. En la sociedad líquida es duro durar. El tiempo desgasta todo rápido, y se puede morir tanto de éxito como de fracaso, por las expectativas crecientes o por la erosión de los sueños. Hoy crece en las encuestas el número de personas, sobre todo jóvenes, que aceptarían gobiernos no democráticos, siempre que garanticen ciertos niveles de bienestar. El atractivo de la mano dura parece aumentar entre quienes nunca la experimentaron. En su imaginación es solo una idea, y se permiten el lujo de idealizarla.Mientras en Atenas agonizaba la democracia, la República romana se construía sobre la idea obsesiva de evitar el personalismo. Tras una monarquía que desembocó en legendarios abusos, legislaron para impedir que un individuo carismático gobernase sin cortapisas. Todas las magistraturas de la antigua Roma se concibieron colectivas, colegiadas y responsables. Cada año renovaban a los magistrados sin permitir la reelección, cada cargo recaía en varios colegas —dos, seis o incluso diez— que compartían las mismas funciones y tenían derecho de veto. Los elegidos solo podían ejercer su breve mandato forjando acuerdos: estaban condenados a entenderse, en un delicado equilibrio entre la vigilancia mutua y la colaboración. Con el avance del imperio, los guerreros más ambiciosos, avalados por sus victorias, se atrevieron a desafiar esas garantías y plazos tasados. Aquella república fue un audaz proyecto imperfecto, previo a la era de Julio César —cuyo nombre subsiste en la palabra “zar”— con sus dinastías de emperadores, continuadas por largas estirpes de reyes medievales y modernos. Ante las fragilidades y atolladeros que causa el esfuerzo por apaciguar las discrepancias, se dejaron seducir por el orden férreo; sin embargo, nadie fue tan caótico como ciertos emperadores. Y cuando empezaban sus tropelías, ya no existían resortes pacíficos para apartarlos de su cargo.
“¿Quién vigila al vigilante?”, escribió Juvenal. He aquí una gran objeción: cómo garantizar una alternancia eficaz, cómo cesar al César si se lanza a cometer atropellos, qué sucede si quien manda se desmanda. No podemos entregarle todo el dominio a alguien que llega clamando ser la solución, mientras exhibe su odio al oponente y al diferente. La sana vigilancia consistirá en robustecer las cortapisas, controles y validaciones. Si eres escéptico frente al poder, asegúrate de que se fragmenta y distribuye. Divide y te protegerás.
El poder es tan peligroso y enloquecedor que casi resulta un rasgo de humanidad mantenerlo diseminado y difuso. Ese fue el ideal de la democracia ateniense y la república romana, experimentos valiosos y valientes, aun en sus contradicciones. Vivir en sociedades de ciudadanos exige afrontar el embrollo cotidiano con creatividad y esfuerzo, incluso ante circunstancias adversas, como intentaron –con altibajos– esos locos antiguos. Quizá por eso, el final de las tragedias reflexionaba sobre el peso y el precio de la libertad humana. Y aunque sea tentador confiar en soluciones drásticas, conviene recordar que los salvadores providenciales, aquellos que ofrecen remedios simples para problemas complejos –recetas ex machina–, son siempre pura tramoya.
Irene Vallejo, 'Deux ex machina', El País 15/12/2024
Millones de personas celebran en redes sociales un asesinato cometido en la Sexta Avenida de Nueva York. Un periodista de la CBS, conmocionado no tanto por el crimen como por la reacción social, recuerda en antena que el tipo asesinado era un ser humano que tenía familia y amigos y se pregunta si no queda ya humanidad en este mundo. La exitosa venta en internet de pegatinas y camisetas conmemorativas para celebrar los tres disparos recibidos por el CEO de UnitedHealthcare, Brian Thompson, responde bien a la pregunta del periodista: seguramente no quede mucha humanidad, no. Lo cual no es ninguna noticia de última hora, como podría explicar el propio asesinado si existiera la posibilidad de preguntarle. La humanidad es un concepto poco operativo desde hace décadas, nos diría este hombre que logró una carrera de éxito dentro de un sector especializado en convertir la salud de millones de personas –con familia y amigos– en una ecuación coste-beneficio en la que el enfermo nunca debe ganar, porque si gana no hay negocio.
Algunos aún nos resistimos –será ADN naif, será tara de cultura cristiana– a celebrar asesinatos. Un asunto cada vez menos tabú en un sistema que nos enseña que la vida humana no es para tanto. Si podemos tolerar que miles de personas se ahoguen cada año en el Mediterráneo huyendo del hambre muchos podrán tolerar sin problema o incluso aplaudir que a un tipo le vuelen los sesos en mitad de la calle. Si nos explican que el asesinato de miles de niños gazatíes es un simple fenómeno meteorológico, no deberíamos ponernos muy estupendos cuando la tormenta llegue a nuestros barrios, ya que el tipo que atropellará o acuchillará a una decena de nuestros vecinos también estará luchando contra lo que considere terrorismo. Si nos explican que los enfermos sin seguro privado de las residencias se iban a morir igual, que congelarse tirado en la calle o morir a manos de la policía no son hechos graves sino normas de un juego sin importancia, ¿cómo no vamos a llegar a la conclusión de que la vida, también la de los poderosos, es un concepto sobrevalorado?
Hace hoy 76 años se aprobaba en París la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Aquel 10 de diciembre del 1948 votaron a favor los países capitalistas y se abstuvieron los del eje comunista. Los soviets, muy suyos, sospechaban que ese tratado repleto de palabras bienintencionadas en defensa de una vida digna escondía trampas. Es un manifiesto burgués, denunció la URSS, ya que entendió que ese documento universal pretendía extirpar el legítimo uso de la violencia en la lucha de clases. Dicho en ruso, si montas una revolución proletaria no vale asesinar al zar. Dicho en wallstreetés, no puedes pegarle tres tiros a un tiburón de los negocios solo porque esté haciendo dinero con tu salud. La Carta de Derechos Humanos fue, como demostraron las numerosas violaciones de derechos humanos cometidas por quienes firmaron la carta entusiasmados, una tapadera estética que durante décadas cumplió su cometido de convencernos de que no todo valía porque había un límite sagrado llamado vida humana. Un límite que los principales beneficiarios de este seguro, es decir, las clases dominantes, han decidido ir saltándose sin disimulo de un tiempo a esta parte, rompiendo un contrato que les beneficiaba enormemente. El homus poderosus es una criatura fascinante.
Ahora que, gracias a la normalización del genocidio contra Palestina y la impunidad de sus asesinos, gracias a la naturalización de las muertes por hambre, por frío, ahogamiento, falta de medicinas o recursos económicos para pagarse un seguro privado hemos llegado a un nuevo consenso social que entierra aquella DUDH que establecía que la vida era un valor superior, ¿cómo harán los pocos ricos para protegerse frente a millones de pobres cada día más cabreados? ¿Cómo harán los mejor posicionados para disfrutar de una vida tranquila sabiendo que los peor posicionados saben ya que ni la vida ni la muerte valen gran cosa? Tras el asesinato del CEO Brian Thompson, la aseguradora de la competencia, ABCBS, ha emitido un comunicado anunciando que aparca su plan de cobrar las anestesias para cirugías en función del tiempo que duren las intervenciones quirúrgicas. En UnitedHealthcare, por su parte, han eliminado de su web el organigrama que mostraba las fotografías y nombres de los directivos de la empresa compañeros del asesinado. Es una gran noticia que algunos hayan comenzado a descubrir que la vida, especialmente la propia, sí que tiene cierto valor.
Gerardo Tecé, El seguro no cubría asesinato en la Sexta Avenida, ctxt 10/12/2024
El Nueva York / Nueva Roma de Coppola son decenas de Nueva Yorks y de Romas, desde el cine mudo, al cine académico, pasando por el cine europeo –siempre tan caro a Coppola– y el cine contemporáneo, y la Roma de Scott huele a naftalina de lujo. Coppola es uno de los directores más cultos, no ya de la actualidad, sino de la entera historia del cine. Un hombre que de no haber sido cineasta podría haber sido músico o novelista, o director de ópera. En su Nueva York / Nueva Roma se encuentra el eco de cualquier urbe grandiosa del mundo, pero también las sombras de la corrupción de la sociedad actual. Su densidad conceptual es tal que casi funciona como crisol de las ambiciones creativas y capitalistas, mezcladas, de la actualidad. La Roma de Scott, sin embargo, es la de un videojuego: espectacular y grandioso, desde luego, pero hueco. Scott es uno de los directores más astutos, no de la actualidad, sino de la entera historia del cine. Haciendo cine de videoclip y deanuncios se ha ganado el estatus de un gran cineasta para muchos que, quizá, no reflexionan lo suficiente sobre el verdadero vuelo de una pieza cinematográfica. Como mucho podemos decir, en el ocaso de su carrera, que Scott ha hecho un gran filme, Alien, en 1979, y que posteriormente a ella ha firmado algunos más que sólidos y dignos títulos como La sombra del testigo (Someone to Watch Over Me, 1987) o Thelma & Louise, en 1991. Poco más. No es una gran carrera, me temo, pese a la proliferación de títulos de las últimas dos décadas.
Sin embargo la aportación de Coppola al cine de todos los tiempos es capital, y de un alcance crítico desconocido para sus contemporáneos y para sus predecesores. No existen visiones más oscuras de Estados Unidos que las planteadas en la trilogía de El padrino, que en Apocalypse Now y que en La conversación. Tampoco existe una búsqueda formal y personal similar a la que le ha llevado, finalmente, a alejarse de los estudios y volver a aprender a hacer películas, algo que culmina con la que seguramente sea la última de ellas: Megalópolis. En ella una visión apocalíptica de EEUU se une, por primera vez, a una tímidamente optimista: quizá el futuro sea mejor de lo que parece, siempre que nos lo propongamos. Su última ópera es un canto a la creatividad y a la libertad, a la justicia social y a la lucha por un mundo mejor. No va acambiar este mundo, como algunos ingenuos siguen pensando que puede hacer el cine o la literatura, pero sí va a señalarte a ti y va a exhortarte a que de una vez despiertes y te plantees un mundo diferente al que vivimos mediante tu creatividad. Pero no lo hace como un panfleto o de un modo naif, sino con violencia, con extravagancia y clarividencia, como toda fábula. La película es un fin y un medio al mismo tiempo. Un fin poético, y un medio de ideas como hacía tiempo no veíamos en una pantalla. Ideas vivas de un poema libérrimo y vivo.
Pero Gladiator II obtendrá pingües beneficios en taquilla –pese a algunas críticas atroces– y Megalópolis será olvidada por el gran público y tratada como un nefasto fracaso y como una rareza digna de un loco. Así funciona el mundo del cine. Mientras, algunos seguiremos insistiendo en que no todo es lo que parece. Es más, posiblemente la entera historia del cine, la oficial, no sea más que un conjunto de clichés, lugares comunes y ficciones muertas en la que, de cuando en cuando, se cuelan verdaderos poetas.
Adrián Massanet, Nueva Roma y la decadencia del imperio, ctxt 13/12/2024
La verdad es enemiga de la democracia. Puede parecer una provocación, pero, hasta hace muy poco, esta irresponsable premisa era acogida por gran parte de nuestros intelectuales con alborozo y ademán vanguardista. Gianni Vattimo, padre de esa fórmula elegante que dio en llamarse “pensamiento débil”, llegó a escribir un pequeño ensayo en 2009 en el que exhibía esta emancipación de la realidad como una heroica conquista. Adiós a la verdad se llamaba. Para los herederos de Nietzsche y hasta para los liberales más vehementes seguidores de Karl Popper, la verdad era un concepto sospechoso de ser conservador y casi absolutista. Una cosa viejuna de curas y metafísicos ortodoxos. Es de justicia subrayar que Hannah Arendt nunca cayó en este error, y la filósofa supo advertir que impugnar la distinción entre verdad y mentira es lo primero que hacen todos los totalitarismos.
