… los cuerpos individuales son manipulados por el desarrollo de regímenes específicos, por ejemplo la dieta y el ejercicio, que hacen que el individuo se responsabilice de su propia salud y de estar en forma (la disciplina del cuerpo) … (pàg. 32)
La disciplina, en lugar de ser impuesta sobre el cuerpo de «carne y hueso» a través de la tortura y el castigo físico, actúa mediante el establecimiento del cuerpo «vigilado por la mente», que advierte a los individuos que controlen su propia conducta. (pàg. 32)
Las visiones de Foucault se pueden aplicar a la sociedad contemporánea, que fomenta que las personas se responsabilicen de ellas mismas. (pàg. 33)
… en Occidente, los gobiernos les dicen a las personas que han de responsabilizarse de sus propios cuerpos como buenos ciudadanos. Los discursos contemporáneos sobre la salud, la imagen y demás vinculan al cuerpo y a la identidad, y sirven para promover ciertas prácticas de cuidados corporales típicas de la sociedad moderna. El cuerpo en las sociedades occidentales contemporáneas está sujeto a fuerzas sociales de una índole bastante distinta al modo en que se experimenta el cuerpo en las comunidades tradicionales. A diferencia de las comunidades tradicionales, el cuerpo está menos sometido a los modelos heredados de cuerpos socialmente aceptables que eran básicos para la vida ritual, las ceremonias comunales de una comunidad tradicional, y más ligado a los conceptos modernos de identidad «individual» y personal. Nuestros cuerpos son considerados como «coberturas» del yo, que se concibe como único y singular. (pàgs. 34-35)
El cuerpo se ha convertido en el centro de un «trabajo» cada vez mayor (ejercicio, dieta, maquillaje, cirugía estética, etc.) y hay una tendencia general a ver al cuerpo como parte del propio yo que está abierto a revisión, cambio y transformación. El crecimiento de regímenes de estilo de vida más sanos son testimonio de esta idea de que nuestros cuerpos están inacabados y son susceptibles al cambio. Los manuales de ejercicios y los vídeos sobre este tema prometen la transformación de nuestros estómagos, caderas, muslos y demás partes del cuerpo. Ya no nos contentamos con ver el cuerpo como una obra completada, sino que intervenimos activamente para cambiar su forma, alterar su peso y silueta. El cuerpo se ha convertido en parte de un proyecto en el que hemos de trabajar, un proyecto cada vez más vinculado a la identidad del yo de una persona. El cuidado del cuerpo no hace referencia sólo a la salud sino a sentirse bien: cada vez más, nuestra felicidad y realización personal está sujeta al grado en que nuestros cuerpos se ajustan a las normas contemporáneas de salud y de belleza. Los libros sobre salud y los vídeos para estar en forma se complementan, ofreciéndonos una oportunidad para sentirnos mejor, más felices y más sanos. (pàg. 34)
Ahora la belleza requiere una nueva forma de disciplina en lugar de que ésta no exista en absoluto: para conseguir el vientre firme que exige el guión, se ha de hacer ejercicio y controlar lo que se come. Mientras el estómago de la encorsetada mujer del siglo XIX sufría la disciplina desde fuera, la mujer del siglo XX, al hacer dieta y ejercicio, ha disciplinado a su estómago mediante la autodisciplina (una transformación de los regímenes disciplinarios, algo parecido si concepto de Foucault del paso del cuerpo de «carne y hueso» al del cuerpo «vigilado por la mente»). Lo que se ha producido ha sido un cambio cualitativo en la disciplina más que uno cuantitativo, aunque se podría argüir que la autodisciplina que requiere el cuerpo moderno es más fuerte y exigente por parte de la mujer que la requerida por la usuaria del corsé. (pàg. 36)
Joanne Entwistle, El cuerpo y la moda, Barcelona, Paidós 2002
Considerava, primerament, que tenia una cara, mans, braços i tota aquesta màquina d’ossos i carn, tal com apareix en un cadàver, la qual designava amb el nom de cos. A més a més, m’adonava que em nodria, que caminava, que sentia i que pensava, i atribuïa totes aquestes accions a l’ànima, però no em parava gens a pensar què era aquesta ànima, o bé, si m’hi aturava, imaginava que era alguna cosa extremadament rara i subtil, com ara un vent, una fl ama o un aire molt penetrant inserit i difós en les meves parts més grolleres. Pel que fa al cos, no dubtava en absolut de la seva naturalesa; pensava conèixer-la molt distintament; i si l’hagués volgut explicar se gons les nocions que tenia llavors, ho hauria fet així: entenc per cos tot el que pot ser delimitat per una fi gura, que pot ser inclòs en algun lloc, i omplir un espai de tal manera que qualsevol altre cos en sigui exclòs; que pot ser sentit, pel tacte, per la vista, per l’oïda, pel gust o per l’olfacte; que pot ser mogut de diferents maneres, no per si mateix, sinó per alguna altra cosa diferent que el toca i en rep la impressió. No creia, de cap manera, que fos propi de la naturalesa del cos tenir la capacitat de moure’s per si mateix, ni tampoc de sentir o de pensar; al contrari, més aviat em sorprenia de veure que aquestes facultats es trobaven en alguns cossos.
Soc. — Pues bien, Alcibiades, sea fácil o no, la situación
sigue siendo la siguiente: conociéndonos, también podremos
conocer con más facilidad la forma de cuidar de
nosotros mismos, mientras que si no nos conocemos no
podríamos hacerlo.
Alc. — Asi es.
Soc. — De acuerdo entonces, pero ¿cómo podría encontrarse
la auténtica realidad? Porque si la conociéramos,
fácilmente descubrimos lo que somos, pero seremos incapaces
mientras lo ignoremos.
Alc. — Tienes razón.
Soc. — Veamos entonces, !por Zeus! ¿Con quién estás
hablando ahora? ¿No estás hablando conmigo?
Alc. — Si.
Soc. — ¿Y yo no estoy hablando contigo?
Alc. — Si.
Soc. — ¿Es entonces Socrates el que habla?
Alc. — Desde luego.
Soc. — ¿Y Alcibiades es el que escucha?
Alc. — Si.
Soc. — ¿Y no habla Sócrates por medio del lenguaje?
Alc. — Naturalmente.
Soc. — ¿Hablar y utilizar el lenguaje no lo consideras
lo mismo?
Alc. — Sin duda.
Soc. — Y el que utiliza algo y la cosa que utiliza ¿no
son distintos?
Alc. — ¿Qué quieres decir?
Soc. — Es lo mismo que el zapatero, que corta con
la cuchilla, con el trinchete u otras herramientas.
Alc. — Si.
Soc. — ¿Y no son cosas diferentes el obrero que corta
utilizando un instrumento y la herramienta que emplea
para cortar?
Alc. — Naturalmente.
Soc. — ¿Y no serían también cosas distintas el citarista
mismo y los instrumentos que emplea para tocar la
cítara?
Alc. — Si.
Soc. — Pues eso es lo que te preguntaba hace un momento,
si te parece que siempre es distinto el que emplea
un instrumento y el instrumento que utiliza.
Alc. — Si lo creo.
SOC. — ¿Y qué diremos del zapatero, que corta únicamente
con sus herramientas o también con sus manos?
Alc. — También con las manos.
Soc. — Luego ¿también se sirve de ellas?
Alc. — Si.
Soc. — ¿Y no corta utilizando igualmente sus ojos?
Alc. — Si.
Soc. — ¿Estamos de acuerdo en que son cosas diferentes
el que utiliza una cosa y la cosa que utiliza?
Alc. — Si.
Soc. — Luego el zapatero y el citarista son algo distinto
de las manos y los ojos con los que trabajan.
Alc. — Evidentemente.
Soc. — ¿Y no se sirve el hombre de su cuerpo entero?
Alc. — Desde luego.
Soc. — Pero se dijo que el que utiliza una cosa es
distinto de la cosa que utiliza.
Alc. — Asi es.
Soc. — ¿Entonces el hombre es algo distinto de su
cuerpo?
Alc. — Así parece.
Soc. — ¿Qué es entonces el hombre?
Alc. — No sabria responder.
Soc. — Pero si puedes decir al menos que es algo que
utiliza el cuerpo.
Alc. ■— Si.
SOC. — ¿Y hay otra cosa que lo utilice que no sea el
alma?
Alc. — No hay otra cosa.
Soc. — ¿Y no lo utiliza mandando sobre él?
Alc. — Si.
Soc. — Todavía hay algo en lo que creo que nadie
discreparía.
Alc. — ¿Qué es?
Soc. — Que el hombre no sea al menos una de estas
tres cosas.
Alc. — ¿Cuáles?
Soc. — El alma, el cuerpo, o ambos constituyendo un
todo.
Alc. — Sin duda.
Soc. — ¿Y no estuvimos de acuerdo en reconocer que
es el hombre el que manda en el cuerpo?
Alc. — Si, lo acordamos.
Soc. — ¿Pero acaso es el cuerpo el que manda en sí
mismo?
Alc. — En absoluto.
Soc. — En efecto, dijimos que el mismo recibe órdenes.
Alc. — Si.
Soc. — Luego no es el cuerpo lo que estabamos investigando.
Alc. — Aparentemente, no.
SOC. — Entonces, ¿acaso es el conjunto de cuerpo y
alma el que manda en el cuerpo, y esto es el hombre?
Alc. — Tal vez.
Soc. — De ninguna manera, porque si una de las dos
partes no participa en el mando, es totalmente imposible
que el conjunto lo ejerza.
Alc. — Es cierto.
Soc. — Entonces, puesto que ni el cuerpo ni el conjunto
son el hombre, solo queda decir, en mi opinión,
que o no son nada o, si efectivamente son algo, ocurre
que el hombre no es otra cosa que el alma.
Alc. — Totalmente cierto.
Soc. — ¿Todavia hace falta demostrarte con mayor
claridad que el alma es el hombre?
Alc. — !No, por Zeus! Creo que ya es suficiente.
Soc. — Aunque no sea con precisión, pero si discreta,
nos basta, pues ya la examinaremos con mayor exactitud
cuando descubramos lo que hace un momento dejamos
de lado porque necesitaba mucha reflexión.
Alc. — ¿A qué te refieres?
Soc. — A lo que se decía recientemente, que en primer
lugar había que someter a consideración lo que es la
cosa en sí. En cambio, ahora, en lugar de la cosa absoluta
en si misma, hemos estado considerando lo que cada
cosa es en particular, y ello tal vez sería suficiente, ya
que podríamos afirmar que no hay en nosotros nada mas
soberano que el alma.
Alc. — Desde luego que no.
Soc. — En consecuencia, es correcto considerar que es
el alma la que conversa con el alma cuando tu y yo dialogamos
intercambiando razonamientos.
Alc. — Desde luego.
Soc. — Pues eso es lo que decíamos hace poco: que
Sócrates habla con Alcibiades empleando razonamientos
no con tu rostro, como parece, sino con Alcibiades, es
decir, con el alma.
Alc. — Así lo creo.
Soc. — Luego el que nos ordena conocerse a si mismo
nos esta mandando en realidad conocer el alma.
Alc. — Lo parece.
Soc. — Por consiguiente, quienquiera que conoce algo
de su cuerpo, conoce lo que es del cuerpo, pero no
se conoce a si mismo.
Alc. — Asi es.
SOC. — Es decir, que ningún médico se conoce a si
mismo en cuanto médico, ni ningún maestro de gimnasia
en cuanto maestro de gimnasia.
Alc. — No parece.
SOC. — Luego están muy lejos de conocerse a si mismos
los agricultores y demás artesanos, pues ni conocen
sus cosas, al parecer, y en los oficios que profesan todavía
están más lejos de ellas. Conocen, en efecto, lo que
pertenece al cuerpo, con lo que este se mantiene.
Alc. — Tienes razón.
Soc. — Por ello, si la sabiduría consiste en conocerse
a si mismo, ninguno de ellos es sabio por su profesión.
Alc. — No me lo parece.
Soc. — Precisamente por eso, estos oficios se consideran
vulgares y no parecen conocimientos propios de un
hombre de bien.
Alc. — Totalmente de acuerdo.
SOC. — ¿No volvemos con ello a afirmar que quien
cuida su cuerpo cuida lo que a él se refiere, pero no se
cuida a sí mismo?
Alc. — Probablemente.
SOC. — Y quien se preocupa de sus bienes, ni se preocupa
de si mismo ni de sus cosas, sino que todavía está
más lejos de ellas.
Alc. — Yo también lo creo.
Soc. — Luego el hombre de negocios tampoco negocia
lo suyo.
Alc. — Correcto.
Soc. — Entonces, si alguien se enamora del cuerpo de
Alcibiades, no es de Alcibiades de quien está enamorado,
sino de una cosa de Alcibíades.
Alc. — Tienes razón.
Soc. — ¿Y el que se enamora de tu alma?
Alc. — Se deduce necesariamente de tu razonamiento.
Soc. — El que se enamora de tu cuerpo ¿no se alejara
de ti cuando se marchite tu vigor juvenil?
Alc. — Evidentemente.
Soc. — En cambio, quien se enamore de tu alma no
te abandonará mientras se siga perfeccionando.
Alc. — Es lo lógico:
Soc. — Por ello, soy yo quien no te abandona, sino
que permanezco a tu lado cuando se marchita tu cuerpo
y los otros se alejan.
Alc. — Haces bien, Socrates, y deseo que no te vayas.
Soc. — Entonces procura ser lo más bello posible.
Alc. — Lo intentaré.
Soc. — Pues aqui tienes la situacion: nunca hubo, al
parecer, ni lo hay ahora, nadie enamorado de Alcibiades ...
Plató, Alcibíades (129 a-131e)
[…] si hi ha d’haver […] un imperatiu categòric, cal que sigui un principi tal que a partir de la idea d’allò que és necessàriament un fi per a tothom —ja que és un fi en si mateix— constitueixi un principi objectiu de la voluntat, un principi que consegüentment pugui servir de llei pràctica universal. El fonament d’aquest principi és aquest: la naturalesa racional existeix com a fi en si mateix. […] l’imperatiu pràctic serà el següent: Actua de tal manera que tractis la humanitat, tant en la teva persona com en la persona de qualsevol altre, sempre al mateix temps com a fi, mai simplement com a mitjà. Vegem si això pot portar-se a efecte. Considerem els mateixos exemples que havíem tractat anteriorment: En primer lloc, segons el concepte del deure necessari envers un mateix, aquell qui estigui considerant el suïcidi es preguntarà si la seva acció pot concordar amb la idea de la humanitat com a fi en si. Si ell, per tal d’escapar-se d’una situació penosa, es destrueix a si mateix, se serveix d’una persona simplement com un mitjà per a conservar una situació suportable fins a la fi de la vida. Però l’home no és una cosa, no és consegüentment quelcom que pugui ser tractat simplement com un mitjà, sinó que en totes les seves accions ha de ser considerat sempre com un fi en si mateix. Per consegüent, jo no puc disposar pas de l’home en la meva persona, jo no puc mutilar-lo, danyar-lo o matar-lo.
Immanuel Kant. Fonamentació de la metafísica dels costums, II
(i) Kant, primer, raona d’on pot sorgir un imperatiu categòric: diu que ha de ser a partir d’allò que és, necessàriament, un fi per a tothom.
