Hemos salido esta tarde a caminar por la montaña. Mi mujer se encontraba en plena forma, lo que significa que, como yo iba detrás con la lengua afuera, ella, en cada bifurcación elegía el camino más empinado. Incluso se ha animado a dejar el camino y ponerse a subir monte a través. Me he acordado de mi abuelo Federico, que siempre aconsejaba no abandonar nunca camino por senda. Nosotros hemos abandonado camino por selva. Ha habido un momento que he pensado que estábamos completamentte perdidos, pero entonces he encontrado en un claro una bolsa de plástico, que me ha parecido una luminosa señal de civilización. Por allá había pasado gente. He llegado a casa con las rodillas machacadas, pero ella, mi Agente Provocador, es una mujer biónica y me mira sin entender mi cansancio. ¡Los hombres de mi generación no fuimos educados para esto!
Aquilino Duque cuenta en Mano en Candela que en una ocasión Camilo José Cela y Fernando Quiñones, paseando por la ciudad de Cadiz, fueron a parar a la plaza de la Candelaria, donde toparon con la estatua de Castelar. "Al llegar ambos ante el monumento, comentó Camilo: Ahí donde lo ves, le quitó un amante a mi tía la Pardo Bazán."
Le conté la anécdota a Julia Escobar reconociéndole que no tenía ni idea quién pudiera haber sido el amante. Ella contactó inmediatamente con bibliotecarios y archiveros, concluyendo que "según los rumores de la prensa satírica ¡se trataba de Lázaro Galdiano! con quien doña Emilia "engañó" a su por entonces amante titulado, don Benito Pérez Galdós".
¡San Fermín bendito, un navarro! Pero parece que sí. Resulta que el mismísimo Presidente de la Primera república, don Emilio Catelar -para sus enemigos, "Doña Inés del Tenorio"-, andaba por la cincuentena cuando conoció a Lázaro, treinta años más joven. Un producto notable de su relación fue la revista La España Moderna. Y hay que reconocer que don Lázaro era un magnífico ejemplar de Navarro moderno:
Reconozcamos igualmente que nuestro tan denostado siglo XIX fue mucho más complejo -y libre- de lo que habitualmente acostumbramos a suponer.
(El calvinismo) intenta apartar todas las ideas pecaminosas de la mente y de la sociedad, en un combate sistémico contra ellas. Eso es lo que está haciendo la izquierda, señala todas las ideas perniciosas y reaccionarias y por eso están constantemente abominando de alguien.
(Siguen el mismo esquema que el pensamiento positivo): si cambias tu manera de pensar y alejas de ti todas las ideas negativas, se producirá una conexión mágica con el universo que acabará por atraer todo lo bueno que deseabas; la izquierda posmoderna cree que con cambiar nuestro lenguaje, las formas de pensar, las propias y las ajenas, la sociedad acabara transformándose por completo. Ganar la batalla del discurso, utilizando los marcos adecuados, abre las puertas del universo político.
... la moral izquierdista dejó de ser la propuesta positiva de una serie de valores, normas y convicciones, para convertirse en el afeamiento, siempre ad hominem, de quienes no siguen las instrucciones al pie de la letra, introducen matices, o apuestan por la heterodoxia.
... no sois suficientemente feministas, ecologistas, globalistas, poliamorosos, en definitiva, de izquierdas.
Esteban Hernández, La moral puritana de la izquierda y sus caballos de Troya, El Confidencial, 30/06/2019
Magnífico encuentro virtual con dos jóvenes con muchas ganas de estudiar, promovido por la admirable Fundación Corazonistas.
Uno, Agustín, vive en Perú, en la región de Yurimaguas, es decir, en el alto amazonas.
El otro, Yusuf, nació en Guinea Conakry y, tras atravesar Malí y Argelia, llegó a Tánger, y de aquí pasó clandestinamente a España.
Cuando habla Agustín, nos acompaña el canto de un gallo, de fondo. Cuenta que no es fácil vérselas con las matemáticas o comprender un texto complejo cuando sólo comes una vez al día. El estómago vacío es muy mal pedagogo. Añade que tampoco facilita las cosas tener que recorrer varios quilómetros por la selva y atravesar un río causaloso para llegar a la escuela cada día. Pero él ha conseguido ser maestro.
Yusuf comienza asegurando que "mi sueño era estudiar, ir a la escuela". Para lograrlo tenía que escaparse de casa, porque su padre lo quería ver trabajando en el campo. Al regreso de la escuela, le esperaba fatalmente una paliza, por desobediente. Cuando llegó a España no sabía ni que existía un país con este nombre. Pero se quedó aquí y consiguió, venciendo un sinfín de dificultades, hacer FP de grado medio. Alguien le pregunta qué diría a los jóvenes españoles que no valoran la escuela. "Yo no tengo mucho que decirles... Si acaso... que vean que hay muchos como yo". Yusuf se está preparando para hacer FP de grado superior.
Cuando me han preguntado lo que opinaba sobre Agustín y Yusuf sólo he podido recurrir a la pedantería para sobreponerme a la profunda impresión que me han causado los relatos de sus vidas. He recordado aquellas palabras de Kant: "No se madura jamás para la razón si no es por medio de los propiops intentos". Lo demás es cuento.
Tengo hambre de rutinas, de las zapatillas que me esperan al pie de la cama al despertarme, de mi ducha, de mi armario de ropa limpia, de la luz que entra por la ventana de mi cuarto, del café de la Plaza de Ocata, de mis dos cerezos y sus cinco cerezas, de mis libros, de estas calles de mi barrio, de mi sofá, de las mil pequeñas cosas que dan forma a mi hogar.
Hoy aparece en El Subjetivo un artículo mío defendiendo la dimensión social del conservadurismo.
Me han escrito de Hornachuelos. Tras puntualizar algunos detalles que ya tenía asumidos, me dicen: "Si aún persiste en su solicitud... tendrá la puerta abierta, por supuesto".
Este artículo fue originalmente publicado por el autor en El Periódico Extremadura
En colegios e institutos están al caer los exámenesfinales. Muchos alumnos de secundaria, tras finalizar los exámenes de fin de curso, continúan ahora con la preparación del examen de acceso a la Universidad. Y no pocos profesores andarán también, en muy poco tiempo, haciendo exámenes de oposición para habilitarse plenamente como examinadoresprofesionales. ¡Exámenes! No deja de ser curioso prestar tanto tiempo y energía a algo que, en general, no sirve absolutamente para nada – para nada bueno, se entiende, que tenga que ver la educación –.
Que los exámenes no sirvan para nada bueno quiere decir que no solo no sirven, en general, para promover y evaluar competencias académicas o profesionales, sino que para lo que mayormente “sirven” es para todo lo contrario: para desincentivar y medir habilidades (memorización mecánica, repetición sumisa de lo que nos repiten, paciencia, resistencia psíquica, esfuerzo ciego) que solo de forma muy colateral se relacionan con las competencias que presuntamente desarrollan y califican.
Una prueba irrefutable de la inutilidad de los exámenes es que todo lo que supuestamente aprendemos preparándolos se olvida, casi por completo, en cuanto el examen se acaba. Salvo casos excepcionales (como el del pobre Funes, el “memorioso” del cuento de Borges, que de tanto recordar era incapaz de pensar), la mayoría de nosotros no recordamos prácticamente nada (hagan la prueba) de aquello de lo que se nos examinó en el colegio, el instituto e incluso la facultad. Recordarán, eso sí, cosas asociadas a una buena clase, a la figura carismática de algún profesor, al interés, pasión o profesión que tenían o hayan desarrollado más tarde, o, incluso, a algún evento aleatorio, pero nunca, o muy pocas veces, a los exámenes.
