Este artículo fue originalmente publicado por el autor en El Periódico Extremadura
El ministro de Consumo afirma que el juego es malo, o insano(que es lo mismo, pero oculto bajo un aséptico tecnicismo). Y que, dado que es malo (o insano), hay que regular al máximo su publicidad, no sea que nos pervierta, débiles e influenciables como somos. ¡Suerte tenemos de este ministro que nos salva de nosotros mismos!
Qué juego, por cierto, es el que es malo (insano), no lo deja muy claro el ministro. Porque juego, lo que se dice juego, lo es casi todo. Y si por malo (insano) entendemos lo que, por ejemplo, es peligroso, igual habría que empezar por censurar la publicidad bancaria o bursátil (el juego especulativo arruina vidas y haciendas). Ah, y las canciones de amor (no hay juego más doloroso que el del querer), cosa esta última (con lo de la bolsa no se van a atrever) que, dada la vocación moralizadora y profundamente intolerante de algunos, no descarto en absoluto.
El ministro aclara que los juegos que son malos (insanos) son los de azar. Pero azar lo que se dice azar lo hay en todo juego. ¿Se refiere al bingo, a las rifas benéficas, a las tómbolas, las timbas, al dominó de los jubilados, a los concursos de la tele…? Dado el castizo vicio que tenemos, por ejemplo, con la compra de loterías y cupones, ¿va a hacer el ministro que el anuncio del Gordo de Navidad, o los entrañables comerciales de la ONCE, se emitan también de madrugada?
Pero no. Según el ministro, los juegos malos-malos son los juegos de azar que tienen que ver con el (no menos lúdico) asunto del deporte. Ahora bien: ¿esto descalifica las quinielas o las porras del bar? No. Las quinielas, además, son un juego de apuestas deportivas controlado por el propio Estado. El juego malo (insano) de verdad es, en fin, el de las apuestas deportivas privadas que prolifera libre y legalmente en páginas de internet y locales (prohibidos a menores) en los que ningún ciudadano está obligado a entrar. ¡Una locura de libertinaje que nuestro santo ministro no puede permitir!
Subamos el nivel. Preguntémosle al ministro por qué son malas (insanas) las apuestas deportivas (no controladas por el Estado). Porque otros celosos y puritanos defensores de las buenas costumbres – las damas católicas, los evangelistas, el Ejército de Salvación… – tienen sus bien asentados motivos religiosos. ¿Y nuestro ministro? Dado que maloequivale a insano, la cosa debe ser un asunto de salud. Y en efecto: los juegos de azar (relacionados con el deporte y no controlados por el Estado) son malos porque pueden crear (¿solo ellos?) “adicción”. He ahí la palabra mágica que lo justifica todo. El asunto es, pues, de “salud pública”, de “seguridad”, vaya. Y ante esto no hay libertad ni moralidad individual que valga.
Porque ya saben, al ser asunto médico (y no moral), los problemas dejan de ser responsabilidad de cada uno, y pasan a ser asunto de expertos y del ministerio técnico del ramo. Así, la idea subyacente es que el jugador frecuente (el aficionado a las apuestas deportivas no estatales) no es un vicioso responsable de lo que hace, sino un pobre enfermo, un disminuido moral, un niño desvalido necesitado, no, quizá, de un mejor juicio (si es que necesita tal cosa), sino de un ejército de técnicos y terapeutas que le ayuden a corregir su insana conducta.
Acabamos. ¿Tiene entonces que protegernos el bueno del ministro del riesgo de convertirnos en “ludópatas” (ya que el concepto moral de “vicioso” parece descatalogado)? Pues depende. En un país de ciudadanos dueños de su vida y no sujetos más que a su conciencia y a sus particulares vicios, no, en absoluto. En un país de menores de edad temerosos de los infinitos peligros, adicciones o virus que amenazan su salud y seguridad, y convencidos de que necesitan un Estado que los proteja hasta de sí mismos, por supuesto que sí.Y adivinen hacia cuál de estos dos tipos de sociedad nos acercamos casi adictivamente.
Los demás va de suyo. Como el ministro ha decidido que jugar a ciertos juegos de azar es insano, y la ciudadanía ha asumido que el Estado le proteja de todo lo que el Estado declara insano, el mismo ministro, contando con la minusvalidez de esa infra ciudadanía, ha determinado censurar y regular los mensajes que recibimos (e incluso quién los emite, prohibiendo que “figuras de relevancia” participen en los anuncios de apuestas) para que – como somos imbéciles – nada ni nadie nos puede engañar y nos haga daño. Lo extraño es que, a estas alturas, nos dejen votar. Aunque ya sospechamos que nos dejan porque creen que votar, lo que se dice votar, no es más que una pantomima orquestada por la publicidad. La misma que, por nuestro bien (o salud), se empeña en controlar el ministro. Al fin y al cabo, ¿qué diablos sabremos nosotros de lo que es “sano” e “insano”?
Sempre he estat contrari a l'ús del cinema per acostar-se a la filosofia o per plantejar problemes filosòfics a les classes de secundària. Sé que hi ha esforços notables esforços del grup Embolic, i més a prop nostre, i millor, els que li dedica l'IREF. Els llibres de Blackwell sobre sèries i films i filosofia ajuden a fer una mirada filosòfica a la cultura popular. Només se n'ha traduït, que sàpiga, Los Simpson y la filosofia.
Però considero que, a classe, és una pèrdua de temps. Disposant d'una persona que s'ho ha estudiat i preparat (la/el profe) i més 30 ments despertes (digueu-me optimista), perquè situar-les passivament davant una pantalla? Cal veure's tot In and out, per exemple, per plantejar el problema de la ment i el cos? I El dia de la marmota per il·lustrar l'etern retorn?
Quan la filosofia s'impartia -majoritàriament- com una classe magistral de la facultat però empetitida, podía tenir sentit l'actitud de "veieu com a les pel·lícules hi podem trobar problemes filosòfics?"; "us adoneu com això que l'acadèmia m'obliga a explicar-vos té a veure amb la realitat?". Dissimular -inútilment- l'amarga pastilla amb aigua ensucrada perquè el nen se l'empassi. O fer-lo jugar a les endevinalles: "Quin priblimi filisífic plintiji Matrix?". Nyi nyi nyi, nyi nyi nyi.
I el que és més important: després de veure la sèrie o la película en qüestió, cal haver-la entès bé. Tot i així, encara faltarà entendre el problema filosòfic que s'hi planteja i, encara més, copsar què té a veure el problema filosòfic que la película il·lustra amb la pròpia vida. Però un ensenyament que es vulgui competencial no té necessitat d'ensucrar o amagar res ni de fer marrades. La filosofia és prou rica com per donar camins de connexió amb les vides adolescents. A més, després d'una estona de pantalla es produeix a classe un ensopiment entotsolat semblant al que tenies (ai, en aquells temps prepandèmics) quan sorties del cinema. Ensopiment que no estimula molt el pensar. Entotsolament que no incita al diàleg.
Però segueixen els esforços, ara amb el mèrit de seleccionar fragments de pel·lícules. Per si serveix a algú, aquí. Vejam si l'encerten.
Un altre dia parlarem de per què mai he recomanat El món de Sofia, ni res de Hesse, ni Un mon feliç?, ni, per descomptat, 1984. Ja n'havia parlat fa temps.
Volver de Castilla, tan llena de espacio, a Barcelona, tan llena de coches... Volver del calor seco que busca el amparo de la sombra, a esta humedad tan densa, mefítica, para la que no hay otro amparo que la ducha. Volver del día que se va haciendo paso a paso, al día gestionado por tu agenda.
Ayer fue un día de mucho trabajo acumulado y sobrevenido, interrumpido continuamente por llamadas telefónicas y flashes de los lugares vividos estos días. Terminé el epílogo para la edición rusa de El cielo prometido y aún me quedó tiempo para leer un poco a las 2 de la mañana, hora en la que se podía respirar.
Hoy me había prometido a mí mismo hacer lo menos posible, dedicar el día a la descompresión. Pero acabo de quedar a las 12:30 para una entrevista en una radio andaluza. A los periodistas que te tratan bien hay que corresponderles tratándolos bien.
Mi nieto mayor comienza hoy la ESO. Los nietos, y esto es de una evidencia irrefutable, crecen muchísimo más rápido que los hijos.
La psicología inventó desde hace más de un siglo un concepto para medir la inteligencia: el viejo cociente intelectual (CI o IQ en inglés). Así, como es un número, puede crecer hasta el infinito. Si alguien tiene un CI de 120, también se puede tener 250, o 20.000… ¡Esa magnitud es la que crecerá a ritmo exponencial!
Espera. En primer lugar resulta bastante apresurado entender la inteligencia apelando al nivel de CI. De hecho, este concepto ha sido muy criticado (véase 'La falsa medida del hombre' de Stephen Jay Gould), principalmente, porque solo mide unas cuantas habilidades, a saber, las relacionadas con el rendimiento escolar o académico, dejando fuera muchas otras. La creatividad, las habilidades sociales, la inteligencia emocional, etc. quedan completamente fuera de los test de CI, y ahora sabemos que son esenciales para realizar multitud de tareas que consideraríamos genuinamente inteligentes.
Bien, pues definamos inteligencia de otra forma tal que sea susceptible de ser cuantificada. Gran problema: hoy en día no existe ningún acuerdo en la comunidad científica acerca de lo que es la inteligencia. Para intentar poner algo de orden, en diciembre de 1994, la psicóloga Linda S. Gottfredson publicaba en el Wall Street Journal una definición de inteligencia avalada por la firma de otros 51 psicólogos más:
“La inteligencia es una capacidad mental muy general que, entre otras cosas, implica la capacidad de razonar, planificar, resolver problemas, pensar de manera abstracta, comprender ideas complejas, aprender rápidamente y aprender de la experiencia”.
Véase la poca calidad de esta definición. Gottfredson dice que la inteligencia es una capacidad general compuesta por una serie de capacidades “entre otras cosas”, es decir, que deja en el tintero otras capacidades que aquí no nombra. Pero es más, no se molesta en decir que tienen en común todas ellas para ser subsumidas bajo el mismo concepto… ¡Esto no es siquiera una definición! Es lo mismo que definir fruta diciendo: “Fruta es naranjas, manzanas y otras cuantas cosas más”.
Además, los problemas no terminan aquí: todavía encontramos ambigüedades en los significados de estas capacidades: ¿Qué es exactamente pensar en abstracto? ¿Qué es exactamente comprender algo? ¿Qué es la experiencia? Volvemos a caer en definiciones que nos llevan a nuevas definiciones más oscuras si cabe.