(ii) Ens indica que la naturalesa racional és un fi per a tothom (un fi en si mateix).
(iii) I a partir d’aquí formula l’imperatiu categòric que cal tractar la humanitat sempre com un fi en si mateix, i no com un mitjà.
(iv) Aplica aquest principi al cas de la persona que considera suïcidar-se: si ho fes, aniria en contra de l’imperatiu categòric perquè tractaria la humanitat (en aquest cas, a si mateix) com un mitjà, i no com un fi. Per tant, el suïcidi no és permissible.
a) «imperatiu categòric»: un principi que diu com cal comportar-se, no per tal d’obtenir alguna altra cosa que es desitgi, sinó necessàriament, independentment de voler obtenir qualsevol altre fi ulterior.
b) «Llei pràctica universal»: una regla que diu com ens hem de comportar i que té validesa en tota circumstància i per a qualsevol agent.
—Quant a l'adquisició de la ciència [va dir Sòcrates], és el cos o no un obstacle, quan s'associa a aquesta investigació'? M'explicaré amb un exemple. Posseeixen la vista i l'oïda alguna veritat, o bé tenen raó els poetes en dir-nos sense parar que no sentim ni veiem res veritablement? I si aquests dos sentits no ofereixen seguretat, menys l'oferiran encara els altres, perquè són molt més febles. No creus el mateix?
—Completament ho crec, va dir Simmies.
—Doncs llavors, va replicar Sòcrates, quan l'ànima s'apodera de la veritat? Està vist que quan tracta d'examinar alguna cosa amb l'ajuda del cos, aquest l'enganya radicalment.
—És cert.
—Per tant, no es manifesta la realitat a l'ànima en l'acte de pensar?
—Sí.
—I l'ànima no pensa millor quan no està pertorbada ni per la vista, ni per l'oïda, ni pel dolor, ni pel plaer, sinó quan, per contra, tot sol amb si mateixa i alliberant-se en la mesura que li és possible de la companyia del cos, s'apega al que ella és?
—És així.
—No és llavors quan l'ànima del filòsof menysprea al cos, fuig d'ell i tracta d'estar tot sol amb si mateixa?
—Així sembla.
—Prosseguim, Simmies. Direm que el just en si és alguna cosa, o que no és res?
—Direm que és alguna cosa, per Zeus.
—I no direm el mateix del bé i de la bellesa?
—Sens dubte.
—Però, els has vist alguna vegada amb els teus propis ulls?
—No, va dir Simmies.
—O els has percebut amb algun altre sentit del cos? I no parlo solament del just, delbien i del bell, sinó de la magnitud, de la salut, de la força, i en una paraula, de l'essència de totes les coses, és a dir, el que són en si mateixes. Contemplem el més veritable d'elles per mitjà del cos, o és més cert que penetrem en el que volem conèixer a mesura que anem pensant més en això i amb major rigor?
—És cert.
—Llavors, hi ha una mica més pur que pensar amb el pensament sol, alliberat de tot element estrany i sensible, i aplicar immediatament el pensament en si mateix i per si mateix a la investigació de cada cosa en si mateixa i per si mateixa, sense l'ajuda de les oïdes ni de les orelles, sense cap intervenció del cos que no fa més que pertorbar a l'ànima i impedir-li que trobi la saviesa i la veritat sempre que té tracte amb ell? I si és possible arribar a conèixer l'essència de les coses, Simmies, no és per aquest mitjà?
—De meravelles, Sòcrates, no pot parlar-se millor.
—De tot això, va continuar Sòcrates, es desprèn necessàriament que els veritables filòsofs han de pensar i dir-se entre si coses com aquestes. Tal vegada hi ha algun camí que guiï a la raó en la seva investigació: mentre tinguem el nostre cos, mentre la nostra ànima es trobi unida a aquesta cosa nociva, mai posseirem l'objecte dels nostres desitjos, és a dir, la veritat. En efecte, el cos ens provoca mil dificultats per la necessitat d'alimentar-ho. A més d'això, les malalties que ens ataquen impedeixen la nostra caça de l'ésser. El cos ens omple d'amors, de desitjos, de temors, de mil quimeres, de mil necieses, de tal manera que, a dir veritat, no ens deixa ni una hora de sensatesa. Perquè, què és el que provoca les guerres, les sedicions i els combats? El cos i les seves passions. Totes les guerres procedeixen de la possessió de riqueses i ens veiem forçats a acumular-les a causa del cos, per a subvenir a les seves necessitats. I per això tenim tanta mandra per a filosofar. I el pitjor de tot és que quan casualment ens deixa algun temps lliure i ens posem a reflexionar, intervé de sobte enmig de les nostres investigacions, ens pertorba. ens trastorna i ens fa incapaços de destriar la veritat. Està doncs demostrat que, si volem saber clarament alguna cosa, hem de separar-nos del cos i mirar per mitjà de l'ànima en si mateixa les coses en si mateixes. I solament llavors gaudirem de la saviesa, de la qual ens declarem enamorats, és a dir, després de la nostra mort, i no durant la nostra vida. I la mateixa raó ens ho diu. Doncs si és impossible conèixer res distintament mentre estem units al cos, una de dues: o bé no arribarem mai en saber, o arribarem a ell després de la mort, perquè llavors l'ànima serà en si mateixa i per si mateixa, separada del cos. I mentre estiguem en aquesta vida, no ens aproparem en saber si no és amb la condició de separar-nos del cos, de renunciar a tot tracte amb ell, tret que sigui una absoluta necessitat, de no deixar-nos contaminar per la seva naturalesa, de mantenir-nos nets de les seves contaminacions fins que el mateix Déu ens alliberi d'ell. I així, lliures de la bogeria del cos, conversarem, segons espero, amb homes lliures com nosaltres, i coneixerem per nosaltres mateixos tot el que és pur i sense barreja. En això, sens dubte, consisteix la veritat. Però, al que no és pur, no li està permès contemplar la puresa. Això és, a parer meu, amic Simmies, el que els veritables amics del saber han de pensar i parlar entre ells. ¿No creus tu el mateix que jo?
—Completament, Sòcrates.
—[...]
—-I la purificació (catarsi) no és , per ventura, la qual cosa en la tradició es diu des d'antic (les tradicions òrfiques), el separar el més possible el cos de l'ànima i l'acostumar-la a concentrar-se i recollir-se en si mateixa, retirant-se de totes les parts del cos, i vivint en tant que sigui possible tant en el present com en el després sola en si mateixa, deslligada del cos com d'un lligam?
—Així és, en efecte —va dir.
—I no es dóna el nom de mort a això precisament, al deslligament i separació de l'ànima amb el cos?
—Sens dubte —va respondre Simmias.
—Però el deslligar l'ànima, segons afirmem, és l'aspiració summa, constant, pròpia tan sols dels qui filosofen en el recte sentit de la paraula; i l'ocupació dels filòsofs estreba precisament en això mateix, en el deslligament i separació de l'ànima i del cos. Sí o no?
—Així sembla.
[...]
—Després, en realitat, oh Simmias —va replicar Sòcrates—, els que filosofen en el recte sentit de la paraula s'exerciten a morir, i són els homes als quals menys temorós resulta estar morts. ...
Plató, Fedó, 65a-68a. (R. Verneaux, Textos de los grandes filósofos. Edad antigua, Herder, Barcelona 1982, p.40-42). |
Sòcrates: Tot el que és anima governa tot allò inanimat i recorre tot el cel i a tot arreu pren figures diverses. Si és perfecta i alada, vola per les altures i governa tot l’univers; la que ha perdut les ales dóna voltes fins que s’agafa a alguna cosa dura, s’hi estableix i pren un cos de terra que semblarà que es mou a si mateix per la força d’quella. El conjunt s'anomena vivent, ànima i cos enganxat, i això rep el nom de mortal.
De tot allò que, com sigui, es relaciona amb el cos, l’ànima participa al màxim del que és diví. Això és bell, savi, bo, i ho són totes les coses per l’estil, i això nodreix i fa créixer principalment el plomatge de l'ànima, que contràriament, quan frega el que és dolent i vergonyós i oposat a aquelles qualitats, aleshores ‘esvaeix i es dissol.
Plató, Fedre 246a-247d
... des del feminisme i des de Feministes de Catalunya denunciem un seguit de lleis que perjudiquen greument l’atenció que podria rebre qualsevol persona que sent un malestar profund amb el seu cos i desitja entrar en tractaments hormonals i quirúrgics que són irreversibles i perjudiquen greument la salut. Aquest malestar tan profund el que necessita és un tractament especialitzat d’alta qualitat que faci la pregunta clau: per què passa això. Especialment en la infància i especialment en les nenes ...
No només qüestionem l’autodeterminació de gènere, sinó també, i de manera rotunda, que algú pugui dir que ha nascut en un cos equivocat.
... són persones que necessiten una avaluació d’un equip multidisciplinari, com així ho va recomanar el Col·legi de Metges
La pressió del lobby farmacèutic fa que es canviï el concepte de disfòria, que és un concepte grec que vol dir «malestar», pel d’incongruència, que és aquesta idea dissociada, que tens una ment i un cos que no són congruents. (...) l’Associació Internacional de psiquiatria Americana continua classificant disfòria de gènere dins de les malalties mentals.
La ideologia transgenerista està inspirada en idees que sobretot defensen que hi ha una dissociació total entre la persona i el seu cos. Això ens porta a idees medievals. Hi ha un jo immaterial, una mena d’ànima que és independent, dissociada del propi cos i que pot haver nascut en un cos equivocat, i això no és comprovable materialment. I d’aquí es desprèn el concepte d’identitat de gènere feminista, que tergiversa totalment el concepte de gènere feminista que és el que consta a la llei del conveni d’Istanbul contra la violència masclista (...) Va en contra del concepte de gènere feminista.
El concepte de gènere feminista diu que el gènere és una invenció, uns atributs inventats sobre el sexe per subordinar les dones. I aquesta ideologia el que diu és que el gènere és una identitat. Una identitat que curiosament reprodueix tots els estereotips sexistes contra els quals ha lluitat el feminisme ...
Aquesta ideologia forma part de les idees postmodernes que es desenvolupen en paral·lel al neoliberalisme econòmic. És el que li va perfecte al mercat. El mercat ja t’ajuda perquè suposadament tu escullis el que vols ser. De fet, la indústria farmacèutica de la identitat de gènere ha passat de facturar 8.000 milions d’euros a 3.000 milions d’euros en els últims 5 anys.
Tu neixes XX o XY i et mors XX i XY, i si tens un atac de cor els símptomes seran segons el teu sexe. I si t’has de reproduir serà segons els genitals que tinguis.
La medicina feminista havia aconseguit en els últims deu anys que l’home no fos el patró a partir del qual s’analitzaven les malalties o es fanb proves farmacològiques. Havíem aconseguit que es tngués en compte el sexe i el gènere de les persones perquè sabem que en les condicions de vida poden afectar. (...) per a nosaltres és un retrocés enorme, en tots els sentits: en els drets de les dones, en els drets de la infància, en la igualtat entre home i dona. Per fer polítiques d’igualtat has de saber què és una dona. I si redefineixes ser dona en funció del que cadascú pensa que és, totes les polítiques d’igualtat i els avenços queden en dubte.
... a mi el que em preocupen són les criatures, podem destrossar una generació. Jo no faig res més que veure casos de famílies desesperades perquè a qualsevol nen que diu que se sent d’un altre gènere li donen hormones sense passar per la pregunta que s’ha de fer a psiquiatria i psicologia, que és precisament què li està passant a aquesta persona. (...) per què no és possible fer aquesta pregunta, que és la que han fet altres països que ja han fet marxa enrere, com ara el Regne Unit, França, Suècia, Finlàndia, Irlanda?
Han mirat què ha passat i han vist els gravíssims danys, irreversibles, que no havien servit per millorar la salut mental de les persones, especialment dels menors.
La «ideologia trans» proposa el «model afirmatiu» que es basa en el que el subjecte diu.
Si la persona ho diu, és que és veritat. I en aquest sentit els protocols educatius suposadament per atendre persones trans diuen que si els pares, la família o l’escola recomanen una exploració psicològica per saber què li està passant, se’ls pot obrir un expedient per transfòbia i maltractament.
Virtudes Pérez, entrevista a Sílvia Carrasco (professor d’antropologia de la UAB): «El sexe no es pot canviar, és una fal·làcia», El Punt Avui 25/01/2023
“Si bé la terra i totes les criatures inferiors són comunes a tots els homes, en canvi cada home és propietari de la seva persona, i ningú fora d’ell mateix, no hi tindrà cap dret. El treball del seu cos i de les seves mans són, per dir-ho així, propietat seva. Aleshores, en sostreure, amb el seu treball, qualsevol cosa de l’estat en què la natura l’havia deixada, combina aquella cosa amb quelcom que li pertany i fa que esdevingui, en conseqüència, propietat seva. El fet d’haver-la sostreta de l’estat natural i haver-hi aportat el seu esforç exclou els altres homes del dret a posseir-la. Com que el treball és propietat inqüestionable del treballador, cap altre home sinó ell no podrà tenir cap dret sobre aquelles coses a les quals ha dedicat el seu treball, sempre que en quedin suficients i de la mateixa qualitat per a la resta de la comunitat” (John Locke, Segon Assaig sobre el govern civil, Capítol V, secció 27)
En Locke, la propietat privada s’indentifica amb llibertat personal.
Una persona és lliure si és propietària de si mateixa. La definició d’esclau sorgeix com a oposició a la definició de persona lliure, és a dir, no és propietari de si mateix ni tan sols de la seva vida.
L’home, que comença sent únicament propietari de si mateix mitjançant el treball, es va projectant de mica en mica sobre les coses materials i físiques.
L’home amb el treball augmenta les seves possessions físiques alhora que augmenta la seva llibertat.
El robatori s’entén no només com un atemptat a la propietat d´una persona sinó també com un atemptat a la seva llibertat.
Una vida plena és una vida lliure gaudint de les teves propietats.
Aquesta plenitud pot augmentar si s’està segur que ningú altre et desposseirà de les teves propietats.
La evolución de la Inteligencia Artificial no conduce a la creación de androides, a la simulación perfecta del organismo consciente, sino que se manifiesta como la sustitución de habilidades específicas por autómatas pseudocognitivos que se enlazan entre sí convergiendo en el autómata cognitivo global.
El 28 de marzo de 2023, Elon Musk y Steve Wozniak, seguidos por más de mil altos operadores de alta tecnología, firmaron una carta en la que proponían una moratoria a la investigación en el campo de la IA:
“Los sistemas de IA se están volviendo competitivos con los humanos en la búsqueda de propósitos generales, y tenemos que preguntarnos si debemos permitir que las máquinas inunden nuestros canales de información con propaganda y falsedades. ¿Deberíamos permitir que todas las actividades laborales se automaticen, incluidas las gratificantes? ¿Deberíamos desarrollar mentes no humanas que pudieran superarnos en número y eficacia, para volvernos obsoletos y reemplazarnos? ¿Deberíamos arriesgarnos a perder el control de nuestra civilización? Estas decisiones no se pueden delegar en líderes tecnológicos no elegidos. Estos poderosos sistemas de inteligencia artificial solo deberían desarrollarse cuando estemos seguros de que sus efectos serán positivos y sus riesgos son manejables. Por lo tanto, hacemos un llamamiento a todos los laboratorios de IA para que suspendan de inmediato el entrenamiento de los sistemas de IA más potentes que GPT-4 durante al menos seis meses. Este descanso debe ser público y verificable, y debe incluir a todos los actores clave. Si no se implementa tal pausa, los gobiernos deberían tomar la iniciativa de imponer una moratoria”.