Por otra parte, aprender y examinarserepresentan procesos opuestos. Aprender consiste en asimilar, en tus propios términos, y desde tu propio juicio sobre el sentido y valor de lo que aprendes (¿cómo si no?), lo que otros o el entorno te enseñan; examinarseconsiste en reaccionar a lo que se te ordena, prescindiendo tanto de tu juicio sobre su valor o sentido, como de tus propios ritmos y modos de aprendizaje. Dicho de otro modo: aprender es incorporar a tu acervo vital nuevas ideas, preguntas, niveles de conciencia, capacidades o actitudes, a través de un trabajo personal de investigación y reflexión que se alimenta de la relación con otras mentes y de la necesidad de entender e interactuar adecuadamente con el entorno; examinarse consiste en someterte a mecanismos administrativos que interrumpen, cuando no anulan, ese mismo proceso de aprendizaje para satisfacer requisitos (notas, certificaciones…) que nada tienen que ver, en sí mismos, con él.
Por último, la creencia en que “sin exámenes y notas no se aprende” no solo insiste en el error de equiparar “estudiar para un examen” y “aprender”, sino que presupone una concepción zafia y pobre de los estudiantes, a los que se considera poco más o menos que como perros de Pavlov, adiestrables mediante aprobados y suspensos, en lugar de como personas con motivaciones e intereses propios e independientes. Sin un deseo vivo de saber, no hay educación posible; y ese deseo no se puede generar con chantajes y amenazas. Observen a un niño pequeño, a un genuino investigador, a un artista, y comprobarán que nada de lo que hacen o les mueve para descubrir, conocer o experimentar el mundo tiene nada que ver con preparar exámenes o recibir calificaciones.
¿Por qué nos seguimos empeñando, entonces, en imponer a los niños – desde primaria los podéis ver: destemplados, con las caras lívidas, bloqueados por el miedo al error y obsesionados con las malditas notas... – ese estúpido rito de iniciación a la sumisión, la ignorancia revestida de sapiencia, y a otros miserables aspectos de la vida adulta, que son los exámenes? Lo ignoro. Supongo que por incompetencia y pereza a partes iguales; algo frente a lo cual habría que ser, quizás, más expeditivos. Si la evaluación – según la ley – ha de ser “continua, formativa e integradora”, los exámenes no deberían tener lugar. Es así de simple. Más aún cuando existen cientos de actividades, en sí mismas educativas, que permiten una evaluación (y autoevaluación) mucho más precisa, compleja, equitativa y enriquecedora.
Nada bueno se aprende, en fin, con los exámenes, sino, en todo caso, a pesar de ellos, frase esta que debería estar escrita en el frontispicio de esos cuartelillos del sistema de adiestramiento civil que siguen siendo colegios o institutos. Dejemos de perder tiempo y energía en ellos, y dediquemos esos recursos a investigar, preguntar, razonar, dialogar, experimentar y reflexionar con nuestros alumnos. Esto es, a todo lo que hacen las personas cuando les dejan serlo.
Ayer fue un gran día. La Presidenta del gobierno de Navarra me hizo entrega de la Cruz de Carlos III el Noble de Navarra. Estas fueron las palabras que pronuncié al recibir el galardón:
"Vaya por delante mi más sincero agradecimiento por la concesión de esta Cruz, que recibo como si el mismísimo rey Carlos III me diera con ella el espaldarazo que me arma caballero del Reino de Navarra. Resalto esto porque recibo, sin duda, un privilegio, pero también un deber: el de permanecer el resto de mi vida a la altura de lo que el gobierno de Navarra ha creído ver en mí.
Esta Cruz posee el valor intrínseco que le concede su procedencia, pero también el valor añadido de las personas con quienes la comparto. Gracias por colocarme, si no a su altura, sí en su compañía.
En estas circunstancias es inevitable ser agradecido y dedicar un recuerdo a algunas de las personas que tiraron de mí hacia arriba, contra la inercia.
A mi padre, fallecido cuando yo tenía cinco años, pero cuya cercanía nunca, ni un día, he dejado de sentir como un estímulo.
A mi madre, recordando especialmente aquellos momentos que, en el recogimiento de nuestra humilde casa, cogía mis manos entre las suyas y mirándome a los ojos, me decía: "¡Hijo mío, estudia, para que puedas presentarte en cualquier sitio". Lo que me quería decir es: "¡Fórmate para relacionarte con el humilde sin prepotencia y con el encumbrado sin servilismos". No he conocido mejor definición de educación.
A mis hermanos, que me enseñaron el cabal significado de una palabra que forma parte del patrimonio moral navarro, la de "falso". Gracias a ellos sé que el pundonor siempre sale a cuenta. Añadiré que debo agradecer a mi hermana algo que seguramente ella no sabe. En lo alto de una estantería de su casa, en Sangüesa, allá donde no podíamos llegar los niños, había un libro inalcanzable que, por eso mismo, era para mí una tentación irresistible. Finalmente me hice con él y lo leí de cabo a rabo sin entender palabra, pero con la expectación de descubrir en la siguiente página el misterio de su hermetismo. Yo tenía 11 años y aquel libro, el primero que leí en mi vida, era La dama de las camelias. Desde entonces, leer ha sido para mí una intensidad.
A don Ramiro Layana, médico de Azagra, mi pueblo, que un día de 1964, cuando yo tenía 9 años, se presentó en casa y le dijo a mi madre: "Gloria, tu hijo sirve para los estudios", creándonos así un importante e inesperado problema económico. Gracias a don Ramiro he entendido lo que significa ser un buen maestro: "Ser el amante celoso de lo mejor que puede llegar a ser un niño".
A mis hijos y nietos quiero decirles que, si bien he fracasado estruendosamente en mi intento de imbuirles más afición por el Osasuna que por el Barça, espero que esta Cruz les ayude a tener presente que quien pierde sus orígenes pierde identidad.
Y, obviamente, a mi Agente Provocador, mi mujer, navarra nacida en Lecumberri y criada en Abárzuza, por compartir su vida con alguien que siempre está en otra parte, perdido en remotos parajes eidéticos, es decir, en Babia.
Permítanme, para acabar, asegurarles que no sólo saldré de aquí con la sensación de haber sido armado caballero, sino que mi lema será el de los infanzones de Obanos: "Pro libertate patria, gens libera state".
Muchas gracias".
La política no té els mitjans ni per designar el millors ni per fer-nos subtancialment millors, però sí per configurar unes institucions que dificultin certes pràctiques estúpides i possibilitin unes interaccions que ens facin col·lectivament més intel·ligents sense necessitat que siguem massa llestos. (...)
En matèria de corrupció, no es tracta tant de posar en les intitucions gent incorruptible sinó de dificultar la corrupció amb tots el mecanismes de controlnque siguin aconsellables; el comportament fiscal millora no en virtut de la generositst dels contribuents sinó de la inspecció i incentius; reciclem millor quan ens donen la informació adequada i ens faciliten els punts de dipòsit corresponents ...
Daniel Innerarity, Una defensa de la política, La Vanguardia 08/05/2021
D'ençà que Aristòtil va parlar de la democràcia com un règim mixt es va instaurar una manera de pensar que busca equilibrar principis aparentment oposats. En aquest cas el més raonable sembla combinar els dos diagnòstics i confiar en les solucions combinades del tipus: tanta delegació com sigui inevitables, tanta participació com sigui possible; la democràcia és un sistema polític que posa en joc institucions de la confiança i institucions de la desconfiança, que confereix poder i està contínuament preguntant-se si no es deu haver excedit en aquesta delegació. (...)
... la democràcia està feta per a l'ésser humà corrent i ha de ser dissenyada pensant en el comú dels mortals, de manera que no s'hagi d'esperar gaire de les seves virtuts ni témer gaire dels sus vicis. Esperar-ho tot del "govern dels millors" o del "poble sa" és, a més d'un exercici d'ingenuïtst, una forma d'elitisme o d'elitisme invertit perquè tan arrogant és pensar que les elits ho són perquè són millors com que el poble és sempre millor que els qui el representen.
Daniel Innerarity, Una defensa de la política, La Vanguardia 08/05/2021
Aparece hoy en el Diario de Navarra la crónica de la conferencia que di el miércoles de la semana pasada en Pamplona, en el Centro cultural de la Fundación Caja Navarra. El cronista no anda parco en elogios: "Gregorio Luri encandiló a los presentes con ese tono llano tan suyo, cuajado de anécdotas y dobles sentidos con trasfondo". Me ha dejado el ego tan satisfecho.