Pero es que incluso podemos negar la mayor. Gottfredson dice que la inteligencia es “una capacidad mental muy general”, pero es que no sabemos qué quiere decir eso de inteligencia general. Desde los estudios psicológicos pioneros en la medición de la inteligencia, con los trabajos de Galton, Spearman, Thurstone o Binet, esa idea resultaba controvertida. Solo podíamos medir habilidades especializadas en resolver un determinado tipo de tareas, como la comprensión verbal, la memoria numérica, la visión espacial, etc. ¿Hay en nuestra mente algún tipo de capacidad general que, de alguna manera, englobe a todas las demás?
El famoso CI fue intentado por William Stern en 1912 como una etiqueta útil que no representa ningún tipo de cosa ontológicamente existente (¿Cuál es la unidad de la inteligencia? ¿El inteligencio?). El CI no es más que el promedio entre una serie de capacidades o habilidades mentales que se comparara con el promedio que han sacado las personas de tu misma edad. Un promedio no representa nada, es solo un valor que nos puede servir como información práctica por ejemplo, para intentar explicar los resultados académicos de un grupo de alumnos, pero no habrá ningún alumno con ninguna cualidad real que pudiéramos cuantificar con ese valor.
Santiago Sánchez-Migallón, El mito de la singularidad o por qué la inteligencia artificial no va a heredar la Tierra, xataka 28/08/2021
Hay tantos adjetivos adheridos al humanismo que es difícil saber si se habla de lo mismo: humanismo renacentista, ilustrado, romántico, ateo, cristiano, socialista, libertal,…. Sin embargo, desde su origen en las luchas de los ciudadanos de Florencia y otras ciudades-república por su independencia frente a las fuerzas bárbaras de los ejércitos del imperio germano, más tarde de los ejércitos franceses, papales y españoles, el humanismo nació como una reivindicación de la agencia humana contra dos fuerzas tan simétricas como contradictorias: la Providencia y la Fortuna, es decir, los azares de lo que es externo a la autonomía de los proyectos colectivos. El humanismo cabe resumirlo en una frase que toma diversas presentaciones en la historia: toda emancipación viene de la práctica humana, todo lo demás es suerte o regalo (envenenado) de fuerzas externas.
Fernando Broncano, Humanismo y materialismo, El laberinto de la identidad 05/09/2021
El materialismo es desde Epicuro y Lucrecio una opción que ha determinado buena parte de la filosofía moderna. Es muy difícil encontrar puntos comunes, pero cabe pensar en un materialismo ontológico: toda causa es causa material; un materialismo epistemológico: el espacio de las causas es independiente del espacio de las razones; un materialismo práctico: el sujeto es transformado por el mundo que transforma y un materialismo cultural: todo objeto cultural tiene una base material. Sería muy largo de desarrollar cada uno de esos puntos, así como las muchas cuestiones abiertas, como por ejemplo, acerca de si el materialismo implica determinismo (que creo que no), o si el materialismo permite alguna forma de emergencia de propiedades de sistema (aunque toda propiedad no material, como por ejemplo las mentales, tiene una base material, en este caso compleja, en la interacción de los sistemas neuronales con otras partes del cuerpo y el entorno (lo que técnicamente se denomina superveniencia en su acepción global). En todo caso, el núcleo común a todas las variedades es la idea de la base física de cualquier otro nivel de descripción y constitución del mundo.
Fernando Broncano, Humanismo y materialismo, El laberinto de la identidad 05/09/2021
Aprovechando una invitación para ir a dar una charla al Escorial, mi Agente Provocador y yo decidimos hacer un pequeño viaje por tierras castellanas. Cada vez entiendo mejor el profundo encanto que encontraba en ellas Unamuno. Castilla era para él una fuente inagotable de inspiración. Cada vez, al mismo tiempo, me parece más evidente, que la auténtica lectura es la del paisaje.
Iniciamos nuestro recorrido por una ciudad que siempre habías dejado de lado, Guadalajara. Visitamos, por supuesto, el justamente famoso Palacio del Infantado y la injustamente desconocida cripta de los Mendoza, pero la auténtica sorpresa nos la proporcionó la concatedral, porque no tiene necesidad de gritar su belleza. Le basta con insinuarla con la harmonía de sus formas y el viajero queda prendido de ella.
El Escorial nos recibió con un día luminoso, que hizo aún más luminoso el hecho de que nos hubiesen reservado un hotel con piscina. Siempre impresiona este grave lugar, tan vivamente poblado de ausencias imperiales. Mi Agente Provocador subió dos veces -en el mismo día- hasta la Silla de Felipe II. La primera vez, como iba sola, subió y bajó corrriendo. Yo con un paseo, a media tarde, tuve más que suficiente. Además, tenía prisa por llegar a una librería de viejo antes de que cerraran, la Antonio Azorín, en Joaquín Costa 1, gestionada por uno de los libreros de viejo más sabio y amable de España. Larga charla y buenas compras. Y aún hubiese comprado más si él hubiese querido venderme alguna de las maravillas que guardaba en la trastienda. Hasta le hice una oferta por un busto de Platón, pero me dijo que por nada del mundo vendería a Platón. Y así me ganó definitivamente.
El regreso a Ocata lo planeamos para hacerlo sin prisas. La primera parada, en las orillas del Duero, fue San Esteban de Gormaz, para visitar la iglesia de la Virgen del Rivero. Mereció la pena. Despés seguimos viaje hasta Ucero, donde teníamos reservada una habitación en un hostal a la orilla del río. A primera hora de la tarde nos pusimos la vestimenta adecuada y salimos a andar a buen paso en dirección a la iglesia templaria de San Bartolomé, en el Cañón del río Lobos. Un paseo espectacular que, entre la ida y la vuelta, no bajaría de los 20 quilómetros.
Antes de llegar a Ucero se nos antojó subir hasta el castillo del pueblo por un senderillo de cabras en la parte más empinada. Un mal paso y nos hubiéramos caído rodando cien metros hasta el río. Caía ya la tarde, la temperatura era agradable y la luz, acogedora.
Una vez visto el castillo, no nos dio la gana bajar al pueblo por el camino más corto y dimos un rodeo de tres quilómetros para llegar a un canal que los romanos excavaron en la roca y entrar a través de sus 133 metros en el pueblo a las ocho de la tarde. Este canal era parte de la infraestructura hidráulica que captaba las aguas en las fuentes del río Ucero para abastecer a la ciudad romana de Uxama, situada a 17 Km.
Buena cena y a la cama, rendidos y satisfechos.
Teníamos intención de despedinos de Castilla en Ucero, pero a la vuelta no hemos podido resistir la tentación de detenernos en Almazán, patria del insigne Diego Laynez, "luz de Trento". En este país uno puede tomar al azar una dirección cualquiera que no tardará en descubrir alguna maravilla que justifique su caminar. En este caso, fue la iglesia de San Miguel, una joya del románico segoviano.
Hay una definición de verdad, sencilla y válida como punto de partida, pero que también hay que profundizar. Verdad se aplica a la proposición, de entrada. Es decir, una proposición es verdadera si se adecua a aquello de lo que habla, a los hechos a los que se refiere. Esta definición parte de Aristóteles. Partiremos de ella.
Una proposición es verdad si coincide con los hechos y falsa si no coincide. Pero el problema es radical. ¿ Cómo sabemos lo que son los hechos? o incluso más ¿ qué entendemos por hechos? El hecho es una abstracción de un proceso, ya que al hablar de "hecho" lo deslíganos del conjunto. Por lo tanto "los hechos" son reales o no, pero en cualquier caso para entenderlos, para saber sus causas y consecuencias, hay que ir más allá. Respecto a lo que son los hechos, deberíamos fiarnos de la percepción. ¿ Que ocurre cuando hacemos afirmaciones generales, como hace la ciencia o la filosofía, o cuando afirmamos hechos que no son visibles, como deseos, afectos..?
Decía que la verdad como correspondencia es solamente clara cuando tenemos una percepción de algo que podamos contrastar con lo que afirmamos. Pero entendamos percepción como relación empírica, práctica con algo. No entendamos la percepción en sentido visual, ni siquiera por otro contacto sensorial que lo pueda sustituir. Es el manejo de algo, sobre todo, porque no estamos originariamente en el mundo como espectadores, sino como actores. Esto ya lo señaló Heidegger. Incluso la ciencia, que contrasta leyes universales, aunque sean estadísticas, se basa en experimentos, que es algo que se manipula, o en el funcionamiento tecnológico de sus aplicaciones.
En la vida cotidiana experiencia es para nosotros una prueba de verdad. También que aceptamos como verdadero aquello establecido por la concepción moderna de la ciencia, basado en el modelo matemático, en el experimento y en la comprobación en la técnica. ¿ Cómo sabemos que es verdad una afirmación filosófica? Es problemático. La filosofía habla de la verdad, como hago ahora, y es una paradoja preguntarnos como sabemos si es verdad lo que decimos sobre la verdad. La filosofía puede hablar de ontología, que quiere decir lo que son las cosas. Aquí tenemos desde la tradición empirista-positivista que lo niega, hasta los metafísicos que lo afirman basándose en la capacidad demostrativa de la razón. En medio, Kant plantearía que aunque siempre nos preguntamos lo que son las cosas y podemos argumebtarlo mejor o peor no hay un criterio de verdad definitivo.
¿ Podemos hablar de una verdad psíquica? Se podría plantear a dos niveles. Una sería la realidad psíquica entendida como el entramado de representaciones ligadas a afectos. La mente de Spinoza o de Antonio Damasio. Consciente o con posibilidad de serlo. Aquí la verdad también se entendería como correspondencia entre lo que afirma una proposición y esta realidad. Pero a esta realidad solo llegaríamos por introspección. El autoengaño o las dificultades de una introdpección serían los obstáculos. Solo podríamos saber si una proposición es verdad o no si nos referimos a lo propio. Respecto a lo ajeno, los conductistas tienen razón al decir que es una "caja negra". Y ellos no aceptarían el criterio de verdad de la introspección por no ser observable ni objetivo, por lo tanto no es científico. Diferente es la crítica de los psicoanalistas, ya que para ellos la realidad psíquica fundamental es inconsciente, que como tal es inaccessible.