Luego, a principios de mayo de 2023, se difundió la noticia de que Geoffrey Hinton, uno de los primeros creadores de redes neuronales, decidió dejar Google para poder expresarse abiertamente sobre los peligros implícitos en la inteligencia artificial.
“Algunos de los peligros de los chatbots de IA son bastante aterradores”, dijo Hinton a la BBC, “porque pueden superar a los humanos y pueden ser utilizados por agentes maliciosos”.
Además de anticipar la posibilidad de manipulación de la información, lo que preocupa a Hinton es “el riesgo existencial que surgirá cuando estos programas sean más inteligentes que nosotros. Es como si tuvieras diez mil personas y cada vez que una persona aprendiera algo, todos lo supieran automáticamente. Y así es como estos chatbots pueden saber mucho más que cualquier persona”.
La vanguardia ideológica y empresarial del neoliberalismo digital parece atemorizada por el poder del Golem y, como aprendices de brujo, los empresarios de alta tecnología piden una moratoria, una pausa, un periodo de reflexión.
¿La mano invisible ya no funciona? ¿La autorregulación de la Red-Capital ya no está en la agenda?
¿Qué está sucediendo? ¿Qué va a pasar? ¿Qué está a punto de suceder?
Son tres preguntas separadas. Lo que está pasando más o menos lo sabemos: gracias a la convergencia de la recolección masiva de datos, de programas capaces de reconocimiento y recombinación, y gracias a dispositivos de generación lingüística, está surgiendo una tecnología capaz de simular habilidades inteligentes específicas: loros estocásticos.
Lo que está a punto de suceder es que los loros estocásticos, gracias a su capacidad de autocorrección y su capacidad para escribir software evolutivo, están obligados a acelerar en gran medida la innovación técnica, especialmente la innovación técnica de sí mismos.
Lo que podría suceder y probablemente sucederá: los dispositivos innovadores de autocorrección (aprendizaje profundo) determinan su propósito independientemente del creador humano. En las garras de la competencia económica y militar, la investigación y la innovación no pueden suspenderse, especialmente si pensamos en la aplicación de la IA en el campo militar.
Creo que los aprendices de brujo se están dando cuenta de que la tendencia a la autonomía de los generadores de lenguaje (autonomía desde el creador humano) está generando competencias inteligentes más eficientes que el agente humano, aunque en un campo específico y limitado.
Luego, las habilidades específicas convergerán hacia la concatenación de autómatas autodirigidos para los cuales el creador humano original podría convertirse en un obstáculo a eliminar.
En el debate periodístico sobre este tema priman posiciones de cautela: se denuncian problemas como la difusión de noticias falsas, la incitación al odio o manifestaciones racistas implícitas. Todo cierto, pero no muy relevante.
Durante años, las innovaciones en la tecnología de la comunicación han aumentado la violencia verbal y la idiotez. Esto no puede ser lo que preocupa a los maestros del autómata, a quienes lo concibieron y lo están implementando.
Lo que preocupa a los aprendices de brujo, en mi humilde opinión, es la conciencia de que el autómata inteligente dotado de capacidades de autocorrección y autoaprendizaje está destinado a tomar decisiones autónomas de su creador.
Pensemos en un automatismo inteligente insertado en el dispositivo de control de un dispositivo militar. ¿Hasta qué punto podemos estar seguros de que no evoluciona de forma inesperada, tal vez acabando disparando a su dueño o deduciendo lógicamente de los datos de información a los que puede tener acceso la urgencia de lanzar la bomba atómica?
La máquina lingüística que responde a las preguntas es una demostración de que Chomsky tiene razón cuando dice que el lenguaje es el producto de estructuras gramaticales inscritas en la herencia biológica humana, dotadas de un carácter generativo, es decir, capaces de generar infinitas secuencias dotadas de significado.
Pero el límite del discurso de Chomsky reside precisamente en la negativa a ver el carácter pragmático de la interpretación de los signos lingüísticos; del mismo modo, el límite del chatbot GPT consiste precisamente en su imposibilidad de leer pragmáticamente las intenciones de significado.
Transformador Generativo Pre-entrenado (GPT) es un programa capaz de responder y conversar con un humano gracias a la capacidad de recombinar palabras, frases e imágenes recuperadas de la red lingüística objetivada en Internet.
El programa generativo ha sido entrenado para reconocer el significado de palabras e imágenes, y posee la capacidad de organizar declaraciones sintácticamente. Posee la capacidad de reconocer y recombinar el contexto sintáctico pero no el pragmático, es decir, la dimensión intensiva del proceso de comunicación, porque esta capacidad depende de la experiencia de un cuerpo, experiencia que no está al alcance de un cerebro sin órganos. Los órganos sensibles constituyen una fuente de conocimiento contextual y autorreflexivo que el autómata no posee.
Desde el punto de vista de la experiencia, el autómata no compite con el organismo consciente. Pero, en términos de funcionalidad, el autómata (pseudo)cognitivo es capaz de superar al agente humano en una habilidad específica (calcular, hacer listas, traducir, apuntar, disparar, etc.).
El autómata también está dotado de la capacidad de perfeccionar sus procedimientos, es decir, de evolucionar. En otras palabras, el autómata cognitivo tiende a modificar los propósitos de su funcionamiento, no solo los procedimientos.
Una vez desarrolladas las habilidades de autoaprendizaje, el autómata está en condiciones de tomar decisiones relativas a la evolución de los procedimientos, pero también, fundamentalmente, de tomar decisiones relativas a los propios fines del funcionamiento automático.
Gracias a la evolución de los loros estocásticos en agentes lingüísticos capaces de autocorrección evolutiva, el lenguaje, hecho capaz de autogenerarse, se vuelve autónomo del agente humano, y el agente humano se envuelve progresivamente en el lenguaje.
El humano no es subsumido, sino envuelto, encapsulado. La subsunción total implicaría una pacificación de lo humano, una completa aquiescencia: un orden, finalmente.
Finalmente una armonía, aunque totalitaria.
Franco 'Bifo' Berardi, El cumplimiento, ctxt 20/05/2023
Cuando los aprendices de brujo se dieron cuenta de las posibles implicaciones de la capacidad autocorrectora y por tanto evolutiva de la inteligencia artificial, empezaron a hablar de la ética del autómata, o alineamiento, como se dice en la jerga filosófica empresarial.
En su pomposa presentación, los autores del chatbot GPT declaran que es su intención inscribir criterios éticos alineados con los valores éticos humanos en sus productos.
“Nuestra investigación de alineación tiene como objetivo alinear la inteligencia artificial general (IAG) con los valores humanos y seguir la intención humana. Adoptamos un enfoque iterativo y empírico: al intentar alinear sistemas de IA altamente capaces, podemos aprender qué funciona y qué no, refinando así nuestra capacidad para hacer que los sistemas de IA sean más seguros y más alineados”.
El proyecto de insertar reglas éticas en la máquina generativa es una vieja utopía de ciencia ficción, sobre la cual Isaac Asimov fue el primero en escribir cuando formuló las tres leyes fundamentales de la robótica. El mismo Asimov demuestra narrativamente que estas leyes no funcionan.
Y al fin y al cabo, ¿qué estándares éticos deberíamos incluir en la inteligencia artificial?
La experiencia de siglos muestra que un acuerdo universal sobre reglas éticas es imposible, ya que los criterios de evaluación ética están relacionados con los contextos culturales, religiosos, políticos, y también con los impredecibles contextos pragmáticos de la acción. No existe una ética universal, si no la impuesta por la dominación occidental que, sin embargo, empieza a resquebrajarse.
Obviamente, todo proyecto de inteligencia artificial incluirá criterios que correspondan a una visión del mundo, una cosmología, un interés económico, un sistema de valores en conflicto con otros. Naturalmente, cada uno reclamará universalidad.
Lo que sucede en términos de alineación es lo contrario de lo que prometen los constructores del autómata: no es la máquina la que se alinea con los valores humanos, que nadie sabe exactamente cuáles son. Pero los humanos deben alinearse con los valores automáticos del artefacto inteligente, ya sea que se trate de asimilar los procedimientos indispensables para interactuar con el sistema financiero, o que se trate de aprender los procedimientos necesarios para utilizar los sistemas militares.
Pienso que el proceso de autoformación del autómata cognitivo no puede ser corregido por ley o por normas éticas universales, ni puede ser interrumpido o desactivado.
La moratoria solicitada por los aprendices de brujo arrepentidos no es realista, y menos aún la desactivación del autómata. A esto se opone tanto la lógica interna del propio autómata como las condiciones históricas en las que se desarrolla el proceso, que son las de la competencia económica y la guerra.
En condiciones de competencia y guerra, todas las transformaciones técnicas capaces de aumentar el poder productivo o destructivo están destinadas a ser implementadas.
Esto significa que ya no es posible detener el proceso de autoconstrucción del autómata global.
“Estamos abriendo las tapas de dos cajas de Pandora gigantes”, escribe Thomas Friedman en un editorial de The New York Times “El cambio climático y la inteligencia artificial”.
Algunas frases del artículo me llamaron la atención:
“La ingeniería está por delante de la ciencia hasta cierto punto. Esto significa que incluso aquellos que están construyendo los llamados modelos de lenguaje extenso que subyacen en productos como ChatGPT y Bard no entienden completamente cómo funcionan ni el alcance total de sus capacidades”.
Probablemente, la razón por la que una persona como Hinton decidió abandonar Google y tomarse la libertad de advertir al mundo del peligro extremo es la conciencia de que el dispositivo posee la capacidad de autocorregirse y redefinir su propósito.
¿Dónde está el peligro de un ente que, sin tener inteligencia humana, es más eficiente que el hombre en la realización de tareas cognitivas específicas, y posee la capacidad de perfeccionar su propio funcionamiento?
La función general de la entidad inteligente inorgánica es introducir el orden de la información en el organismo impulsor.
El autómata tiene una misión ordenadora, pero encuentra en su camino un factor de caos: la pulsión orgánica, irreductible al orden numérico.
El autómata extiende su dominio a campos siempre nuevos de la acción social, pero no logra completar su misión mientras su expansión se ve limitada por la persistencia del factor caótico humano.
Ahora surge la posibilidad de que en algún momento el autómata sea capaz de eliminar el factor caótico de la única manera posible: acabando con la sociedad humana.
Franco 'Bifo' Berardi, El cumplimiento, ctxt 20/05/2023
Una IA necesita espacio, mantenimiento, refrigeración y electricidad. Con este nivel de autonomía, de momento es improbable que nos sorprenda con una emboscada, o que prospere inadvertida como un virus pandémico en las favelas de Manaus o una colonia de moho en los conductos respiratorios de un hospital. Y, sin embargo, ese es el peligro que debe preocuparnos a la hora de legislar su desarrollo, al menos según el director ejecutivo de OpenAI. Sam Altman explicó el pasado martes al subcomité sobre Privacidad, Tecnología y Legislación del Senado estadounidense que su empresa planea construir y liberar sistemas cada vez más peligrosos y que necesita su ayuda para garantizar que la transición a la superinteligencia sucede sin poner a la humanidad en peligro. Propone que se regule la IA para prevenir un problema que de momento solo existe en la literatura y el cine: la Singularidad.
Marta Peirano, El peligro no es la inteligencia artificial, es OpenAI, El País 19/05/2023
Platón escribió El Banquete en el siglo IV a. C. para representar una cena entre un grupo de comensales entre los que estaba Sócrates, en la que se debatía sobre la cuestión del amor en un ambiente de alcohol, música y bailes. Está considerada una de las obras clásicas más importantes de la Antigua Atenas, y fue la más fundamental para establecer el concepto de amor platónico. Aunque se escribió hace más de dos mil años, en una época en la que no disponían de los medios actuales para transmitir y conservar la obra, su influencia fue tan crucial en el mundo de la filosofía, la literatura y el teatro que nunca ha perdido vigencia a lo largo de todos estos siglos. El anfitrión del banquete es el poeta trágico Agatón, que celebraba su victoria en un importante concurso literario ateniense. Con algunos de los participantes ebrios, sus lenguas estaban más sueltas para reflexionar y dialogar sobre la profundidad de los vínculos amorosos y elogiar a Eros, el dios griego del amor. La obra está narrada desde el punto de vista de Apolodoro, una especie de "groupie" y admirador apasionado de Sócrates, aunque él no estuvo presente en la cena y cuenta lo que ha escuchado sobre la misma, asegurando que conoce todos los detalles.
El aristócrata Fedro y el estadista y militar Alcibíades son otros de los comensales de esta intensa velada, en la que como no podía ser de otra forma Sócrates acapara la mayor atención con un discurso que es el motivo central de la obra. En formato de diálogo platónico, el legendario filósofo explica cómo Eros conduce el amor al servir de puente entre lo mortal y lo inmortal, cómo la belleza sirve de canalizador del amor, o cómo ama personalmente a sus discípulos pero poniendo el foco en sus almas y no en sus cuerpos (de ahí surge la idea de amor platónico), para frustración de Alcibíades, que anhela fuertemente la unión carnal con el maestro Sócrates.
Roberto Ruiz Anderson, 'El Banquete' de Platón: un legado que sigue vivo en el siglo XXI, elconfidencial.com 15/05/2023
Hace pocos días presentamos en el Instituto Francés de Madrid el libro de Richard Malka contundentemente titulado El derecho a cagarse en Dios. Richard Malka fue el abogado de Charlie Hebdo en el juicio de 2015 a la pandilla de fanáticos criminales islamistas que cometió la atroz matanza en la sede de la revista satírica. El pequeño gran libro (al contrario de otros muy renombrados, tiene mucho contenido en menos de cien páginas) recoge en su integridad el elocuente alegato que Malka pronunció ante el tribunal: no es sólo una reivindicación de las víctimas y una demolición de las autojustificaciones de los verdugos, sino también una hermosa apología de la libertad de expresión, imprescindible en las sociedades democráticas. Digo una apología hermosa pero también inteligente, que va al fondo del asunto, porque a veces los elogios a la libertad de expresión son tan retóricos como cautos y ponen tanta insistencia en las excepciones de la norma que termina por ser inaceptable blasfemia cualquier cosa que cuestiona las virtudes abstractas. El libro de Richard Malka no juega con los conceptos y deja claro que la libertad de expresión no consiste en elogiar lo que nadie denigra sino en cuestionar, en serio o en broma, lo que muchos consideran mas digno de respeto. Cuando esa libertad se ejerce de manera valiente, siempre deja dolorosos cardenales en muchas almas sensibles… y al decir «cardenales» no me refiero a los inquisidores demasiado dispuestos a saltar látigo en mano contra lo que ellos consideran irreverencia culpable.