El tiempo nos ha cambiado tanto que, en nuestros días, estamos viendo incluso a foucaultianos de comunión diaria pedir más funcionarios para medicalizar de forma estatal la salud mental. Las vueltas que da todo. Con la idea de verdad también estamos constatando la necesidad de regresar a un realismo mínimo que nos permita distinguir entre la verdad y la mentira. Hubo un momento en el que todo se nos llenó de relatos y de narrativas, y dado que hasta el lenguaje era fascista, como dijera Barthes, lo imperativo era zambullirse en el lúdico piélago de las interpretaciones. Un acuerdo mínimo sobre qué pudiera ser la realidad, el bien o la justicia no solo no era deseable, sino que casi estaría proscrito. La verdad era una cosa arcaizante, y aquí todos teníamos sed de futuro y de progreso.
Afortunadamente, la realidad se venga en ocasiones de forma irónica y, mientras cierta posmodernidad seguía celebrando que no existieran los hechos (¡todo son interpretaciones!), el populismo trumpista decidió coger las herramientas que otros habían dejado tiradas por el suelo y se puso manos a la obra. Fue entonces cuando Kellyanne Conway, asesora del extravagante presidente, acuñó la expresión “hechos alternativos” y todo saltó por los aires. El adversario nos ajustició con nuestro propio rifle. Solo cuando constatamos que son los otros los que quieren destruir el pacto entre las palabras y las cosas cobramos conciencia del incalculable riesgo que entrañaba desprestigiar algunos conceptos clásicos. Pero más vale tarde que nunca. Ha sido necesario que lo llenemos todo de mentiras para volver a darnos cuenta de lo necesaria que era la verdad.
Diego S. Garrocho, La revancha de la verdad, El País 16/12/2024
La desintegración es la tendencia que está surgiendo en todo el mundo occidental.
En los países europeos, como en Estados Unidos, por no hablar de Israel, la población está irreconciliablemente dividida por la alternativa entre democracia liberal y tiranía autoritaria. Así como la democracia liberal siempre ha sido falsa, la alternativa también lo es, pero la desintegración es real.
En mi humilde opinión, la elección de Trump acelerará la desintegración occidental. No creo que habrá una guerra civil como ocurrió durante la guerra española, con multitudes armadas enfrentándose en un frente más o menos definido. No es así como se desarrolla la guerra civil de una población demente. Tendremos una multiplicación de tiroteos racistas, de masacres, simplemente tendremos lo que ya existe, pero cada vez más generalizado, duro y violento.
La deportación masiva prometida por los vencedores resultará más bien en una reaparición del Ku Klux Klan en muchas zonas del país que en una operación real de repatriación imposible de inmigrantes indocumentados. La violencia, el miedo y la agresividad acabarán persuadiendo a muchos inmigrantes a marcharse, pero el proceso difícilmente será pacífico.
La desesperación será la fuerza impulsora de la desintegración estadounidense.
En el libro de investigación de 2020 Muertes por desesperación y el futuro del capitalismo, Anne Case y Angus Deaton describen la desesperación en términos estadísticos. Aumento de la mortalidad, particularmente entre los blancos de entre 45 y 54 años: alcoholismo, suicidio, uso de armas de fuego, obesidad y adicción a opioides (como fentanilo). Disminución general de la esperanza de vida (única entre los países avanzados): de 78,8 años en 2014 a 76,3 años en 2021. Todo esto en presencia del gasto sanitario más alto del mundo (equivalente al 18,8% del PIB).
Sin embargo, no podemos esperar una desintegración pacífica del poder estadounidense. Así como Polifemo, cegado por Ulises, corta a quienes se le acercan, el coloso está destinado a reaccionar con furia imprudente.
Franco 'Bifo' Berardi, La desintegración del mundo occidental, ctxt 08/12/2024
Siento a menudo que nuestra plaza pública, supuestamente tan plural, libre y democrática, es en realidad una verdadera policía de las identidades. A veces en forma de tribunal cancelador, a veces en forma de tablero de ajedrez polarizado, pero dejando excluida siempre la complicación de lo humano.
¿Inocente o culpable, a favor o en contra, blancas o negras? La actualidad política y mediática se presenta como una serie de alternativas cerradas y tomas de partido obligatorias. Hay dos bandos y debemos elegir, a riesgo de ser sospechosos de equidistancia, vacilación cobarde, marranismo. No cabe la conversación ni el pensamiento, modos de elaboración de la complicación de lo humano.
Comprendo muy bien a los que se adentran en la vía del silencio. Los abstencionistas, lo que “pasan”, los que dan la espalda a la política y la actualidad. Simplemente se protegen, se cuidan de las clasificaciones policiales y la presión a definirse, a enrolarse, a alinearse. Pero no sé si hay “afuera” posible de la sociedad del espectáculo, del mundo mediatizado.
¿Cómo sobrevivir a la nueva inquisición? Queda la conversación íntima, en confianza, con los amigos. Amigo es todo aquel con quien puedo dudar y vacilar sin sentirme juzgado, con quien puedo pensar. Pensar sólo es posible desde la fragilidad de un no-saber. Lo demás es exhibición de certezas, seguridades, convicciones.
Amador Fernández-Savater, Marranismo, ctxt 09/12/2024
La teología protestante hace particular hincapié en el mal radical del ser humano: este es considerado un animal malvado por naturaleza, intrínsecamente perverso. El catolicismo, por su parte, permite el perdón de los pecados por vía de la confesión, cosa que el protestantismo erradica. El protestante no puede recurrir a un confesor para purificar su alma de toda transgresión previa, de ahí que el sentimiento de culpa cobre un mayor protagonismo en el seno de las culturas protestantes.
Si hablamos del pecado, este sería fruto de la debilidad humana. Su fuente sería la animalidad del individuo (lo que la ciencia del siglo XX vino a llamar «cerebro reptiliano»). Son las pulsiones instintivas aquellas que representan la fuente de todo mal: el egoísmo, la lubricidad, el deseo de riquezas y honores. Es por esto por lo que el diablo es representado con pezuñas, a modo de un macho cabrío, adaptando la figura pagana del sátiro o el sileno antiguo como encarnación del mal. El elemento moral representa, en el cristianismo, la noción del bien implantada por Dios en la mente humana. El bien sería un valor absoluto e inalienable, igual a sí mismo en todo momento y lugar. Sin embargo, este tipo de interpretaciones fueron más adelante decayendo, viéndose erosionadas por nuevas hipótesis más materialistas que acabaron por dominar el discurso colectivo.
El idealismo también cuenta con su propia interpretación a propósito de los orígenes del mal. Según Kant, «el mal está determinado ontogénicamente», lo que viene a significar que es parte de la naturaleza humana, una idea que parece una readaptación de la visión luterana del ser humano como intrínsecamente perverso. En Hegel, en cambio, «el mal no es otra cosa que la inadecuación del ser al deber ser». En Hegel el mal consiste en no ajustarse al principio racional, puesto que el «deber ser» es encarnado por la racionalidad. A su vez, en su caso, esa racionalidad se ajustaría al principio divino, de Dios. El camino del espíritu absoluto sería el camino de la racionalidad.
Ya avanzado el siglo XIX, empieza a concebirse el bien como fruto de un acuerdo inconsciente entre muchas personas, es decir, que la conducta moral se ajustaría a los valores de una comunidad dada: representaría una serie de reglas que beneficiarían a la sociedad como un todo. Por ello, cada sociedad, cultura o nación contaría con su propia ética o valores morales. Con la llamada «muerte de Dios», el bien (y la carencia de este, el mal) serían puramente el fruto de interacciones humanas. Cada sociedad contaría con una serie de relaciones económicas, sentimentales, personales, que darían como resultado una moral consolidada. El mal concreto de cada sociedad consistiría, siguiendo este modelo, en la negación y transgresión de los referidos valores, que variarían en el caso de cada colectivo consolidado. De aquí surge el relativismo cultural y la idea de que cada cultura cuenta con una cosmovisión particular, no universal.
Iñaki Domínguez, El origen del mal, ethic.es 13/12/2024
La cultura del espectáculo no ha sido ajena nunca al pensamiento, y el público siempre ha escuchado con atención al orador hipnótico que resume el mundo en tres frases. Pero esto son espejismos: que algunos pensadores se asimilen a una forma de entretenimiento más o menos sofisticada y cool no quiere decir que sus ideas se impongan al ruido de las redes sociales o de las consignas populistas. Hoy sigue vigente la frase de Manuel Azaña de que la mejor manera de guardar un secreto es escribirlo en un libro. Que alguien crea que un auditorio lleno para escuchar a dos filósofos indica que la filosofía es popular e influyente es tan falaz como aportar el libro reservas de Mugaritz como prueba de que ya no hay hambre en el mundo.
Sergio del Molino, En una sociedad de expertos en patatas fritas, nadie quiere a los pensadores, El País 17/1272024
Más que la indiferencia frente a la verdad, lo que más daña a nuestras democracias es pretender tenerla siempre de nuestra parte.
La democracia no tiene por objetivo alcanzar la verdad, sino conversar y decidir sobre la base de que nadie —mayoría triunfante, élite privilegiada o pueblo incontaminado— tiene un acceso privilegiado a la objetividad. En este sentido se puede entender por qué John Rawls decía que cierta concepción de la verdad (the whole truth)era incompatible con la ciudadanía democrática y por qué Hannah Arendt hablaba de una tensión o no coincidencia entre la verdad y la política. Al afirmar que “la verdad tiene un carácter despótico” no pretendía defender ninguna clase de relativismo, sino proteger el carácter contingente y libre de la política, cuyas decisiones deben ser informadas y respetuosas con la realidad, pero que no se deducen de esa realidad. Una democracia es un sistema de organización de la sociedad que no está especialmente interesado en que resplandezca la verdad, sino en beneficiarse de la libertad de opinar. La democracia es un conflicto de interpretaciones y no una lucha para que se imponga una “descripción correcta” de la realidad.
Existen cosas objetivas, por supuesto, pero la mayor parte de lo que entendemos por política tiene muy poco que ver con ellas. No se puede hacer política sin una correcta identificación de los hechos sobre los que debe basarse o actuar, pero aún menos si se piensa que esa constatación de los hechos es una actividad que no implica ninguna interpretación de la realidad. Todos sabemos que los datos —tan importantes, por supuesto— no prescriben una única conclusión y que el célebre “gobernar mediante los números” justifica decisiones diversas, alguna de ellas muy ideológicas. Quien se crea en disposición de monopolizar la objetividad producirá grandes distorsiones en la vida política. Una de las principales razones para utilizar con sumo cuidado la expresión “verdad” en política tiene que ver con la experiencia histórica de en cuántas ocasiones creerse en posesión de ella ha servido para olvidarse de otras dimensiones de la convivencia más necesarias. Que las tiranías ideológicas o tecnocráticas hayan abusado de la verdad no dice, en principio, nada en contra de la verdad, por supuesto, pero parece recomendable que el debate político se sitúe siempre que sea posible en otros términos. Las valiosas aportaciones de quienes se dedican al fact checking no deberían llevarnos a olvidar que la conversación colectiva se refiere solo en una pequeña parte a objetividades y en una mayor medida al modo cómo los humanos interpretamos la realidad en una sociedad pluralista.
Por supuesto que hay mentiras flagrantes y mentirosos compulsivos, que merecen ser combatidos con todos los instrumentos periodísticos y jurídicos a nuestro alcance. Pero nuestra relación con la verdad —especialmente en la vida política— es menos simple de lo que quisieran quienes la conciben como un conjunto de hechos incontrovertibles. No vivimos en un mundo de evidencias, sino en medio del desconocimiento, el saber provisional, las decisiones arriesgadas y las apuestas. Además, como la vida misma, también la política posee una dimensión emocional y nuestras emociones —aunque las haya más o menos razonables, mejor o peor informadas— tienen una relación muy indirecta con la objetividad.