Existe una verdad ética ? "Por sus actos los conoceréis". Sabia afirmación. Pero lo que decimos también puede ser un acto. Hay que entender esta afirmación contra los "postureos", los discursos para lucir, las declaraciones de intenciones, las posturas ideológicas... Los actos son ética. La verdad ética es la coincidencia entre lo que declaramos y lo que hacemos. Lo demás son imposturas, falsedades desde el punto ético Aceptando, claro está, la posibilidad puntual de contradicciones. Es la conducta, es decir la manera de conducirse, lo que importa
André Compte-Sponville en su libro "La felicidad desesperadamente" como filòsofo propone una religiosidad laica o sin Dios. ¿Es esto posible ? En el año 1999 impartió unas conferencias sobre este tema.
En primer lugar su marco de referencia son pensadores como Blaise Pascal , o Baruch Spinoza que permiten plantear a diferencia de la verdad , emprender un camino como el de la felicidad para tensar esa relación que se establece con la vida misma.
Este deseo de ser feliz actualmente parece un logro casi tomado como una obsesión por parte de la misma ciencia, psicologia, sociologia, antropologia y filosofia.
Claro que pensar en la felicidad es pensar en la vida buena en el caso de los clásicos . A la pregunta por como gobernar la vida de uno , o sea como gobernarse a si mismo la felicidad es uno de los caminos posibles. Montaigne , Descartes tambien hablaron de esta idea. ¿Para qué una filosofía sobre la felicidad?
Epicuro de Samos , fundador de la escuela epicurea advertía que la filosofía es una actitud , como actividad a través de las ideas y el diálogo que nos intenta hacer felices. Para este pensador el placer verdadero no es el material de los sentidos y del cuerpo que presenta una felicidad momentanea , la prudencia y la sabiduria permiten otro tipo de placer cuantificado , medido, intelectualizado o reflexionado . En su "Carta a Meneceno" precisamente en sus máximas insiste en esta vida poco ostentosa, alejada de la polis del ágora y el bullicio , el mercado y el griterio . La comunidad , comunitas , de los seguidores de Epicuro indican que fuera de la polis , la ciudad, hay felicidad si se cultiva ese desprendimiento a lo inmediato , material. La filosofia como actividad es un acto , una acción, un ponerse en marcha , un actuar como diria Hannah Arendt . Actividad como praxis , energeia. No es una cuestión sin embargo de buenas vibraciones, de buenos sentimientos o emociones, de optimismo a la carta, de encuentro con una experiencia mística. La filosofía permite la vida feliz porque va más allá del poder y el saber mismo. Pero en ese tender hacia la vida feliz como si fuera encontrar el bosque de las ideas, o el espacio de afectarse con la vida para meditar sobre esta, el ser humano debe sentirse confiado y bellamente atraido por esa forma de vivir.
¿Podemos vivir confiados y atraidos por la belleza de la naturaleza ? La filosofía es un camino, una ruta, un procurarnos ese vivir digno y feliz a pesar de la insustancialidad del mundo, la vulnerabilidad del ser humano, ¿Pero como alcanzar eso ?
Así como la sabiduria, sofia en griego, és un tipo de camino, de felicidad en sentirse satisfecho con esa interacción con la verdad, como si fuera una especie de "paz interior o serenidad del alma , del si mismo , tal como los teólogos cristianos sostenían, para Spinoza la felicidad del sabio es la virtud misma. Esa vida feliz que Spinoza propone es un ejercicio de lucidez, de comprensión hacia uno mismo, de serenidad con aquello que se concibe como idea que defender o valor que practicar. Una felicidad que no debería ser una autoexigencia que se nos impone , nos obliga , nos asfixia como la psicologia actual dicta con ella. No se trata de una práctica endemoniada que se busca como un mantra que se recita sin pensar . En esa defensa de la positividad como clave de la felicidad de la psicologia actual , el "I like" se convierte en un negocio, un mercadeo con uno mismo capaz de engañar y de manipular el verdadero deseo de ser feliz . Para que ser positivos como sostiene esa visión de la felicidad dentro de la psicologia? Seria la diferencia entre la obligación o deber que viene de la responsabilidad exterior que dicta que "hemos de ser felices" antes que vivir una vida plena y sincera.
Esta idea aleja la ética y convierte la moralidad en un bastión de "superegos" que se exigen ser felices para tener relaciones, éxito, salud, properidad. Es un auténtico giro de la felicidad hacia hacia la felicidad.
Regresando a Aristóteles para recordar su idea : " amamos ser felices pero más amamos la verdad" .. podríamos entender que el placer és ese principio y fin de la vida feliz pero no a cualquier precio. Sin embargo pensar la idea de ser feliz no significa pasar a ser feliz, como si se tratara tal como hoy los chamanes de las autoayudas sostienen con esa capacidad de autosugestionarnos para desear la felicidad y convertirla en un "happy hour" permanente.
La felicidad pensada sólo és posible en tanto es verdadera y la concibo como esa verdad que busco. No es excluyente el camino de la verdad ( parresia) con el camino de la felicidad ( eudaimonia) porque ambos se encuentran en la filosofía misma. Esta afirmación nos situa en encontrar éticamente una relación no absoluta con ambos caminos , con ideas de verdad y felicidad que no sean determinantes o idealitzantes como podríamos suponer siguiendo el concepto platónico . No hay nunca certeza en esos dos senderos. Ni la verdad se alcanza con absoluta claridad ni la felicidad es el final de un objetivo conseguido. Esa posibilidad en la vida de encontrar la verdad y la felicidad se convierte así en instrumento como experiencia vital en proceso. La verdad puede doler como la felicidad puede ser triste y seguir amando ser feliz .
En ese cuidado del alma, de tener cura de si misma , nos convertimos en seres que a pesar de una verdad no conseguida y una felicidad insustancial seguimos deseando alcanzar ambos caminos . Ese a pesar de nos convierte en seres insatisfechos incapaces de dejar de amar la sabiduría de esa verdad y de esa felicidad.
Aterrizando la vida misma puesta a examen permite analizar esos dos caminos , con esa aletheia (verdad según los griegos) y esa eudainomia (felicidad ) como una permanente lucha contra quienes somos . La identidad nos provoca la sensación de no alcanzar nunca nuestras papeles o interpretaciones de nosotras mismas con ese yo , de ahí la necesidad de encontrar en los rituales y las prácticas cierta salvación con lo que nos soportamos. No nos podemos mentir ni podemos mentirnos sobre nosotras, sobre nuestra vida, sobre nuestra felicidad.
La película "Chavalas " plantea esta idea final que expresamos , ¿Por qué no somos felices con la vida que llevamos , con lo que somos , hacemos , vivimos y sentimos ?
En esa esperanza de ilusión , de futuro tal como Sigmund Freud dictaba se nos presenta el fantasma de las trampas que nos hacemos al solitario. Regresando a que no resulta lo mismo pensar ser feliz que vivir felizmente . El simple idear no es lo mismo que esa acción que requiere tomarse ambos caminos de la verdad y la felicidad como una realización inacabada que aunque nos lleve a la desesperación nunca alcanzada nos permite no vivir en esa esperanza ni en ese futuro falso.
La sabiduría es entender que no podemos ser felices nunca a diferencia del negocio o la ciencia que nos vende que deberíamos ser felices para vivir mejor. Morimos siendo no felices, morimos en la compañia de una meta inalcanzada. El camino hacia verdad y felicidad no tiene final alguno porque no es suficiente el deseo de serlo. Recordamos la idea de Stuart Mill " más vale ser un hombre insatisfecho que una piara de cerdos gozando de satisfacción".
Pensar que a pesar de que todo va muchas veces mal porque enfermamos, perdemos familiares, amigos, vemos la injusticia o la pobreza, la deshonestidad, la falta de escrúpulos , debería resultarnos posible . Soy feliz en la medida que mi felicidad es incapaz de ser alcanzada de forma plena. Esa felicidad entiende que las circunstancias permiten entrar en el camino aunque no alcanzar la meta. Lo que resulta inhumano es creerse que hay esperanza para sobredimensionar los objetivos, las finalidades , los éxitos y las expectativas. Si entiendo la felicidad como una expectativa seguramente no alcanzaré jamás esta idea. Si convierto la idea en una acción posible puede que entre en la duda y la posibilidad misma de estar en el camino hacia la felicidad.
Saber vivir sin que el tiempo sea pasado ni el tiempo todavía no se haya alcanzado . Un enfermo de cáncer quiere ser feliz , claro está, pero en ese deseo esta la capacidad y posibilidad de serlo . ¿Qué es el deso? una carencia de algo, una falta de , una insatisfacción por , una no acción acabada, ..Por eso la felicidad entendidad como si fueramos idealistas nunca se alcanza porque se convierte en una carencia , para no vivir la vida como si fuera un fracaso constante, como si se tratara de una imposibilidad de alcanzar cierta paz final.
En ese deseo de ser como diría Sartre , nos condenamos a vivir una vida no posible, una vida jamás alcanzada, una vida que no conseguimos atrapar, que se nos escapa. Vivir no es escaparnos de la vida misma, vivir es algo más. ¿Cómo ser feliz con un deseo o carencia de algo?
Análogamente, la singularidad tecnológica será aquel momento de la historia de la humanidad en el que el desarrollo tecnológico llegará a un punto sin precedentes, a un momento absolutamente diferente a todo lo anterior, porque las máquinas igualarán y superarán la inteligencia humana. Esto llevará a lo que el filósofo de Oxford Nick Bostrom llama “explosión de inteligencia”: las máquinas se mejorarán a sí mismas de modo que cada nueva generación, al ser más inteligente, será capaz de mejorar su propia inteligencia, dando lugar a otra nueva generación aún más inteligente, y así sucesivamente ad infinitum.
Cualquier intento por parte de los humanos de predecir lo que pasará a partir de ese momento es, en principio, inútil porque ¿quién sabe cuáles serán los propósitos de esas inteligencias artificiales tan superiores a nosotros? ¿Puede acaso una cucaracha entender la conducta de un ser humano? Y de aquí surge la consecuente preocupación: ¿Tomarán el control del planeta? Y si lo hacen, ¿qué harán con nosotros? ¿Nos considerarán una amenaza y nos aniquilarán? ¿O nos dejarán subsistir como nosotros dejamos a los animales salvajes en las selvas del planeta?
Por eso el propio Bostrom hace mucho hincapié en que debemos dotar a esas inteligencias artificiales de unos principios éticos que se alineen con los nuestros. Si no caeríamos en el grave riesgo de que nos consideraran una amenaza o un obstáculo para sus propósitos y que decidieran quitarnos de en medio.