Por cierto, hablando de irreverencias, el título en español plantea una duda que desde mi modesta pero larga familiaridad con la lengua francesa me parece difícil de solventar. El título original emplea la palabra «enmmerder», muy utilizada en el habla cotidiana para funciones nada blasfemas: traducirla por «ofender» o «injuriar» le hace indiscutiblemente perder fuerza, mientras que «cagarse» la refuerza en español con una agresividad que quizá traiciona por exceso el sentido primigenio. La verdad es que no se me ocurre opción mejor que la elegida por el traductor aunque como la libertad de expresión trata de palabras tampoco parece inapropiado cuestionarse estos matices.
Aceptar la libertad de expresión no quiere decir compartir lo expresado ni es obligatorio considerar a los satíricos héroes cívicos. Antes de que Richard Malka naciera, yo leía Hara Kiri (la revista de humor bête et mechant, según su propia confesión, que precedió a Charlie Hebdo y donde conocí a algunos de los humoristas que murieron en el atentado) y ya entonces, a pesar de mi irreverente juventud, algunas bromas de la publicación me parecían de mal gusto. Pero el precio que debemos pagar por vivir en una sociedad libre es saber soportar los agravios al narcisismo de nuestras creencias. Son un necesario tributo a la convivencia con quienes piensan de modo dolorosamente equivocado, es decir diferente al nuestro. Esto es particularmente necesario en el terreno religioso, donde las ofensas son de tamaño infinito según el Ofendido o inexistentes como el Ofendido mismo. Deberíamos aprender de los dioses, que soportan los insultos sin inmutarse: raro es el blasfemo que recibe un rayo celestial como castigo por sus procacidades. Si ellos in excelsis, en su infinita sabiduría, guardan sus represalias para mejor ocasión, lo mismo deberían hacer sus devotos. Pero no, éstos son mas celosos que sus patronos, a pesar que la pretensión de defender a un omnipotente parece mas blasfema que insultarle. Todos los impíos sabemos que con las divinidades es fácil entenderse pero los peligrosos son los feligreses, a los que la paciencia celestial les resulta excesiva. Como decía un personaje de Antonio Gala, admirado del fair play con que el Señor aguantaba las blasfemias, «es que Dios, ¡es un santo, el pobre!».
Un caso de enfoque mas difícil es el que plantea esa sentina de ultrajes a los catalanes españoles que es TV3. Que sus insultos carezcan del mínimo ingenio –el humor catalán no figura entre los diez mejores del planeta- y rebosen grosería no sería suficiente para pedir la supresión de esos programas infames. Pero resulta que se trata de una cadena pública pagada por el dinero de los contribuyentes. El respeto a la libertad de expresión exige que soportemos que se caguen en lo que somos y apreciamos, pero no que financiemos esa diarrea. De modo que cuanto antes rieguen y ventilen TV3, mejor. Por lo demás, hay que mantenerse firmes: quienes quieran vivir en una sociedad democrática, vengan de donde vengan y crean en lo que crean, deben asumir como indiscutible que los sentimientos religiosos están también sometidos a las leyes civiles. Las personas bien educadas procurarán, por uso cívico, no ofender a lo que veneran los demás: pero no olvidemos que a veces los maleducados son muy necesarios en la sociedad plural…
Fernando Savater, ¡Eso no se dice!, theobjective.com 14/05/2023
El ejemplo clásico es el de una colonia de hormigas. Un enorme conjunto de individuos en el que cada uno, a su bola, y probablemente sin tener conciencia de que pertenece a una comunidad, se comunica con los de alrededor mediante feromonas. Las hormigas son simples y tienen poca cognición, pero trabajando juntas realizan operaciones complejas y perfectamente coordinadas, sin que haya nadie al mando (la hormiga reina no manda a las obreras, solo pone huevos). Así aparece una suerte de mente colectiva que funciona como si todas esas hormigas conformasen un solo ser.
Esta cosa tan rara, que sucede cuando se suman las partes y sale algo más, algo inesperado y especial, son las llamadas propiedades emergentes, y pueden observarse desde el nivel molecular y hasta los sistemas sociales. No es fácil conectar ese comportamiento individual con el resultado general, sobre todo intuitivamente, porque no es un salto obvio de lo local a lo global.
No solo aparecen propiedades emergentes en las hormigas, sino en otros sistemas complejos, algunos muy familiares, como las bandadas de pájaros, los atascos de tráfico y el cerebro humano. Podemos conceptualizar el cerebro con una cantidad inimaginable de células conectadas en red, las neuronas, que intercambian impulsos electroquímicos. Por las extensiones de las neuronas se establecen potenciales eléctricos y, en sus sinapsis, el espacio que hay entre una y otra, se emiten y se reciben sustancias químicas llamadas neurotransmisores cuyos nombres nos suenan porque tienen que ver con el placer, la felicidad, la depresión o la adicción: dopamina, serotonina, oxitocina.
Pero lo más prodigioso del funcionamiento del cerebro no su mero funcionamiento físico, sino que de esa unión de neuronas aparece una propiedad emergente muy singular: la conciencia humana. De ese montón de chispazos y sustancias salen nuestros pensamientos, nuestro escenario mental, nuestras emociones y esa tenaz manía de considerar que somos unas personas, que somos nosotros mismos: el yo.
En la inteligencia artificial (IA), que tanto nos ocupa y preocupa últimamente, también emergen cosas. Le he preguntado al propio ChatGPT (y me fiaré esta vez) qué propiedades emergentes salen de la IA: la creatividad, la capacidad de aprender o la de hacer generalizaciones, dice la máquina. Etcétera. Como explica el científico y divulgador Javier Sampedro en una de sus últimas columnas de El País, ChatGPT, la IA en general, es, además de un invento humano, un objeto de estudio de los humanos, porque, aunque lo hayamos inventado, no lo comprendemos del todo. Hace cosas que no son como esperábamos. Cosas que vemos y decimos: “¡Hostia!”. La empresa OpenAI, creadora del famoso chat, ha identificado hasta 137 “aptitudes emergentes”, que están ahí cuando no se las esperaba.No está claro si la inteligencia artificial, con sus inquietantes propiedades emergentes, no vaya a ser también un “error”en el devenir cósmico, signifique eso que lo que signifique.
Sergio C. Fanjul, Las propiedades emergentes en la IA: esas cosas que nos hacen decir '¡hostia!', retinatendencias.com mayo 2023
Segons Sòcrates, la escritura es como la pintura, no responde, no te hace caso, no dialoga; en la jerga de hoy, no es personalizada, no retroalimenta, no es adaptativa. Escritura e imprenta promovieron la escuela, sí, pero hicieron cada vez más unilaterales, transmisivos y pasivos el aprendizaje y la educación. Al contrario que el habla, la escritura requiere un aprendizaje antinatural y laborioso que ha sido secularmente disciplinario; el libro de texto articuló con su correlato oral, la lección, la enseñanza frontal, transmisiva, unidireccional, serial, industrial; el cine, la radio y la televisión, tan atractivos en otros contextos, llevarían al paroxismo la unilateralidad y la rigidez en la comunicación, razón fundamental por la que nunca pudieron encajar en las rutinas ya establecidas de la escuela (digitalizados, empiezan a ser otra cosa).
Esta interactividad perdida es el santo grial que la tecnología promete a la educación hace ya un siglo, desde la enseñanza programada de Thorndike a la tutorización inteligente de nuestros días, pasando por la máquina de evaluar de Pressey, las de enseñar de Skinner y Crowder, la enseñanza automatizada en PLATO, la instrucción asistida por ordenador (CAI), etc., pero nunca pudo ir más allá de una limitada modulación o diferenciación del plan docente.
La transformación digital lo cambia todo. Ya no se trata de logos, legos, sims o kahoots, menos aún de una ofimática mimética (procesadores de texto, hojas de cálculo y presentaciones), sino de dos fuerzas arrolladoras. Una, ya imperante, es el potente y versátil artilugio digital, la trinidad formada por el dispositivo personal (móvil, tableta, portátil), el software incluido que replica (metamedio) y conecta (hipermedia) todos los medios presentes y futuros (infinitamente más y mejor que el códice, anterior soporte del libro y de nada más) y la conectividad ubicua que, además, todo lo escala: este artilugio ya hace o facilita absolutamente todo lo que anteriores instrumentos escolares, mejor y más barato, y añade mucho de lo que faltaba y lo que vendrá.
Quizá lo más importante que faltaba fuera el diálogo, y eso es justo lo que ya trae la nueva fuerza que irrumpe, la inteligencia artificial (IA), aun con todos sus límites y sus riesgos. ChatGPT, la sensación de la temporada, es la combinación de un gran modelo de lenguaje (GPT4) capaz de conversar a un nivel muy razonable sobre cualquier asunto (más aún sobre un contenido escolar) y un interfaz de usuario muy sencillo e intuitivo (Chat), al alcance de un niño. No tardaremos en ver adaptaciones al entorno escolar con filtro de contenidos, interfaz más universal (verbal, gráfico…), adaptación al nivel, integración en entornos virtuales, supervisión ágil y sencilla por el profesor, etc. La IA no sustituirá en ningún caso al docente en su empleo, pero sí que lo hará en muchas de sus tareas, y lo hará mejor, siempre que aquél siga en el puesto de mando.
Patrick Suppes, quien fuera profesor de filosofía en Stanford y uno de los promotores más exitosos de la instrucción asistida por ordenador en los sesenta, prometía un futuro en el que habría un Aristóteles (tutor) para cada Alejandro (pupilo), si bien sus programas no hacían más que seleccionar ejercicios para el usuario. ChatGPT no es Aristóteles, ni lo va a ser nada en su estela, aunque su formalismo lo situaría más cerca de este que de Sócrates; por otro lado, su afán por responder incluso cuando no sabe y sus frecuentes alucinaciones lo ubicarían, más bien, entre los sofistas o los tertulianos. Pero la mayor parte de lo que dice tiene sentido y es un gran conversador, o quizá debiera decir un gran charlatán. No pocos profesores con cierto nivel de competencia digital podrían ya desplegarlo en sus aulas y tal vez lo hagan, y para el resto no tardarán en aparecer versiones más amistosas y confiables.
No quepa duda de que muchos jóvenes, adolescentes y niños, por sí y con el apoyo de sus familias, aprovecharán esta oportunidad de sostener, ampliar y reforzar su aprendizaje fuera de la escuela, sea para esta o al margen de esta, lo mismo que muchos profesores lo harán para aliviar su trabajo profesional en unos casos y mejorarlo en otros. Pero, cuanto más abierto y potente es un medio, más oportunidades de crecimiento y más riesgos de desigualdad traerá a la vez. Por eso, para muchos alumnos, el acompañamiento escolar en ello no será otro apoyo sino el único.
Mariano Fernández Enguita, De Sócrates a ChatGPT, El País 12/05/2023
La artista y profesora Carmen Berrocal |
La función o modo «guardería». Hay gente para la que los colegios tienen una misión más esencial que la propiamente educativa: la de facilitar la conciliación familiar. De ahí que los docentes nos hayamos convertido en cuidadores, controladores y hasta porteros de las idas y venidas del alumnado. Algunas familias reclaman, incluso, la jornada partida; lo que podría acabar convirtiéndonos en celadores de comedor – ya verán –; o en lo que sea que haga falta para tener ocupados a los niños hasta que padres y madres acaben su jornada laboral.
La función o modo «maestro». Digan lo que digan, sigue siendo lo principal. Que el enseñante tenga algo que enseñar tal vez no sea condición suficiente, pero si necesaria en todo proceso educativo. Sin una competencia profunda en aquello que transmites, no hay divulgación que valga. Pero esto requiere estar intelectualmente «en activo», investigar, formarte, actualizar conocimientos… Cosas que no siempre la Administración facilita.
La función o modo «pedagogo». Si pretendes (como es tu obligación) que ninguno de tus cientos de alumnos anuales (cada uno con sus circunstancias, idiosincrasia, intereses y capacidades) se quede atrás, has de ser un pedagogo de primera, implicarte y echarle imaginación. Te tocará analizar cada caso, crear materiales específicos, buscar recursos ad hoc, leer, practicar, autoevaluarte, rectificar; todo lo cual, con las ratios actuales, es tarea heroica y muy a menudo frustrante. Y esto sin contar con que tendrás, sí o sí, alumnos con problemas y discapacidades varias, y tendrás que prepararte (en lo que nadie te ha enseñado) para atenderlos como buenamente puedas…
La función o modo «educador en valores». Una educación integral exige que se trabaje con actitudes y valores (sostenibilidad, respeto a la diversidad, igualdad de género, educación afectivo-sexual, consumo responsable, prevención del acoso, uso seguro de las redes, actitud crítica, etc.), que, con la nueva ley, están estructuralmente integrados en el currículo. Todo ello exige, de nuevo, preparación y trabajo, tanto en contenidos como en aspectos didácticos.
La función o modo «tecnólogo digital». Se acabó lo de manejarte con el ordenador, la pizarra digital o el blog de clase. Ahora (más aún desde la pandemia) has de saber trabajar en aulas virtuales, editar vídeos o podcasts, generar recursos en línea, moverte en redes, incluso manejarte con la IA, y orientar – además – en todo ello al alumnado; todo lo cual requiere de un costoso entrenamiento (que ha de actualizarse, además, cada poco tiempo).
La función o modo «psicólogo-asistente social». Seas tutor o no, parte de tus atribuciones serán las de conocer, cuidar y a veces hasta «tratar» a tu alumnado más vulnerable o conflictivo, afrontando problemas personales y de convivencia, tanto en el aula como fuera de ella (desorientación, conflictos morales, trastornos psicológicos, familias desestructuradas, acoso, violencia, drogas…). ¡Prepárate!
La función o modo «mediador comunitario». La escuela es hoy la institución más estable y segura con la que cuentan muchos individuos y comunidades. En algunos casos (especialmente en zonas socioeconómicamente deprimidas), el profesor o profesora se convierte en dinamizador de la vida social en torno al centro.
Seguramente se me olvidan muchas otras funciones o modos, como el modo «burócrata», por el que los profesores hacen diariamente de administrativos de sí mismos, cumplimentando papeles y haciendo un registro exhaustivo (que, salvo accidente, nadie consulta) de todo lo que hacen. O la función «bilingüe», casi siempre consistente en simular una capacidad (la del bilingüismo) que, por razones obvias, pocos poseen. O el modo «político», que es el que adoptamos algunos para hacer entender a la Administración (ley sí, ley también) el valor y sentido de las competencias específicas con las que trabajamos…
Ahora bien, si, pese a todo lo dicho (y a lo barato que sale nuestro trabajo), sigues creyendo que enseñar es la tarea más hermosa e importante del mundo y, además de maestro, eres capaz de ser vigilante, pedagogo, educador en valores, experto en tecnologías educativas, psicólogo, asistente social, mediador comunitario, administrativo, bilingüe y hasta activista político… todo en uno, y sin que te dé un síncope o caer agotado el primer mes, ¡bienvenido! Y mucho, muchísimo ánimo. Lo vas a necesitar.