Una cierta debilidad de la democracia ante los manipuladores es el precio que hemos de pagar para proteger esa libertad que consiste en que nadie pueda agredirnos con una objetividad incontestable, que cualquier debate se pueda reabrir y que nuestras instituciones no se anquilosen. Por supuesto que hay límites para la libertad de expresión, que no todo son opiniones inocentes y que hay mentiras que matan. Una sociedad democrática se caracteriza por permitir la libertad de expresión y limitar al máximo la intervención represiva en el espacio de la opinión. Un largo aprendizaje histórico nos ha llevado a la conclusión de que las mentiras no son tan peligrosas para la democracia como cierta persecución de las mentiras. Hemos de protegernos de los instrumentos a través de los cuales pretendemos protegernos frente a la mentira. En una sociedad avanzada el amor a la verdad es menor que el temor a los administradores de la verdad.
Los defensores de la verdad en política dan a entender, por un lado, que la verdad es lo normal y no más bien la excepción; parecen desconocer que nuestro mundo es, en realidad, un conjunto de opiniones generalmente con poco fundamento, donde discurren con libertad muchas extravagancias, se aventuran hipótesis con poco fundamento, se simula y aparenta. La apelación a la verdad tiene también el efecto contrario de dar a entender que nos encontramos siempre ante situaciones límite, frente a una tropa de contestadores de la verdad, lo que daría a sus defensores unos poderes extraordinarios. Esta dramatización puede ser muy perturbadora para la convivencia democrática porque puede hacer que resulte sospechosa la diversidad de interpretaciones de la realidad e incluso justificar el empleo de cualquier medio frente a enemigos tan mentirosos (incluido el recurso a la falsedad para defender la verdad).
iendo el de los mentirosos un grave problema para las democracias, también lo es esa degradación de la conversación democrática debida a que hay demasiada gente demasiado convencida, incapaces de reconocer alguna incertidumbre, que manejan las evidencias con excesiva ligereza, donde los golpes de efecto han sustituido a los argumentos, una confrontación política llena de hipérboles y sin ninguna moderación (justificada por estar defendiendo la verdad). La democracia es un régimen de opinión que desconfía de los detentadores de la verdad, pero no renuncia a que haya mejores y peores argumentos.Dejemos a la verdad en paz y no nos pongamos aprovechadamente de su parte; ella no lo necesita y a nosotros no nos conviene. Esto no es una rendición ante la dificultad de alcanzar la verdad y el cinismo de los manipuladores, sino que implica un mayor nivel de exigencia hacia quienes nos representan: no digan solo cosas verdaderas, sino también oportunas, respetuosas, ilusionantes, bien argumentadas, que apelen a nuestra razón y a las emociones tranquilas que otro liberal, David Hume, consideraba tan necesarias para la convivencia social.
Daniel Innerarity, La democracia y la verdad, El País 19/12/2024
I
Como entramos en la Navidad, decidí ayer llenar la casa de olores caseros y cociné una gran cazuela de pies de cerdo que, se lo aseguro, me han salido para chuparse los dedos.
II
Decidí también que para la cena de la Noche Buena tenía que continuar alimentando estos aromas y hoy he comprado un rabo de toro y un pollo de corral de casi cuatro quilos.
III
Sí, la Navidad es la festividad de los excesos, pero es que todo nos parece poca cosa para los nuestros. Sobrará mucha comida y estaremos alimentándonos de las sobras durante días, pero es inevitable que todo sea así.
IV
En Navidad gastamos mucho, pero no para nosotros.
V
Mientras cocinaba los pies de cerdo me preguntaba si acaso no cocino en exceso porque, de alguna forma, pienso en ponerles un plato a los que ya no están, a todos los seres queridos que se han vuelto inasibles. Inevitablemente la Navidad está teñida de melancolía. En la fiesta de los afectos las ausencias ocupan una parte muy relevante de nuestro espacio vital.
Emmanuel Todd entiende que los grandes discursos de legitimación, las visiones globales acerca de la sociedad y la historia, no son otra cosa que las versiones degradadas de las cosmovisiones religiosas. En el momento en el que estas empiezan a entrar en crisis, en lo que el autor francés denomina el “estadio zombi” de las mismas, es cierto que “aparecen creencias sustitutivas, generalmente ideologías políticas fuertes que organizan y estructuran a los individuos del mismo modo que lo hacía la religión”. Pero cuando, como pasa en nuestros días, las costumbres y los valores heredados de la religión se marchitan o explotan hasta desaparecer, con las creencias sustitutivas (los famosos grandes relatos de Lyotard) no alcanza y aparece un vacío religioso absoluto, entrando de lleno en el “estadio cero” de la religión. Llegados a ese punto, las sociedades que han sufrido ese proceso quedan atomizadas y en ellas “ni siquiera es concebible que el Estado pueda actuar eficazmente”.
Así pues, y aplicando la lógica weberiana, que atribuía al protestantismo el surgimiento y auge del capitalismo, Todd interpreta que ha sido precisamente el declive de las creencias religiosas de matriz protestante el elemento que mejor explica la deriva nihilista que han seguido buena parte de las sociedades occidentales. Alineándose en este punto con el viejo Ratzinger, el autor de La derrota de Occidente considera que sin fundamento religioso para los valores no hay forma humana de escapar al nihilismo. Y, apenas hará falta subrayarlo, no cabe peor opción que esta, porque, por decirlo con las palabras con las que se cierra el libro, “el nihilismo hace posible cualquier cosa, absolutamente cualquiera”. En efecto, ¿acaso hay algo peor que no saber a qué atenerse?
Manuel Cruz, 'La derrota de Occidente', de Emmanuel Todd: la deriva nihilista de una sociedad sin cosmovisión religiosa, El País 20/12/2024
No cabe racionalmente discutir sobre si el verbo se hizo carne, pero siendo, como es, indiscutible que nosotros representamos una singular vida de la cual emerge el verbo, cabe perfectamente preguntarse cómo tal cosa ocurrió. Cabe preguntarse por la razón de que en el registro genético se operara esa revolución por la cual a los instintos que reflejan simplemente la tendencia de la vida a perseverar, se sumó el denominado por Pinker «instinto de lenguaje», tendencia no tanto a conservar la vida, como a conservar una vida impregnada por las palabras. Y he tenido múltiples ocasiones de señalar en este foro el carácter subversivo de este nuevo instinto, que se refleja en el hecho de que puede llegar a no ser compatible con los instintos directamente vitales, tal como sucede cuando, bajo amenaza de tortura o muerte, un ser humano no traiciona convicciones forjadas en la complicidad de una palabra compartida.
Apostar por una legitimación genética de la hipótesis según la cual el hombre, y sólo el hombre, posee un dispositivo que lo hace vehículo del lenguaje, equivale a apostar por el peso de las palabras, sin por ello hipotecarlas buscando su matriz en un ser trascendente. Apuesta de la cual es indicio la disposición de espíritu de narradores y poetas en el acto creativo. Nuestra condición de seres de palabra posibilita que, con plena lucidez, podamos sentir que nos motivan objetivos no subordinados al mero persistir; sentir que la finitud inherente a los entes naturales, y por consiguiente también a los seres vivos, siendo lo inevitable, no es sin embargo lo único que cuenta.
Victor Gomez Pin, Diferencia material: el verbo en los dos polos, El Boomeran(g) 19/12/2014
En los años sesenta y setenta, la libertad era todavía monopolio de la izquierda y tenía un sentido emancipatorio. Era la libertad de los estudiantes en los campus universitarios estadounidenses de protestar la guerra de Vietnam, era la libertad a la que aspiraban los afroamericanos en su lucha contra las cadenas que todavía les oprimían. Era la libertad de los presos políticos que reivindicaban los españoles durante los últimos años del franquismo y la Transición democrática. Era una libertad clásica de izquierdas, la libertad del individuo frente a la autoridad. Y también era, especialmente a partir de las revueltas de 1968 en Occidente (otra cosa es el 1968 de Praga o Ciudad de México, mucho más sangriento y menos “moral” o cultural), una reivindicación de la libertad sexual y una revolución de las costumbres.
Se ha escrito mucho sobre lo que ocurrió durante y después de mayo de 1968. Como escribió el politólogo Todd Gitlin en The twilight of common dreams: Why America is wracked by culture wars, un estupendo libro de 1995 que podría haberse escrito hoy, y que quizá es la mejor obra que se ha escrito sobre las guerras culturales en Occidente, después de la irrupción de la Nueva Izquierda en los años sesenta y setenta “la derecha conquistó el poder y la izquierda conquistó los departamentos de literatura”. Según Gitlin y otros izquierdistas o socialdemócratas clásicos como Tony Judt, Mark Lilla o Richard Rorty, la izquierda olvidó el lenguaje de lo común y el universalismo y se centró en el cultivo de la diferencia, en el análisis del discurso y del relato, la exploración de lo marginal y simbólico, y se volvió solipsista y en cierto modo cínica. Esto implicó, según estos teóricos, el principio del fin de la izquierda como movimiento de masas, y abrió una etapa en la que la izquierda abandonó “la política a quienes el poder real les resulta mucho más interesante que sus implicaciones metafóricas”, como escribió Judt.
Una década después de 1968, las victorias de Margaret Thatcher en Reino Unido y Ronald Reagan cambiaron radicalmente las coordenadas ideológicas de Occidente. Igual que la izquierda pasó de defender la igualdad a la diferencia, la derecha se quitó sus ropajes puritanos y su conservadurismo moral y se convirtió en la principal defensora de la libertad. Pero era una libertad, en muchos aspectos, negativa, por usar la archiconocida categoría de Isaiah Berlin. Era una libertad de no interferencia, individualista. Don’t tread on me. Y, sobre todo, era una idea de libertad económica.Hoy, políticos de derecha como Javier Milei en Argentina o Isabel Díaz Ayuso en España hacen un discurso en defensa de la libertad que es inseparable de la economía. Es la moral a través de la economía. Como ha escrito David Rieff, “La respuesta de Milei es la clásica de los libertarios: el Estado tiene que quitarse de en medio. Solo así podrá florecer el libre mercado y las personas podrán desarrollar todo su potencial, para ser ‘una manada de leones y no de ovejas’, como tantas veces dijo durante la campaña. Citando a Jesús Huerta de Soto, declaró rotundamente que ‘los planes contra la pobreza generan más pobreza, [y] la única forma de salir de la pobreza es con más Libertad’”. La ideología de la política española Isabel Díaz Ayuso es más moderada; es posible que no sepa lo que es el minarquismo o quienes fueron Murray Rothbard o Ludwig Von Mises (Hayek seguro que sí). Pero su discurso hace las mismas conexiones y dicotomías: la libertad frente al colectivismo. Es decir, la libertad frente al Estado intervencionista, inflacionario, incluso tiránico. A veces, Ayuso no tiene un discurso mucho más sofisticado que el del libertario medio en Twitter que señala que los nazis, en el fondo, eran socialistas. ¡Lo dice ahí, en su nombre: nacionalsocialistas! En vez de disputarle el término a la derecha para darle otro sentido, la izquierda ha preferido ceder en esa batalla. Es algo común en la política contemporánea. Hay conceptos de izquierdas y conceptos de derechas. Hay problemas de izquierdas y problemas de derechas. Por ejemplo, la izquierda no suele hablar de libertad sino de libertades, porque suena a libertades civiles y no a libertad económica, a individualismo y materialismo. Y la derecha, por su parte, no suele hablar tampoco simplemente de igualdad, un concepto muy utilizado por la izquierda. En su lugar, suele preferir igualdad de oportunidades, un término que recuerda a la meritocracia, al trabajo duro, valores tradicionalmente de la derecha.