Me han propuesto de una editorial catalana escribir una pequeña introducción, de 60 páginas al pensamiento de Leo Strauss. La entrega es para finales de año. Voy a ver si puedo organizarme la agenda. Me apetece, pero mis apetencias no cuentan con la solidaridad inquebrantable del tiempo. Además, tengo más proyectos en mente. En cualquier caso la propuesta ha abierto una especie de compuerta en mí y me he puesto a escribir aforismos de un marcado tono estraussiano. 10 páginas de una tirada. Veremos si puedo continuar a buen ritmo y ya decidiré lo que hago con lo que salga.
Me he vuelto caprichoso y eso tiene algo bueno, que hago lo que quiero, pero no estoy seguro de que me ayude a disciplinarme. A veces hay que querer hacer lo que se debe.
Quizás les soprenda saber que he escrito al monasterio cisterciense de Santa María de las Escalonias, en Hornachuelos, pidiéndole al superior que me acoja durante una semana. Escribiendo el libro sobre El recogimiento en el Siglo de Oro descubrí que los caminos más diversos me conducían una y otra vez hasta Hornachuelos, exactamente hasta el convento franciscano de Santa María de los Ángeles, situado en un lugar tan agreste como espectacularmente hermoso, lleno de encanto, misticismo y misterio. Aquel monasterio fue abandonado y ahora está convertido en seminario diocesano, pero en Hornachelos varios monjes del navarro Monasterio de la Oliva fundaron en 1986 el monasterio cisterciense a cuyas puertas acabo de llamar. El azar amigo me puso en contacto con uno de los monjes, fray Antonio, que habló con el superior y me entreabrió las puertas. Ahora estoy esperando la respuesta al mail que le he enviado a este último. No estoy muy seguro de que a mi mujer le haga mucha ilusión que pase una semana en un convento de clausura y, la verdad, algo de inquietud me provocan sus dudas.
A les darreres classes a 1r de batxillerat hem debatut sobre la qüestió de la propietat privada a partir de l’estudi i comentari d’alguns textos de Rousseau.
El fet que la matèria de filosofia estigui reduïda a les dues raquítiques hores setmanals de l’actual pla d’estudis provoca que aquests debats sempre siguin insuficients, superficials i insatisfactoris. Aquest va ser el motiu del naixement d’aquest bloc: mirar d’ampliar l’espai de reflexió i debat que no es pot produir a l’aula. Intentarem fer un petit aprofundiment al tema de la propietat privada, tot incorporant alguns elements contemporanis al debat.
Centrem-nos: Rousseau afirma que la propietat privada provoca la degeneració de la naturalesa humana, en tant que provoca un desequilibri a les tendències naturals humanes, tot provocant l’ambició, l’avarícia i, per sobre de tot, la pèrdua del sentiment de pietat envers els altres éssers vius. També afirma que per tal de protegir la propietat privada es va generar el pacte que va originar l’actual societat; aquí Rousseau estava denunciant les teories del naixent liberalisme, que assegurava que la societat havia nascut per tal de defensar els drets naturals dels humans: vida, llibertat i propietat. Rousseau considerava que si la societat havia nascut per defensar la propietat, indefectiblement es perpetuaria la desigualtat entre les persones, justament pel fet que no tothom té propietats ni possibilitats de tenir-les. I, sense igualtat, la veritable llibertat no és possible.
Rousseau, al Contracte social defineix molt clarament la qüestió de la igualtat: “La veritable igualtat no resideix en el fet que la riquesa sigui absolutament la mateixa per a tots, sinó que cap ciutadà sigui tan ric com per poder comprar a un altre i que no sigui tan pobre com per veure forçat a vendre’s”.
A partir d’aquestes reflexions, hem intentat treballar a classe la qüestió de la propietat privada i ens hem trobat amb les següents situacions:
Malgrat aquestes dificultats, no hem de llençar la tovallola: el pensament crític té la terrible virtut de florir als terres més àrids, si tenim prou constància per conrear-lo.
Primer de tot hem de plantejar el dubte sobre la mateixa situació en relació amb la propietat… Resulta que els meus alumnes tenen poques propietats: o bé els seus pares estan pagant una hipoteca o un lloguer. És a dir, l’element més bàsic de la propietat privada (l’habitatge) no el tenen garantit. Cal reflexionar sobre aquesta qüestió, ja que sovint hom pensa en la propietat privada en funció de les riqueses acumulades, però no pensant en drets bàsics com l’habitatge. Sovint he de recordar a classe que dubto que, en una hipotètica socialització de l’habitatge, el primer pas fos anar a Sant Ildefons a obligar a ningú a compartir el seu habitatge. Existeix una molt evident manca de consciència sobre la desigualtat en referència a l’habitatge: el Palau episcopal de Barcelona, residència de l’arquebisbe, no és exactament una habitació a un modest pis del barri de Sant Ildefons.
D’altra banda, caldria incloure al debat elements que van més enllà del problema de l’habitatge, en especial els que relacionen la propietat privada amb els mitjans de producció. Hem de pensar que desmuntar la propietat privada no té per què implicar l’apropiació de les empreses per part de l’estat: el cooperativisme i altres exemples de col·lectivització demostren ser sistemes molt més justos per al treballador que la gestió empresarial privada habitual.
Un exemple d’actualitat pel que fa a la gestió de l’empresa com a propietat privada: la fusió entre CaixaBank i Bankia implicarà la pèrdua de més de 8000 llocs de treball i, també a causa de la fusió, el nou president de l’entitat així com els seus consellers triplicaran els seus sous.
Així, l’enriquiment d’uns pocs es compra amb la pèrdua del lloc de treball i, per tant, dels mitjans de subsistència, de molts… Crec que la reflexió de Rousseau sobre la desigualtat és adequada a aquest exemple.
En mig d’un dels debats, una alumna va argumentar en favor de la propietat privada amb un discurs on es relacionava el desig de propietats amb la motivació per lluitar per millorar en els nostres llocs de treball, estudiar per a tenir un bon lloc de treball, cada cop millor, que ens permetrà adquirir propietats, cada cop millors; aquest ha estat el motor del progrés de la nostra civilització… Aquest discurs, que forma part de l’argument de moltes pel·lícules americanes, està molt més integrat del que sembla, però és fàcil de desmuntar:
Podem admetre que el que desitgem és el benestar i que la propietat, tal com estan les coses, sembla la condició i la garantia per a aquest benestar. Ara bé, també és cert que un cop posseïm una propietat que pugui garantir aquest benestar, sentim el desig de posseir-ne més i, així, veiem que el mer consumisme no garanteix la felicitat sinó, més aviat, una contínua insatisfacció.
Pel que fa al desig de propietat com a motor del progrés, també ens hem de desenganyar: el motor del progrés té a veure amb la combinació de moltes circumstàncies diferents; és evident que el desig d’enriquiment hi té a veure, però si acceptem que gran part del progrés tecnològic es deriva de la recerca bèl·lica, hauríem de concloure que la guerra és bona, ja que el desig de matar-nos els uns als altres amb major eficiència, ha provocat que ara tinguem telèfons mòbils.
En resum, crec que la cultura de la propietat privada ja ha donat prou mostres de perversitat; caldria que obríssim la ment a noves formes que ens portin a compartir més que a posseir.
Aparece hoy mi colaboración en El Tribú, que en este caso, se centra en una palabra: la amistad. Es el broche oportuno a unos días vividos con intensidad en Pamplona en los que la primavera y la amistad se han hecho muy presentes.