Pero ¿de verdad que esto va a ocurrir? ¿Así será el inevitable fin de la humanidad? ¡De ninguna manera!
Solemos caer en el error de pensar que la tecnología de moda, es decir, la tecnología que en el momento presente está experimentando un gran avance, seguirá en el futuro al mismo ritmo. Por ejemplo, si hace nada GPT-3 nos parecía un logro asombroso, se nos caía la baba maravillándonos ante lo que podría hacer GPT-9… ¿Y, por qué no, GPT-300? Si las arquitecturas de deep learning están consiguiendo grandes aportaciones en muchos y variados campos tecnológicos ¿qué no lograrán de aquí a veinte o cincuenta años? Entonces, ¿no parece algo casi inevitable que la inteligencia artificial supere al ser humano y lleguemos a la singularidad?
Los singularistas asumen demasiado alegremente la idea de exponencialidad. Cuando algo avanza o crece a un ritmo exponencial estamos diciendo algo muy fuerte. Por ejemplo, cuando un grupo de bacterias se reproduce por fisión binaria (cada bacteria se divide en dos), lo hace a un ritmo exponencial (2N -1 ): en la segunda generación de bacterias hay tres, en la tercera siete, en la cuarta quince… En principio, no parece nada raro, pero si esperamos un pelín, la cosa se desmadra. Para 220 tenemos ya 1.048.575 bacterias, pero es que para 250 tenemos 1.125.899.906.842.623… ¡Menuda infección! ¿Puede una tecnología avanzar con ese mismo ritmo de crecimiento?
No existe ninguna referencia histórica a proyecto tecnológico que se haya desarrollado a ese ritmo de forma continuada. Lo que suele ocurrir es que, aunque una tecnología pudiera avanzar en un momento muy corto de su desarrollo a un ritmo exponencial, ese ritmo termina por decrecer rápidamente y quedarse estancado en un techo. Las tecnologías suelen progresar en forma de función logística y no de función exponencial.
Y, ni siquiera la ley de Moore, en la que suelen basarse para sostener la idea de progreso continuo de la informática, sigue un crecimiento exponencial, sino típicamente lineal.
La singularidad tecnológica es una idea sugerente y evocadora, muy interesante para reflexionar sobre un montón de cuestiones. El ser humano se ha caracterizado por su radical soledad. Todos nuestros parientes evolutivos cercanos se extinguieron dejando sola a nuestra especie. Pensar en una inteligencia artificial igual o superior a nosotros consiste en meditar sobre la ruptura de esa soledad, acerca de la relación con lo radicalmente otro.
Esto nos lleva inevitablemente a mirarnos al espejo y a cavilar sobre nosotros mismos: ¿Podré enamorarme de una inteligencia artificial? ¿Qué es entonces el amor? Si las máquinas nos quitan el trabajo ¿Qué haremos con nuestras vidas? Si nos superan y toman el mando ¿cuál sería el sentido de nuestra existencia? La inteligencia artificial es el logro científico de nuestro tiempo y, en cuanto a tal, supone una revolución del pensamiento.
Pero hasta aquí podemos llegar, porque otra cosa muy distinta es vender la singularidad como un hecho no solo inevitable, sino cercano en el tiempo. Como creo haber argumentado a lo largo de este artículo, no hay razones ni evidencia científica suficiente para sustentar si quiera que algo así vaya a suceder alguna vez en la historia, cuanto menos para decir que ocurrirá en las próximas décadas.
Santiago Sánchez Migallón, El mito de la singularidad o por qué la inteligencia artificial no va a heredar la Tierra, xtaka.com 28/08/2021
Por ejemplo: me pongo enfermo y ya no puedo hacer mi trabajo, pero puedo referirme a mi propio estado como una experiencia: la experiencia de no ser dueño ya de todas mis decisiones, ni de mis preferencias. A veces sucede que los enfermos “dan lecciones” a los que gozan de buena salud.
El sufrimiento no es una ocasión favorable, es una razón para rebelarse y, sobre todo, para buscar cómo hacerlo, en el mejor de los casos. Lo que también quiere decir: ¿con qué finalidad? Es cierto que la finalidad es no sufrir más, pero incluso eso debe definirse. Durante mucho tiempo, la definición de esa finalidad se ha basado en la palabra “comunismo” o “socialismo”. Pero estos conceptos nunca han sido realmente elaborados, salvo la forma soviética. Ahora bien, esta fracasó.
Elena Cué, Entrevista a Jean-Luc Nancy, alejandradeargos.com 13/07/2021
En un momento dado, el hijo de Rea, Zeus, dio un golpe de estado divino ocupando el lugar de su padre Cronos y llevando al poder también a sus hermanos Poseidón y Hades. Zeus gobernaba a través de la fuerza, a través del terrible rayo, que solo él controlaba, y que inspiraba terror tanto a dioses como a humanos. Poseidón personificó el mar; Hades se identificó tanto con su cometido que terminó convirtiéndose en él, el inframundo. Las diosas de la fertilidad perdieron poder o cambiaron de forma; por ejemplo, Atenea se convirtió en una virgen con apariencia de hombre; Hera se convirtió en una diosa malhumorada e impotente, siempre regañando a su hermano y esposo Zeus; Afrodita pasó a ser una diosa casquivana del amor que siempre metía a dioses y humanos en líos con la lujuria y el adulterio como fatores comunes; Deméter conservó su papel de diosa de la fertilidad del grano y de la agricultura.
Los poemas de Homero y de Hesíodo ilustran cómo los antiguos bardos personificaban los fenómenos naturales y humanos por medio de los dioses y diosas. Hesíodo explicó la presencia del mal mediante Pandora y su estúpido esposo Epimeteo, quien poseía el don de la retrospectiva pero no el de la previsión, que era la especialidad de su hermano Prometeo. Las mentiras y los robos se explican por la presencia de Hermes, experto en juegos de manos. Hesíodo, creyente en el recurrente concepto a través de los tiempos de que vivía en una época que encarnaba el declive de la cultura de «los buenos tiempos», argumentó que su época era una Edad de Hierro de maldad y desesperación, a diferencia de las edades anteriores de la humanidad: la Edad de Oro de los hombres que eran como dioses; la Edad de Plata, cuando Zeus castigó la arrogancia humana; la Edad del Bronce, cuando los humanos eran gigantes; y la Era Heroica, cuando existían héroes, descendiente de los dioses, pero destruida por la Guerra de Troya.
Los himnos homéricos y la Ilíada y la Odisea describen una cosmovisión totalmente antropomórfica. Los dioses y diosas se mezclan constantemente con los humanos, tanto que los humanos nunca están completamente seguros de quién es dios y quién es mortal. Quizás el extraño en la puerta sea un ser divino enviado para probar al ser mortal, une duda y preocupación recurrentes en los personajes de la Ilíada y la Odisea. Los dioses simbolizan la mente consciente y lo que hoy llamaríamos el subconsciente, por ejemplo, cuando Aquiles quiere destruir a Agamenón en el Libro 1 de la Ilíada, es la diosa Atenea la que interviene personalmente para calmar su ira y proporcionándole razón y paciencia.
La Odisea describe la dicotomía de civilización (el pensamiento, personificado por Ulises) y salvajismo (el cíclope). Ulises utiliza repetidamente su ingenio, artimañas, engaños y, en fin, el pensamiento analítico para salir de apuros. Ulises tiene sabiduría, es decir, ejerce la razón sobre las pasiones, tiene previsión y retrospectiva, tiene paciencia cuando los demás son impulsivos. Las divinidades de la sabiduría, el pensamiento y el ingenio lógicamente ayudan a Ulises. Atenea lo cuida, al igual que Hermes (después de todo era su bisnieto).
De hecho, encontramos en la mitología griega un énfasis en las deidades que personifican el pensamiento humano de una forma u otra. Además de Atenea, Apolo es un dios de la sabiduría, de la lira, de los sueños, de la profecía, de los videntes. Prometeo enseña a los humanos la creatividad, el pensamiento analítico, la inventiva y la curación.
César Tomé López, Los mitos como protociencia, Cuaderno de Cultura Científica 24/08/2021
... nihilismo…, esta es sin duda la palabra más difícil, porque significa nada. De hecho nihilismo significa nada ante cualquier principio, cualquier valor superior. Pero la cuestión es pensar qué quiere decir nada. El hecho de que no haya un principio ni ningún valor superior ni sentido último no significa que no haya nada en absoluto. Al contrario, podemos ver las cosas con mayor claridad desde la misma vida, desde las vidas, todas las existencias singulares, particulares. Está usted, pero no sólo usted, sino cada pedazo de usted, cada momento de su vida, cada relación que usted ha tenido, esto sí que es un gran premio.
Nietzsche, que es el gran pensador del nihilismo, dice que no se puede salir del nihilismo si no es desde el interior del nihilismo. Y creo que es la idea más exacta y probable para el presente, y es también la más difícil porque la mayor parte del tiempo pretendemos salir del nihilismo pero en la búsqueda de algo, muchos aún lo hacen en la búsqueda de Dios, porque hemos perdido todos los demás principios como el del hombre total de Marx, el de la felicidad, la plenitud de consumación. Al contrario, todo esto nos parece banal y vacío.
Creo que tenemos que inventar la vida de cada momento, de cada hora, de cada relación y de alguna manera, uno a uno. Curiosamente es algo que ya está ahí, es algo que ya sabemos, porque todo el mundo, todo el mundo, vive cada uno de esos momentos: momentos felices y tristes, momentos difíciles, momentos de amor, momentos de placer. Así es como vivimos la mayor parte de nuestro tiempo y no necesitamos un principio de vida.
Necesitamos un principio de vida a menudo cuando se tiene miedo o se está demasiado desesperado. Quizá por eso se hace necesario descubrir un nuevo lenguaje, una nueva manera de hablar sobre el significado de nuestras vidas. Pero a menudo, aunque sea vagamente, vivimos pensando que esos momentos ya dan el sentido, sin tener que buscar un sentido absoluto de la vida. Pero, ¿cómo hacer para que no acabemos pidiendo demasiado? Freud dice en una de sus cartas que aquél que se pregunta cuál es el sentido de la vida ya está enfermo.
Berta Ares, entrevista a Jean-Luc Nancy: "Nuestra civilización está llegando a su fin, está agotada", Revista de Letras 04/04/2013
Este artículo fue originalmente publicado por el autor en El Periódico Extremadura
Volvemos a las andadas con el caso de Plácido Domingo, uno más de los que tienen a la llamada “cultura de la cancelación” como trasfondo. Como algunos aluden a que el debate incumbe a la relación entre ética y estética, vamos a tratar brevemente de este asunto.