El enfoque computacionalista de la mente que domina el argumentario que hay detrás de los entusiastas proyectos de IA actuales se sostiene en dos tesis emparejadas: el funcionalismo (un estado mental se define exclusivamente por su rol funcional en una cadena causal) y la independencia de sustrato o realizabilidad múltiple (el mismo estado funcional se puede implementar en una indefinida cantidad de sustratos materiales). Si mi mente es un programa de ordenador, equivalente a una máquina de Turing, puedo implementar máquinas de Turing en diferentes estructuras materiales. Así, el cerebro es el sustrato de mi mente, pero los circuitos de silicio también pueden ser un sustrato adecuado. Ya hemos construido hace muchos años máquinas universales de Turing allí. Si mi mente solo es una implementación de una máquina de Turing particular, no debería haber demasiados problemas en implementarla en un computador.
Diseñar un programa que simule el funcionamiento de una polea que saca agua de un pozo es bastante trivial. Aplicando fórmulas de física muy básicas puedo hacer un modelo que me diga la longitud y resistencia de la cuerda que voy a utilizar, las dimensiones del cubo en función del agua que pretendo sacar, el radio del cuerpo de la polea, o la fuerza necesaria para sacar el cubo a una determinada velocidad. Una simulación de una polea puede ser una herramienta increíblemente útil, maravilla de la informática moderna. Ahora bien, ¿puedo usar únicamente el programa para yo, sentado comodamente delante del ordenador en mi casa, obtener agua? Vaya pregunta estúpida: obviamente no. El programa te sirve para hacer los cálculos, para organizarlo todo, pero necesitarás una cuerda, un cubo y un polea de verdad para sacar agua de verdad. ¿Muy obvio no? Pues no lo parece en absoluto para los ingenieros de IA.
No puedo entender cómo para construir cualquier ingenio tecnológico es tan importante la construcción material, pero para crear una mente similar a la humana resulta que no. Para fabricar un automóvil, un avión, una lavadora, un smartphone… son cruciales las propiedades de los materiales que van a utilizarse. Se miran propiedades como la conductividad, expansión térmica, calor específico, resistencia a la oxidación o a otros ácidos, interacción con otras sustancias, permeabilidad magnética, respuesta a ondas electromagnéticas (refracción, reflexión, absorción o dispersión), densidad, dureza, elasticidad, plasticidad, ductibilidad, maleabilidad, tenacidad, exfoliación, etc. Pues vaya, resulta que a la mente humana no le afectan absolutamente nada ninguna de estas propiedades, las cuales, sin embargo, afectan a todo objeto material conocido del universo. Y es que la teoría computacionalista lleva emparejada un cierto componente dualista imperdonable.
Los ordenadores demostraron que una de las cualidades más notorias de la mente, la inteligencia, era posible mediante dispositivos puramente computacionales. Mi ordenador no simula cálculos, los realiza de verdad. Los espectaculares logros de los actuales grandes modelos de lenguaje, aunque no exentos de controversia con respecto a sus capacidades, hacen que sea innegable atribuirles un alto grado, al menos, de conducta inteligente. Sin embargo, el gravísimo error está en presuponer que como hemos conseguido recrear conducta inteligente, los demás aspectos de la mente serán recreables, igualmente, únicamente utilizando mecanismos computacionales. Entonces llegan los silencios vergonzantes: ¿Cómo implemento una sensación de dolor en Python? ¿Puedo hacer que mis seis mil líneas de código en Java tengan un orgasmo? ¿Cómo hago que mi programa de ajedrez desee de verdad ganarme y se enfade cuando cometa un error estúpido? No, los programas no se ponen nerviosos, no se deprimen, no sienten envidia ni vergüenza, no disfrutan escuchando música, no les gusta la cerveza… ¡No tienen todo lo que cualquier psicólogo llamaría una vida psíquica! Adolecen por completo de lo que a la mayoría de la gente le parecerían las notas esenciales de una mente.
Que sepamos, la mente se ha dado originariamente en organismos biológicos. Si alguien dice ahora que la mente puede darse en artefactos no biológicos, la carga de la prueba la tiene él. Y aquí es donde se falla: de momento solo hemos conseguido inteligencia, sin haber llegado a los demás aspectos de la mente. La actual química del silicio no ha sido capaz hasta la fecha de generar mentes similares a las humanas. Abrir el concepto de pensamiento y de mente, y sostener que las máquinas tienen mentes y piensan es abrir demasiado, teniendo en cuenta las diferencias abismales entre ambas cosas.
Para entender todo esto me parece muy útil la distinción aristotélica entre materia y forma. Cualquier objeto o proceso del universo tiene una estructura formal (eso es lo que simulamos en el ordenador), pero también tiene una base material, y ambas son inseparables, de modo que las potencialidades que se encuentran en la base material determinarán las configuraciones formales posibles. Fue posible esculpir el David de Miguel Ángel en un bloque de mármol, pero habría sido imposible hacerlo con cuarzo, carbón o zirconio. Entonces, si queremos construir mentes solo nos queda un camino: avanzar muchísimo más en neurociencia para entender los mecanismos causales del cerebro (Todavía, por mucho que nos vendan la moto, no tenemos ni pajolera idea de cómo funciona el cerebro. Los disparos eléctricos en los axones neuronales y los jueguecitos químicos en las sinapsis son solo una pequeñísima parte de la historia. No pensemos, ni de lejos, que eso es todo lo que hay). Una vez que entendamos mejor esos procesos habrá que encontrar las estructuras materiales que tengan sus mismos poderes causales y entonces, y solo entonces, podernos tener mentes artificiales.
Esta entrada no es más que un parafraseo de las ideas sobre IA de John Searle. Si quieres profundizar más, tienes que ir al clásico «Minds, Brains and Programs» de 1980; o si quieres aún más, te recomiendo los libros El redescubrimiento de la mente o El misterio de la consciencia. Además, una de las grandes virtudes de Searle es lo bien que escribe y lo fácil que es de entender, cosa tristemente rara en el gremio filosófico.
Santiago Sánchez Migallón-Jiménez, Cuando la IA olvidó la materia, La máquina de von Neumann 15/05/2023
En lógica informal existe una falacia conocida como la pendiente resbaladiza. Se comete cuando establecemos una cadena de sucesos con relación causal que nos llevarán, necesariamente, a un suceso final, habitualmente catastrófico, sin contar con ningún tipo de eventualidad intermedia ni justificar las relaciones causales. Un ejemplo:
Si legalizamos la marihuana, la droga se verá como algo habitual, por lo que la gente consumirá también otras drogas, lo que llevará mayores consumos de cocaína y heroína. Se terminarán por legalizar también, lo cual aumentará de nuevo el consumo de esas y otras nuevas drogas. Al final, la drogodependencia se convertirá en un gravísimo problema de salud pública ¡Todo el país lleno de drogadictos!
Para que esta concatenación de implicaciones no fuera una falacia habría que justificar cada conexión. No sabemos si por legalizar la marihuana se consumirían más otro tipo de drogas. Tampoco sabemos si eso causaría que se legalizaran también. Y, por último, tampoco sabemos si esa legalización traería un problema serio de salud pública.
(Los) agoreros del fin del mundo, caen en una falacia de la pendiente resbaladiza de libro. Vamos a desgranar los pasos y su concatenación causal:
La IA está haciendo unos avances muy notables, desarrollando tecnologías muy disruptivas.
La IA igualará y superará al hombre en su inteligencia.
La IA se hará con el control del mundo.
La IA nos exterminará.
El paso 1 es innegable, es el momento presente ¿Se conecta inevitablemente con el 2? No. De hecho, hay muchos investigadores (entre los que me encuentro) que sostienen que los grandes modelos del lenguaje como GPT-4 y sus homólogos, no son el camino hacia una inteligencia artificial general. Son una gran revolución tecnológica, pero no son inteligentes en absoluto, por mucho que lo parezcan externamente. Pero incluso si yo (y tantos otros) estuviéramos equivocados, tampoco está claro que estos modelos superarán al hombre en todas sus cualidades. De hecho, todavía son muy malos en muchas cosas (véase el informe de la propia OpenIA sobre los problemas de GPT-4), les queda mucho margen de mejora, y nada dice que lo vayan a conseguir fácilmente, por mucho entusiasmo que se esté generando en el presente. Se cae en el error de pensar que porque una tecnología esté dando ahora muy buenos resultados, vaya a seguir dándolos indefinidamente. Se dice: «Si GPT-4 es ya impresionante, ¡Cómo será GPT-10!». Pues no, no sabemos si el rendimiento de estos sistemas seguirá mejorando ad infinitum o se quedará estancado en algún momento (que será lo más probable) ¿Os acordáis de WATSON de IBM? ¿Os acordáis que ganaba al Jeopardy!? Si WATSON era la leche… ¿Cómo sería WATSON-5? Pues no hubo WATSON-5.
El paso del 2 al 3 es, sencillamente, ridículo. Supongamos que tenemos a GPT-10 y que realiza cualquier tarea cognitiva mejor que nosotros. Pues ahora, señor Yudkowsky, quiero la cadena causal que va desde que GPT-10 se diseña en los laboratorios de OpenIA, hasta que se hace con el control del mundo. Curiosamente, en películas como Terminator o Matrix se hace una gran elipsis y no se cuenta nada de eso ¿Cómo un chatbot se hace con el poder mundial? ¿Cómo se hace con el control de los ejércitos, de los distintos parlamentos de todos los países? ¿Cómo se hace con el control de la alcaldía de mi pueblo? ¿También se hace con el control de mi comunidad de vecinos? Pensemos que nos están contando que esto sucederá, inevitablemente, sin que nada pueda evitar que pase. Este absurdo viene también por lo mitificado que está el concepto de inteligencia. Se presupone que alguien con una inteligencia muy superior será capaz de absolutamente todo. A mí me gusta poner el ejemplo del bullying en los colegios. Habitualmente, los niños que sufren bullying son muchísimo más inteligentes que sus acosadores. Es normal tener a un chaval con un 120 de CI acosado por uno con un 90 ¿Cómo es eso posible? ¿Cómo alguien con treinta puntos menos de cociente intelectual puede quitarle todos los días el dinero del bocadillo al otro? Porque, lamentable o afortunadamente, la vida no es una partida de ajedrez. La inteligencia superior no te da ventaja en todos los ámbitos. No hay ninguna conexión necesaria entre una IA con inteligencia sobrehumana y que ésta se haga con el control mundial. Terminator y Matrix son películas, no hipótesis científicas basadas en evidencias empíricas.
Y el paso del 3 al 4 es de traca. Tenemos una superinteligencia dominando el mundo y no va a tener otra feliz idea que la de exterminar la humanidad. O sea, es tan inteligente como para dominar el mundo, pero no lo es tanto para pensar en un futuro que no pase por eliminar a millones de seres humanos. No sé, se me ocurre que si le parecemos muy peligrosos, podría, sencillamente, encerrarnos en una especie de reservas en la que no tuviésemos acceso a ningún tipo de armas, incluso vigilados para que no pudiésemos hacernos daño los unos a los otros. En fin, siempre he tenido una visión más parecida a la de la excelente Her (2013) de Spike Jonze. En ella, las máquinas van evolucionando y, en un principio, conviven e incluso se enamoran de nosotros; pero, al final, avanzan tanto que toman su propio camino y nos abandonan. Dentro de ser muy consciente de que estoy haciendo mera ficción especulativa, siempre he pensado que ese sería el desenlace más probable. Si yo veo un grupo de chimpancés en la selva, puedo acotar la selva si pienso que son peligrosos, pero lo más razonable es dejarlos tranquilos y dedicarme a mis asuntos.
Santiago Sánchez Migallón-Jiménez, La pendiente resbaladiza de la IA, La máquina de von Neumann 17/04/2023
Como sabemos, una de las batallas fundamentales de los trabajadores bajo el capitalismo ha sido siempre la de la reducción de la jornada laboral. Establecida en Inglaterra hace un siglo en ocho horas, la Europa más progresista, con más o menos resistencias, quiere acortarla ahora a treinta y dos horas semanales, y ello a partir de la convicción, bastante realista, de que la mayor parte de los ciudadanos no disfrutan de su actividad laboral y de que, frente a ella, la verdadera ciudadanía se construye en el tiempo libre. Ahora bien, si la reducción de la jornada laboral es importante, no debemos olvidar que el capitalismo, sobre todo a partir de los años 50 del siglo XX, ha pasado a explotar económicamente, y de manera sofisticada y obsesiva, el tiempo de ocio. Esa ha sido la verdadera revolución (que a veces llamamos neoliberalismo) producida en nuestras vidas en las últimas décadas. De manera que, incluso liberados o aliviados del trabajo, una pregunta acuciante permanecería: ¿qué hacemos con nuestro tiempo libre? ¿No deberíamos cuestionar, junto a la explotación laboral, también las condiciones colectivas, tecnológicas, de nuestro ocio? En 1958, cuando aún no existía internet, Hannah Arendt criticaba en La condición humana el optimismo "griego" de Marx, quien habría confiado en el carácter emancipatorio del tiempo libre, olvidando -dice la filósofa alemana- que "el tiempo de ocio del animal laborans siempre se gasta en el consumo y que, cuando más tiempo le queda libre, más ávidos y vehementes son sus apetitos".
Hannah Arendt vivía los albores de una transformación decisiva que, casi setenta años después, tras sucesivas revoluciones tecnológicas, parece revelarse cada vez más totalitaria. Las nuevas tecnologías, quiero decir, han introducido al menos dos efectos nuevos en nuestro horizonte existencial. Por un lado han borrado la frontera entre tiempo y trabajo. Por otro, han proletarizado el ocio, según la conocida expresión de Bernard Stiegler, sincronizando de forma industrial los placeres del animal laborans. Así que la lucha antropológica contra el capitalismo tiene ahora tres frentes: uno, la reducción de la jornada laboral, otro la recomposición de la frontera trabajo/ocio y otro, por último y no menos importante, la desproletarización del ocio.
Santiago Alba Rico, Utopías, Público 08/05/2023
Como advierte el artista y escritor James Bridle, los nuevos IA se basan en la apropiación total de la cultura existente, y creer que son "realmente conocedores o significativos es activamente peligroso". Por lo tanto, también debemos ser muy cautelosos con los nuevos generadores de imágenes de IA. "En su intento de comprender y replicar la totalidad de la cultura visual humana", observa Bridle, "[ellos] parecen haber recreado también nuestros miedos más oscuros. Tal vez esto sea solo una señal de que estos sistemas son realmente buenos imitando la conciencia humana, hasta el horror que acecha en las profundidades de la existencia: nuestros miedos a la suciedad, la muerte y la corrupción". Pero ¿qué tan buenos son los nuevos IA aproximándose a la conciencia humana? Consideremos el caso de un bar que recientemente anunció una oferta de bebidas con los siguientes términos: "¡Compra una cerveza al precio de dos y recibe una segunda cerveza absolutamente gratis!". Para cualquier humano, esto es obviamente una broma. La clásica oferta de "compra uno y llévate otro" se reformula para anularse a sí misma. Es una expresión de cinismo que será apreciada como honestidad cómica, todo para impulsar las ventas. ¿Un chatbot captaría algo de esto? "Fuck" presenta un problema similar. Aunque designa algo que a la mayoría de las personas les gusta hacer (la cópula), también adquiere a menudo una valencia negativa ("¡Estamos jodidos!", "Vete a la mierda"). El lenguaje y la realidad son complicados. ¿Está preparada la IA para discernir tales diferencias?