Ayer, en la vuelta a Ocata, tras pagar un breve tributo a la melancolía con un brevísimo viaje a mi pueblo, Azagra, me dirigí al pueblo de Arbeca, en las proximidades de Lérida. Llegué con tiempo suficiente para darme el placer de volver a recorrer, despacio, la distancia que separa este lugar (y su magnífico poblado ibérico) de Vallbona de las Monjas. Al llegar a Maldà la carretera discurre dulcemente por el fondo de un pequeño valle -la vall del Maldanell- que conduce, primero a Llorens de Rocafort y, después a Vallbona. No me voy a entretener describiendo las delicias de este paisaje. Solamente diré que se entromete con frecuencia en mis sueños, como curioso fondo de diferentes vivencias oníricas. Bueno... añadiré también que, visto el rápido proceso de despoblación de la comarca, quien quiera disfrutar del geométrico cuidado con el que el hombre ha ido moldeando la orografía natural en terrazas para favorecer los cultivos, ha de apresurarse. Todo un mundo agrícola está desapareciendo, desvaneciéndose mientras nosotros miramos a no se sabe muy bien dónde. A las 19:30 comencé mi conferencia en el teatro de Arbeca. Al finalizar, dos horas después, el alcalde me hizo entrega de este valiosísimo obsequio:
Llegué a casa cansado, pero ese cansancio me ha proporcionado la dicha de dormir nueve horas de un tirón. Ahora me dispongo a ir a desayunar al Petit Café de la plaza de Ocata.
Vuelvo a leer lo escrito. Durante esta semana han pasado muchas cosas pero lo que de manera espontánea aflora a mi memoria son los paisajes, convertidos en decorado sentimental de un viaje. Y bien está que sea así. Se quedarán conmigo.
Els cinc punts del 'wokisme'
Uno. El testimonio de la persona considerada oprimida es sagrado e incuestionable.Según Lindsay y Pluckrose, el constante ejercicio posmoderno del escepticismo hizo que “la frontera entre lo que es objetivamente verdadero y lo que es subjetivamente experimentado dejase de ser aceptada”. Por eso el ‘wokeism’ rechaza la existencia de una gran verdad objetiva y le rinde obediencia, por el contrario, a la “experiencia vivida”. El testimonio personal es igual o más válido que cualquier esforzado razonamiento empírico. Un talismán impermeable a la duda.
El pensador que dio a la subjetividad una aplicación práctica fue Derrick Bell, primer profesor titular afroamericano de la Universidad de Harvard. Bell adoptó la subjetividad y la experiencia personal como elementos clave para entender la relación entre los sistemas legales y las minorías. Un negro, decía, no podía ser juzgado por los mismos parámetros legales que un blanco, pues su experiencia era distinta. Bell cuestionó los conceptos de racionalidad y neutralidad jurídica, y movió el centro de gravedad de su teoría al subjetivismo.
La idea de Bell, esbozada en los años 70, echó a volar y acabó conformando uno de los mantras identitarios más poderosos: el convencimiento de que la autenticidad, el valor, el oro, está en lo padecido. Como apunta el historiador Mark Lilla en 'El regreso liberal', cada vez es más común empezar una alocución de esta forma: “Como mujer soltera...” o “Como hombre asiático...”. Una manera, según Lilla, de arrogarse una posición privilegiada y levantar una barrera contra posibles críticas.
Dos. Tu identidad racial, sexual o de género definirá el 100% de tu existencia.
Viniendo del punto anterior, ¿qué pasaría si nos encontrásemos con dos testimonios personales mutuamente excluyentes? ¿A quién creeríamos? La profesora Kimberlé Crenshaw solucionó este problema en 1989, cuando acuñó el concepto de 'interseccionalidad'. Esta idea explica cómo las características dadas de la raza, el género o la orientación sexual se solapan entre sí para crear una jerarquía de la opresión. Así, una mujer negra lesbiana estaría más oprimida que una mujer negra, a su vez más oprimida que una mujer blanca, a su vez más oprimida que un hombre. Algo que te ha dado el azar, como la pigmentación cutánea, tiene una importancia mucho mayor que, por ejemplo, la riqueza, el carácter o el trabajo duro.
Cuando la poeta Amanda Gorman decidió que sus poemas tenían que ser traducidos por mujeres jóvenes, activistas y, a ser posible, negras, la idea subyacente era esa: la interseccionalidad. Estas características predominaron sobre la experiencia o el talento de los traductores, y algunos perdieron su encargo.
Tres. La opresión es como el aire: está en todas partes.
Otro de los conceptos posmodernos que más han influido en el movimiento ‘woke’ es el de las “epistemes”, desarrollado por Michel Foucault. El pensador decía que no hay conocimiento objetivo, sino solo epistemes: sistemas de conocimiento creados por grupos concretos para defender su poder. Para el ‘wokeism’, la episteme actual, la Ilustración, el movimiento filosófico de los siglos XVII y XVIII sobre el que se fundamenta Occidente, con sus valores de libertad individual, secularismo o fe en el método científico, solo sería un artificio del hombre blanco hetero occidental: un vasto y sutil régimen autoritario. El solo hecho de vivir en los términos de esta episteme, con sus ideas y su lenguaje, resultaría opresivo para quienes no son hombres blancos heteros.
Cuatro. “El lenguaje es violencia”.
Dado que el conocimiento es opresivo, los ‘woke’ están obsesionados con las palabras. Las palabras son armas: instrumentos afilados que un grupo ha creado para mantener su dominio. De ahí, por ejemplo, que el ‘wokeism’ de género, prevalente en España, rechace el uso del masculino por defecto para designar el plural, y prefiera llegar al mayor grado posible de concreción, como: “niños, niñas y niñes”. Sería una manera de cuestionar la supuesta episteme creado por el “heteropatriarcado”. Aquí está la explicación de las “microagresiones”, de la corrección política y de uno de los mantras del ‘wokeism’, 'Language is violence'. 'El lenguaje es violencia'. Lo cual aporta la coartada para escraches y cancelaciones.
Estas premisas contextualizan las decisiones de segregar a los alumnos, o la declaración de que las matemáticas, la meritocracia o la puntualidad son racistas, o de que la familia nuclear es un constructo del hombre blanco occidental y que una alternativa sería vivir en formato 'pueblo', como se enseña a los niños en el distrito escolar público de Buffalo. Se trata de hacer la revolución, y esta solo se hace atacando la raíz, a los mismísimos pilares de una sociedad. Desmontándolo todo para volverlo a montar desde cero. Una nueva episteme.
He aquí la diferencia fundamental entre el movimiento de los derechos civiles y la vertiente radical del movimiento ‘woke’. El primero actuaba dentro de la democracia liberal: quería perfeccionarla. Extender sus derechos y libertades a las mujeres y a las minorías, como se hizo sucesivamente a lo largo del siglo XX y se trata de hacer todavía. El segundo, en cambio, considera que la democracia liberal está podrida de raíz. No quiere mejorar ni ampliar sus valores; quiere destruirlos y construir otros nuevos. Pero hay un quinto punto en la filosofía de los identitarios radicales.
Cinco. Nada de lo anterior, en realidad, tiene sentido.
En la elaboración de estos puntos ya hay algunas contradicciones. El testimonio personal es sagrado, pero a las personas se nos encierra en categorías raciales totalmente rígidas. Nuestra individualidad es sagrada solo cuando encaja en estos estereotipos preconcebidos. Si un intelectual afroamericano como Glenn Loury o Coleman Hughes rechaza estas ideas y denuncia paternalismo en ellas, por ejemplo, es automáticamente excluido y tachado de “negro que se odia a sí mismo”.
El profesor de Lingüística de la Universidad de Columbia John McWhorter, progresista afroamericano que se ha echado sobre los hombros la tarea de derribar lo que él llama el 'neorracismo', dice que estas interminables contradicciones hacen del ‘wokeism’ una religión. Es algo en lo que solo se puede tener fe, porque no tiene sentido. Aquí van cinco tautologías de las 10 que presenta McWhorter:
“Apoya que la gente negra cree sus propios espacios y mantente fuera de ellos. Pero busca amigos negros. Si no lo haces, eres un racista”.
“Debes de esforzarte eternamente en entender las experiencias de los negros. Pero jamás podrás entender lo que es ser negro, y si crees que lo entiendes, eres un racista”.
“Cuando los blancos se van de vecindarios negros, es huida blanca. Pero cuando los blancos se mudan a vecindarios negros, es gentrificación”.
“Si eres blanco y solo sales con gente blanca, eres un racista. Pero si eres blanco y sales con una persona negra, estás, aunque sea interiormente, exotizándola como un 'otro”.