Mi opinión es que el boicot al tenor u a otros artistas, convictos o sospechosos de delitos sexuales o actitudes sexistas, racistas, homófobas, transfóbicas, etc. (Allen, Polanski, Gibson, Rowling y una larga lista), no tiene sustancialmente nada que ver con el problema de las relaciones “ética-estética”, sino que refiere un asunto de cariz básicamente ético, y en torno al que se supone una, cuando menos discutible, concepción de lo que debe ser una política de reparación de las víctimas y de prevención del machismo, el racismo o cualquier otra actitud a erradicar.
En cuanto al problema de lo ético y lo estético, este suele referirse a la relación que se da entre el contenido de una obra de arte y los valores vigentes (y no, o muy torcidamente, a la relación entre la obra y la catadura moral del artista). Así, el problema entre ética y estética se plantea cuando en una obra o evento artístico se representan contenidos que, según el censor (que hace también, involuntariamente, de intérprete y crítico de arte), se consideran moralmente reprobables (la exaltación del terrorismo o el machismo, la incitación al odio, el maltrato de animales como en los toros – donde no solo se “representa” sino que se realiza de verdad –, etc.). Mas este no es el caso que nos ocupa aquí: las óperas que interpreta Plácido Domingo no representan, por si mismas, una incitación al acoso sexual…
De otro lado, el criterio de “superioridad de lo ético sobre lo estético” que se propone para justificar el rechazo a los recitales de Plácido Domingo no se aplica a todos los casos análogos, lo que debilita la autoridad del criterio. Al menos de momento no pedimos un certificado de penales o de “buena conducta” a la generalidad de los autores (cuando se conocen) de las novelas, canciones, cuadros o monumentos que admiramos. Tampoco lo hace el Estado cuando, por ejemplo, celebra un concurso para contratar o dar un premio (es más: lo que se exige en estos casos es el anonimato, para que el conocimiento de la identidad del artista no afecte al juicio objetivo sobre su obra). Bien. ¿Deberíamos hacerlo a partir de ahora, y rechazar a artistas que no estén limpios de ciertos delitos, actitudes u opiniones? En cualquier caso, ¿por qué boicotear la obra de P. Domingo o W. Allen y no la del misógino Nietzsche, la del traficante Rimbaud o la del maltratador Picasso, por no hablar de miles de hermosísimos monumentos, templos, pirámides o ciudades enteras construidos y financiados gracias a la sangre y el hambre de la gente? ¿Deberíamos dejar de ir a verlos y negarnos a que se mantengan con dinero público?
Y, por descontado, todo esto no afecta únicamente a la estética. Sabemos, por ejemplo, que muchas empresas de renombre han explotado hasta la extenuación y la muerte a hombres, mujeres y niños. ¿Deberíamos dejar de comprar la ropa que se confecciona en los insalubres talleres de China o Malasia, o los automóviles o medicamentos de empresas que se aprovecharon, en un pasado no tan lejano, de la mano de obra de los prisioneros nazis? O, por dar más ejemplos, ¿renunciamos a todos los avances tecnológicos (entre ellos internet) que son fruto de la investigación con fines bélicos o del trabajo de científicos moralmente sospechosos?...
Los casos como el de Plácido Domingo no son, en fin, un problema de “ética y estética”, sino de ética, y de política. Y la cuestión pertinente respecto a ellos es si la estrategia de señalamiento masivo de todo aquel cuya conducta nos parezca intolerable es o no es apropiada o si, cuando menos, debe sujetarse a ciertos límites marcados por las garantías jurídicas, la prudencia antes de acabar con la reputación de alguien, el principio de la reinserción (y no del simple encapirotamiento moral) o la atención a propósitos más educativos que punitivos.
Pues todos sabemos que la única solución consistente al problema del acoso sexual (y la mayor muestra de apoyo, por tanto, a las victimas) es la educación. Y someter a acoso a quien acosó, ojo por ojo, señalándolo indefinidamente por algo de lo que se ha arrepentido, no parece muy educativo. A no ser que concibamos la educación como escarmiento. Si es así, bien podríamos llevar a los niños, como se hacía hace siglos, a las ejecuciones o linchamientos públicos, y decirles: mira, querido, esto que le ha pasado a ese señor es lo que te va a pasar a ti si haces lo mismo. Incluso si fuera un procedimiento eficaz (que ni lo es ni lo ha sido nunca), el fin, por noble y justo que sea, no justifica esos medios.
... hay homosexuales, no sé cuántos, que optan por negar que su comportamiento sexual dependa de los genes y prefieren pensar que su orientación sexual es una decisión voluntaria y consciente. El problema es que lo que uno piense sobre su propia mente ―introspección, en la jerga― resulta irrelevante y engañoso, como ha demostrado un siglo de neurología. Tú puedes pensar que ves el mundo gracias a una especie de televisión instalada en tu cerebro, pero esa idea es completamente errónea. La cuestión, como decía Francis Crick, es quién está viendo la televisión, y eso no tiene nada que ver con lo que tú crees. Lo que tú pienses sobre tu orientación sexual carece de importancia.
Javier Sampedro, Resuelta la paradoja de la genética gay, El País 28/08/2021
Aprovecho un interesante artículo de Joseph Bernstein para abordar uno de los temas más importantes de nuestro tiempo, aunque en el fondo se trata de una variante del eterno dilema entre libertad y seguridad. El artículo de Bernstein se titula “Vendiendo la Historia de la Desinformación” y en esencia viene a decir que la desinformación y la mala información (la Big Disinfo, como la llama) se están vendiendo como un grave problema y que hay que hacer algo al respecto en la forma de censura y de control. A lo largo del texto se mencionan distintas alternativas que se han propuesto como solución para este problema. El Instituto Aspen ha creado, por ejemplo, la Comisión sobre el Trastorno de la Información, para ayudar al gobierno, al sector privado y a la sociedad a responder a la moderna crisis de fe en las instituciones. La Big Tech (Youtube, Facebook, Twiter, etc) están controlando lo que se puede decir en ellas sobre diferentes temas (lo relacionado con la covid, ideología de género, etc.) y han proliferado los fact-chequers. La web de noticias Recode ha informado de una iniciativa llamada el Proyecto para la Buena Información. Otros ejemplos serían la petición en febrero en un artículo del New York Times se pedía el nombramiento de un “zar de la realidad” y en diferentes ámbitos institucionales se han pedido “Ministerios de la Verdad” que controlen la información que se difunde.
A lo largo del artículo, Bernstein defiende que la amenaza real de la desinformación no es tan grande como nos quieren hacer creer y aporta algunos datos sobre el hecho de que la eficacia de los anuncios o de la propaganda no es tan cierta como nos lo pintan. Por ejemplo, un estudio de 2019 de miles de usuarios de Facebook encontró que compartir noticias falsas era una rara actividad y más del 90% de los usuarios no lo hace. Ya hemos hablado en el blog de que no somos tan crédulos como se piensa a propósito de la obra de Hugo Mercier -que defiende esa postura con datos en artículos y libros- y ahí tenéis más datos al respecto.
Sólo ciertos tipos de personas responden a ciertos tipos de propaganda en ciertas situaciones. Ciertas personas buscan determinada información porque ya tienen unas creencias previas y no al revés. Es verdad que han pasado cosas sorprendentes o inexplicables en su momento en los últimos años, como la victoria de Trump o el Brexit, y se detecta una pérdida de confianza en las instituciones en los países occidentales, pero la causa de todo ello está lejos de ser evidente. Una solución a esa ignorancia es echar la culpa a las redes sociales con lo que tenemos un fácil modelo de causa efecto que nos tranquiliza. Como decía H.L. Mencken, para todo problema complejo hay una solución clara, simple y equivocada y solemos preferir una mala explicación a reconocer que no sabemos y habitar en la incertidumbre.
Imaginemos que fuera verdad algo como que si la gente oye al presidente Trump decir que beber lejía es bueno para combatir la Covid la gente va a ser tan ingenua como para ponerse a beberla. De entrada, esto no es cierto porque, como dice Mercier, desde un punto evolucionista, que fuéramos tan crédulos e influenciables no tiene lógica y disponemos de unos mecanismos que se llaman de vigilancia epistémica. La credulidad implica costes graves para el receptor, porque acepta una información errónea o engañosa contraria a sus intereses y en la medida en que la comunicación es adaptativa, los humanos no deberían ser crédulos por defecto.
Hemos estado oyendo mucho durante esta pandemia que hay que seguir la ciencia. Pero la ciencia no son unos resultados, creencias o afirmaciones concretas. La ciencia es un proceso por el que se hacen hipótesis, se realizan experimentos y se comprueba si los datos respaldan las hipótesis o teorías. Lo que tenemos que defender y mimar no son unas determinadas creencias que los científicos o la sociedad tengan en un momento dado. Lo que tenemos que cuidar es el proceso de crítica y de comprobación ya que nunca podemos estar seguros de conocer la verdad y de tener la última palabra. Si matamos el proceso, dependeremos siempre de una autoridad que nos diga cuáles son las verdades finales. Pero esos censores ¿cómo van a saber cuál es la verdad? ¿por ciencia infusa? ¿Cómo van a llegar a ellas si ya no disponemos del proceso que produce el conocimiento? Estaríamos en el terreno de la religión y no en el de la ciencia. Prohibir la expresión de opiniones sería perfectamente lógico si ya supiéramos cuál es la verdad pero la historia nos demuestra que muchas cosas que creíamos ciertas eran totalmente erróneas y hemos tenido que actualizar constantemente nuestros conocimientos. Por tanto, nadie tiene un poder especial para decidir lo que es verdad o lo que es mentira.
Como decíamos en el comentario del libro Kindly Inquisitors, suprimir los errores tiene más riesgos y peligros que no suprimirlos, básicamente porque para llevarlo a cabo hay que crear una autoridad que dice lo que es verdad y lo que no lo es. Una vez creada esa autoridad, lo falso será cualquier cosa que las autoridades no quieren oír. Un chiste sobre la URSS decía que en la URSS por supuesto que había libertad de expresión, lo único que ocurría es que no se permitía decir mentiras… Henry Ford cuando sacó el Ford T, el primer modelo fabricado en una cadena de montaje, sólo lo fabricaba en color negro y la publicidad decía: “puede usted escogerlo en cualquier color siempre que sea negro”. ¿Queremos ir a un mundo donde podamos decir cualquier cosa siempre que sea los que nos deja decir Facebook o el gobierno? Es verdad que las noticias falsas son un problema pero si creamos una institución que tenga el enorme poder necesario para controlarlas igual lo que estamos haciendo es saltar de la sartén al fuego. Como suele decirse, a veces es peor el remedio que la enfermedad.
