
En términos generales, la manosfera engloba foros contrarios al feminismo que promueven la misoginia. Pero esa es la lectura epidérmica. Un análisis más profundo revela que el fenómeno es mucho más amplio y complejo.
El concepto de manosfera ha evolucionado con el tiempo. Apareció por primera vez allá por los años 90 del siglo pasado. En sus inicios, según explica a La Vanguardia Lionel S. Delgado, doctor en sociología y técnico del proyecto Bróders, su contenido no estaba tan radicalizado. “Pero poco a poco, por el declive de los valores, la posmodernidad, la aparición de la identidad trol [comportamientos fomentados por el anonimato y la impunidad], los algoritmos y una vertiente lucrativa se fueron creando espacios que han ido creciendo y se han convertido en una cloaca ideológica cada vez más polarizada”.
En ese crecimiento, Delgado apunta a las plataformas digitales. “Hay que saber que internet ya no es el espacio libre que se creía que era en los 90 y principios del 2000. Hay una especie de oligopolio empresarial. Prácticamente todas las redes sociales pertenecen a Meta. Youtube [Google], por poner otro ejemplo, es un imperio multimillonario”.
Estas empresas –defiende- han detectado que existen contenidos que son muy rentables económicamente y los promueven. “Son los más radicalizados, políticamente conservadores, que apelan a las emociones más fuertes”.No comulga con la idea de que haya sido la irrupción del feminismo la que ha generado el boom de estos posicionamientos virulentos. “Hemos comprado muy rápido la tesis de que al feminismo siempre le sigue una oleada antifeminista. Pero en los años 2018 y 2019, donde el movimiento adquirió mucho músculo, no había un antifeminismo tan fuerte. Incluso hubo hombres que empezaron a cuestionarse gran parte de los rasgos que caracterizan a la masculinidad más normativa”.
En paralelo al feminismo –sostiene-, “se crearon movimientos negacionistas de la violencia de género que tuvieron un gran crecimiento por la intervención directa de las grandes plataformas”, al tiempo que –añade- entraron en acción movimientos geopolíticos provenientes de lo que se conoce como la internacional del odio. “Es decir, grupos fundamentalistas religiosos, de ultraderecha, que dedican mucho dinero para promover las agendas antiabortistas, antiderechos, etcétera”.Una investigación realizada en el 2021 por el Foro Parlamentario Europeo sobre Derechos Sexuales y Reproductivos cifraba en 707 millones de dólares el dinero invertido en los diez últimos años para combatir los derechos sexuales y reproductivos a nivel europeo. “Este dinero va a plataformas como Hazte Oír, el Foro Español de la Familia o directamente a creadores de contenido que han ido alimentando la manosfera”, razona Delgado.
Es verdad –arguye- que hay una especie de malestar masculino que engancha muy bien con el antifeminismo, “pero el megáfono que ha conseguido no se debe simplemente a los jóvenes radicalizados, o a que los hombres sean más machistas, sino a unos movimientos económicos y políticos muy importantes”.Hay jóvenes que acuden a este contenido buscando respuestas a ciertas preguntas porque no hay espacios alternativos para ellos, esgrime. “Y esto se da en un contexto de desaparición de espacios físicos donde compartir, el aumento de la soledad como problema social y la hiperdigitalización de la vida, que hace que, cada vez más, los vínculos pasen más por internet que por el cara a cara". Por eso es importante para muchas personas encontrar espacios de pertenencia e intercambio, sostiene.
En el concepto de la soledad pone el acento Ritxar Bacete, antropólogo, trabajador social y coordinador de Equimundo, centro de masculinidades y justicia social en España. “Si hacemos un análisis mínimamente riguroso, veremos que los jóvenes que están abrazando estos valores reactivos están muy solos, tienen miedo, una psicología muy frágil y una escasa red emocional”.Entiende que nuestra responsabilidad radica en mirar más allá para poder acompañarles: “Les hemos abandonado o no les hemos atendido bien”. Explica que, el pasado mes de noviembre, realizaron unos talleres en varios institutos catalanes donde crearon mapas conceptuales a través de la percepción que chicos y chicas tienen sobre aspectos como la igualdad o el feminismo. “Un joven me dijo que el feminismo era odio, venganza e injusticia. Sin embargo, para la mayoría de las chicas era movimiento, manifestación, vida… O sea, hay una brecha muy importante entre la percepción que tienen ellas y ellos de la realidad”.