“Los negros no pueden ser hechos responsables de todo lo que hace cualquier persona negra. Pero todos los blancos deben de reconocer su complicidad personal en la perfidia de la historia de la ‘blancura”.
Argemino Barro, Doctrina 'woke' (II): los orígenes del gran despertar. Poder, neolengua y culto al agravio, elconfidencial.com 22/04/2021 [https:]]El capitalismo afectivo ha sido la conquista perfecta (la revolución cumplida). Toda revolución pasa por los afectos. No hay revoluciones que partan únicamente de estudios racionales, sino que en su origen siempre hay pulsiones afectivas. La idea que dice que los afectos son revolucionarios es cierta y la ha sabido aplicar perfectamente el capitalismo. El capitalismo ha hecho que lo imposible, nuestra vida convertida en cálculo económico, se convierta en lo inevitable (aceptar trabajos de mierda, abusos, etc.). Y para ello ha contado con nuestra colaboración. Ha deglutido nuestras potencias afectivas. Ahora bien, ¿puede haber respuesta? Solo hay creación de algo nuevo, decía Lorca, si hay herida, dolor. Pero tenemos que tomar conciencia real de esa herida, no para curarla sino para hacerla visible. El capitalismo afectivo es un analgésico muy potente, que hace de esas heridas material para su supervivencia. Puede hacer que no sintamos el dolor, o que lo aceptemos. Se necesita sentir el dolor como intolerable, y eso el capitalismo afectivo sabe como cauterizarlo.
En los años setenta los ideólogos del neoliberalismo hablaron del 'votante inteligente'. Este sería aquel que no pierde demasiado tiempo en política, ya que no es una cosa muy importante, y la utilidad de su voto es marginal. Es mejor dedicar tiempo a otras cosas. Y eso ha calado muy hondo en nuestras formas de relación con la política. Es peligroso reducir la vida democrática a este modelo. Al mismo tiempo la sensación de agotamiento que nos rodea contiene también peligro.
Javier Fernández Rubio, entrevista a Alberto Santamaría: "El capitalismo es un enorme animal que expele un hedor putrefacto ...", el diario.es 02/05/2021
Las convicciones ideológicas son fruto del procesamiento voluntario de la información que recibimos y de mecanismos psicológicos automáticos. Nosotros planteamos que las creencias conspirativas se sustentan en tres grandes necesidades psicológicas: la de comprender el mundo, la de sentirse a salvo, y la de pertenecer a un grupo social y estar conforme con uno mismo. Quienes se ponen más a la defensiva son más propensos a aceptar las teorías conspirativas, quizá para eludir sus defectos, y también los que presentan sentimientos de impotencia, ansiedad, aislamiento y alienación. Quienes se ven como piezas miserables de un descomunal engranaje político tienden a sospechar que en él se mueven influencias perversas. Esos miedos pueden ser atizados, además, por los políticos que se sienten amenazados.
La pandemia de COVID-19 reúne las condiciones idóneas para generar vulnerabilidad ante los discursos conspiranoicos: hay mucha incertidumbre y ansiedad; el confinamiento y la distancia social recrudecen el aislamiento; y las personas que intentan entender este momento insólito buscan explicaciones extraordinarias. ¿Remitirá la «infodemia» cuando remita la pandemia? Me temo que no. En primer lugar, quizá se alivien algunas necesidades sociales, pero los sentimientos de duelo, incertidumbre, impotencia y marginación seguirán afligiendo a quienes hayan perdido a un familiar, se hayan quedado en paro o hayan tenido que dejar los estudios. Los planes de recuperación no deben centrarse solo en la economía y la salud física. Si ignoramos la crisis de salud mental, corremos el riesgo de perpetuar la crisis informativa. En segundo lugar, no sabemos casi nada sobre el modo en que evoluciona la vulnerabilidad a las teorías conspirativas. Es posible que hasta las fluctuaciones psicológicas diarias influyan.
Aleksandra Cichoka, Contra las teorías conspirativas, Investigación y Ciencia, Mayo 2021
La cuestión de la objetividad moral y política es notoriamente espinosa y ha motivado desde hace siglos numerosas disquisiciones filosóficas. No obstante, el fondo de la cuestión es fácil de comprender si analizamos algunas conversaciones hipotéticas. Supongamos una discusión en torno a un problema sencillo de ciencias o matemáticas: dos amigas colaboran para resolverlo y se hallan debatiendo una solución.
María: La raíz cúbica de 2197 es 13.
Susana: No, la raíz cúbica de 2197 es 14.
Puede que los observadores de este desacuerdo ignoren la respuesta correcta. Pero tendrán la absoluta certeza de que solo existe una respuesta correcta. No se trata de una cuestión de opiniones: se da un hecho y quien sostenga una visión alternativa simplemente estará equivocado.
Pensemos ahora en una situación distinta. Supongamos que ambas amigas deciden hacer un receso para comer y comentan qué untar en sus panecillos:
María: El queso crema vegetariano está buenísimo.
Susana: ¡Qué va!, no está bueno para nada. Da asco.
En este caso, los observadores podrían adoptar otra actitud: aun si dos personas mantienen posturas contrarias, puede que ninguna de ellas sea incorrecta. No parece existir una verdad objetiva en torno a la cuestión.
Teniendo en cuenta lo anterior, pensemos en lo que ocurre cuando se debaten temas controvertidos relacionados con cuestiones políticas donde interviene la moral. Supongamos que, mientras nuestras dos amigas disfrutan de su almuerzo, entablan una acalorada discusión de índole política:
María: El aborto es inmoral y debería ser ilegal.
Susana: No, no tiene nada de malo y debería ser legal.
Nos planteamos cómo entender este tipo de debate. ¿Se asemeja a un problema matemático con una respuesta objetivamente correcta y quien diga lo contrario andará errado? ¿O se trata de un choque frontal de gustos, donde las personas pueden tener opiniones encontradas sin que ninguna de ellas sea incorrecta?
En los últimos años, el estudio de esta temática ha trascendido los dominios de la filosofía y abraza también la psicología y la ciencia cognitiva. En lugar de acudir a las intuiciones de filósofos profesionales, una serie de investigadores como nosotros ha comenzado a reunir pruebas empíricas para analizar la perspectiva de los individuos ante estas cuestiones. ¿Tendemos a pensar que los asuntos morales y políticos tienen respuestas objetivamente correctas? ¿O tenemos una visión más relativista?
La pasada década de investigación ha puesto de manifiesto la complejidad de la cuestión. Hay personas más objetivistas y otras más relativistas. Pese a parecer obvio, los estudios posteriores quisieron examinar las diferencias entre ambos perfiles. Cuando a los participantes se les preguntaba si estarían dispuestos a compartir techo con alguien de opinión contraria a la suya en cuestiones morales o políticas, los objetivistas eran más proclives a rechazarlo. Cuando se invitaba a los participantes a sentarse en una sala, los objetivistas tendían a situarse lejos de los de parecer opuesto. Como señaló en una ocasión el psicólogo Geoffrey P. Goodwin. de la Universidad de Pensilvania, los que mantienen un punto de vista objetivista tienden a manifestar más cerrazón.
¿A qué se debe ese hecho? Una posibilidad sencilla es que, si creemos que existe una respuesta objetivamente correcta, podemos concluir que quien sostenga lo contrario estará equivocado, por lo que no valdrá la pena escucharlo. Por tanto, la visión que se tiene de las verdades morales objetivas podría condicionar la forma en que el individuo interacciona con otras personas. Es esta una hipótesis plausible que merece mayor indagación en el futuro. Con todo, pensamos que la historia no acaba ahí: sospechamos que podría darse un efecto en la dirección opuesta. Quizás el problema no se limite a que la adopción de enfoques objetivistas condicione la interacción con los demás; tal vez las interacciones con los demás puedan, en realidad, condicionar el grado en que se adoptan posturas objetivistas.A la mitad de los participantes se les animó a discutir para ganar indicándoles que sería una charla competitiva cuyo objetivo era batir al interlocutor. El resultado coincidió con el tipo de comunicación que se observa a diario en las redes sociales. Como ejemplo, citamos la transcripción de una de las charlas:
P1: Creo al cien por cien que es elección de la mujer.