Pablo Malo, La Guerra contra la desinformación y la pérdida de libertades, Evolución y Neurociencias 01/08/2021
La felicidad es que ese texto complejo que tanto se te resistía, al fin se deje domesticar, tome forma coherente y puedas enviárselo a quien te lo encargó un día antes de la fecha comprometida.
La felicidad es comer con tus socios y ver que te entiendes con ellos y que el proyecto común sigue adelante con buenas perspectivas.
La felicidad, es un negroni al atardecer en Barcelona.
La felicidad, en definitva, es el premio del trabajo.
Ya sé que esto hay gente que no lo comprende, pero eso no les autoriza a despreciar la ética del trabajo, especialmente si son funcionarios.
Este libro cuenta la historia del concepto de número desde los tiempos de Pitágoras hasta el siglo XXI, pasando por la antigua Grecia, el Islam, la Europa del Medioevo y del Renacimiento, la revolución científica y la era moderna.
Con la atención centrada tanto en la discusión sobre los fundamentos como en las aplicaciones prácticas, el libro intenta complementar los contenidos teóricos con el empleo de diagramas y figuras que facilitan su comprensión.
Está dirigido tanto a docentes como a estudiantes del grado de Matemáticas, pero puede interesar también al alumnado de Secundaria y a todo aquel lector que sienta curiosidad por las matemáticas y quiera conocer algunos detalles de su desarrollo histórico.
Sobre el autor
Leo Corry es un historiador de las matemáticas israelí nacido en Santiago de Chile en 1956. Estudió Matemáticas en la Universidad Simón Bolívar de Venezuela y el postgrado en la en la Universidad de Tel Aviv ,Israel, donde ha impartido clases desde 1985. Ha realizado investigaciones, escrito libros y publicaciones e impartido conferencias sobre el desarrollo del álgebra moderna, la teoría de números, la filosofía de las matemáticas y la historia de la ciencia.
Primeras páginas de Breve historia de los números.DescargaLa entrada Breve historia de los números se publicó primero en Aprender a pensar.
El mundo digital ha llegado para quedarse, por lo que debemos educar a los niños y los adolescentes, tanto desde los centros escolares como desde las familias, en el uso saludable de herramientas que van a utilizar a lo largo de toda su vida.
Es necesario dotarlos de los mecanismos necesarios para desarrollar su sentido crítico, observar lo que está sucediendo con perspectiva y adoptar un papel activo a favor de sus
derechos, mostrándoles cómo esquivar la manipulación.
Para ello debemos priorizar el trabajo sobre los tres retos más urgentes: superar la información falsa y las técnicas engañosas de obtención de datos, la sobreestimulación y las posibles conductas adictivas, con el fin de convertirlos en usuarios libres, conscientes y responsables.
Sobre el autor
Guillermo Cánovas es docente, director del Observatorio para el Uso Saludable de la Tecnología EducaLIKE; director del Centro de Seguridad en Internet para los menores en España, integrado en el Safer Internet Programme de la Comisión Europea (2002-2014); presidente y fundador de la organización de protección del menor Protégeles; Premio Unicef por su labor en favor de la infancia en 2013 y condecorado con la Cruz de la Orden del Mérito. Imparte multitud de formaciones sobre seguridad digital y es autor de diversos libros y estudios sobre la infancia y adolescencia.
Primeras página de Autorregulación digitalDescargaLa entrada Autorregulación digital se publicó primero en Aprender a pensar.
Transmitimos una visión desde las aulas en la que más del 92% de los referentes nombrados son masculinos. Las implicaciones que tiene esta ausencia nos conciernen de igual manera a mujeres y a hombres. Suponen una gran pérdida cultural.
Entre los fines de la educación está educar en igualdad de oportunidades y es de lo que vamos a tratar en este libro, de cómo podemos incluir también referentes femeninos y adecuar el relato de la escuela a un enfoque de igualdad.
La corrección de esa visión tan sesgada, mediante la incorporación del saber de las mujeres, ampliaría nuestra perspectiva histórica, social y cultural y representaría la legitimación de las mujeres como protagonistas de la historia
y del conocimiento.
Sobre la autora
Ana López-Navajas es filóloga, investigadora, doctora por la Universitat de València y asesora de Coeducación e Igualdad en la Formación de Profesorado en la Conselleria d’Educació, Investigació i Cultura de la Generalitat Valenciana. Ha coordinado distintos proyectos (TRACE, Análisis de la ausencia de las mujeres en los manuales de la ESO, Ministerio de Ciencia e Innovación e Instituto de la Mujer) y publicado numerosos artículos relacionados con la visibilidad de las mujeres.
Primeras páginas de Aprender con referentes femeninosDescargaLa entrada Aprender con referentes femeninos se publicó primero en Aprender a pensar.
Yo, como sujeto autónomo, valgo poco.
Con frecuencia me siento guiado por una voluntad que solo parcialmente es mía. Tanto es así, que nada más levantarme ya intuyo que grado de autonomía tendré a lo largo del día.
Hay días que no me sale una frase con pies y cabeza, a pesar de que lo intento una y otra vez; hay días que todo fluye y me siento tan satisfecho de mí mismo. Los estados de ánimo son caprichosos y van y vienen a su antojo, sin previo aviso. Por eso cada día se presenta con su daimon, que es quien decide qué voy a dar de mí mismo.
Si algo he aprendido de mí mismo es que tengo que llevarme bien con mi daimon, no llevarle mucho la contraria y aprovecharlo al máximo cuando está de buen humor, ocurrente y hacendoso. Si el artículo que estoy intentando escribir no acaba de cuajar, mejor comenzarlo de nuevo mañana. Por eso mismo intento escribirlo bastante antes del día de la entrega.
Escrito por Luis Roca Jusmet
La concepción hegemónica sobre el cuerpo es la que nos da la biología, considerada científica y por tanto probada. Pero esta oscila entre una visión mecanicista heredada de Descartes ( piezas y mecanismos : anatomía y fisiología) y otra vitalista ( autopoiesis: procesos de autoconstrucción interactivos) como la de biólogos renovadores como Mauratana. de Pero hay otras concepciones coherentes, fuera de nuestra tradición como la china. Igualmente el psicoanálisis nos ofrece una rica conceptualización,La pregunta filosófica es : ¿ somos un cuerpo subjetivado o somos un sujeto con un cuerpo?
Somos un cuerpo, no tenemos un cuerpo. La segunda opción es la dualista, que seguramente y a pesar de las apariencias sigue dominando el imaginario occidental. Parte de que hay una substancia que es independiente del cuerpo, que nos da identidad y que no tiene algo que es el cuerpo. A este sujero con cuerpo le podemos llamar "espíritu", "alma", "mente", "yo" o como queramos. Hay que problematizar el nombre, no la conceptualización. Acabar con la concepción dualista es plantear que es el cuerpo el que se subjetiviza, el que piensa sobre sí mismo. Podemos decir que el cuerpo tiene alma si nos referimos a un principio vital, podemos decir que tiene espíritu si nos referimos a que va más allá de lo bioquímico, podemos hablar de mente si nos referimos a la red de imágenes y afectos, podemos hablar de "yo" si nos referimos a una identidad que vamos construyendo desde la experiencia y du recuerdo. Pero este cuerpo que somos es la única identidad real de la que podemos hablar. Y que surge de la continuidad estructural y de la relación.
La vida se nos presenta a cada uno de nosotros en forma de cuerpo, de nuestro cuerpo. Somos conscientes de nuestra vida desde nuestro cuerpo. Somos conscientes de nuestra muerte porque sabemos que nuestro cuerpo es caduco. Experimentamos, sentimos y nos relacionamos desde el cuerpo. También es nuestro cuerpo el que habla. Incluso podemos decir que pensamos desde el cuerpo. El cuerpo se subjetiva en la medida que tiene capacidad reflexiva. No es un sujeto vacío, es un sujeto que habla desde la experiencia de un cuerpo sintiente y pensante mediatizado por el lenguaje simbólico.
Un cuerpo no es una entidad que se mueve en el espacio y se relaciona con otros cuerpos. Un cuerpo es un conjunto de relaciones internas y externas que es afectado por estas interacciones. Estamos atravesados por las relaciones con otros cuerpos. Nuestra vida no deja de ser la historia de encuentros y desencuentros con otros cuerpos.
El enigma del cuerpo es el enigma de la vida. Es en nuestra corporalidad donde la vida se manifiesta. Un cuerpo viene a ser vida estructurada, delimitada pero al mismo tiempo abierta. La vida que fluye pero se mantiene en unos límites. Autónoma y dependiente. No podemos entender el cuerpo como algo muerto que recibe vida. El cuerpo es lo vivo. Me ha gustado mucho leer, estos últimos meses, a Emanuele Coccia. Un gran descubrimiento. "La vida sensible", "La vida de las plantas" y "Metamorfosis"
Es significativo que las culturas que llamamos " orientales" entiendan el trabajo espiritual no como una disciplina contra el cuerpo sino del cuerpo. Lo vemos en el Yoga en la India, en el Zazen en el Japón o en el Tai Chi en China. La espiritualidad es del cuerpo. La meditación se entiende como silencio de la mente para concentrarse en el cuerpo.etamorfosis" me han abierto una óptica nueva sobre la vida e, indirectamente, sobre el cuerpo."
Escrito por Luis Roca Jusmet
Libertad es un término muy ambiguo. Lo primero que hay que diferenciar es entre libertad interna y externa. La externa es la que tiene una dimensión social y política. La polémica actual está centrada, creo, en la concepción liberal republicana y la neoliberal. La primera está defendida por Philippe Pettit y se entiende como no dominación, es decir en defender que nadie puede privarte de tu libertad de manera arbitraria. Aquí se podría justificar, por ejemplo, las medidas restrictivas por el Covid. Los límites de la libertad son el bien común. La visión neoliberal considera que cualquier restricción va contra la libertad y solo puede limitarse por actos delictivos. La liberal republicana se basa en Spinoza. La neoliberal se basa más, aunque lo radicaliza, en Locke y en Mill.