La izquierda ha aceptado con cierta resignación, y también algo de convencimiento, esa dicotomía: la derecha quiere menos Estado, la izquierda más. Pero eso la ha vuelto, paradójicamente, más conservadora, burocratizada, anquilosada. Es un dilema muy difícil. Como escribe el politólogo austriaco Robert Misik, “Desde hace más de un siglo, los cerebros más avispados se preguntan cómo lograr una regulación económica que favorezca la igualdad sin instaurar un sistema de mando burocrático que ahogue una vez más la agencia y la creatividad individuales. La igualdad impuesta puede degenerar fácilmente en una gris monotonía y en el poder de los burócratas sobre la vida de los individuos.” Y continúa: “La libertad tiene los pies de barro cuando se reduce al derecho de los ciudadanos atomizados a vivir desconfiadamente uno al lado del otro. La libertad sin libertad frente al miedo es una libertad amputada. La libertad sin la posibilidad de infundirle vida es una libertad hueca.”Pero la izquierda no solo se ha dejado arrebatar el concepto de libertad. También se ha hecho menos libertaria. En las guerras culturales contemporáneas, la izquierda parece conservadora. O, quizá, anquilosada, incluso antipática, sin ironía. Como en cierto modo ha ganado la batalla cultural, busca conservar lo conseguido. En ese proceso ha perdido la garra de antaño y se ha preocupado por promover un discurso basado en la protección, la empatía, menos contestatario que hace décadas. Por su parte, la derecha hoy es rupturista y heterodoxa, se ha construido una imagen de incorrección política y lucha contra lo que considera una ortodoxia progresista opresiva. La nueva derecha es más irónica, dice cosas como que “ser conservador es lo nuevo punk” y consigue atraer a una población cada vez más joven. En cambio la socialdemocracia, al menos en Europa, parece una ideología antigua, de funcionarios, boomers que se compraron su primera casa con su primer trabajo, pensionistas y sindicalistas. Y es obvio que no es todo así de sencillo, pero en la guerra de las percepciones, la izquierda ha sufrido varias derrotas importantes en los últimos años.
Quizá el cambio que mejor explica el abandono definitivo de la izquierda con respecto a la libertad tiene que ver con la libertad de expresión. No se pueden entender las revoluciones de los años sesenta en Occidente sin el Free Speech Movement de la Universidad de Berkeley, que inauguró los movimientos estudiantiles de la época. Es decir: la izquierda salía a la calle por la libertad de expresión. Hoy, siendo simplista, lo hace por lo contrario. En nombre del bienestar emocional y de la protección de las minorías, la izquierda contemporánea ha olvidado el potencial emancipador de la libertad de expresión. ¿Qué más da si la izquierda ha dejado de hablar de libertad? Al final lo que importa es lo que se hace y no lo que se dice. Sin embargo, en esa derrota simbólica también hay una derrota real. La izquierda ha olvidado la lógica de la emancipación, que es una idea muy libertaria. Se ha acomodado en la política identitaria, en la guerra cultural, en la batalla simbólica, en la autoindulgencia. Hay un cierre en filas, un repliegue tribal. No es un fenómeno exclusivo de la izquierda, y de hecho la derecha es cada vez más posmoderna, más identitaria. Pero la izquierda es universalmente conocida por su autopercibida superioridad moral. Como ha escrito el filósofo Kenan Malik, “la política es un medio, o debería ser un medio, para conducirnos más allá del sentido limitado de identidad que nos proporcionan las circunstancias específicas de nuestra vida y las particularidades de nuestras experiencias personales”. La emancipación es eso. La libertad es eso. Y es parte de una filosofía política que tiene siglos de antigüedad. Los liberales y progresistas deberían empezar a hablar de libertad política como antaño. Para que el concepto no solo signifique bajos impuestos y desregulación sino también, y sobre todo, antiautoritarismo, lucha contra el despotismo, control al poder absoluto, emancipación frente a la dominación.
Ricardo Dudda, La libertad secuestrada, Revista Supernova nº 1, diciembre 2024
Y lógicamente, la idea de una libertad ajena a toda consciencia sobre el impacto de nuestros actos y ajena a nosotros mismos es incompatible con todo verdadero progreso racional y ético. Por esta razón, es imprescindible la existencia de códigos legales sólidos que arbitren a una sociedad que malentiende la libertad para aspirar a una cierta paz social. Necesitamos la discusión legal, de los límites del Derecho y de los derechos: sin ella, no habría vecindad posible, respuesta a las agresiones ni un impedimento tangible, entendido hasta por el más bruto y simplón de los seres humanos, a hacer lo que quisiera. Ahora bien, la creación, redacción y aplicación de las leyes no debe trivializar las normas jurídicas, desdibujar las definiciones penales ni sus efectos, tensando así la igualdad de los individuos ante ellas, sino pensarse con detenimiento y obrarse con suma prudencia. El Derecho y los códigos legales han de ser objeto de discusión de pensadores honestos y de juristas que aporten un sano tecnicismo, como contrapeso a cualquier idealismo intelectual de los primeros, no servir al dictado del capricho ideológico.
Así que sí, hay dos «libertades» para vivir, la de mentira y la de verdad. La primera satisface el instinto y el sentimiento egoísta y nos mueve como arlequines, aunque asumamos que, en realidad, estamos tomando elecciones plenamente conscientes. La segunda, en cambio, nos permite reformular nuestro mundo, despertar de las ficciones mentales que hayamos podido edificar en nuestro interior y cuestionar cuanto nos rodea. Quien escoja este segundo camino encontrará la bondad y la felicidad. Será él o ella misma en mayor medida que antes y entonces descubrirá que la naturaleza de lo existencial está rigurosamente ordenada y es sumamente sencilla. Para ser libre basta ser uno mismo a través de las cosas, en cada circunstancia, en cada instante. Nunca implica cometer ningún acto dañino sobre los demás, ya que todo lo que nos corresponde o bien emana directamente de nosotros mismos o bien toma la parte que corresponda en función de lo que sea justo en cada momento. La libertad verdadera es así de simple.
David Lorenzo Cardiel, Hablemos de libertad, ethic.es 18/12/2024
I
Tras tres días sin poder separarme de Benjamin Labatut y su Maniac, pero ya he cerrado la última página. Y como suele ocurrir cuando has leído algo importante, a la lectura le sigue algo así como una rememoración relectora, en silencio, que tiene más que ver con el sabor rumiante que con el saber clasificado. He subrayado abundantes pasajes a los que un día de estos volveré. La novela, en definitiva, trata de la diferencia entre el logos matemático y el logos filantrópico y ha caído en mis manos justo cuando no paro de darle vueltas a la misma.
II
Se acaban las clases del primer trimestre y mis dos nietos nos comentan sus impresiones. Son diferentes porque uno está entrando en la pubertad y anda desperezándose de la niñez y el otro cabalga ya a lomos de la caprichosa adolescencia. ¡Pero qué fascinante es seguir la evolución de un adolescente... especialmente si eres su abuelo y no su padre! Me gusta ver con qué vehemencia el mayor quiere quedarse con la última palabra, con qué esfuerzo busca argumentos que puedan rebatir los nuestros, y cómo disfruta cuando lo consigue, cosa que, a decir verdad, sucede con frecuencia. Esa voracidad por descubrir un mundo apasionante, es formidable. A él la naturaleza lo empuja; a mí, me aguarda. Pero el encuentro de mi perspectiva con la suya es un espectáculo que me resulta deslumbrante.
... passar directament de la democràcia liberal al cesarisme requereix molt més que un simple acte de voluntat descarada. Per tant, per pensar en què podria significar un ordre mundial més disputat, és útil començar per les formacions polítiques que podrien prendre forma si la democràcia liberal no és simplement enderrocada, sinó que evoluciona cap a una varietat de règims que barregen elements liberals i postliberals.
Aquestes formacions ja estan prenent forma. Comenceu amb el model que molts partits populistes i de dreta han estat buscant: una mena de nacionalisme fortalesa, en què l'objectiu del règim és preservar i protegir una identitat i una cultura nacionals en conflicte, un conjunt de característiques ètniques, lingüístiques i religioses, limitant dràsticament la immigració i utilitzant el poder estatal amb finalitats culturalment conservadores.
Aquest és el model de l'Hongria de Viktor Orban, sobretot, però també la direcció que busquen molts dels partits nacionalistes d'Europa, amb el de Giorgia Meloni a Itàlia i el Partit de la Llei i la Justícia a Polònia sent els exemples més reeixits políticament, és un model que s'allunya del liberalisme en la seva forma posterior al 1989 en rebutjar les fronteres obertes i el multiculturalisme i adoptar una visió tènue dels drets dels no ciutadans. I pot tendir cap al tipus de democràcia gestionada, amb eleccions lliures però un únic partit dominant inclinant el terreny de joc en la seva direcció, la que va aconseguir durant algunes parts del segle XX al Japó i Mèxic, i que probablement s'obté a Hongria avui.
Al mateix temps, els partidaris del nacionalisme de la fortalesa argumentarien que només busquen la restauració d'idees sobre la sobirania i la identitat que haurien estat totalment normals a l'Europa posterior a la Segona Guerra Mundial: que estan intentant reviure el nacionalisme de de Gaulle, per exemple, no el feixisme de Pétain.
També argumentarien que el nacionalisme de fortalesa és realment necessari per preservar la llibertat domèstica, que es veu minada per les tensions etnoreligioses (de vegades entre immigrants i nadius, de vegades entre grups minoritaris ) que el multiculturalisme i la migració massiva poden introduir. De fet, alguns dels nacionalistes de la fortalesa d'Europa es podrien descriure millor com a partidaris d'un liberalisme fortalesa, on les fronteres tancades i l'assimilació forçada pretenen preservar el feminisme i la llibertat d'expressió i el liberalisme social de l'espectre del fonamentalisme islàmic. (Aquesta visió pot tenir un atractiu especial al nord d'Europa: Dinamarca, considerada durant molt de temps el model de govern liberal , bàsicament està duent a terme un experiment de liberalisme de fortalesa en aquests moments.)
I els nacionalistes i liberals de la fortalesa poden reivindicar una certa reivindicació en aquest punt, atès que ara mateix la principal adaptació alternativa a la migració massiva i l'envelliment de les poblacions autòctones és el que podríeu anomenar multiculturalisme gerencial, que intenta preservar la visió post-1989 a través de mitjans que semblar cada cop més illiberal, que implica la control de la parla i el debat, especialment, amb limitacions explícites a l'opinió acceptable i fins i tot temps a la presó si us desvieu massa.
El multiculturalisme directiu és un model amb un clar atractiu per a certes elits progressistes, perquè s'imagina que les ambicions més utòpiques de l'era posterior a la Guerra Freda encara es poden fer realitat si només li doneu una mica de poder addicional als tecnòcrates: controlar la desinformació, suprimir el "discurs de l'odi". ” i, de vegades, eliminen completament els partits i candidats incòmodes de la votació.
Ha estat especialment atractiu per a les elits de l'anglosfera no americana, tot i que pot haver arribat a certs límits al Canadà i la Gran Bretanya, on tant Trudeau com Keir Starmer intenten de sobte avançar una mica cap a la dreta sobre la immigració massiva; potser un període de multiculturalitat gerencial fa que el liberalisme de fortalesa sigui més atractiu. D'altra banda, mentre que l'Àsia oriental tendeix a ser percebuda com a més nacionalista que multicultural, el model de gestió pot arribar a ser més influent si nacions com Corea del Sud, Japó i Taiwan es troben amb un augment ràpid de la immigració davant el col·lapse de la població.
Ross Douthat, L'ordre mundial liberal, remesclat, The New York Times, 06/12/2024
I
Gisèle Pélicot. Lo que le ha ocurrido a esta dignísima mujer me parece tan imposible como cierto. Representa la certeza en la posibilidad de lo imposible.
II
Soy incapaz de pensar en su marido sin sentir al mismo tiempo una repugnancia visceral y un asombro moral. Es, sin duda alguna, un monstruo. Pero es un monstruo que solo pueden surgir entre los humanos. Ese es el mayor espanto.
III
¿Quién conoce el límite de los monstruos que podemos incubar los hombres?
IV
Si una cosa y su contraria son ciertas, decía Bertrand Russell, entonces cualquier cosa es posible.
V
Cualquier cosa es posible.
VI
Podemos mantener recluida a la bestia, pero no podemos impedir el nacimiento de otras bestias.
VII
Somos optimistas porque ignoramos la posibilidad de lo imposible... lo que puede estar creciendo al amparo de nuestra sombra.