P2: El aborto debería estar prohibido porque detiene un corazón que late.
P1: El aborto depende de la ley del país donde vives.
P2: El corazón late a los 21 días: es un asesinato [sic]
A la otra mitad se le animó a discutir para aprender. Se le informó de que la charla tenía una finalidad cooperativa y que debía intentar aprender todo lo posible de su contendiente. Las conversaciones solían lucir un tono bastante distinto:
P3: Creo que el aborto es un derecho que deberían tener todas las mujeres. Entiendo que algunas personas quieran establecer ciertos condicionantes acerca del cuándo y el porqué, pero creo que debería poder practicarse por cualquier razón, antes de un momento concreto del embarazo (acordado por los médicos) para no causar daño a la madre.
P4: Yo creo que la vida comienza en el momento de la concepción (cuando el espermatozoide penetra en el óvulo), así que para mí el aborto equivale a un asesinato.
P3: Entiendo perfectamente ese punto de vista. Como biólogo, es obvio que la «vida» nace desde la primera división celular. Pero no creo que se encuentre en un estadio tan avanzado como para justificar la abolición del aborto.
No es de extrañar que obtuviéramos tales resultados a partir de los dos tipos de instrucciones. Pero ¿conllevarían los debates en sí mismos la adopción de diferentes perspectivas respecto a la verdadera naturaleza de la cuestión debatida? Al término de la conversación, preguntamos a los participantes si creían que existía una verdad objetiva sobre los temas que acababan de debatir. Asombrosamente, las discusiones, de 15 minutos de duración, hacían variar los puntos de vista de los participantes. Los individuos resultaron ser más objetivistas tras debatir para ganar que tras hacerlo para aprender. En otras palabras, el contexto social del diálogo modificaba de veras su opinión ante una pregunta tan filosófica como si existe una verdad objetiva.
Los resultados desembocan de forma natural en otra cuestión que va más allá de lo que puede abordarse mediante un estudio científico. ¿Cuál de los dos modos de discutir convendría adoptar ante temas políticos controvertidos? A primera vista, la respuesta parece inmediata. ¿Quién se negaría a reconocer que hay algo sumamente importante en el diálogo cooperativo y algo tan contraproducente en la pura competición?
Si bien esa simple respuesta puede ser cierta en la mayoría de las ocasiones, podrían darse casos no tan claros. Supongamos que mantenemos un debate con un grupo de escépticos del cambio climático. Podríamos tratar de sentarnos, escuchar sus argumentos y hacer lo posible por aprender de estos. Pero hay quien consideraría que ese enfoque es incorrecto. Puede que no tuviéramos nada que ganar mostrándonos abiertos a unas ideas que contradicen el consenso científico. De hecho, acceder a participar en un diálogo cooperativo podría ser un ejemplo de lo que los periodistas denominan un «falso equilibrio», en el que se legitimaría una postura atípica. Hay quien diría que, en estos casos, el mejor enfoque sería debatir para ganar.
Es evidente que nuestros estudios no pueden determinar directamente qué forma de debatir es «la mejor». Y si bien numerosas pruebas indican que el discurso político contemporáneo está adquiriendo un tono cada vez más combativo y se preocupa más de ganar, nuestros resultados no aclaran por qué se está produciendo dicho cambio. Más bien nos ofrecen una nueva información relevante que considerar: la modalidad de debate que adoptamos hace variar nuestra comprensión de la cuestión en sí. Cuanto más debatamos para ganar, más nos parecerá que existe una sola respuesta correcta y que las demás están equivocadas. En cambio, cuanto más debatamos para aprender, más pensaremos que no existe una verdad objetiva y que puede haber otras respuestas igualmente ciertas. Así que la próxima vez que decidamos cómo entrar en una discusión en Facebook sobre el tema polémico del día, debemos recordar que no solo estaremos determinando cómo interactuar con una persona que mantiene la postura opuesta. También estaremos tomando una decisión que condicionará el grado en que nosotros —y los demás— consideraremos que la cuestión en sí tiene o no una respuesta correcta.
Matthew Fisher, Joshua Knobe, Brent Stricland, Frank C. Keil, El tribalismo de la verdad, Investigación y Ciencia, mayo 2018
¿Por qué la glesia de san Agustín? Se suele decir que este era un santo especialmente grato al neófito. Pero yo sospecho que, siendo esto cierto, hay otra razón: aquí Garcilaso de la Vega fue armado caballero de Santiago, el 11 de noviembre de 1523.
Tras la ceremonia, hablaron de la posibilidad de que Ediciones Jerarquía, dirigida por Laín, Rosales y Vivanco, editara el Epos de los destinos… de cuya primera edición tengo un ejemplar en mi biblioteca.
Este artículo fue originalmente publicado por el autor en El Periódico Extremadura
De todas las “lecciones” a extraer de la pandemia, tal vez haya que destacar, por su relevancia y su relación con la educación, estas tres: la innegable dimensión global de la mayoría de los acontecimientos que conforman, hoy, nuestra experiencia; el crecimiento exponencial tanto del acceso a la información como de la posibilidad de manipularla; y la ausencia, siquiera como referente ideal, de criterios ético-políticos claros y explícitos (tanto en la ciudadanía como entre la clase política y los “expertos”) con que afrontar situaciones como la vivida.
Comencemos por lo último. Se ha discutido mucho durante estos meses sobre el control disciplinario de los ciudadanos por parte del Estado. ¿Pero había otra posibilidad? ¿Estaba preparada la ciudadanía para adoptar motu proprio pautas cívicas de carácter extraordinario? Que la ciudadanía esté preparada para asumir por convicción, y no coerción, determinados deberes, depende de su educación (nadie nace sabiendo comportarse), pero también de que esa educación esté orientada a desarrollar la autonomía y la responsabilidad moral, en lugar de reducirse a mero adiestramiento retórico en normas y valores.
Pese a la obviedad de lo dicho, la mayoría de la gente (políticos y expertos incluidos) tiene a la ética como un saber infuso y puramente subjetivo o, en el mejor de los casos, como una simple práctica o fundamentación escolar de valores. Nada más lejos de la realidad. La ética es una disciplina filosófica que, más allá del análisis del hecho moral, de sus condicionantes, su lenguaje o su relación con otros hechos e ideas, propone y desarrolla planteamientos desde los que afrontar dilemas y decisiones de relevancia personal y social en infinidad de ámbitos (económico, ecológico, científico-tecnológico, médico, empresarial, legal, político, etc.), fuera de los cuales es muy difícil entender lo que implican nuestros juicios y posiciones morales, deontológicas o políticas. Pues ser libre no es hacer lo que queramos, sino ser conscientes de las causas y consecuencias de (y de las alternativas a) nuestras decisiones y de la justeza del criterio que aplicamos para tomarlas.
En cuanto al problema de procesar con fiabilidad la información, se alude con frecuencia al “pensamiento crítico”. ¿Pero qué es el “pensamiento crítico”? Los historiadores creen que conocer la historia (¿pero quién critica su modo de conocer?), los científicos que aplicar su método (¿pero qué demuestra la validez de su criterio de validez?), otros que variar o revisar las fuentes (¿pero por qué unas y no otras?). Mas el pensamiento crítico no se reduce a una vaga capacidad transversal a desarrollar en cada campo del saber, sino que constituye, por el contrario, una competencia sustantiva, consistente en someterlo todo a análisis racional (desde la concepción y categorización de lo real hasta la propia noción de conocimiento o ciencia, evitando supuestos infundados, dogmas y prejuicios) y que, solo una vez asentada, se puede trasladar al resto de las disciplinas. ¿Que esto supone una formación larga y específica? Claro: como la física de partículas o el arte de tocar el piano. Con la diferencia de que dominar la física de partículas o el piano no son imprescindible para la convivencia o el desarrollo educativo en general, mientras que el pensamiento crítico sí.