Continuando con la libertad externa diré que es aquella con la que se encuentra un sujeto en una circunstancia histórica, en un tiempo y lugar determinados. Supone de entrada una determinada libertad política, que son las posibilidades de acción política que te permite una sociedad, que se niegan en una dictadura y se permiten en una democracia. Así lo entendemos los modernos. Luego están las libertades civiles, que es el marco de elección que te permite una sociedad. En estos momentos el régimen de los talibanes en Afganistán parece la expresión más clara de lo que es la falta de libertad, entiéndase esta en un sentido más liberal o más republicano.
El problema filosófico sobre la libertad no hace referencia a la libertad externa sino a la interna. Convencionalmente la pregunta es si estamos determinados a actuar de una determinada manera o estamos solo condicionados. En el primer caso el planteamiento es que nuestros actos están determinados, sea por un factor ( genético, social) o multifactorial. Nunca podemos hacer nada diferente de lo que hacemos aunque debamos asumir las consecuencias de nuestros actos, si no moralmente si penalmente. En el segundo se plantea que tenemos libre albedrío o libertad de la voluntad. En este caso, se plantea que por muy condicionados que estemos, siempre elegimos y podemos hacer algo diferente de lo que hacemos. Este es, para Kant, un postulado que aunque no podamos demostrar hay que asumir como condición para poder afirmar la naturaleza moral del ser humano. Me parece que hay que plantear el problema en otros términos. La libertad interna no creo que deba plantearse en términos de si estamos determinados o no. Lo estamos siempre, pero la libertad es este margen en el que podemos crear una distancia con todos los condicionamientos y dar un condicionamiento propio, algo que provenga de nosotros. En el sentido que apunta Spinoza, el del deseo que no es un puro automatismo, que aparece como conciencia de lo que necesitamos realmente para aumentar nuestra potencia vital. Es la razón que elige lo mejor para nuestra existencia singular.
La libertad es, entonces, no estar dominado por ti mismo ni por los otros. Dominio significa un poder que anula la conducta propia. No puedes actuar según tu visión porque o no tienes una visión propia o porque no puedes llevarla a cabo. Te limitas a repetir o a obedecer. Tus automatismos internos te llevan a dar una respuesta mecánica. La diferencia entre actuar y reaccionar. Es complejo, lleno de matices y de preguntas. Pero creo que la cosa va por aquí. La libertad no es una facultad que tenemos, sino un espacio que los humanos, en cuanto sujeto reflexivos con voluntad, podemos crear. No es algo que nos viene dado a los humanos. Es algo que hemos de arrancar a un Otro que, por otra parte, es absolutamente necesario sostener. Hablo del ser humano, pero de un ser humano que no es abstracto sino contemporáneo, que es el único que conocemos. Lo dijo muy bien Antonio Machado : "Caminante, no hay camino, se hace camino al andar". Esto es, para mí, ser libre. Ir haciéndose un camino. No es poco y no es fácil. El problema no es solo un Otro que nos niega esta posibilidad. Los grandes obstáculos, lo dijo Kant de forma muy clara en su texto sobre la Ilustración, son la pereza y el miedo. Porque para ir haciéndose este camino lo primero es aprender a pensar por uno mismo.
¡Qué tiempos aquellos en que si te despertabas a las cuatro de la mañana era para ir al váter con los jos cerrados y sin abrirlos volvías a la cama y recuperabas el sueño instantáneamente! Ahora, si me despierto, sean las las tres, las cuatro o las cinco, me desvelo y ya no vuelvo a reconciliar el sueño y lo peor es que tampoco aguanto quedarme en la cama, así que me levanto, bebo agua, me voy a mi estudio, abro un libro, escribo algo, miro por la ventana, ordeno papeles, vuelvo a coger el libro, respondo algún mail, pienso en esto o en aquello, de repente me acuerdo de algo que tenía que haber hecho y se me ha pasado, miro la agenda de los próximos días, cierrro los ojos y pienso en cómo acabar el artículo que tengo comenzado... y, finalmente, se hace de día y llega la hora de ir a desayunar al Petit Café.
Me entrevista un periodista interesado por mi reciente viaje por Hornachuelos y Sierra Morena. Está escribiendo un reportaje sobre lo que él llama "turismo espiritual", que cree que va en alza, y alguien le ha hablado de mí.
Yo me quedo con el turismo acontecimental de la vida. ¡Hay que ver qué manera tan caprichosa tenen las cosas de emparejarse! Ahora, además, con las redes sociales, no tenemos manera de saber qué repercusiones tendrá algo que escribimos sin otras pretensiones que las de dar rienda suelta a nuestra indiscreción. Al periodista le he contado que el mío era, en todo caso, un turismo sereno.
Criticaba Bernardo de Chartres a Pedro Abelardo -el de Eloísa- por ser un hombre diferente de sí mismo (homo sibi dissimilis), pero a mi me parece un lujo poder disfrutar de mi disimilitud serena contigo mismo por unos días.
Ayer volvió a irse mi mujer a Pamplona y para hacer más liviana su ausencia organicé una cena filosófica en casa. Los invitados: Miquel Seguró Mendlewicz y Núria Oliveres. Menú: ensalada de tomates con espárragos, anchoas y aguacate y merluza a la vizcaína. Vino blanco de Rueda y, para los postres (exquisiteces de la pastilería Miquel), "dolç de Mataró". Hablamos de ausencias irreparables, de lo que acompañan esas ausencias y, por supuesto, de filosofía judía, de cómo todo comienza en Cohen y de Los confines de la razón, último libro de Miquel.
Les comenté que, si todo va bien, en pocos días cuatro locos inspirados por la fortuna (que es aquello que hay conquistar, según nos aconseja Maquiavelo) pondremos en marcha una nueva editorial. Les mantendré informados.
Esta mañana conversación con Jean-Michel Kantor. Hablamos de místicos matemáticos rusos y de una cosa que nos traemos entremanos con los Mercader. Por cierto: la edición rusa de El cielo prometido va para adelante. Me he compromtido a escribir un epílogo.
Las moscas, insoportables, deben barruntar también la inconveniencia de septiembre.
"Uno de los tres protagonistas, Joaquín Bonhome, ha ahorrado algo, siéndolo todo: minero, sargento de infantería, maquillador, viajante de productos farmacéuticos, camelot du roi, empleado de La Banque du Midi, contrabandista, recaudador de contribuciones, guardia municipal de Arcachon. Casa, casi viejo, con Menchu Aguirrezabala. Es ella mujer 'muy bruta, con su ojo de cristal que manaba una agüilla amarillita pegajosa como si todavía destilara del ojo de carne que perdiera en Burdeos, cuando la gripe, del gope que le pegara su hermano Fermín, el transformista'. Quien tuerta la dejó, 'no era ninguna hiena', a pesar del incidente. Fermín imita estrellas en el musette, de Burdeos; bebe vodka, 'esa bebida que se hace con cerillas', canta L'amour et le printemps y se depila las cejas. Su casero lo cree grilla; su cuñado, 'poco hombre para hombre, y muy delgado para mujer'. A poco de casado, cae Joaquín bajo un tren, a la salida de Bayona, y se deja una pierna en la vía. Él jura y perjura que su mujer lo empujó. Ella afirma que lo tumbó el vino que llevaba en el cuerpo. Anda desde entonces con pata de palo, que aun sangra resina. Un día disputan Menchu y Joaquín, en presencia del cuñado. Exasperado, el cojo apóyase en los respaldos de un par de sillas y cocea su cónyuge. 'Menchu se fue, de la patada, contra la pared... Se debó de meter algún gancho por el ojo de cristal... Quién sabe si se le habría atragantado en la garganta... A Joaquín, con el susto que se llevó con la pirueta de su mujer, se conoce que se le escurrió la silla, que perdió pie; el caso es que fue de espaldas y se desnucó'. Fermín, el transformista, huye aterrado. En el descansillo se cruza con unas vecinas. En la calle, a poco, lo detienen gendarmes. Convicto de doble crimen, languidece en la Guayana. La Guayana está infectada de malaria. Sentado en su baúl, ve pasar horas, días, semanas, meses. Al año no llega. En Toulouse el señor comisario se frota las manos. Si pudiese, dice, encerraba a todos los transformistas, como medida de precaución".
Así resume Carlos Rojas el cuento de Cela titulado El misterioso asesinato de la rue Blanchard, que no he leído,y me parece que ha resumido a Cela y a todo su mundo literario.
Algo que comparten Los fusilamientos del 3 de mayo, de Goya, y el Guernica, de Picasso: La ausencia de sangre. Me acabo de dar cuenta. Es la ausencia de sangre lo que realza su dramatismo.
Creo que era Lacan quien decía que lo que hacemos sabe muy bien quiénes somos. Se le olvidó añadir que intentamos por todos los medios desacreditar su saber para creernos a la altura de lo que pensamos ser.
"La reina lo alimenta con cucharaditas de leche y rocío".
- Carlos Rojas, describiendo los últimos días de Carlos II, el Hechizado, en Diálogos para otra España.
¿Quién fue el escritos frances que se preguntó mirando a las Meninas dónde estaba el cuadro?
IVEsto sublime de Cadalso: “Nadie es infeliz si puede hacer a otro dichoso”.
I
Hay en España autores que si los citas nombrándolos, te hunden; pero si los citas sin nombrarlos, te hacen quedar muy bien.
II
Imaginemos por un momento que vuelven a la vida todos los muertos de nuestra guerra civil. Sospecho que más de uno, mirando la España actual, se preguntaría si por esto dio la vida. Ahora bien, eso no necesariamente hablaría mal de la España actual.
III
La humildad es el conocimiento preciso de uno mismo.
IV
Soy un mal cristiano al que le gusta la proximidad con los buenos cristianos. A su lado siento algo que creo que podría parecerse a lo que sentían los humanos de Tolkien ante los elfos en retirada.
V
Anécdota hallada en uno de esos autores a los que no hay que leer:
- ¿Tiene usted carne de oso? -le preguntó Alejandro Dumas, padre, a un posadero de Martigny.
- No señor, no -respondió éste.
Unos días después un viajero se presenta ante el posadero:
- ¿No es aquí donde se come carne de oso?
Poco después otro viajero hace la misma pregunta.
Y otro, y otro..,
Finalmente el posadero pregunta a qué se debe tanto interés por la carne de oso.
- Porque es aquí donde Dumas la ha comido.
-¿Dumas?
-¡Claro que sí!
- No conozco a ese señor.