VIII
Pero hoy es el día de afirmar la dignidad de Gisèle. Nunca podremos compartir su dolor. El dolor propio no puede dividirse y repartirse en fracciones para aligerar su peso sobre nuestra vida. Pero desde la distancia, nuestro cariño hacia ella es real.
I
Cuando Moisés le pregunta a Dios cuál es su nombre (Éxodo 3:14-15), recibe esta respuesta: «Yo seré el que seré». Literalmente: «Ehyeh Asher Ehyeh».
Lhiyot, לִהיוֹת significa «ser» o «estar» en hebreo; «Ehyeh» es la forma imperfecta singular de la primera persona en tiempo futuro.
II
La filosofía moderna cuando habla del "yo" tiende a pensar en la memoria que uno tiene de sí mismo; pero en la Bíblia es lo contrario: el yo es un futurizador.
III
He definido alguna vez el «yo» como el momento intensivo del alma.
IV
Entiendo por alma la instancia que dice «mío» sin confundirse con lo suyo: «Este brazo es mío», «este pensamiento es mío», «este dolor es mío», «esta confusión es mía», «este estado de ánimo es mío», «mi hijo», etc. En este sentido el alma sería una extensión: la de las posibilidades de referirme a lo mío.
V
Pero lo mío remite a un poseedor de lo que ahora mismo -en este mismo momento del flujo de mi vida-tengo presente como mío. Esta presencia ahora mismo adquiere un protagonismo indudable y se convierte en el referente frente al cual siento algo como mío (por ejemplo, mi inseguridad).
VI
Esto mío es lo ahora mismo presente ante mí: esta manera de sentirme ante algo (una persona, un sentimiento, una idea, mi propia imagen en el espejo) es el momento intensivo de mi alma. Es lo que ahora soy yo.
VII
En este sentido soy un siendo. Seré, pues, lo que seré.
El text no diu que Déu va destruir la torre, però en moltes interpretacions populars de la història ho fa, així que tinguem aquesta imatge dramàtica en la nostra ment: gent vagant entre les ruïnes, incapaç de comunicar-se, condemnada a la incomprensió mútua.Mira, són un sol poble, i tots tenen una llengua; i això és només el començament del que faran; res del que es proposin fer ara els serà impossible. Vinga, baixem i confonguem-hi allà la seva llengua, perquè no s'entenguin la parla de l'altre.
Este artículo fue publicado por el autor en El Periódico Extremadura
Los antiguos filósofos griegos eran muy críticos con la democracia. Platón pensaba que para ser buen gobernante (igual que para ser buen médico, militar o músico) había que estar instruido en ciertas cosas y dado que el pueblo carecía de esa instrucción otorgarle el poder resultaba poco menos que insensato. Al fin, ¿qué sabe el pueblo de la idea de justicia, sobre la que los más sabios llevan siglos discutiendo? ¿O cómo va a saber lo que le conviene a él o a su prójimo quien no conoce a fondo la naturaleza humana ni posee una noción mínimamente compleja de la totalidad?
El elitismo intelectualista de Platón se convirtió en elitismo a secas en las democracias modernas, tan platónicamente desconfiadas del gobierno directo del pueblo como esquivas a la idea de que el problema de la justicia fuera dirimible por la razón. De ahí que nuestras democracias estén gobernadas por esa nueva «aristocracia» que son los partidos políticos, y no por el pueblo (que se limita a votar como el que aplaude o silba en el plató de una tertulia); y de ahí también que cuando esa aristocracia partidista precisa de un barniz intelectual convoque a científicos y otros expertos en datos, y no a humanistas o filósofos que puedan asesorar sobre lo que hacer con esos datos.
No quiero decir con esto que la incorporación de asesores científicos a los ministerios sea una mala decisión, sino solo que es una decisión insuficiente y superficial. Y lo es por dos motivos. El primero es que la ciencia como tal no puede fijar objetivos o medidas políticas. El científico es experto en describir fenómenos no en prescribir leyes o fines, por lo que su función no va más allá de cierta asesoría técnica. Ya sé que hoy tendemos infantilmente a pensar que todos nuestros problemas los puede resolver «la ciencia», pero esto es pura ideología acientífica. La ciencia no sabe nada de lo que nos interesa ética o políticamente saber.
El segundo motivo por el que la medida del gobierno es insuficiente es que no se acompaña de medidas efectivas para fortalecer la educación científica y (sobre todo) ético-política de la ciudadanía. Este error parte de la suposición elitista de que quien tiene que estar intelectualmente asesorado por científicos (e idealmente por filósofos) son los ministros y no los ciudadanos. Craso error, pues en democracia son los ciudadanos – y no sus representantes políticos – los que han de tomar – o deberían hacerlo – las decisiones importantes.
¿Se imaginan que además de ministros asesorados por científicos áulicos hubiera una inmensa mayoría de ciudadanos científica y filosóficamente competentes, capaces no solo de acumular y entender datos, sino también de comprender las distintas perspectivas ideológicas que laten tras la controversia política? Viviríamos, no en una república platónica, sino en una democracia de sabios. En cualquier caso, no en la oligarquía rebozada en demagogia y tecnocracia en que se han convertido nuestras democracias (o, más bien, nuestras partitocracias) actuales.
I
Vamos, renqueando, pero vamos.
II
En la carnicería, una mujer joven, de unos 30 años, pregunta qué es eso, señalando los cuartos abiertos de una gallina. Y sin que le responsan comienza a murmurar un «¡Qué asco, qué asco!», in crescendo. La carnicera le dice que son los huevos que se come fritos, pero en formación. La mujer se sorprenda de que haya gente que pueda comprar eso y, aún más, comérselo.
III
Se me van acumulando las lecturas. Me mandan El futuro de la teoría, de Jason Ananda Josephson Storm y sin tener tiempo para abrirlo, la cartera me trae Maniac, de Benjamín Labatut. El primero me lo han recomendado eruditos fiables. El segundo me lo sugirió la mejor crítica literaria que conozco, el olfato infalible de las letras modernas, mi amiga B.
IV
Abro el libro de Labatut y me encuentro con esto: "Vi una reina con un vestido dorado, y su vestido estaba lleno de ojos, y todos los ojos eran transparentes, como si fueran llamas ardiendo, y sin embargo parecían cristales. La corona que usaba en su cabeza tenía tantas coronas encima, una sobre otra, como ojos había en su vestido. Se acercó a mí con una rapidez espantosa y puso su pie encima de mi cuello, y exclamó con una voz terrible «¿Sabes quién soy yo?». Y yo le dije: «¡Sí! Durante mucho tiempo me has causado dolor y miseria. Eres la parte de mi alma capaz de razonar».
Es un fragmento de Hadewijch de Bramante, mística belga del siglo XIII.
I
Comienzas el día bien y de repente notas que tu estómago se altera y que la verticalidad se te vuelve problemática. Ya sabes lo que viene después. La rutina: Vómitos, mareos, y paciencia. Nada de lecturas, nada de televisión. Cama, oscuridad y silencio. Ya se pasará.
II
Hoy hace buen día. Los socios de Rosamerón tenemos programada una comida. Dios proveerá.
I
Mañana luminosa, generosa de luz y placidez. Avanzo por la biografía de Dennett como por un camino amplio, lleno de sugerencias a izquierda y derecha que el autor tiene la elegancia de no cargar de erudición. Este libro no va de filosofía de la mente, sino de algo más importante: del arte de saber vivir serenamente sin perderse en las mil vocaciones que nos salen al paso cada día.
II
Videoconferencia con una profesora de literatura infantil. Amena y creo que fructífera. Sigo pensando que nos falta una didáctica de la literatura y que, siendo tan necesaria, cada vez se echa menos en falta, porque la lectura lenta va recluyéndose en los nuevos monasterios, que son los de la soledad del que se detiene a rumiar en medio del vértigo.
IV
Después, llamada de Tel Aviv. Me invitan a dar una conferencia en la ciudad y a visitar el país. Digo inmediatamente que sí, aunque me temo que no contaré con el beneplácito de mi mujer. Pero hoy la historia de los próximos años se está esbozando ahí y Netanyahu es uno de sus principales constructores. Si consigue la victoria que busca, y todo parece indicar que así ocurrirá, todo le será perdonado por los que hoy lo acusan de genocida. Hablo de todo esto por teléfono y me quedo con dos notas: (1) la población no ha salido a la calle con banderas islamistas, sino con las del Irak previo a la familia Asad y (2) el nuevo gobierno encargó al obispo católico de Alepo el gobierno de esta región.
V
De la biografía de Dennett: Cuando le pregunté si su mujer, Elisabeth, tenía reparos acerca de que él hiciera cosas tan arriesgadas, contestó: «No, nuestros hijos ya son mayores; estoy completamente amortizado. Puedo hacer lo que quiera».
I
«Se ha de hablar como en un estamento, que a menos palabras, menos pleitos», nos advierte Gracián, y yo asiento. La verdad es que cada vez me gusta menos discutir, pero no es por prudencia, sino por pereza. ¿Será la pereza la prudencia del pusilánime?
II
Estoy disfrutando con la lectura de He estado pensando, la biografía de Daniel Dennett. Me gusta la agilidad serena de su prosa, que está salpicada, por aquí y por allá con gotas de humor. Pienso que alguien que escribe así ha de ser intelectualmente fiable y que alguien que ha vivido así ha sido muy inteligente.
IIIDefinición de «significación» de W.V.O. Quine: «es aquello en que se convierte la esencia cuando se separa de su objeto de referencia y se adscribe a la palabra». He subrayado cada palabra y he puesto estrellitas en los márgenes. Me será de gran utilidad para explicar la diferencia entre memoria episódica (o experiencial) y memoria conceptual (a la que desde ahora llamaré significativa).IV
Repasando y redondeando algunos puntos de mi intervención de ayer en la Abat Oliba. Siempre me pasa lo mismo: pienso más rememorando y rumiando que preparando. Me digo que el diálogo, el acuerdo… son grandes palabras en política pero en vez de aclarar, ocultan el problema del consenso. Ningún político llega al poder en una sociedad democrática sin el apoyo de personas que o no lo conocen o lo hacen de manera muy sesgada. No gobiernan los más sabios, sino que gobierna el consenso entre los que saben de qué va su gobierno y los que lo suponen. Frecuentemente los más entusiastas suelen ser estos segundos.
V
Cuando alguien me saca a relucir el espacio público, la razón común, el pacto, el pensamiento crítico... suelo responder, con Lippmann, que el ciudadano objetivo, analítico e imparcial, simplemente no existe. Que lo que existe es el hooligan exaltado y el mero aficionado, pero todos llevamos la camiseta de nuestro equipo cuando acudimos a un partido.
VI
Nueva comida familiar con un postre de pastel con velas y cumpleaños feliz.
L’única unanimitat al voltant de la ira és l’absència d’unanimitat. Mentre alguns pensen que és “la més ombrívola i incontenible de totes” les passions i que res de bo podríem aprofitar d’ella (Sèneca), altres consideren que seria bo reconèixer la seva grandesa. El cristianisme i el socialisme han proporcionat en diferents moments de la història d’Occident mecanismes per fer front a les injustícies de la vida basats en una “intel·ligent” administració de la ira. Tanmateix, sembla que aquests mecanismes són arcaismes que sobreviuen com poden en un nou món governat per la globalització. Aquesta és l’opinió defensada per Peter Sloterdijk en el seu llibre Ira i temps (2006). El pensador alemany articula aquí un nou disseny per al capitalisme sobre la crítica genealógica del ressentiment de Nietzsche i els principis, “no especialmente nous”, que constitueixen la base de la reflexió política de John Locke. Principis que són presents en les civilitzacions d’èxit actuals. Aquest nou disseny de Sloterdijk té com a objectiu trencar amb la “metafísica de la venjança i els seus reflexos polítics” ímplícits en els mecanismes anteriors.
Locke (Segon Tractat sobre el govern civil, 1689) parla d’un estat anterior a l’estat polític sense lleis convencionals, on uns principis que no necessiten del consentiment de ningú perquè són tan naturals com el respirar, guien i limiten les accions dels éssers humans: el respecte a la vida, la salut i la propietat.