Por último, ¿cómo tratar educativamente el tema de la “globalización”? Organismos como la OCDE proponen formar a los alumnos en una “competencia global” que les prepare para comprender la complejidad del mundo integrando todas sus dimensiones, niveles y relaciones sistémicas. Pero el desarrollo de esta competencia exige pericia en ese saber de lo total y sus partes que es la ontología, además de, también, en la ética, si es que hemos de justificar, de forma convincente, el compromiso moral con “causas”, también “globales” o universales, con las que no cabe ningún vinculo afectivo o pragmático inmediato. Integrar ideas y conocimientos para obtener una visión global de la realidad, y fundar compromisos y decisiones en orden a su validez universal son, por cierto, dos de las tareas propias a la filosofía.
Conclusión: es imprescindible que nuestros alumnos, futuros protagonistas de pandemias y problemas globales aún más graves, aspiren a poseer una visión holística, profunda y ontológicamente ordenada de lo real, un pensamiento crítico fundado en una rigurosa reflexión sobre el conocimiento, y un criterio ético propio y fundamentado, de manera que, más allá de salvarse a si mismos del egoísmo más ciego, sean inmunes a demagogos o “virus informativos”, sensibles a injusticias y desigualdades, y resistentes a tentaciones totalitarias y/o segregadoras. Que, además, sepan inglés, informática y ciencias, está muy bien, pero no los va a salvar de todo esto (y, a la mayoría, ni siquiera de la precariedad económica).
Hace años leí en no recuerdo dónde que un hombre de Waterburg, en Connecticut, se enfrentaba a un divorcio después de que su esposa descubriera que había estado 60 años fingiendo que era sordo sin serlo, para no escucharla. En aquel momento la noticia me hizo gracia. Pero han ido pasando los años y cada uno de ellos se ha llevado un poco de mi capaciad auditiva. Con lo cual en las conferencias, tras dejar claro que yo "oigo poco, pero mal", me permito el lujo de contestar lo que me da la gana a las preguntas que me hacen, las entienda o no. Lo mismo hago con los periodistas y con la gente que se sienta a mi lado por las mañanas en la terraza del Café de Ocata interrumpiendo mi lectura.
Me gustaría ser capaz de cantar un peán a los pantalones que he tirado esta mañana al cubo gris de la basura. Un peán era un canto de victoria y aunque había algo de derrota en mi despedida de unos pantalones que tanto servicio me han prestado de forma tan callada y solícita, el hecho de que hayan resistido hasta casi deshilacharse con solo tocarlos, me parece que es una victoria sobre la obsolescencia programada de los productos de consumo modernos. Yo quería a esos pantalones. Llevaban varios años conmigo y ya estábamos hechos el uno al otro. Ahora tengo que ir domesticando unos pantalones nuevos para que se adapten sin rechistar a mis caprichos motores y posturales. ¿Si se entierran animales, por qué no enterrar una prenda a la que con el roce -nunca mejor dicho- le has cogido cariño? "Aquí yacen mis fieles pantalones, siempre a mano, que nunca defraudaron la promesa que me sugirieron al comprarlos".
Por lo demás, día de lectura, Del frente popular a la rebelión militar, el tristísimo libro de Diego Martínez Barrio, y de jardinería, sembrando "dichondria repens" en nuestro jardín lilipitiense... a ver si los mirlos no se zampan las semillas antes de que echen raíces.
Me nombran en La Razón.
Fernando Broncano, La tragedia de la democracia, El laberinto de la identidad 08/05/2021
Pese a los logros en la exploración y descripción, los científicos aceptan la perplejidad en la que siguen inmersos cuando se trata del cerebro humano, empezando por su origen, es decir, por las condiciones de posibilidad y necesidad de su aparición.
El intento de salir de la misma ha conducido a proyectos como el llamado Brain Initiative, apoyado en 2013 por el presidente Obama y que se presenta como el equivalente en el campo de las neurociencias de lo que el proyecto genoma humano ha sido en el campo de la genética. Una de las almas del mismo, el neuro-biólogo Rafael Yuste (universidad de Columbia y DIPC- Donostia International Physics Center) apuesta a que pronto la tecnología permitirá hacer un mapa del estado de nuestro cerebro, no sólo de lo que estamos percibiendo en acto, sino también de lo que estamos deseando o temiendo. El método es holístico, es decir, la intervención en las partes exige tener un trazado del Todo. El todo ni más ni menos que del cerebro…de ahí las exigencias deontológicas, que obligan a extremar las precaución, al menos en el contexto de la investigación académica: se empieza por penetrar en el cerebro de los animales para ver las causas de eventuales deficiencias en el comportamiento de los mismos, pero la finalidad es llegar a hacerlo en el de los humanos, entre otras cosas para intentar entender mecanismos como el Parkinson o el Alzheimer. Sin duda las máximas que motivan no siempre son tan encomiables. Yuste no ha dejado de poner en guardia sobre las posibles consecuencias negativas: utilización por grupos o estados a los que poco importa la medicina o el conocimiento, pues su objetivo es llegar a manipular el cerebro de los ciudadanos.
Si se piensa que en un cerebro humano en ocasiones están actuando simultáneamente alrededor de 90000 millones de neuronas, se entiende lo titánico del esfuerzo que exige quizás mayor colaboración interdisciplinar que la necesaria para establecer un mapa del universo. Así los neurólogos se apoyan hoy en la nano-tecnología, pero obviamente también en la ingeniería genética, la inteligencia artificial y otras disciplinas. La modalidad de funcionamiento sináptico que opera en el cerebro de los animales superiores posibilita que se den cosas tan prodigiosas como la percepción sensorial, y en el caso del animal humano, se añade el pensamiento racional. Y si una máquina como el “transistor de sinapsis”( a la que en otro momento hago referencia) fuera capaz de emular el funcionamiento del cerebro, estaría cercana la perspectiva de considerar que hemos dado lugar a entes que se nos aproximan. Sin embargo en lo esencial la perplejidad aún perdura.
Rafael Yuste admite que uno de los retos es llegar a saber lo que es un pensamiento. Cree que si se llega a saber cómo se forja un pensamiento se entenderá quizás qué es el cerebro humano. O sea: se admite que en el pensamiento reside esa misteriosa clave de nuestro ser que ya obsesionaba a Platón. La hipótesis es que el pensamiento (y con ello las emociones que en el hombre están vehiculadas por ideas, así el amor o el odio) es una propiedad emergente de las propiedades de las neuronas funcionando simultáneamente. Pero esta afirmación nos conduce a preguntarse qué se entiende por propiedades emergentes, pues veremos que las propiedades emergentes más interesantes, aquellas que John Searle califica como “de segundo orden”, son puestas en tela de juicio por múltiples filósofos, en primer lugar el propio Searle.
En el proyecto Brain se trabaja, como antes decía, con ratones, intentando trazar el mapa completo de su cerebro. Pero es más: no sólo se “lee” en el cerebro del ratón, sino que se “escribe” en el mismo, haciendo que el ratón reaccione a imágenes no presentes como si lo estuvieran. Desde un punto de vista estrictamente científico el recurso a este animal es muy indicado, pues el ratón tiene un alto grado de homología genética con el humano, así que todo lo que sepamos del cerebro del ratón tiene muchas probabilidades de ser útil con vistas al conocimiento de nuestro propio cerebro. Pero desde luego el conjunto de información así obtenida no bastará para explicar el comportamiento humano, y ello no sólo porque hay variables en el cerebro humano no presentes en el del ratón, sino también porque estas otras variables impregnan las que sí tenemos en común, perturbando hasta la deformación lo que de ellas cabe esperar. Una de estas variables es obviamente la facultad de lenguaje, que tiene un soporte genético pero que no se explica exclusivamente por la genética, es decir, no es posible objetivizarla plenamente, o sea, reducirla a objeto de ciencia.