La historia se extiende por Suiza y finalmente un amigo le pregunta a Dumas:
- ¿Qué hay de cierto sobre tu filete de oso?
- Pues mucho y poco. Tres días antes de mi paso por Martigny un hombre atacó a un oso y lo hirió de muerte, pero el oso tuvo todavía fuerza para matar al hombre y le devoró una parte de la cabeza. Yo me he limitado a dar carácter escénico al suceso.
Ayer me dieron las doce de la noche en medio de una videoconferencia con Colombia y hoy me despediré del día hablando telemáticamente con los profesores del magnífico Colegio Madrid de la Ciudad de México, fundado en el exilio por miembros de la ILE. Han sido estos últimos los que han conseguido que se presentara en mi casa a primera hora de la mañana un empleado de Iberflora con un centro de mesa formado por varias macetas de plantas de interior, cosa que les agradezco muchísimo. Ha sido una maravillosa sorpresa. Haré lo posible porque las plantas me duren mucho tiempo.
Pensaba después de comer que si, de repente, se me presentara un genio todopoderoso para decirme que me permitía regresar a la edad que quisiera de mi biografía, lo intentaría convencer de que, en vez de un regalo tan desmesurado, me arreglase un poco las rodillas, el oído, la vista y algunos desconchados más. Pero si se pusiera tremendo y me dijera que o un regreso al pasado o nada, elegiría quedarme como estoy. Que me dejase tal cual, tranquilo, con mi mujer, mis hijos, mis nietos, mis libros y mi casa. De hecho, hoy quería mi mujer invitarme a comer a un buen restaurante, pero yo tenía aspiraciones muy superiores: la de comer los dos sencillamente en casa una comida frugal.
Este artículo fue publicado originalmente por el autor en El Periódico Extremadura
La palabra “ciudadanía” es de esa clase de términos fetiche (como “igualdad”, “libertad”, “democracia” y otros) que, de tanto y tan retórico uso, han terminado casi por no significar nada. Así, se habla del logro de la “ciudadanía global”, del ejercicio de la “ciudadanía democrática”, de la “Europa de los ciudadanos” o de la “competencia ciudadana”, sin saber, salvo reverendas y redichas vaguedades, que significa exactamente todo eso. Veámoslo nosotros.
Antes de nada, la ciudadanía no es un atributo innato, ni que merezca nadie por el hecho de nacer aquí o allí. Es curioso que se hagan exámenes para obtener carta de ciudadanía a los que vienen de fuera, pero noa los nativos (de modo análogo a la manera en que se hacen pruebas de idoneidad a los adoptantes de un niño, pero no a sus progenitores naturales), algo que siempre me ha llamado la atención, como si ser buen ciudadano (o padre o madre) fuera una virtud telúrica que proporcionara mágicamente el terruño (el embarazo o el uso eficaz de los genitales).
La ciudadanía es una condición adquirida que, aunque generosamente la supongamos común a todos (a todos los del terruño al menos), lo es solo en cuanto creemos que es, en cada uno, susceptible de desarrollarse. Y lo mismo ocurre con los derechos atribuibles a la condición de ciudadano: no lo son por nacimiento, aunque hayamos estipulado que algunos se otorguen al nacer, sino por una decisión política que se debe, precisamente, al ejercicio adquirido, y a la adquisición por ejercicio, de esa misma ciudadanía.
Si el ciudadano no nace, sino que se hace, la pregunta pertinente es cómo debe hacerse uno ciudadano. Los filósofos griegos proponían una fórmula insuperable: mediante la educación y la participación política real (no nominal o ritual, como en las democracias actuales). O, si quieren, mediante una educación que fuese tanto teórica como práctica. Ahora bien, ¿cómo educar teórico-prácticamente para la ciudadanía?
Está claro que no bastan para ello ni los cursos de formación del espíritu nacional (se trata de “hacer ciudadanía”, no de “hacer patria”), ni los talleres de educación en valores, que son lo mismo pero con procedimientos más invasivos y eficaces (en los viejos cursos de formación cívica solo tenías que repetir consignas y entonar alguna canción, en el “taller”, con sus juegos y dinámicas de grupo, no dejan nada sin formatear, empezando por cosas tan manipulables como la imaginación y las emociones).
Todo lo anterior, aunque necesario (toda sociedad ha de adoctrinar a sus miembros en ciertos valores y principios mínimos), no se corresponde exactamente con lo que debe ser una educación para la ciudadanía, y la prueba es que se da también en sociedades totalitarias en las que, en rigor, no hay propiamente ciudadanos. ¿Entonces?
Averigüemos, en primer lugar, en qué consiste ser un “ciudadano”. Un ciudadano no es, como su nombre indica, el habitante de una ciudad, sino el que participa, constituyéndolo con sus actos, de un cierto modelo de civilización. Un modelo que fue fundado hace dos mil quinientos años en la Grecia clásica, y que se basaba en el ejercicio de dos actividades complementarias (y que nacieron, además, a la vez): la filosofía y la democracia. Lo que estas dos actividades representaban al unísono era que el poder ya no dependía de la voluntad de los dioses o los reyes, sino de la razón comúny del uso de la misma por parte de todos (un “todos” que, sin duda, hemos ido concibiendo mucho más atinadamente desde entonces).
Si la ciudadanía es, pues, fundamentalmente, el ejercicio de la soberanía racional (los argumentos son los que mandan) a través del juicio y el diálogo de los ciudadanos (que son quienes vehiculan esos argumentos), debería estar muy claro ya en qué consiste desarrollar la “competencia para la ciudadanía”.
Consiste en cultivar aquellas mismas competencias que definen la práctica de la filosofía: la reflexión rigurosa sobre cuestiones esenciales para la convivencia (el bien, la justicia, la condición humana, la verdad…), la capacidad para argumentar, el diálogo cooperativo, el empeño en saber y convencer (y no en vencer), la certidumbre de que en todas las opiniones racionalmente defendibles hay algo de certidumbre, o la capacidad para tratar con problemas éticos y políticos desde un conocimiento cabal de las posiciones del otro.
“Hacer ciudadanía” es, pues, fundamentalmente, hacer o educar filósofos. Esto es, formar a las personas en aquellas virtudes éticas e intelectuales sin las que no es posible una convivencia fundada en la razón y la justicia o, más concretamente: en el uso de criterios racionales para tomar decisiones y en el acceso de todos a las condiciones que permiten desarrollar tales criterios.
Escrito por Luis Roca Jusmet
De la ética pasamos a la política. La política debe garantizar el derecho universal. El derecho tiene como función garantizar el que cada cual pueda tener un vida material y éticamente digna. La política debe concretar el derecho en ley y hacer que esta sea efectiva. El Estado es el conjunto de instituciones que lo hace posible.
No creo que la política resuelva la cuestión ética de la buena vida, que cada cual ha de resolver, aunque sea con los otros. No creo tampoco en las promesas de un "hombre nuevo" desde la política. Mi experiencia y mi reflexión me lleva a un escepticismo moderado. Hay mejores y peores formas de gobierno, pero todas tienden al dominio, sea de súbditos ( en el peor de los casos) o de los ciudadanos ( en el mejor). No creo que la ética sea un problema político, aunque si creo que la ética necesita de la política para la emancipación del sujeto. Pienso que lo que se plantea hoy son tres cuestiones: la primera el dilema entre un Estado que se alia con los poderes económicos o un Estado que garantiza derechos a los ciudadanos. La segunda entre un Estado burocrático y un Estado democrático. La tercera entre un Estado que es una red clientelar de privilegios para los gobernantes o es una institución eficiente y transparente para los ciudadanos. Tres cuestiones que están directamente ligadas.
Las mejores referencias políticas que conozco, que están históricamente determinadas, son la Declaración Universal de Derechos Humanos y el Estado democrático y social de derecho. Me parece que recoge lo mejor del republicanismo, del liberalismo y del socialismo. Se concreta en un Estado que tiene como función la garantía de los derechos que aparecen en la declaración. Incluyen la idea del ciudadano como unidad política básica y consideran que el ciudadano es consecuencia del Estado de derecho. Implica la idea de contrato social. Por supuesto que la declaración de derechos humanos es una idea regulativa, una ficción necesaria. Se supone que tenemos estos derechos. Igual que es ficticio el contrato social: se supone que existe este contrato y que todos debemos respetarlo. No digo que no hayan otras opciones sino que son las mejores que conozco.
Tampoco me consta que exista un sistema político mejor que la democracia liberal como marco para garantizar un Estado democrático y social de derecho que garantice al máximo los derechos humanos. Pero no es suficiente. Es necesario una cultura democrática y una voluntad política de los gobernantes y de los gobernados para que sea efectiva. Es anticapitalista en su lógica, aunque exista en el capitalismo en estado de tensión, porque va contra su lógica, que es el del aumento incesante del capital. Y porque los derechos han de entrar también en la empresa .
La democracia liberal debería ser constitucionalista y republicana. Es necesaria una Constitución que blinde los derechos fundamentales y no dependa de mayorías políticas. Republicana quiere decir separación de poderes, participación política y libertades políticas. También excluye la figura de una monarquía, aunque no sea lo más importante. Hay monarquías más republicanas que supuestas "repúblicas" sin rey pero sin las condiciones importantes que he expuesto.
Es imprescindible ir hacia alguna forma de Estado mundial porque es la única manera de garantizar derechos, sobre todo laborales, y combatir las estrategias del gran capital. También para frenar la devastación de la naturaleza. La riqueza solo puede redistribuirse de manera justa con un sistema fiscal equilibrado a nivel internacional. No puede hacerse con un Estado mundial centralizado sino con formas federales y confederales.
Para mí, al contrario que en Platón como en Aristóteles, la ética no se realiza en la política. Tampoco pienso, como Epicuro, que la ética se realice al margen de la política. Pienso que la política es necesaria para que la ética sea posible. Reconozco aquí la línea de Spinoza entre los modernos y Michel Foucault entre los contemporáneos. La ética tiene un aspecto singular, porque cada cual elige el camino de su vida. Pero también está el elemento universal que señalaba Kant entre los modernos y Axel Honneth entre los contemporáneos, que lleva al reconocimiento del otro y a la universalidad de los derechos. Esto nos lleva al derecho universal. La política tiene algo de universal, en la medida en que lo que debe hacer es garantizar estos detechos, pero también algo de particular, porque las formas políticas que lo hacen no son siempre, en todo tiempo y lugar, las mismas. Pero el elemento democrático, tal como señalaba Spinoza, siempre debe estar presente.