Al segregar a los grupos por género, pudieron observar la magnitud de esa brecha. “Con los grupos de chicas puedes hablar, dialogar, hay diversidad de opiniones… Con los chicos, no obstante, no puedes ni siquiera conversar porque son incapaces de estar sentados en una silla escuchando e intercambiando ideas”.Y no solo eso. Afirma que en el 100% de los talleres fueron testigos de situaciones en que los chavales se maltrataban entre ellos. “Esto no va solo de una reacción frente a la igualdad, sino que hay una ruptura de los elementos básicos que conforman una buena convivencia. Usan la violencia como una forma de expresión de la autenticidad del hombre haciendo daño a otros compañeros, algo que es muy grave. No es solo contra las mujeres, sino contra ellos mismos, otros chicos y contra el mundo”.
Al preguntarle cuál es la puerta de entrada a este universo reaccionario, donde convergen varios movimientos, como los incels (contracción de la expresión inglesa involuntary celibate –celibato involuntario-, que hace referencia a personas que muestran dificultades para tener una relación sexo-afectiva con una mujer, lo que lleva al resentimiento y a la misoginia), no duda en la respuesta: la soledad. ¿Cuánto tiempo pasan los chicos jugando solos en sus habitaciones a videojuegos altamente violentos?, se cuestiona. Es en esa puerta de acceso, explica, donde les aparecen mensajes del tipo: ¿Quieres ligar? ¿Tener éxito? ¿Ser millonario?“Esos mensajes les llevan a determinadas webs relacionadas con las redes sociales y blogs de influencers que muestran una forma de vida de la que, estos últimos, sacan rendimiento económico”, arguye Bacete. “Cuando tú estás ganando mucho dinero en cubrir el hueco de la soledad y la insatisfacción que tienen muchos jóvenes, inviertes muchos euros para que este colectivo termine en tu blog o en una red determinada”.
Defiende que la evidencia empírica demuestra que esta situación no genera bienestar a estos chavales. “Una cultura del odio que te hace mirar hacia fuera, donde la salida es que te conviertas en un macho alfa, que machaques tu cuerpo para tener un determinado físico pensando que ahí está el atractivo, que tengas una ideología de confrontación en lugar de construir la propia… Podrían reivindicar el bienestar de los hombres, se puede hacer. Hay movimientos que lo hacen, pero no se basan en el odio”.Al final –continúa-, “les prometen la idea de que van a ver la realidad, una realidad distorsionada, donde piensan que hay una confabulación que va en contra de ellos”. Y como decía Rousseau, recuerda Bacete: el odio se apoya en el miedo, y el miedo es uno de los capitales políticos que genera mayor posibilidad de manipulación. “A los incels no los veo como víctimas de la manosfera, pero sí desde una mirada compasiva, pensando que muchos de ellos empiezan muy pronto y no dejan de ser jóvenes. Debemos tener una mirada responsable como sociedad adulta”, remata.
Para Lionel S. Delgado, hay dos clases de manosfera. Por un lado, la más dura, con un discurso antifeminista radicalizado y cuyos referentes serían, a nivel internacional, Andrew Tate (un polémico influencer británico-estadounidense de ultraderecha, exluchador de kick-boxing) y, en clave español, por ejemplo, Sergio Candanedo (Un Tío Blanco Hetero). Y, por otro, “una mucho más mainstream y que engloba a los creadores de contenido (coaches motivacionales, sin ir más lejos) con millones de seguidores y que van difundiendo de manera indirecta los valores antifeministas y ultraderechistas, pero que en primera instancia divulgan discursos más motivacionales: hablan de criptomonedas, rutinas de gimnasio o estilo de vida”. Esta especie de funcionalidad cotidiana “es fundamental para entender por qué es tan útil e identitario este mensaje”.En este tipo de manosfera, entendida como un espacio de hombres que reproducen una cultura masculinista, Delgado incluiría a Amadeo Lladós, coach motivacional conocido como Llados, con una legión de seguidores. Y Bacete a MrBeast: “Los chicos, por encima de superproducciones megamillonarias de Netflix, ven las aventuras de este youtuber, que tiene avión privado y representa una forma de vida que los jóvenes saben que, en el fondo, es inalcanzable”.
¿Cómo frenar la manosfera? Creando discursos alternativos. Y en eso están tanto Bacete como Delgado. “La tarea que nos queda es empezar a crear espacios de intercambio con contenido y una mirada más ética”, asevera este último, que lo intenta hacer desde el proyecto Bróders. “Si no lo hacemos, son estos influencers tóxicos los que acaban llenando ese vacío”, concluye Bacete, que hace lo propio desde Equimundo.
Josep Fita, Las caras de la 'manosfera', La Vanguardia 05/04/2025