Ya en 2009 el equipo de Svante Pääbo indujo en un ratón la mutación del gen FXP2 que se ha vinculado al lenguaje, con el resultado de que se alargaron las dendritas en algunas de las regiones de su cerebro y sobre todo que su vocalización empezó a emitir sonidos mayormente parecidos al llanto de los niños, de lo cual cabía extraer que en el pequeño animal se había dado una aproximación a las condiciones genéticas de posibilidad de las imágenes acústicas del lenguaje. ¿Significa ello que el ratón se había aproximado a la dimensión semántica del lenguaje? Sería osado aventurarlo. Ni ese ratón genéticamente modificado ni el chimpancé ni el bonobo hablan, aunque sean introducidos en un medio social en el que opera el lenguaje humano, mientras que el humano (salvo el caso de infortunada deficiencia) sólo dejará de hablar si se le excluye de tal medio, así el caso de los llamados niños salvajes.
La pregunta es reiterativa:
Víctor Gómez Pin, El pensamiento quiere saber de sí mismo, El Boomeran(g), 14/05/2021
A las 11:00, en la calle Marqués de Mondejar, al ladico de la plaza de toros de las Ventas, hemos organizado un congreso educativo para finales de año. Creo que ha quedado la cosa apañadita.
A las 14, comida con Martí Saballs, Paco González y Olga San Martín en el Martinete, en la plaza Marqués de Salamanca. Comida exquisita y compañía perfecta.
A las 16:30, café con Josefina Stegmann en la plaza de Santa Ana. Josefina ha tenido un día atareado, pero es una mujer fuerte.
A las 19:00 charla en la Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno sobre La abolición del hombre de C.S. Lewis. Muy bien,
A las 21:00 cena con la noble gente de la Fundación.
Mañana vuelvo a casa, pero antes me espera un breve encuentro con una de las personas más especiales que conozco, Jaume Vives.
Este artículo fue originalmente publicado por el autor en El Periódico Extremadura
Así se llama la canción más emblemática del nuevo disco de Robe Iniesta (el fundador de Extremoduro), un disco con nombre, por cierto, no menos filosófico: Mayeútica. Y aunque el rock ya no me llega como antes, reconozco que la cosa me ha molado, que los músicos hacen un trabajo prodigioso y que la letra, que es a lo que iba, tiene un artículo.
Si la escuchan comprobarán que, pese a que diga lo que otras tropecientas mil (a saber: que el mundo es una porquería, que uno está de vuelta de todo y que lo que hay que hacer es gozarla – y no rayarse tanto –), la canción tiene esa fuerza y frescura de lo repetido-pero-siempre-nuevo que comparten la primavera, los versos adolescentes, los deseos inefables y las preguntas filosóficas.
Lo que más me ha gustado es el título: “Mierda de filosofía”. ¿Cuántas veces no me lo habrán dicho sin decírmelo (con gestos, suspiros, silencios, enfados) alumnos, amigos y colegas? Porque es cierto: la filosofía puede parecer, en muchos sentidos, una mierda. Y perdón por lo escatológico (término que nombra a los excrementos y a ese asunto tan filosófico del más allá), pero es lo que hay.
La filosofía parece una mierda porque, como dice la canción de Robe Iniesta, no te deja “volver a lo primario”, esto es, a ese estado de vitalidad (presuntamente) superior que asociamos a la experiencia inmediata, sensitiva o emotiva del mundo. El retornoa este estado de “inocencia original” (¿o de “estupidez congénita”?) es la postal de bienaventuranzas que venden la mayoría de las sectas, el ecologismo más místico, los aficionados a las drogas, el anti-intelectualismo moderno y (paradójicamente) no pocas filosofías que – como la de Nietzsche – hacen pasar por atea la más cruda y pagana de las religiones (¡suprema astucia de la fe el hacernos sospechar así de la razón!).
Porque esta es otra. Es otra sustanciosa mierda (lo decía ya – con otras palabras – Aristóteles) que para acabar con la filosofía tengamos que hacer filosofía; señal esta de que, desde el corte de mangas aquel a Dios Padre (y a Madre Naturaleza), ya saben, por aquello del fruto del árbol del conocimiento, estemos más que “perdidos”, y de que no nos quede otra que seguir filosofando. O eso o lampar (y repetimos el estribillo) por “volver a lo primario”, esto es, por correr como lobos o bacantes, bailar como posesos, o rezar como locos para olvidar y hacernos perdonar nuestros devaneos con esa “puta del diablo” que – el Lutero más heavy dixit – es la razón. A ver si así, y a fuerza de no pensar, se nos abren las puertas del paraíso, de la percepción, de los chacras o, yo qué se, de las comunidades autogestionarias.
Aunque fíjense que la propia filosofía, aunque acabe con esa inocencia del no saber que no se sabe, nos la devuelve casi íntegra (¡y sin tener que meditar, practicar mindfulness o tirarte desnudo al océano – como en un anuncio de perfume –) cada vez que nos vuelve a descubrir lo tontos que somos. Esta modalidad de “vuelta a lo primario” es mucho más interesante que la “sensación de vivir” de la Coca-cola, aunque es también una faena, pues te obliga a volver sobre ti mismo y reinventarte. Así que ustedes verán: tal vez sea mejor seguir rezando o bailando con esa dulce o enervante inconsciencia que procuran, en ambos casos, la repetición y el ritmo...
Y ojo que la filosofía no solo te roba (pero te devuelve una y otra vez a) la inocencia, sino que también te arruina (pero te reconstruye) a cada rato toda esa esforzada urdimbre de ideas que tejemos como (imaginaria) hamaca sobre el abismo, dejándonos periódicamente en el aire y en pelotas.
La filosofía es un incordio para los que creen a muerte en lo que les salva de la vida y, no menos, para los que sostienen su insignificancia sobre la tramoya del poder. No hay creencia, orden social o entramado cultural que soporte las preguntas filosóficas. De ahí su impertinencia y extravagancia, su naturaleza apátrida y vagabunda, su siempre polémico encaje educativo. Todo lo germina, lo discute y lo desfonda, y solo sirve para no servir a nada ni a nadie que no sea el examen insomne y continuo de conciencia.
La filosofía tal vez sea, en fin, una suerte de enfermedad, como decía (claro) algún filósofo. Pero si lo es, es incurable: nadie puede vivir sin una filosofía del mundo, de sí mismo, de la verdad o la justicia. Y si no es la filosofía la que inspira esa filosofía, lo será el partido, la secta, la tribu, el libro de autoayuda, la canción de moda o la santa madre de uno.
Es la filosofía, por tanto, la que nos hace bailar como locos allí donde más y mejor resuena la música: en la cabeza. Quién quiera volver a lo primario, que la duerma y se deje llevar. O, ya puestos, que se muera. ¿Habrá algo más primario y cercano a la inconsciencia, el cero y la nada? Digan lo que digan sus letras, el rock de Iniesta y los suyos desde luego que no.
Otro día intenso.
Y satisfactorio.
He comenzado la mañana merodeando por un par de librerías de viejo, haciendo tiempo, porque a las 12:00 me esperaban en la Editorial Encuentro con La mermelada sentimental recién salida del horno. Estoy muy contento con este libro. Ha quedado bien. En Encuentro, una editorial que merece su nombre, se han esmerado.
Nada más comenzar la reunión ha llamado Josefina Stegmann, es decir, nada fuera de lo probable.
A las 13:00 he tenido que recorrer 50 metros para acercarme a la sede de The Objective, donde me esperaba sesión de fotos y entrevista. La mermelada sentimental recoge los artículos que he ido publicando estos años en El Subjetivo. Por lo tanto, era obligado que llevase un prólogo de Peyró. Ayer, alguien bastante más joven que yo, pero con buen criterio y fina inteligencia, dejó dicho con una copa de verdejo en la mano, en el hotel Urso, que "Peyró es el mejor de nuestra generación".
A las 14:30 me esperaban -a 300 metros de distancia- en la Fundación Botín, para ir a disfrutar de la comida casera a La Cocina de María Luisa. Comida tranquila, rica y cordial en la que no han faltado ni risas ni proyectos ambiciosos.
He vuelto caminando hasta el hotel, pero no tanto por hacer ejercicio (que también) como por husmear en otra librería de viejo, próxima a la puerta de Alcalá, a la que le había echado el ojo al pasar por delante de su escaparate con prisas.
En el hotel me esperaba otra entrevista -una curiosa y entretenida entrevista metafísica, sobre el yo- y, finalmente, el descanso.