Aquests principis són alhora les condicions materials que fan possible una vida plena: lliure i feliç. A més, són principis que responen a la naturalesa racional dels éssers humans: qui, si no està molt boig, seria capaç de renunciar a aquest principis?, quina és la manera, sense acudir a la violència, d’assegurar millor el respecte a aquests principis? La seguretat individual dependrà de fer co-partíceps als altres, ja que no depèn d’una de les parts sinó que afecta a tothom: el respecte de qualsevol està assegurat perquè és racional pensar que aquest qualsevol respectarà els drets dels altres.
Aquest és un estat de justícia natural que no recórre a una instància que està per sobre dels individus, sinó que són els mateixos individus, cadascun de forma particular, els responsables del manteniment i de l’aplicació de la justícia. Per aquest motiu, quan algú sent amenaçada la seva vida, la seva salut o la seva propietat, és l’individu particularment qui ha d’impartir el càstig o la sanció corresponent al delicte.
La resposta punitiva de la víctima està legitimada per la raó, és una mena de còlera racional legitimada pel fet de restablir l’equilibri de respecte entre les parts implicades: una part no ha respectat la regla i l’altra utilitza la força, en aquest cas legítima, per recuperar allò que ha perdut o restaurar el que ha estat danyat. Aquest és el pretext que necessita el justicier per distingir-se d’un simple agressor.
Qui desafia la reciprocitat natural que fonamenta l’ordre prepolític queda automàticament descatalogat com a ésser humà, perd la seva consideració d’ésser racional i com a tal és deshumanitzat i rebaixat a la categoría de bèstia, un ésser perillós que millor seria eliminar-lo.
La conseqüència de l’aplicació de la justícia natural és que les bèsties es ressisteixen a ser considerades com a tals. La resposta de les bèsties és que aquests càstigs i sancions són injustes perquè acostumen a ser desproporcionades (es torna més del que s’ha rebut) i reclamen, emparant-se a la lógica de l’estat natural, el seu dret d’aplicar també la seva pròpia justícia per reparar la injustícia que han sofert. Tot plegat genera una cadena de reaccions i contrareaccions violenta de les parts implicades que acaba o pot acabar en un estat de guerra. Els westerns del segle XX van subministrar les imatges èpiques en moviment que aquest al·legat a favor de la venjança necessitava.
Només es veu una sortida a aquesta situació: si la justícia no funciona quan està en mans de cadascú, millor seria crear una institució imparcial per sobre dels individus, l’Estat, capaç d’eliminar la còlera justiciera de les parts perquè totes les parts acorden respectar les seves sentències. El pas de l’estat natural a l’estat civil és producte de la renúncia de les parts a fer ús del seu dret natural d’impartir justícia per deixar-lo en mans de l’Estat.
Tanmateix, el naixement d’aquesta instància està marcat per la desconfiança: allò que ha estat creat per contenir la ira pot ser a l’hora l’artefacte que pot provocar-la. El representants del poble no són éssers especials, són individus amb una naturalesa similar als individus que els han escollit per representar-los i per tant dotats de les mateixes virtuts però sobretot amb els mateixos vicis, entre ells la tendència a apropiar-se de les possessions dels altres. Com diu la dita castellana: “el ladrón piensa que todos son de su misma condición”. La ingenuïtat un cop perduda (en l’estat de naturalesa) mai torna a recuperar-se en l’estat civil. No hi ha res que garanteixi la confiança amb ningú. L’únic que uneix el poble és la desconfiança davant l’Estat. En la teoría de Locke, la violència, la còlera justiciera, no desapareix del tot quan s’instaura l’Estat, és un dret que es conserva de forma latent en mans del poble, l’encarregat de despertar-la en el moment en què vegi que l’Estat sigui incapaç d’assegurar la protecció d’aquells principis que en l’origen ja ordenaven l’estat de naturalesa. La ira popular pretén impedir la dissolució del régimen que protegeix les possessions dels ciutadans. Recordem que en Plató, tot i les diferències, l’objectiu si fa no fa era el mateix: els filòsofs reis utilitzaven la ira del auxiliars per fer front els que volen capgirar l’ordre just, de la mateixa manera que els pastors ordenen els gossos vigilar que les ovelles no abandonin el ramat. El poble, segons Locke, els filòsofs, segons Plató, són els encarregats únics d’administrar la ira.
Si la ira en Plató i en Locke té aplicacions positives per al poder, per a Sèneca, en canvi, ira i destrucció són inseparables. Més que administrar-la, el millor seria extirpar-la de socaarrel. La ira no té cap valor per al poderós, al contrari, el converteix en un tirà, un ésser inestable i arbitrari. La imperturbabilitat d’ànim és la virtut d’allò superior: de la raó, del savi, del jutge, de l’amo, del pare … Si per alguna circumstància els superiors han d’emprar la violència contra l’inferior: la passió, l’ignorant, el delinqüent, l’esclau, el fill …, aquesta sempre ha de sorgir d’una ànima serena, com a resposta a la veu del deure, mai de l’ odi, mai de la ira. Això no obstant, l’afany per escombrar la mínima presència de les passions a l’ànima, pot desactivar no només la ira sinó també altres passions com la compassió. Sang freda, cap fred, “això no és res personal” són expressions que ens fan pensar més amb un personatge com Harry el sucio que amb un savi de l’antiguetat clàssica.
Arthur Fleck, el nom verdader de Jocker abans de ser Joker, i Joe, un dels protagonistas de la primera temporada de la versió televisiva de La Purga, poden ser exemples del model d’ira teoritzat pel liberalisme de Locke?
Tots dos passen de puntetes sobre aquests tres principis. Joe té una vida grisa, ha d’aguantar el menyspreu constant del seu pare, les seves relacions amb les dones són difícils, ha estat acomiadat de l’empresa a la que s’havia dedicat amb devoció part de la seva vida i per acabar d’adobar-ho en el moment en què intenta muntar la seva pròpia empresa és estafat i acaba arruïnat. El tedi és un aspecte que Joe comparteix amb Arthur, si no fos pels incomptables conflictes que de forma involuntària aquest últim va creant al seu voltant per culpa una salut precària, agreujada per la retirada de les ajudes socials que li permetien seguir una medicació regular per tractar una extranya dolència neurológica (està diagnosticat d’una rara malaltia que el porta a patir atacs sobtats de riure) i, per últim, pel que respecta a l’aspecte econòmic, la vida d’Arthur no arriba ni al nivell de vida austera, podríem dir que està a tocar de l’indigència cuidant una mare anciana també malalta.
Tots dos arroseguen tots els abusos, fracasos i greuges imaginables que pot patir una persona al llarg de la seva vida: abusos viscuts dins la família, manca d’habilitats a l’hora d’entendre la psicología de l’altre sexe, assetjament en l’àmbit laboral i escolar, manca de reconeixement de la seva feina per part dels altres … tot envoltat d’un escenari brutal on domina la indiferència davant el patiment i la crueltat adreçada als més febles. Sobre aquestes encarnacions del perdedor absolut, recaurà la santa missió de castigar a totes les persones que de forma directa o indirecta han estat responsables dels seus mals. En les seves memòries la columna dels deutes s’anoten una per una totes les ferides rebudes tot i esperant el moment per liquidar comptes. L’oportunitat de Joe la crea el mateix govern quan decreta que les institucions que defensen els tres principis bàsics del liberalisme quedin suspeses durant dotze hores. En Jocker, l’oportunitat li ve de la mà dels mitjans de comunicació que el converteixen en heroi involuntari dels marginats (el poble?) quan donen la notícia que un home disfressat de pallasso ha assassinat tres executius en el metro, símbols del poder econòmic que domina la ciutat, i d’un late nigth que ha emés un vídeo amb molt èxit on els espectadors aprofiten per riure’s de la discreta perícia de Jocker com a monologuista còmic.
Joe condueix un furgó blindat pels carrers de la ciutat, connectat a una veu que li recorda constanment els beneficis de la venjança, armat fins a les dents. En la seva espectral ronda, el vehicle va fent parades on recull un a un tots aquells (i aquelles) que han amargat la vida del conductor per després sotmetre’ls a un judici implacable. La ira de Jocker va més enllà, no és limita a les persones que li han fet mal, el pallaso que no fa riure acaba liderant una revolta violenta contra els poderosos de la ciutat de Gotham després d’haver matat a trets en directe al presentador del programa que li ha fet famòs.
La ira d’aquest dos personatges sembla que no s’ajusta al model del revolucionari liberal. Quan la vida d’un individu ha estat rebaixada a una existència inexistent la tríada liberal no és suficient per explicar la seva explosió d’ira. El que els anima tampoc és un afany de millora social, els seus actes manquen d’una preocupació o un interés polític. Els seus propòsits obeeixen a qüestions que el liberalisme és incapaç de respondre. Per al liberalisme de Locke, revolucionari és un individu preocupat que qualsevol contingència canviï l’estat de coses: un govern corrupte, uns polítics massa ambiciosos … Per tant la ira política ha de concentrar els seus esforços en la perpetuació del status quo, no en modificar-lo. Res a veure, per tant, amb el significat que comúnment associem a la paraula revolució: l’acabament d’un ordre dóna pas a l’aparició d’un ordre nou. (Hannah Arendt, Sobre la revolució, 1963). La ira liberal en el fons és una ira aparent que amaga una apatia política real: la ira del poble, constituït en exclusiva per tots aquells individus que tenen alguna cosa a perdre (vida, salut i propietats), només desperta quan les seves possession es veuen amenaçades. Per a un liberal de la tradició lockeana, la màxima cartesiana penso, llavors existeixo es converteix en existeixo, llavors posseeixo. Cap dels dos personatges esmentats, caracteritzats per la precarietat de les seves possessions, respondrien del tot a aquesta máxima, la qual cosa questionaria la seva existència tant com el seu dret a expressar una ira legítima.
Al meu parer, el plantejament de Locke estaría allunyat de Sloterdijk en el que respecta a la psicologia económica subjacent que ell defensa. No ha abandonat encara la dictadura de l’Eros, basada en “els afectes del voler posseir” i en el fer tot el que calgui per no perdre el que s’ha guanyat, mentre que el de Sloterfijk està dirigit per una economia thymòtica, on predominen els afectes de la donació: la satisfacció no es troba exclusivament en l’augment del patrimoni, sinó quan una part d’aquest patrimoni es comparteix amb els altres. L’obstinació per agradar a la gent i arreglar el món per part del capitalisme filantròpic actual és la clau per superar la lógica del ressentiment que està darrera de la gestiò moderna de la ira, segons Sloterdijk. Tanmateix, la persistència de teories conspiratives, segons les quals els beneficis col·laterals de la pandèmia del coronavirus van ser planificats per les ments diabòliques d’aquests filàntrops, qüestiona que aquesta lógica estigui plenament extirpada.
La classe dirigent de La Purga, els anomenats Nous Pares Fundadors, han sabut introduir novetats en el mecanisme de control social teoritzat per Locke: l’objecte de la ira popular passa de l’Estat als integrants del mateix poble, incloent els desposeïts (aquesta és la gran innovació), els que menys possibilitats tenen de defensar-se. Pot ser el teu veí que mai no et saluda pel matí, el teu company de classe que no et deixa els apunts, la teva parella, la teva cap a la feina, tu mateixa, qui menys t’ho esperes … També els motius per posar en marxa la ira s’amplifiquen, no només els que fan referencia a la tríada liberal. No hi ha ningú que se salvi de ser purificat, llevat dels membres del govern que per llei queden exempts. Donar un pas enrera durant una nit al llarg de l’any (tornar a l’estat de naturalesa), és a dir, dipositar de nou en les mans dels individus l’aplicació de la justícia aconsegueix el mateix que la teoria de la revolta lockeana. Al dia següent, camions habilitats faran la recollida selectiva dels cadàvers dels carrers i les voreres, brigades d’operaris repararan les destroces produïdes en el mobiliari urbà i les asseguradores, que el dia abans havien avisat als seus clients de l’augment de les cuotes, començaran a peritar els desperfectes registrats a l’interior de les vivendes perquè tot continuï igual, es vagin acumulant els greuges en la memòria i regni l’apatia política fins al proper any.