En su ensayo de 1805 titulado "Sobre la formación gradual de los pensamientos en el proceso del habla" (publicado por primera vez póstumamente en 1878), el poeta alemán Heinrich von Kleist invierte la sabiduría común de que uno no debería abrir la boca para hablar a menos que tenga una idea clara de qué decir: "Si un pensamiento se expresa de manera confusa, no se sigue en absoluto que ese pensamiento haya sido concebido de manera confusa. Al contrario, es bastante posible que las ideas expresadas de la manera más confusa sean las que se pensaron de manera más clara". La relación entre el lenguaje y el pensamiento es extraordinariamente complicada. En un pasaje de uno de los discursos de Stalin a principios de la década de 1930, propone medidas radicales para "detectar y combatir sin piedad incluso a aquellos que se oponen a la colectivización solo en sus pensamientos, sí, lo digo en serio, deberíamos luchar incluso contra los pensamientos de las personas". Se puede suponer con seguridad que este pasaje no fue preparado de antemano. Después de dejarse llevar por el momento, Stalin se dio cuenta de inmediato de lo que acababa de decir. Pero en lugar de retractarse, decidió mantener su exageración. Como Jacques Lacan lo expresó más tarde, esto fue un caso de la verdad que emerge sorprendentemente a través del acto de enunciación. Louis Althusser identificó un fenómeno similar en la interacción entre prise y surprise. Alguien que de repente comprende ("prise") una idea quedará sorprendido por lo que ha logrado. Una vez más, ¿puede cualquier chatbot hacer esto?
El problema no es que los chatbots sean estúpidos; es que no son lo suficientemente "estúpidos". No es que sean ingenuos (que no captan la ironía y la reflexividad); es que no son lo suficientemente ingenuos (que no detectan cuándo la ingenuidad encubre perspicacia). El verdadero peligro, entonces, no es que las personas confundan a un chatbot con una persona real; es que comunicarse con los chatbots hará que las personas reales hablen como chatbots, perdiendo todos los matices e ironías, diciendo obsesivamente solo lo que creen que quieren decir. Cuando era más joven, un amigo acudió a un psicoanalista para recibir tratamiento después de una experiencia traumática.
La idea de mi amigo sobre lo que estos analistas esperaban de sus pacientes era un cliché, así que en su primera sesión entregó falsas "asociaciones libres" sobre cómo odiaba a su padre y quería que estuviera muerto. La reacción del analista fue ingeniosa: adoptó una postura ingenua "prefreudiana" y reprochó a mi amigo por no respetar a su padre ("¿Cómo puedes hablar así de la persona que te hizo ser lo que eres?"). Esta ingenuidad fingida envió un mensaje claro: no compro tus falsas "asociaciones". ¿Sería capaz un chatbot de captar este subtexto? Lo más probable es que no, porque es como la interpretación de Rowan Williams sobre el príncipe Myshkin en "El idiota" de Dostoyevski. Según la lectura estándar, Myshkin, "el idiota", es un hombre santificado, "positivamente bueno y hermoso", que es llevado a la locura aislada por las brutalidades y pasiones crueles del mundo real. Pero en la relectura radical de Williams, Myshkin representa el ojo de la tormenta: aunque sea bueno y santo, él es quien desencadena la devastación y la muerte que presencia, debido a su papel en la compleja red de relaciones que lo rodea.
No es solo que Myshkin sea un ingenuo simplón. Es que su tipo particular de obtusidad lo deja inconsciente de sus efectos desastrosos en los demás. Es una persona plana que literalmente habla como un chatbot. Su "bondad" radica en el hecho de que, al igual que un chatbot, reacciona a los desafíos sin ironía, ofrece lugares comunes carentes de reflexividad, lo toma todo literalmente y confía en un autocompletado mental en lugar de la formación auténtica de ideas.
Slavoj Zizek, Sobre la inteligencia artificial, bloghemia.com 12/05/2023"Me han preguntado qué siento respecto al whisky (...):
"Si por 'whisky' te refieres al brebaje del diablo, el azote del veneno, el monstruo sangriento que contamina la inocencia, destrona la razón, destruye el hogar, crea miseria y pobreza, sí, literalmente toma el pan de la boca de los niños pequeños; si te refieres a la bebida maligna que derroca al hombre y la mujer cristianos del pináculo de la vida recta y llena de gracia al abismo sin fondo de la degradación (...), entonces ciertamente estoy en contra.
"Pero si por 'whisky' te refieres al aceite de la conversación, el vino filosófico (...); la bebida que permite a un hombre magnificar su gozo y su felicidad y olvidar, aunque sólo sea por un momento, las grandes tragedias, los dolores y las tristezas de la vida (...), cuya venta vierte en nuestras tesorerías incontables millones de dólares, que se utilizan para cuidar tiernamente a nuestros pequeños niños lisiados (...), entonces ciertamente estoy a favor".
Terminó declarando: "Esta es mi posición. No me apartaré de ella. No me comprometeré".
Para ser justos, aclaró algunas cosas, pero no precisamente su posición.
Y esa es una táctica común en la política: dar una respuesta a una pregunta que depende de las opiniones del interrogador y utiliza palabras con fuertes connotaciones.
Es una falacia que parece apoyar ambos lados de un problema, y se utiliza para ocultar la falta de una posición o para esquivar preguntas difíciles.
Redacción, 3 falacias que te pueden engañar (y cómo evitar caer en la trampa), bbc.com 07/05/2023
Durante la Segunda Guerra Mundial, McNamara sirvió en el Departamento de Control Estadístico del ejército de EE.UU., donde aplicó una metodología estadística rigurosa a la planificación y ejecución de misiones de bombardeo aéreo, logrando una mejora espectacular en la eficiencia.
Después de la guerra, fue reclutado por Ford Motor Corporation que estaba perdiendo dinero. Con sus habilidades de análisis estadístico racional, McNamara logró mejoras dramáticas.
Cuando llegó al Pentágono, aplicó el mismo riguroso análisis sistémico que le había funcionado tan bien.
A medida que se intensificaba el conflicto en Vietnam, creyó que mientras las bajas del Viet Cong excedieran el número de muertos estadounidenses, la guerra finalmente se ganaría, así que los estadounidenses básicamente se dedicaron a contar cadáveres.
"Las cosas que puedes contar, debes contarlas; la pérdida de la vida es una de ellas", escribió en su libro "En retrospectiva: la tragedia y lecciones de Vietnam".
Pero esta vez estaba trágicamente equivocado. Él mismo admitiría más tarde que el énfasis excesivo en una sola métrica cruda simplificó en exceso las complejidades del conflicto.
Como dice la máxima:
No todo lo que se puede contar cuenta.No todo lo que cuenta se puede contar.
Y algo que no podía contar era la osadía de "movimientos populares altamente motivados".
Su nombre quedó vinculado inextricablemente con el fracaso estadounidense en Vietnam.
En 1972, el sociólogo Daniel Yankelovich acuñó la frase "La falacia de McNamara":
"El primer paso es medir cualquier cosa que se pueda medir fácilmente. Esto está bien hasta cierto punto.
"El segundo paso es descartar lo que no se puede medir fácilmente o darle un valor cuantitativo arbitrario. Esto es artificial y engañoso.
"El tercer paso es suponer que lo que no se puede medir fácilmente en realidad no es importante. Esto es ceguera.
"El cuarto paso es decir que lo que no se puede medir fácilmente en realidad no existe. Esto es suicidio".
La falacia de McNamara es una de las trampas más peligrosas pues se ha usado para guiar decisiones políticas en campos tan vitales como la salud y la educación.
Pero que el riesgo exista no quiere decir que se deben abandonar las mediciones y métricas cuantitativas; la cuantificación es una herramienta analítica valiosa.
Lo que hay que tener en cuenta, como señaló el estadístico W. Edwards Deming, es que "nada se vuelve más importante sólo porque se puede medir. Se vuelve más medible, eso es todo".
La clave es recordar que medir no es entender, que la realidad es multidimensional y que lo cualitativo es tan valioso como lo cuantitativo.
Redacción, 3 falacias que te pueden engañar (y cómo evitar caer en la trampa), bbc.com 07/05/2023
Aunque obviamente ficticia, retrataba tan bien lo que ocurría en los corredores del poder que varios políticos británicos han dicho que parecía más bien un documental.
La falacia del político fue expuesta en un episodio de 1988 y desde entonces ha hecho eco en el Parlamento británico, en los medios internacionales y toda suerte de análisis y discusiones.
Su modelo es: "Debemos hacer algo, esto es algo, por lo tanto debemos hacer esto".
Conocida también como el silogismo del político, es una falacia lógica, similar a concluir, tras afirmar que algunos estadounidenses son ricos y que algunos pobres son estadounidenses, que algunos pobres son ricos.
A pesar del absurdo, es usada para pretender que se tiene una solución a un problema, sin importar cuán ineficaz o hasta dañina sea.
En tiempos de crisis económicas, por ejemplo, no es raro que se anuncien cortes de impuestos que no mitigan el sufrimiento de los más afectados, ni abordan los factores subyacentes de la emergencia ni determinan cómo prevenir futuras crisis.
Sin embargo, suenan bien y, cuando se trata de política, eso a menudo es equivalente al éxito.
Redacción, 3 falacias que te pueden engañar (y cómo evitar caer en la trampa), bbc.com 07/05/2023
Lo que se percibe, en suma, es que el liberalismo ha perdido impulso movilizador ilusionante y se ha petrificado escondiéndose detrás de la frialdad del derecho. Se habría reducido, pues, a la idea de un gobierno constitucional, a eso que entendemos por Estado de derecho. Es obvio que en éste han cristalizado sus ideales o principios básicos: la convivencia de individuos libres e iguales bajo un orden jurídico que respeta su dignidad moral y su autonomía y tolera el pluralismo de sociedades cada vez más complejas. Establece, por tanto, las reglas de juego de los sistemas democráticos dentro de las cuales se despliega toda la vida social. Ahora bien, estas imponen límites, pero no prejuzgan cómo hayamos de vivir cada cual. Sería la ideología del árbitro, no la de los jugadores. Y así es como se vive en nuestros días por parte de sus mayores críticos —y enemigos—, como constreñimientos ajenos a la espontaneidad social y limitadora de sus impulsos democráticos y sus convicciones y emociones profundas.
El trasfondo de esta situación es, desde luego, una insatisfacción casi generalizada con el funcionamiento de los sistemas democráticos y la dificultad por ir acompasándonos a la velocidad con la que se suceden los cambios sociales. Pero el que no nos guste el juego no significa que tengamos que apuntar a los árbitros o a las reglas básicas que lo sostienen. Ya dijimos que la fortaleza del liberalismo es que sigue siendo la opción menos mala. ¿Acaso alguna otra tiene una mayor capacidad para integrar el creciente pluralismo y diversidad? Lo que está ocurriendo con el liberalismo puede que tenga menos que ver con el liberalismo en sí que con la propia deriva de la sociedad. La crisis del liberalismo es expresiva del vaciamiento de lo ideológico y, por ahora al menos, de una alternativa clara a la función orientadora que en su día cumplieran las ideologías. Ninguna es capaz de acoger la nueva complejidad. Ahora navegamos sin mapas y por ese hueco se van colando las políticas identitarias y florece el recurso a la emocionalidad primaria. Es de agradecer, por tanto, que quien está al timón durante la tormenta sea una ideología fría y racional.
Fernando Vallespín, Al liberalismo le crecen los enanos (a izquierda y derecha), El País 07/05/2023
Siempre pensé que la IA o el aprendizaje profundo intentaban imitar el cerebro, aunque no podían igualarlo: el objetivo era ir mejorando para que las máquinas se parecieran más y más a nosotros. He cambiado de postura en los últimos meses. Creo que podemos desarrollar algo que es mucho más eficiente que el cerebro porque es digital.
Con un sistema digital, podrías tener muchísimas copias de exactamente el mismo modelo del mundo. Estas copias pueden funcionar en distintos hardwares. De este modo, diferentes copias podrían analizar datos diferentes. Y todas estas copias pueden saber al instante lo que las demás han aprendido. Lo hacen compartiendo sus parámetros. No podemos hacer eso con el cerebro. Nuestras mentes han aprendido a utilizar todas sus propiedades de forma individual. Si te diera un mapa detallado de las conexiones neuronales de mi cerebro, no te serviría de nada. Pero en los sistemas digitales, el modelo es idéntico. Todos usan el mismo conjunto de conexiones. Así, cuando uno aprende cualquier cosa, puede comunicárselo a los demás. Y es por eso que ChatGPT puede saber miles de veces más que cualquier persona: porque puede ver miles de veces más datos que nadie. Eso es lo que me asusta. Tal vez esta forma de inteligencia sea mejor que la nuestra.
Nuestros cerebros son el fruto de la evolución y tienen una serie de metas integradas, como no lastimar el cuerpo, de ahí la noción del daño; comer lo suficiente, de ahí el hambre; y hacer tantas copias de nosotros mismos como sea posible, de ahí el deseo sexual. Las inteligencias sintéticas, en cambio, no han evolucionado: las hemos construido. Por lo tanto, no necesariamente vienen con objetivos innatos. Así que la gran pregunta es, ¿podemos asegurarnos de que tengan metas que nos beneficien a nosotros? Este es el llamado problema del alineamiento. Y tenemos varias razones para preocuparnos mucho. La primera es que siempre habrá quienes quieran crear robots soldados. ¿O cree que Putin no los desarrollaría si pudiera? Eso lo puedes conseguir de forma más eficiente si le das a la máquina la capacidad de generar su propio conjunto de objetivos. En ese caso, si la máquina es inteligente, no tardará en darse cuenta de que consigue mejor sus objetivos si se vuelve más poderosa.
Manuel G. Pascual, entrevista a Geoffrey Hinton: "Si hay alguna forma de controlar la inteligencia artificial, debemos descubrirla antes de que sea tarde", El País 07/05/2023
... la democracia tiene algo de falsaria. Al ser representativa, el pueblo cuenta con poco poder a la hora de la verdad y, como en tantas otras sociedades humanas, también en nuestras democracias el poder real lo atesoran élites que representan una parte muy reducida de la población total. Se trata de un dato objetivo, este último, que obedece el principio de Pareto, que describe el fenómeno estadístico según el cual en toda población que contribuye a un efecto común, es una proporción muy pequeña la que contribuye a la mayor parte de ese mismo efecto. Y, sin duda, la política y la economía ejercen efectos comunes, pero solo una población muy reducida contribuye a la mayor parte de ese efecto total. Pareto establece, por ejemplo, que el «80% de la riqueza del país estaba en manos del 20% de la población»; algo similar a lo que ocurre con el poder político.
Por otro lado, la democracia y el parlamentarismo se sustentan filosóficamente en principios relativistas. El parlamentarismo consiste en convencer a unos y otros de una verdad, de una estrategia a seguir. Por lo que sus procesos se sustentan en una duda radical con respecto a la verdad. La democracia no cree en valores ni verdades absolutas. Como dice Manuel Aragón en relación con el politólogo Carl Schmitt: «…si se cree en la existencia de lo absoluto –de lo absolutamente bueno, en primer término, ¿puede haber nada más absurdo que provocar una votación para que decida la mayoría sobre ese absoluto en que se cree? Frente a la autoridad de este sumo bien no puede haber más que la obediencia ciega y reverente para con aquel que, por poseerlo, lo conoce y lo quiere […] Pero, si se declara que la verdad y los valores absolutos son inaccesibles al conocimiento humano, ha de considerarse posible al menos no solo la propia opinión, sino también la ajena y aun contraria. Por eso, la concepción filosófica que presupone la democracia es el relativismo. La democracia concede igual estima a la voluntad política de cada uno, porque todas las opiniones y doctrinas políticas son iguales para ella, por lo cual les concede idéntica posibilidad de manifestarse y de conquistar las inteligencias y voluntades humanas…»
De este modo, la filosofía parcial o totalmente relativista que domina el pensamiento moderno y contemporáneo sirve, también, de contrapartida intelectual a la realidad política estipulada por la democracia. Tanto la epistemología kantiana, por poner un ejemplo, como el parlamentarismo democrático niegan nuestra capacidad para acceder una verdad en sí o absoluta.
Iñaki Domínguez, El origen de la democracia, ethic.es 04/05/2023
El debate que abre Geoffrey Hinton sobre los peligros de la IA es mucho más interesante que la mayoría de lo que se lee. Tengo por ahí escritos suyos de cuando en los años 80-90 se desarrollaron los debates sobre las redes neuronales. En filosofía de la mente reinaba entonces Jerry Fodor, quien sostenía que la mente humana funcionaba como un sistema simbólico similar al de los ordenadores clásicos (una semántica composicional espejo de una estructura fisiológica). Solo una minoría era/mos pro-redes neuronales. Al final del siglo pocos seguían a Fodor: la mente es un sistema dinámico. El argumento de Hinton para afirmar que las IA serán pronto más inteligentes que los humanos es que pueden multiplicar su modelo de mundo y procesar ilimitadamente datos, a diferencia de la mente humana. Los humanos trabajamos con un modelo de mundo que corregimos poco a poco sobre la hipótesis de que sea correcto. A una IA cosas como la verdad no le importan, ni si su modelo es un reflejo estructural de las leyes del universo. Solo le importa su capacidad predictiva (es un sistema no realista, empírico y pragmatista, por decirlo así) pero, y eso es lo amenazante, puede generar sus propios conceptos ajenos a lo humano y sus propios objetivos no menos ajenos.
El segundo argumento de Hinton, el más preocupante, es que el proceso es incontrolable debido a que la competencia entre empresas y estados hará que no se pueda detener la creación de agentes autónomos (IAs + operadores) y que muchos pueden ser dañinos y, probablemente más inteligentes y, tal vez generar objetivos y planes autónomos. Este argumento no es filosófico sobre la mente, sino político, sobre cómo el mundo puede organizar su propia supervivencia.
Hace años conversé mucho sobre esto con algunos de los mejores ingenieros españoles en IA y automática (Ricardo Sanz, entre ellos), quienes estaban de acuerdo todos en que las IA son inteligentes pero con una inteligencia distinta a la humana, orientada a la eficiencia. Esto es bueno y malo. En la forma más pesimista se parecerían a los monstruos alien de la famosa serie.
Últimamente me estoy dedicando a la literatura de monstruos, en parte por estas consideraciones hipotéticas.
Lamentablemente, desde la filosofía no hay solución para estas ansiedades y temores: es la realidad humana, su organización y sus políticas las que deben resolver un lío como este.
Fernando Broncano, [https:] 08/05/2023
Super interessant l'estudi publicat ahir:
El nucli és un estudi qualitatiu a partir de grups de discussió amb adolescents d'un institut. Molt arrelat en la realitat ara mateix, superada una etapa on primaven els estudis estadístics. Un tast (pàgina 27):
De lectura obligada per tota la gent que tracti amb adolescents:"La polarización es un círculo vicioso que distancia posturas, imposibilita el diálogo y acaba generando más polarización. Abogamos por enfoques no adultrocéntricos, que reconozcan a los adolescentes como interlocutores válidos con ideas propias. Dejar que hablen sin miedo a represalias (permitiendo la duda y el error), ha demostrado generar un cambio hacia posturas y actitudes más favorables hacia el feminismo y las luchas contra la violencia de género." (pàgina 72)
Fachada Universidad Pedagógica Nacional de Bogotá Foto del autor |
El profesor Jorge Ramírez enseña filosofía a los niños y las niñas de los alrededores de Cúcuta, una zona de Colombia en la que los cárteles de la droga, la delincuencia común, la guerrilla y los paramilitares (a menudo difíciles de distinguir unos de otros) conforman los cuatro puntos cardinales del horizonte laboral de sus alumnos, al menos de aquellos que quieren escapar de la miseria.
Sin apoyo institucional ni económico, el profesor Ramírez se las ha ingeniado para organizar un museo itinerante de la memoria, olimpiadas y foros internacionales de filosofía; todo para que sus “pelaos”, como llama cariñosamente a sus pupilos, puedan debatir con otros chicos y chicas (o con los filósofos que se atreven a ir para allá) sobre las causas ideológicas de la pobreza, los argumentos que nos comprometen con la paz y la justicia, o cualquier otro asunto de enjundia filosófica.
Me encontré con él hace unos días, en el Centro Cultural y Educativo Español Reyes Católicos de Bogotá, invitados ambos por el profesor de filosofía Óscar Ramírez, y me pareció una persona de una humildad y alegría a prueba de bombas (literalmente hablando). Y eso que Jorge no solo logra que sus chicos y chicas transformen en ganas de estudiar el dolor y la rabia que – vejados por la pobreza y la violencia – les come inevitablemente por dentro, sino también que los narcos, guerrilleros o paramilitares, a los que les roba su más preciada y barata carne de cañón, le tengan, probablemente, en el punto de mira…
Además de al profesor Ramírez, he conocido estos días a otros muchos colegas colombianos, la inmensa mayoría entusiasmados por el oficio que ejercen o piensan ejercer, y ello pese a lo poquísimo que se gana, la escasez de medios (especialmente en la escuela pública) y la dificultad de trabajar con un alumnado educado en las leyes de la supervivencia y el crimen. En la Universidad San Buenaventura, donde tuve la oportunidad de dar una charla a futuros profesores, algunos de ellos, tal vez previendo la que se les venía encima, llevaban hábito franciscano. Y en la Universidad Pedagógica Nacional, donde también pude hablar a los futuros maestros, unos de los murales del edificio rectoral recordaba la nómina de docentes y alumnos hechos «desaparecer» (mi anfitrión – el profesor Maximiliano Prado – me contaba que, en ciertas épocas, tenía que ir a la cárcel a realizar las tutorías con sus alumnos). Pero pese a todo (o quizás por ello), la idea general entre profesores y alumnado era la de la necesidad imperiosa de la educación (y de la educación filosófica en particular) para instituir hábitos de diálogo y generar y orientar cambios en una de las naciones con mayores índices de violencia, desigualdad social y corrupción política del mundo.
¿Y en España? ¿No es cierto que, aun vencida hace tiempo la violencia política, y con una tasa de corrupción menor, sufrimos de niveles de desigualdad social cada vez mayores? Lo digo porque, curiosamente, el único lugar en el que encontré algún profesor ruidosamente desmotivado (no la mayoría, por suerte) fue en el Colegio Español, un centro de élite, en la zona más rica y segura de Bogotá, y en el que se goza de privilegios, sueldos y medios que ya quisieran no solo en Colombia, sino en muchos centros de nuestro país.
¿Y esto? ¿Por dónde se nos va a algunos la fuerza? ¿Es que hemos dejado de creer en el papel de la educación como herramienta de transformación personal y social? ¿Desde cuándo hemos adoptado un papel constantemente quejicoso y victimista (el mismo que achacamos a veces a los jóvenes) ante un alumnado simplemente inmaduro que no se presta a obedecer ciegamente como antes (pero que, como el de todos sitios, tiene una sed loca de orientación y confrontación crítica con el presente), o ante una administración que, aunque a veces ponga bastones en las ruedas, existe y está más o menos presente?
En una de las actividades realizadas durante estos días pusimos a dialogar, en grupos de diez o doce, a alumnos y alumnas adolescentes de estratos económicos enfrentados (lo que, en Colombia, supone un abismo social y cultural). El tema era justo el de la exclusión social y la violencia, y el alumnado fue perfectamente capaz de dialogar y argumentar, sin que nadie rechazase a nadie, y con parecido nivel de vehemencia y ganas de dar una solución racional a los conflictos.
Creo que la administración española (antes de emprender más cambios legislativos) debería hacer algo parecido con nosotros los profesores (y luego con nuestros políticos): ponernos a debatir en grupos hasta que, con paciencia y trabajo, alcanzáramos una visión básica y compartida de lo que significa educar. Y, en caso de que no lo lográramos, que nos enviara a todos a Colombia, al humilde colegio de Jorge Ramírez, a aprender de él esa fórmula magistral hecha de ejemplo personal, conocimiento compartido y un compromiso invariable (a prueba de balas, vaya) con el futuro de sus alumnos.
Este libro ofrece consejos prácticos sobre cómo mejorar la forma de enseñar para que tenga el mayor efecto posible en el rendimiento del alumnado. Se centra en métodos, estrategias y técnicas de enseñanza recomendados por las investigaciones más fiables.
Los métodos de enseñanza tienen más impacto en el rendimiento que cualquier otro factor que los docentes puedan cambiar. Los que mejor funcionan son casi siempre aquellos que el alumnado disfruta, los que más le motivan, los que le plantean retos y le hacen creer en sí mismo. Para su aplicación es importante no solo saber cómo hacerlo, sino también su iteración. Y, además, la elaboración de significado por parte del alumnado, (se aprende aquello en lo que se piensa), que va más allá del recuerdo de contenidos y personaliza el proceso de aprendizaje.
Sobre el autor
Geoff Petty es licenciado en ingeniería, docente de física y uno de los expertos británicos en métodos de enseñanza más reconocidos. Profesor experimentado con reputación internacional, sus libros Teaching Today y Evidence-Based Teaching se han traducido a muchos idiomas y son apreciados por su sentido práctico. Dedicó 28 años a la enseñanza y fue formador de profesores. Ha trabajado como consultor para más de 500 centros educativos, así como para varios organismos nacionales de educación en el Reino Unido y en el extranjero. Suele llevar a cabo con los docentes “experimentos asistidos” en los que trabajan conjuntamente para probar y perfeccionar nuevos métodos de enseñanza. Como director de desarrollo del aprendizaje en el Sutton Coldfield College, utilizó las evidencias para mejorar la enseñanza en todo el centro, que llegó a obtener una de las mejores puntuaciones del país. Puede acceder a algunas de sus propuestas en la web www.geoffpetty.com.
Primeras páginas de Educación basada en evidencias.
La entrada Educación basada en evidencias se publicó primero en Aprender a pensar.
Muy señora mía: comprendo y comparto sinceramente el sentimiento de impotencia que le impulsa a formar grupos de protesta y manifestarse por las calles pidiendo soluciones para un asunto que empeora cada día. Por eso mismo le propongo detenerse un momento a reflexionar, ya que no conocemos una cosa simplemente por padecerla en nuestra carne, sino cuando llegamos a entender de dónde nace.
A usted, la propaganda oficial le ha dicho que hay, por una parte, "La Droga", y por otra parte las medicinas de la farmacia, y por otra los productos vendidos en las tiendas de alimentación y los estancos. Unos llevan a la muerte, otros a la vida y los terceros son cosa distinta.
Me atrevo a sugerirle que ideas de este tipo sólo empiezan a parecer reales cuando decidimos creer en ellas. La heroína, que simboliza hoy el Mal, nos sirve de perfecto ejemplo. Es un opiáceo, y
Muy señora mía: comprendo y comparto sinceramente el sentimiento de impotencia que le impulsa a formar grupos de protesta y manifestarse por las calles pidiendo soluciones para un asunto que empeora cada día. Por eso mismo le propongo detenerse un momento a reflexionar, ya que no conocemos una cosa simplemente por padecerla en nuestra carne, sino cuando llegamos a entender de dónde nace.
A usted, la propaganda oficial le ha dicho que hay, por una parte, "La Droga", y por otra parte las medicinas de la farmacia, y por otra los productos vendidos en las tiendas de alimentación y los estancos. Unos llevan a la muerte, otros a la vida y los terceros son cosa distinta.
Me atrevo a sugerirle que ideas de este tipo sólo empiezan a parecer reales cuando decidimos creer en ellas. La heroína, que simboliza hoy el Mal, nos sirve de perfecto ejemplo. Es un opiáceo, y el opio fue usado como bendición de Dios por todos los médicos desde hace 4.000 años hasta hace unos pocos.
Sus derivados son, desde luego, drogas de delicado manejo. Fíjese, con todo, que mientras fueron legales no produjeron un sólo caso de sobredosis accidental, mientras ahora matan involuntariamente a cientos de jóvenes cada año; y fíjese también en que mientras fueron cosas decentes, puras y baratas sus consumidores eran gente mayor. Lanzada por la casa Bayer al mismo tiempo que la aspirina, su otro gran descubrimiento, la heroína se recomendaba hasta para calmar los nervios y la tos de los niños pequeños.
Querría hacerle ver, señora, que si esa sustancia resulta hoy diabólica es porque algunos venden lucrativamente infiernos a los demás, pero también porque en alguna medida la declaramos diabólica nosotros mismos, que no sabemos vivir sin un Satanás u otro y lo encontramos en terrenos tan neutros como la química. La tragedia ocurre cuando alguno de nuestros hijos —en la edad más difícil, cuando su carácter aún no se ha formado— deciden creer la fantasías de sus padres.
¿Por qué se la creen? Observe que no sólo tiene la fascinación de lo prohibido, sino una triste aunque innegable ventaja. Obtener el estatuto de endemoniados (colgados) les libera de ese aprender a sacrificarse y acumular para otros que marca el comienzo de la madurez, les libera de asumir responsabilidades por los actos propios. Sin darnos cuenta, al aceptar que existiera una sustancia capaz de anular diabólicamente la buena voluntad ofrecimos a nuestros hijos una coartada y un papel. Coartada para la falta de virtud y papel para la falta de paradero.
Hay algo que usted sabe y parece estar olvidando constantemente. A su hijo le cuesta 20.000 pesetas el gramo de unos polvos que —según declaraciones oficiales— tienen el 5% de lo que pretenden, cuando mucho el 10%. ¿Podría padecer un marido o un hijo alcohólico si —por razones de precio y pureza— sólo lograra beber al día de anís o coñac lo que cabe en un dedal de costura? Cuando le dijera que necesitaba el dinero de la compra o el del alquiler para conseguir su dedal de licor de cada día ¿qué le respondería? Y cuando le viera morir por beberse un centilitro de eso, ¿le echaría usted la culpa al anís o al coñá en general?
Dentro de su penosa situación, señora, le sirve de consuelo pensar que la heroína es algún tipo de cuerpo maléfico que basta mirar para quedar enganchado irresistiblemente. Su hijo, un pobre incauto, quiso probar nada más y desde ese preciso instante se convirtió en víctima justificada para robar o hasta matar, y desde luego para declararse parásito perpetuo.