Amb La Purga, el liberalisme disposa d’un experiment mental que li pot ajudar a prevenir els esclats sobtats de la ira col·lectiva. Les limitacions psicopolítiques del liberalisme clàssic són millorades, com hem vist abans, per l’invent dels Nous Pares Fundadors: ampliació dels motius desencadenants i dels individus implicats, tot plegat concentrat en una sola nit de violència sense límits. En Jocker no existeix aquest plantejament, es limita a descriure com s’incuba el virus de la ira en un individu, com després un seguit d’esdeveniments provoquen els primers brots colèrics en el protagonista i finalment com es contagia, esdevenint una pandèmia difícil de controlar. La pregunta no és tant com prevenir l’escenari colèric com quin moviment més o menys estructurat pot instrumentalitzar políticament aquest malestar col·lectiu.
Una única ofensa va desencadenar la ira d’Aquil·les. Joker, abans de ser Joker, al llarg de tota la seva vida, ha aguantat sense reaccionar totes les ofenses possibles. Aquil·les se sabia superior i sent superior no va rebre el tractament que li corresponia. Joker, abans de ser Joker, sap que és insignificant. La seva hiperinsensibilitat contrasta amb la hipersensibilitat d’Aquil·les. Tant una com l’altra acaben en una masacre. Segons Ignacio Castro Rey (Lluvia oblicua, 2019), només el tímid de cor té dret a ser violent en un món dominat per pocavergonyes. Una vida regalada fa dels febles una presa fácil per als que són durs de cor. Per això la gent sensible i bona necessita armar-se, ha d’allunyar-se d’allò que li agrada i entrenar-se en allò que li fa mal. Per tant, per als que són sensibles de mena, no se’ls hauria de permetre per al seu propi bé ni els mims i ni les facilitats amb els que el poder els adormeix,. Per a ells, els traumes i les penes són terapèutics (aplicación de l’ adagi allò que no em mata em fa més fort). Qui esclata és perquè ha dit prou, però no un prou qualsevol, amb veu baixa, un prou contundent. “No sempre és aconsejable i moral comptar fins a deu”, afirma el filòsof gallec, fent una actualització molt personal de l’estoicisme. A Arthur Fleck ja fa temps que li han pres tot: la seva feina, la seva salut, fins i tot la seva vida, entensa com a existència més o menys plena. No es rebela perquè li han pres alguna cosa seva, sinó per la constatació d’una pèrdua, de la pèrdua de si. Això pot explicar per què la seva còlera hagi trigat tant a esclatar. Calia que les fantasies sobre las que suportava la seva frágil existència es manifestessin com a tals perquè obliguessin a Arthur a dir prou. L’adopció d’una nova identitat, la seva reinvenció com a Jocker, li salva de l’aniquilació absoluta. Del dolor acumulat treurà l’energia que li cal per fer-se valdre davant tots aquells que han contribuït a la seva pèrdua (i a la seva transformació): la veïna, el company de feina, la mare, el presentador, el pare de Batman ... Assistim al naixement d’un supermalvat però sense superpoders.
Ens podem preguntar si la ira desencadenada a la ciutat de Gotham mostra similituds amb les revoltes que van incendiar les banlieues franceses de 2005. En Sobre la violencia (2008), Slavoj Zizek va dedicar una reflexió a aquestes explosions de ràbia. Un dels aspectes que el filòsof eslové destaca és que el que va succeir a França és un exemple d’acte cec i desesperat, és a dir, una protesta que adopta la forma d’una explosió sense sentit. No hi ha programa, ni exigències socioeconòmiques ni identitàries, només “un esforç directe de fer-se visibles”. Una manifestació pacífica no hagués tingut el mínim ressó mediàtic. Tanmateix, no és aquesta la qüestió més interessant de la seva reflexió, la seva interpretació és una crítica a les interpretacions en general que s’han fet sobre aquests successos, sobretot, les provinents d’alguna esquerra. La “temptació hermenéutica” és la trampa en la que cauen els analistes de tot signe polític, que consisteix en l’obligació de trobar “algun significat més profund o d’un missatge ocult darrera d’aquestes explosions”. Però és justament aquesta manca de sentit d’aquests disturbis el que ha de ser interpretat, escriu Zizek. Per donar sentit a aquesta manca de sentit, pren de Badiou les idees que necessita. Segons els filòsof francès, el capitalisme ha creat un espai social “privat de món”. En aquest espai, la violència sense sentit és l’única forma que pot adoptar la protesta. L’essencial del capitalisme és la “veritat-sense-sentit”. Això explica la seva dimensió global, que li ha permès adaptar-se a tot tipus de civilització, des d’Occident a Orient. La contrapartida ha estat la desposessió a la majoria de la población de qualsevol “cartografia cognitiva”, és a dir, de la capacitat necessària per “localitzar l’experiència de la seva situació en un tot dotat de sentit.” En la seva argumentació, Zizek s’arrisca a fer un esmet al nazisme que és tota una provocació. En un moment de la història els nazis van oferir una cartografia cognitiva als seus seguidors. Amb ella el sentit aparegué de nou, es va “obrir un món”: van crear un enemic (la conspiració jueva), i van assenyalar un objectiu i uns mitjans per aconseguir-ho. Sembla com si digués: i vosaltres gent d’esquerra, a què espereu? Feu una de nova o recupereu la cartografia que teníeu. No fa molt tenieu clar qui eren l’enemic, l’objectiu i els mitjans. Tenieu un món obert!
A diferència dels revoltats francesos, el jokerisme va esbossant la seva pròpia “cartografia cognitiva”. Té un enemic: els rics (focalitzat en la figura de Thomas Wayne), un líder (Joker) i ha adoptat la màscara de pallasso com a signe identitari. Aquesta mena d’esborrany a mig fer amb el temps podría adoptar la forma d’un programa polític ben articulat.
Sarkozy, en aquell moment ministre de l’interior, titllà d’escòria, als revoltats de 2005. Amb uns termes similars, el candidat a l’alcaldia de Gotham, es refereix a aquells envejosos i ressentits contra les elits, afegint el terme de “pallassos”. Sense voler, un insult es converteix en la insígnia dels aïrats, i a més, sense voler, fa emergir les reivindicacions que el seu programa pretén solucionar. En el progenitor de Batman es pot veure un dels tics distintius dels “comunistas liberals” segons Zizek: amb les propostes filantròpiques pretenen “comprar el salconduit per fugir de les conseqüències de la seva activitat.”, dit d’una altra manera, proposen solucions als problemas que ells mateixos han creat.
Una de les preocupacions prioritàries i comunes de la classe política actual, i que afecta de retruc a la majoria dels ciutadans del món occidental, és oposar-se per defecte a qualsevol expressió de violència. La imatge de fets violents ens impacta, ens conmou, ens horroritza. Tanmateix, diu Zizek, això ens impedeix pensar-la, conèixer què s’amaga darrera de l’impacte que produeix la ira social, concentra les nostres mirades cap el lloc equivocat i d’això alguns se n’aprofiten. Zizek ens demana l’esforç de distingir entre dos tipus de violència: la que es veu, la que ens incomoda, la “violència subjectiva” i la violència “invisible”, la “violència objectiva o estructural”, la que sosté el fons de normalitat sobre la que de tant en tant ens assalta la violència aparent. Només la distància ens permet disposar d’una “anàlisi conceptual desapassionat” d’aquests esdeveniments. Així, instal·lats en una nova perspectiva, vislumbrarem als veritables causants de la violència objectiva, els comunistes liberals, els filàntrops capitalistes amb els que Sloterdijk pretén desarticular la “lógica destructiva del ressentiment”. Amb aquesta distinció, es podria recuperar la “cartografia conceptual” que l’esquerra havia perdut.
“Vivim en societats aïrades”, sosté el politòleg Daniel Innerarity, “hi ha decebuts a tot arreu i per motius diversos” (2016). Tot i que cal reivindicar l’immensa utilitat política de la ira: “descobreix un desordre darrera de l’ordre”, no hem d’oblidar tampoc la seva altra cara: “a la indignació li sol mancar reflexivitat”. El que sobretot preocupa al Innerarity és que la seva energía no pugui “traduir-se en iniciatives polítiques”.
El britànic Terry Eagleton (2011), des de la seva versió del marxisme, assenyala que la gent s’acostuma a mobilitzar només quan la situació està a punt de tocar fons. En aquest cas, moguda pels seus interessos, qualsevol alternativa serà preferible a l’estat present. Segons el pensador marxista, en un escenari semblant al joquerià, la perspectiva del canvi es presentaria en forma de dilema: socialisme o barbàrie. Tanmateix, Eagleton no és massa optimista que sigui els socialisme el resultat més probable. Per canviar el resultat, hauria de ser acceptada com l’alternativa que més interessa, la més “racional”, l’única possible, davant de les conseqüències inacceptables tant per a la humanitat com per al planeta que suposaria el triomf de l’atra opció.
En una línea no massa diferent a la d’Eagleton, German Cano (2011) accentua encara més la desconfiança en què l’esquerra disposi de la capacitat que teòricament se li suposa de canalitzar la ira social. Estem, diu ell, davant d’una “crisi de la indignació”. La joquerització cega sovint va en contra dels seus propulsors. Sembla que la història recent (República de Weimar) i els fets més recents (augment de l’expectatives del populisme de dretes) demostren aquesta debilitat de l’esquerra per prendre la iniciativa en moments de crisi social. El joquerisme fa que el dilema plantejat per primer cop per Rosa Luxemburg es resolgui quasi sempre a favor de la barbàrie.
El pensament de Byung-Chul Han (2014) pot contribuir a revelar el misteri de la “crisi de la indignació” que tant preocupa a la filosofía marxista. Segons el filòsof coreà, tot i que les creixents diferències entre rics i pobres podrien crear les condicions objectives propícies per a una revolució, la probabilitat que es produeixi cada cop és més llunyana. El neoliberalisme, l’última mutació del capitalisme, ha dissolt l’oposició entre classes explotades i explotadores, ha inventat un ésser híbrid, un treballador que alhora és empresari. Avui en dia sense una classe explotadora on projectar la ira, el treballador s’explota a si mateix i és sobre si mateix on recau la ira. Aquesta autoagressivitat no converteix a l’explotat en revolucionari sinó en depressiu, afirma Han. El sistema pot dormir tranquil, amb depressius no pot iniciar-se una revolució.
Sloterdijk (2006) estaría d’acord amb Han: el capitalisme actual no contempla cap amenaça seriosa que disputi l’hegemonia, tot i que per raons diferents. El capitalisme apareix com l’unic horitzó possible de futur i si hi hagués alguna possibilitat de canvi seria la d’una nova metamorfosi de les moltes que guarda a la seva motxilla. L’explicació és que als que correspon ser els administradors de la ira actual no disposen d’”escenaris atractius” i de “narratives convincents” per captar als seus potencials clients. L’activisme basat en els valors de la lluita, propis dels moviments revolucionaris, ha caigut sota la pressió dels valors que promouen una societat de consum avançada.
La reflexió des de la dreta davant de l’anomenada “crisi de la indignació”no amaga el seu optimisme davant de la supervivència del sistema. Tot i el soroll que provoquen, els desajustaments no són una veritable amenaça. Llevat Zizek, que es ressisteix a perdre l’aire èpic, aquesta crisi genera una incomoditat profunda a la majoria de la intel·lectualitat d’esquerres. Un seguit de factors poden explicar la frustració i la melangia per les ocasions perdudes regnant entre les seves files, que, a força de repetir-se, s’ha convertit en un dels seus signes distintius. En primer lloc, una forma d’entendre la història crea la convicció que al socialisme li pertoca guiar-nos des d’un desordre present a un nou ordre futur (pensar en un dipositari diferent desafiaría la lògica). En segon lloc, sovint la convicció és sacsejada perquè l’oferta no crea prou demanda. I, per últim, malgrat la sacsejada anterior, la convicció miraculosament sobreviu generant-se de nou el cercle viciós. Si al desordre present les manifestacions d’ira no el pertorben, a l’ordre del demà els seus fracassos per “urbanitzar la còlera” (paraules de Germán Cano), tampoc. Ordre i desordre, present i futur perviuen sense alteracions substancials destacables. La pugna entre ordre i desordre ens preserva del caos. Les societats aïrades són més estables del que semblen. La ira és el lubricant adequat perquè la seva maquinària continuï funcionant.