Pero la heroína, que sienta casi siempre muy mal las primeras veces, no empieza a adiccionar antes de pasar dos semanas usando un cuarto de gramo diario (si lo duda usted, pregunte a un médico competente). E incluso entonces, la reacción de abstinencia no resulta más incómoda que una suave gripe durante un par de días. Para adiccionarse realmente se necesitan al menos dos meses de uso cotidiano. Por otra parte, lo más probable es que su hijo no conozca realmente la heroína, sino una forma tosca y rebajada de morfina, rebajada tan brutalmente que para poder depender a nivel físico de ella necesitaría casi cuatro gramos diarios, y usted sabe que no toma más de un cuarto, cuando llega a tanto; y yo le añado que si tomase la cantidad requerida para convertirse en un verdadero adicto moriría de inmediato por efecto del sucedáneo. Extraiga usted misma las consecuencias. El esfuerzo de las autoridades por crear algo diabólico ha desembocado en la aparición de un ejército dirigido por asesinos, aunque reclutado entre farsantes e ilusos, que, a cambio del estigma y el envenenamiento con matarratas y maizena compran irresponsabilidad. El sistema vigente impone lo uno y vende lo otro. Mientras las fuerzas del orden se desmoralizan, y mientras el estado de cosas enriquece a un grupo creciente de personas que viven muy bien de defender, tratar o reprimir un mal inventado por la prohibición, usted, yo y los demás cabezas de familia somos el público que paga.
¿Qué hacer? Como los Estados prefieren seguir mintiendo, sólo nos queda defender la verdad en este asunto, tan recubierta de ignorancia e interesados mitos. La verdad, señora, es que no hay drogas buenas y malas, sino usos sensatos e insensatos de las mismas (como pasa con las armas de fuego, la energía nuclear y tantas otras cosas), que el uso sensato es infinitamente más probable cuando no hay mercado negro y que la ilegalización estimula toda suerte de abusos. La verdad es que no depende tanto de la (supuesta) heroína como de las condiciones impuestas a su consumo el que sea un vicio pagado con una abyecta vida y una abyecta muerte. La verdad es que había mil veces menos adictos-delincuentes cuando los médicos podían recetar opiáceos. La verdad es que curar la heroinomanía con metadona es como curar al alcohólico de whisky con ginebra y mucha hipocresía. La verdad es que el remedio puesto en práctica está agravando la enfermedad con ofertas de nuevos planes que son caricaturas del más fracasado y viejo, pues la receta de aumentar los castigos —incluso aplicando el de muerte— sólo logra encarecer aún más el producto, aumentando el negocio y consiguiendo que sea vendido por menores de edad, únicos irresponsables a nivel penal.
Coartada
Fíjese que tampoco sirve proponer subvenciones y empleos a las personas por el mero hecho de declararse heroinómanos. Estas medidas estimularían inmediatamente a muchos pobres, parados e infelices a poner los medios para declararse tales, multiplicando la cantidad de personas acogidas a la coartada y el papel de irresponsables víctimas. A usted y a mí nos queda el consuelo de pensar que el asunto es planetario. Pero el mal de muchos no dejará de ser consuelo para tontos. Nuestros protectores corrompen la sociedad en nombre de la salud pública, permitiendo que se venda basura a precios astronómicos, creando cofradías draculinas que dan de comer a mangantes y criminales y fundando una casta a quien la policía protege bajo la categoría de confidentes, aunque en privado les llame gusanos, por aquello de hacer posible una pesca. Es esa canalla quien controla hoy el mercado de todas las drogas ilegales.
Ya verá usted cómo en las próximas elecciones todos los partidos le piden el voto con grandes promesas, después de apoyar hace poco en las cortes aquello que hace crónico el actual estado de cosas. Quizás le he dicho cosas que preferiría no saber, que apartaría como fuere de su mente. Pero me pregunto si quienes le dicen lo que querría oír no serán quienes defienden la auténtica causa de sus desdichas.
Antonio Escohotado, El País, 23 de mayo de 1988, pág. 32
Muy señora mía: comprendo y comparto sinceramente el sentimiento de impotencia que le impulsa a formar grupos de protesta y manifestarse por las calles pidiendo soluciones para un asunto que empeora cada día. Por eso mismo le propongo detenerse un momento a reflexionar, ya que no conocemos una cosa simplemente por padecerla en nuestra carne, sino cuando llegamos a entender de dónde nace.
A usted, la propaganda oficial le ha dicho que hay, por una parte, "La Droga", y por otra parte las medicinas de la farmacia, y por otra los productos vendidos en las tiendas de alimentación y los estancos. Unos llevan a la muerte, otros a la vida y los terceros son cosa distinta.
Me atrevo a sugerirle que ideas de este tipo sólo empiezan a parecer reales cuando decidimos creer en ellas. La heroína, que simboliza hoy el Mal, nos sirve de perfecto ejemplo. Es un opiáceo, y el opio fue usado como bendición de Dios por todos los médicos desde hace 4.000 años hasta hace unos pocos.
Sus derivados son, desde luego, drogas de delicado manejo. Fíjese, con todo, que mientras fueron legales no produjeron un sólo caso de sobredosis accidental, mientras ahora matan involuntariamente a cientos de jóvenes cada año; y fíjese también en que mientras fueron cosas decentes, puras y baratas sus consumidores eran gente mayor. Lanzada por la casa Bayer al mismo tiempo que la aspirina, su otro gran descubrimiento, la heroína se recomendaba hasta para calmar los nervios y la tos de los niños pequeños.
Querría hacerle ver, señora, que si esa sustancia resulta hoy diabólica es porque algunos venden lucrativamente infiernos a los demás, pero también porque en alguna medida la declaramos diabólica nosotros mismos, que no sabemos vivir sin un Satanás u otro y lo encontramos en terrenos tan neutros como la química. La tragedia ocurre cuando alguno de nuestros hijos —en la edad más difícil, cuando su carácter aún no se ha formado— deciden creer la fantasías de sus padres.
¿Por qué se la creen? Observe que no sólo tiene la fascinación de lo prohibido, sino una triste aunque innegable ventaja. Obtener el estatuto de endemoniados (colgados) les libera de ese aprender a sacrificarse y acumular para otros que marca el comienzo de la madurez, les libera de asumir responsabilidades por los actos propios. Sin darnos cuenta, al aceptar que existiera una sustancia capaz de anular diabólicamente la buena voluntad ofrecimos a nuestros hijos una coartada y un papel. Coartada para la falta de virtud y papel para la falta de paradero.
Hay algo que usted sabe y parece estar olvidando constantemente. A su hijo le cuesta 20.000 pesetas el gramo de unos polvos que —según declaraciones oficiales— tienen el 5% de lo que pretenden, cuando mucho el 10%. ¿Podría padecer un marido o un hijo alcohólico si —por razones de precio y pureza— sólo lograra beber al día de anís o coñac lo que cabe en un dedal de costura? Cuando le dijera que necesitaba el dinero de la compra o el del alquiler para conseguir su dedal de licor de cada día ¿qué le respondería? Y cuando le viera morir por beberse un centilitro de eso, ¿le echaría usted la culpa al anís o al coñá en general?
Dentro de su penosa situación, señora, le sirve de consuelo pensar que la heroína es algún tipo de cuerpo maléfico que basta mirar para quedar enganchado irresistiblemente. Su hijo, un pobre incauto, quiso probar nada más y desde ese preciso instante se convirtió en víctima justificada para robar o hasta matar, y desde luego para declararse parásito perpetuo.
Pero la heroína, que sienta casi siempre muy mal las primeras veces, no empieza a adiccionar antes de pasar dos semanas usando un cuarto de gramo diario (si lo duda usted, pregunte a un médico competente). E incluso entonces, la reacción de abstinencia no resulta más incómoda que una suave gripe durante un par de días. Para adiccionarse realmente se necesitan al menos dos meses de uso cotidiano. Por otra parte, lo más probable es que su hijo no conozca realmente la heroína, sino una forma tosca y rebajada de morfina, rebajada tan brutalmente que para poder depender a nivel físico de ella necesitaría casi cuatro gramos diarios, y usted sabe que no toma más de un cuarto, cuando llega a tanto; y yo le añado que si tomase la cantidad requerida para convertirse en un verdadero adicto moriría de inmediato por efecto del sucedáneo. Extraiga usted misma las consecuencias. El esfuerzo de las autoridades por crear algo diabólico ha desembocado en la aparición de un ejército dirigido por asesinos, aunque reclutado entre farsantes e ilusos, que, a cambio del estigma y el envenenamiento con matarratas y maizena compran irresponsabilidad. El sistema vigente impone lo uno y vende lo otro. Mientras las fuerzas del orden se desmoralizan, y mientras el estado de cosas enriquece a un grupo creciente de personas que viven muy bien de defender, tratar o reprimir un mal inventado por la prohibición, usted, yo y los demás cabezas de familia somos el público que paga.
¿Qué hacer? Como los Estados prefieren seguir mintiendo, sólo nos queda defender la verdad en este asunto, tan recubierta de ignorancia e interesados mitos. La verdad, señora, es que no hay drogas buenas y malas, sino usos sensatos e insensatos de las mismas (como pasa con las armas de fuego, la energía nuclear y tantas otras cosas), que el uso sensato es infinitamente más probable cuando no hay mercado negro y que la ilegalización estimula toda suerte de abusos. La verdad es que no depende tanto de la (supuesta) heroína como de las condiciones impuestas a su consumo el que sea un vicio pagado con una abyecta vida y una abyecta muerte. La verdad es que había mil veces menos adictos-delincuentes cuando los médicos podían recetar opiáceos. La verdad es que curar la heroinomanía con metadona es como curar al alcohólico de whisky con ginebra y mucha hipocresía. La verdad es que el remedio puesto en práctica está agravando la enfermedad con ofertas de nuevos planes que son caricaturas del más fracasado y viejo, pues la receta de aumentar los castigos —incluso aplicando el de muerte— sólo logra encarecer aún más el producto, aumentando el negocio y consiguiendo que sea vendido por menores de edad, únicos irresponsables a nivel penal.
Coartada
Fíjese que tampoco sirve proponer subvenciones y empleos a las personas por el mero hecho de declararse heroinómanos. Estas medidas estimularían inmediatamente a muchos pobres, parados e infelices a poner los medios para declararse tales, multiplicando la cantidad de personas acogidas a la coartada y el papel de irresponsables víctimas. A usted y a mí nos queda el consuelo de pensar que el asunto es planetario. Pero el mal de muchos no dejará de ser consuelo para tontos. Nuestros protectores corrompen la sociedad en nombre de la salud pública, permitiendo que se venda basura a precios astronómicos, creando cofradías draculinas que dan de comer a mangantes y criminales y fundando una casta a quien la policía protege bajo la categoría de confidentes, aunque en privado les llame gusanos, por aquello de hacer posible una pesca. Es esa canalla quien controla hoy el mercado de todas las drogas ilegales.
Ya verá usted cómo en las próximas elecciones todos los partidos le piden el voto con grandes promesas, después de apoyar hace poco en las cortes aquello que hace crónico el actual estado de cosas. Quizás le he dicho cosas que preferiría no saber, que apartaría como fuere de su mente. Pero me pregunto si quienes le dicen lo que querría oír no serán quienes defienden la auténtica causa de sus desdichas.
Antonio Escohotado, El País, 23 de mayo de 1988, pág. 32
Me impresionó tanto la distribución de los organismos de las Galápagos […] y […] el carácter de los mamíferos fósiles de América […], que decidí reunir a ciegas toda suerte de hechos que pudieran tener que ver de alguna forma con lo que son las especies. He leído montones de libros de agricultura y horticultura, y no he parado de recoger datos. Por fin han surgido destellos de luz, y estoy casi convencido (totalmente en contra de la opinión con la que empecé) de que las especies no son (es como confesar un crimen) inmutables. El Cielo me libre del disparate de Lamarck de ‘una tendencia al progreso’, ‘adaptaciones debidas a la paulatina inclinación de los animales’, etc…, pero las conclusiones a las que he llegado no son muy diferentes de las suyas, aunque sí lo son por completo los instrumentos del cambio. Creo que he descubierto (¡esto es presunción!) la simple forma por medio de la cual las especies devienen exquisitamente a adaptarse a varios fines”.
Carta de Darwin a Joseph Dalton Hooker, 11 de enero de 1844
“En octubre de 1838, es decir, 15 meses después de haber iniciado mi indagación sistemática, leí por casualidad el libro de Malthus sobre la población, y como, debido a mi larga y continua observación de los hábitos de los animales y las plantas, me hallaba bien preparado para darme cuenta de la lucha universal por la existencia, me llamó la atención enseguida que, en esas circunstancias, las variaciones favorables tenderían a preservarse, y las desfavorables a ser destruidas. El resultado de ello sería la formación de nuevas especies”.
Darwin, Autobiografía
José Manuel Sánchez Ron, El 'crimen' de Charles Darwin, theconversation.com 05/04/2023
Tal y como la imagen sintética es un simulacro de la realidad, los modelos de lenguaje generativo que ocupan nuestros titulares, nuestro tiempo y nuestra imaginación no son más que un simulacro de inteligencia. Se trata de un corrector de texto venido a más que, de manera ingeniosa, es capaz de generar apariencia de sentido… Nos devuelve palabras, frases o imágenes alimentadas por modelos estadísticos cuya función es la de que aumenten las posibilidades de sean comprendidas por nosotros. Aunque la máquina no entiende lo que dice, el criterio de éxito de su algoritmo radica en intentar aparentar que sí lo hace. Somos nosotros en el acto de lectura quienes dotamos del significado que carece.
Pero esta destreza técnica oculta, sin embargo, una complejidad mayor. Para poder simular sentido, el modelo bebe de un enorme volumen de textos o imágenes creadas por nosotros mismos, datos que contienen información, sabiduría, ideas, sesgos, maneras de ser, visiones del mundo, conversaciones, sueños e historias. La frase con la que responde a nuestras preguntas emerge de una lógica implícita en nuestra cultura, es una manifestación de lo que somos y sabemos.A pesar de que se trata de simples máquinas de encontrar patrones en las palabras, las palabras contienen significados. De la conexión entre significados emergen las culturas, y las culturas son el hábitat de la condición colectiva de lo humano.
Por ello, si más que la omnipotente máquina que nos prometen vemos en ella la posibilidad de navegar por el interior de nuestras culturas, de nuestras historias acumuladas en infinitas combinaciones de palabras, podemos, tal y como me resumió el mismísimo ChatGPT, “concluir que los modelos de lenguaje son una herramienta valiosa para entender y reflejar la cultura y el conocimiento colectivo”.
No sabemos qué sucederá con la inteligencia artificial (IA), si se convertirá en una amenaza o en una gran oportunidad, si nos emancipará o dominará, si se diluirá en un hype o realmente cambiará nuestra manera de trabajar y de vivir. Quizás simplemente acabe por exponer nuestras limitaciones, bajando del pedestal la supremacía de la inteligencia y la creatividad humana, quizás nos haga ver que los humanos tampoco somos mucho más que unos simples simuladores biológicos de significados dando sentido a un mundo carente de él.
El caso es que, tal como la idea del metaverso alimentó debates sobre la naturaleza de nuestra realidad, la inteligencia artificial nos pone ante un espejo y nos da la oportunidad de preguntarnos una vez más sobre la naturaleza de lo que significa ser humano.
Alberto Barrero, Máquinas de Invocar. ¿Puede la inteligencia artificial hacernos más humanos?, Retina 17/04/2023