Bibliografia:
ARENDT, HANNAH (1963), Sobre la revolución, Madrid, Alianza Editorial, 1998
CANO, Germán (2011), “La política paralizada por el miedo”, El País, 13/05/2011
CASTRO REY, Ignacio (2019), Lluvia oblicua, Valencia, Pre-textos 2019
EAGLETON, Terry (2011), Por qué Marx tenía razón, Barcelona, Ediciones Península, 2011
HAN, Byung-Chul (2014), Psicopolítica, Barcelona, Herder, 2014
INNERARITY, Daniel (2016), “Sociedades exageradas”, El País, 12/06/2016
LOCKE, John (1689), Segon tractat sobre el govern civil, Barcelona, Laia
PLATÓN (376 a. C.), La república, Libro IV, 439b-441c
SÉNECA, Lucio Anneo (41 d. C.), De la ira,
SLOTERDIJK, Peter (2006), Ira y tiempo. Ensayo psicopolítico, Madrid, Ediciones Siruela, 2014
ZIZEK, Slavoj (2008), Sobre la violencia, Barcelona, Paidós 2019
Filmografia:
Joker, dirección de Todd Phillips, Estados Unidos, DC Films Village Roadshow Pictures, 2019
La Purga (versió televisiva), dirección James DeMonaco, Estados Unidos, Primera Temporada, 10 episodios, Platinum Dunes Blumhouse Television. Universal Cable Productions, (es pot trobar en Amazon Prime Televisió), 2018
Participaba esta mañana en un acto de Converses a Catalunya en la que me correspondía responder a la pregunta «¿Qué necesitamos ahora de la política?»
El lugar, la Universidad Abat Oliba, en el carrer de Bellesguard, en el barrio de Sarrià.
He llegado demasiado pronto y como la mañana invitaba al escaqueo, he decidido dar un paseo por las proximidades para hacer tiempo. Así he llegado a un portalón abierto de par en par que daba a un patio interior con dos coches aparcados. Al fondo, otra puerta abierta. Era una iglesia y acababan de comenzar la misa.
Me he sentado en el último banco, pensando más en los detalles de mi intervención en la Abat Oliba que en el desarrollo de la misa.
He tardado en darme cuenta, torpe de mí, de que estaba en la iglesia del convento de las carmelitas descalzas, monjas de clausura.
En el lado derecho del sagrario veía una imagen de San Juan de la Cruz y en el izquierdo, otra de Santa Teresa. Pero no he caído del todo en cuenta de mi situación hasta que el celebrante se ha puesto a recitar versos de San Juan.
Toda la celebración ha adquirido entonces un tono muy distinto. Las voces femeninas que cantaban eran de las monjas de clausura. Estábamos once personas, dos de ellas dos mujeres chinas, o quizás japonesas.
Hoy es San Juan de la Cruz y lo he celebrado, sin proponérmelo, de la mejor manera imaginable.
I
Son las 22:16. Hace un rato, al llegar a casa, una mujer se ha echado sobre mí saliendo de repente de la oscuridad. Se parecía tanto a Mirabeau que la escena ha adquirido desde el principio una dimensión irreal. Pero la mujer no venía hacia mí. Simplemente seguía a su perro, que tiraba de ella, y yo me he interpuesto en su camino.
II
Después me he enterado de que Macron ha elegido a François Bayrou para cargar sobre él su propia responsabilidad, que la tiene, y grande, sobre la situación que atraviesa Francia. Bayrou no es Mirabeau, desde luego que no, pero hay entre ambos un cierto «air de famille».
III
Me gusta la Navidad, entre otras cosas porque en estos días es imposible pasar aparentando indiferencia frente a un pobre. Cuesta más ser hipócrita.
IV
El corazón «es el oráculo casero», dice Gracián. Viniendo en tren he comenzado a leer He estado pensando, la singular biografía de Daniel Dennett, que comienza tratando de sus gravísimos problemas coronarios y aprovecha sus males para defender la excelencia científica frente a las mitologías del corazón. Frente a Pascal, o sea, frente a Gracias, Dennett defiende la razón geométrica.
V
Me gusta Dennett a pesar de situarme filosóficamente muy lejos de él (lo cual a Dennett le importa un rábano). Veo en él a un magnífico ejemplar de ser humano. Alguien de quien hubiese querido ser amigo. El prólogo está encabezado por esta frase de Alex Bird: «Cuanto más trabajo, más suerte tengo»
VI
La alegría de la tarde: encontrarme en la librería La Central con el entrañable Jordi Feixas y su acompañante.
VII
Jorge Freire me dice que un medio le ha pedido su lista de los mejores libros del año y ha incluido en ella mi Prohibido repetir. Le contesto que hace unos días me entrevistaron desde la República Dominicana y la entrevistadora y yo acabamos hablando de él. Le añado que próximamente saldrá en la revista Turia mi reseña de su libro.
I
Estoy ya acostumbrado a tratar con jóvenes que reconocen, sin el más mínimo rubor, que no leen. Ni sienten atracción por la lectura ni le ven a los libros otro sentido que no sea el decorativo. Para ellos la lectura es una aburrida pérdida de tiempo. Pero no puede menos de sorprenderme que un profesor de una facultad de educación me reconozca que lleva varios años sin abrir un libro y que lo haga como si tal cosa, como si comentara algo completamente irrelevante.
II
Suelo alardear de mi práctica del consejo de aquel filósofo griego: «cuando vayas al mercado, no te olvides de volver con un amigo». Pero la verdad verdadera es que con harta frecuencia me conformo con volver sin un enemigo. Me siento cada vez más raro debido a las cosas que despiertan mi capacidad de sorpresa. Y callo mientras intento muscular mi capacidad para encajar lo inaudito sin inmutarme.
III
Día invernal. Frío y ráfagas de fuerte lluvia. Uno de esos días en que la vida transcurre en el lado casero de los cristales y el calor del hogar se presenta como la única incontestable victoria cultural del hombre sobre la naturaleza que merece realmente la pena.
IV
Al final de La paz, una de las comedias de Aristófanes, un campesino que está viendo caer mansamente la lluvia desde su casa, siente que no hay nada mejor que este espectáculo. El dios –piensa- está trabajando por él. No puede ni podar, ni cavar la viña porque la tierra está empapada. Todo lo que tiene que hacer en un día así es llamar a los vecinos para que vengan a beber. Su mujer tostará habichuelas y granos de trigo y cubrirá la mesa de higos secos. Unos traerán tordos y pinzones y otros calostro y algún pedazo de liebre y todos disfrutarán mientras llueve, porque “estas horas son bellas” ya que “el cielo trabaja por nosotros y favorece nuestros campos”.
V
Leo en Gracián: «Vivimos de fe ajena». Dejo de leer. Gracián es posiblemente el nihilista más elegante de la historia de la filosofía, quizás porque probablemente es también el único que sabe lo que se trae entre manos.
Este artículo fue originalmente publicado por el autor en El Periódico Extremadura
Según la última Encuesta sobre alcohol y otras drogas en España del Ministerio de Sanidad, Extremadura es la mayor consumidora de cannabis de todo el país. Los «porretas» extremeños son el doble de la media nacional. Estamos también a la cabeza en consumo de tabaco, y somos de las comunidades en que más intoxicaciones etílicas agudas se registran. No creo, en fin, que la cosa sea para brindar.
En la misma encuesta se erige a la escuela como solución idónea frente al problema de las drogas. Pero si no se analiza seriamente la naturaleza de dicho problema y se planifica una intervención educativa consistente, el acostumbrado recurso a la educación se quedará, también como de costumbre, en un mero brindis al sol.
Podríamos empezar por reconocer que el problema del consumo de drogas no es un problema de orden científico. El alumnado podrá aprender en clase de ciencias los efectos nocivos de fumarse un porro, o entender perfectamente el fenómeno cultural o psicológico de la adicción a las drogas, pero la decisión de tomarlas es, siempre, fundamentalmente moral. Y es de moral de lo que hay que hablar en el aula.
Ahora bien, la educación moral es un asunto complejo. Demonizar o criminalizar sin más a las drogas, como suelen hacer los profesores en plan policía (cuando no la propia policía en plan profesor) es perfectamente inútil. Cualquier adolescente intuye que las pasiones prohibidas nunca son tan malas como las pintan (si fueran tan malas no haría falta prohibirlas), y saben también que los adultos, desde los más cercanos hasta los más famosos, las usan a menudo. Negar que las drogas tienen cosas buenas (por ejemplo, que procuran estados psicológicos más o menos gratificantes) es una solemne estupidez. Y pensar que el miedo a la ley o a futuras e hipotéticas consecuencias para la salud van a determinar el juicio moral de los adolescentes es no conocerlos en absoluto.
El debate moral en torno al consumo de drogas ha de poner encima de la mesa, sin melindres ni prejuicios, valores y cuestiones trascendentales (no solo la salud, sino también el placer, la plenitud o el sentido mismo de la vida, que son mucho más importantes), y ha de analizar estos valores a fondo. Por ejemplo, ¿son la conciencia y la lucidez los que hacen plena a la vida, o son más bien la inconsciencia y las emociones fuertes?
Los filósofos solemos creer que lo que llena la vida de sentido es estar lo más despierto y sereno posible, pero nuestra cultura, que confunde la felicidad con la chispa de la Coca-Cola, y en la que hasta la inteligencia tiene que ser «emocional» para ser algo, piensa lo contrario, y promueve la adicción a todo tipo de drogas (el consumo compulsivo, la evasión televisiva, la dispersión internáutica, la adicción al trabajo… ) la mayoría de ellas, por cierto, bastante más alienantes que un porro o un cigarrillo. ¿Qué hacer entonces? ¿Cómo se vive humanamente mejor, con drogas o sin ellas? Esta es la cuestión, inevitablemente moral, para la que nos ha de preparar la escuela.
I
Llegué ayer por la noche a Elche. Estaba cansado y me fui directamente a la habitación, a repasar la conferencia que tenía que dar hoy, titulada «La felicidad o la vida». Para las 22:00 ya estaba en la cama.
II
No he dormido muy bien y me he despertado temprano. Chispeaba y hacía frío, pero me he dado una ducha y he salido a dar una vuelta por el pueblo, que hasta hoy no conocía. Todo estaba cerrado, excepto la basílica. Nada más cruzar la entrada he visto a mi izquierda al patrón de la ciudad, san Agatángelo.
III
Agatángelo, es decir agathós+ángelos (mensajero de lo bueno o mensajero bueno), mucho tiene que ver con Eudaimon (daimon de lo bueno o buen daimon, de donde procede eudaimonía, término que solemos traducir por «felicidad», porque es feliz aquel que está habitado por un eudaimon o un agatángelo. El daimon no es otra cosa que un ángelos, un ser intermediario entre los hombres y los dioses.
IV
He dado mi charla y he comido con Javier SanJosé y dos profesoras del CEU, que me han dicho que había un puente en la ciudad con una imagen de san Agatángelo. Como el avión salía tarde (escribo esto desde el aeropuerto de Alicante) he ido a visitar al santo. Y justo al pasar a su lado he recibido el anuncio de de un WhatsApp. Era Lourdes Sánchez directora de los coros del Sistema de Venezuela, que me invitaba formalmente a visitar su país. A lo largo de estos últimos años he recibido varias invitaciones similares que no se han podido concretar por una u otra razón. Le he contestado que si va Dudamel, voy yo.
V
Dudamel está el 25 de enero en Madrid. A ver si puedo ir a escucharlo y hablar con él.