Día largo y provechoso. Hasta me ha dado tiempo para subir la cuesta de Moyano, echar una ojeada a los puestos de libros de viejo y hacerle una visita a don Pío, que está, donde debe, en lo alto.
No voy a repasar todos mis trajines. Me limitaré a señalar que he comenzado la mañana, a las 8:30 con una entrevista de la periodista Olga R. San Martín, que he tenido que interrumpir para viajar al Juan Pablo II de Parla, y que he recuperado a las 19:00. Quería Olga, entre otras cosas, que le contase una experiencia escolar de éxito. Le he hablado, para no señalar a nadie de por aquí, de la New Dorp, de Staten Islan (un centro cuya trayectoria sigo desde hace tiempo), de la Writing Revolution y de Judith Hochman. Otro día comentaré despacio por qué la New Dorp representa perfectamente lo que para mí es una escuela que domina su oficio.
He comenzado a leer Descargo de conciencia, de Pedro Laín Entralgo y he enviado a la CNTC este texto corto para la contraportada de mi ensayo sobre el Siglo de Oro:
Este libro es una invitación cordial a mantener vivo un patrimonio del que somos inevitablemente descendientes, pero quizás, también, unos herederos descuidados, ya que no parecemos muy predispuestos a pleitear contra el olvido en defensa de nuestros derechos de sucesión. Se trata del increíble patrimonio de nuestro Siglo de Oro.
La perspectiva elegida para mostrar esta herencia es la del recogimiento, entendido como una apasionada exploración colectiva del yo. España era un hervidero de adelantados en la conquista del alma. De ahí el clamor de yoes que nos llegan desde el pícaro, el místico, el filósofo o el conquistador y que culmina en las páginas del Quijote con la más orgullosa autoproclamación del yo de toda la literatura del Siglo de Oro: «Yo sé quién soy».
Sostenía Valera que la edad de la razón no empieza ni con Bacon ni con El discurso del método, sino el día en que Juan Sebastián Elcano llegó a Sanlúcar de Barrameda, el 6 de septiembre de 1522. No le falta razón precisamente porque Elcano es el símbolo de tantos circunnavegadores del alma como había en España.
"De las 20.000 encuestas realizadas a personas que practicaron el juego de la ruleta rusa, todas ellas respondieron que sobrevivieron al juego. Por lo tanto, como conclusión, el juego de la ruleta rusa es seguro."
Hoy he estado en un centro educativo de 1.300 alumnos en el que no he visto ni un papel por el suelo ni una raya en las paredes y, lo más soprendente: los alumnos se levantaban cuando entraba a una clase y me hablaban de sus ambiciosos proyectos con toda naturalidad. Pensaba que cosas así ya no existían.
Estaba sepultado por una tonelada de trabajo, aislado del mundo y abducido por la pantalla del ordenador, cuando han vuelto a visitarme de improviso los mareos y vómitos. El hombre propone y la naturaleza, que es la propietaria en exclusiva de toda soberanía, dispone. En cuestiones de soberanía, lo que no es la naturaleza es una vicaría. Cuando me encuentro atravesando estos episodios me siento tan frágil, tan poco dueño de mí mismo, tan en manos de la debilidad, que el horizonte vital se me restringe hasta las siguientes náuseas. En estas circunstancias un sentimiento de agradecimiento se apodera de mí, por la suerte que tengo de no estar solo, de tener a mi mujer al lado. Pero, al mismo tiempo, me pregunto si el amor del débil es fiable. Posiblemente el amor de verdad, el que vale, es el que no está enmascarado en la necesidad, el amor de la salud, el amor que expresas cuando te sientes fuerte y dueño de ti mismo y amas no porque necesites la ayuda de quien amas, sino porque la salud es eso: amarla.
He salido un poco esta mañana a la Plaza de Ocata, pero sin ganas de leer, ni de hablar, ni de desayunar. Por eso cuando el llorón (algún día, quizás, contaré su historia) me ha venido a saludar, lo he recibido sin simpatía. No ha servido, por cierto, de nada. Además, un anciano que andaba merodeando por la plaza sin mascarilla se nos ha acercado para contarnos que nació en el 29.
Me llegan a la vez las galaredas de La mermelada sentimental, que publicará Encuentro a principios de junio, y de El recogimiento, subtitulado La aventura del yo, que, si todo sale como está previsto, se presenta el mes que viene en Madrid. Del primero no me acaba de convencer la portada. Del segundo, me decepciona la maquetación. Hay que revisarlo de arriba abajo. Es lo que haremos. Tiene que salir un buen libro y estamos empeñados en que así sea.
He tenido fuerzas para escribir el artículo para El Subjetivo. Se titula Intermedio taurino. Lo acabo de enviar. Espero que no se note demasiado mi debilidad.
Se pone en contacto conmigo un ya viejo amigo del que siempre me he sentido muy cerca, J.S.M., inmenso poeta sevillano. Nos intercambiamos los cromos de nuestras penas y nos prometemos mantener abierto entre nosotros el teléfono rojo.
Esta tarde me ha llegado un ejemplar de la segunda edición de mi ¿Matar a Sócrates? Salió en octubre pasado y hasta hoy no la he tenido en mis manos. Efectos secundarios de la pandemia. Le añadí un epílogo que he vuelto a leer y me ha gustado. Son tres páginas, pero tres páginas sinceras que creo que le dan un tono diferente al conjunto del libro.
Me han pasado más cosas estos dos días, pero tengo que parar aquí. Me he comprometido a escribirle un prólogo a un buen amigo soriano, Borja. Un amigo sólo es amigo de verdad si lo consideras con derecho a llamar a tu puerta de madrugada para pedirte cualquier cosa.
El ministerio de educación anda elaborando un nuevo currículo educativo para enseñanzas básicas y medias, y su intención, según parece, es dar con él un vuelco al modo en que se trabaja en escuelas e institutos. ¿Lo conseguirá o se reducirá todo, como otras veces, a mero simulacro retórico-burocrático? Vamos a verlo, comenzando por subrayar lo que de bueno pueda tener ese pretendido cambio.
Antes despejemos dos asuntos. El primero, el habitual “negacionismo” de los docentes que abominan de toda innovación pedagógica, sea por desprecio a la pedagogía (cosa extraña viniendo de pedagogos en ejercicio), sea por considerar que las innovaciones propuestas minusvaloran lo que ellos consideran (muy restrictivamente) como “conocimiento”. De este negacionismo pedagógico ya hemos tenido bastante con la derogada ley Wert, y sus resultados están a la vista.
El segundo asunto por despejar es el de la confusión entre política y reforma pedagógica. Es obvio que la educación es siempre una cuestión ideológica, y que las últimas reformas educativas (tanto en educación básica como universitaria) han supuesto un giro liberal en los contenidos, fines y hasta en el propio lenguaje educativo. Pero relación no es confusión, y hay elementos netamente pedagógicos con los que, independientemente de nuestra opción política, podemos estar todos de acuerdo.
El principal de estos elementos es el de la naturaleza misma del aprendizaje. Más allá de disquisiciones varias, todos coincidimos en que aprender supone interiorizar e incorporar lo aprendido, en el sentido de hacerlo parte de uno mismo y, por tanto, de lo que uno cree y hace (y no meramente de lo que dice o simula hacer). Seamos, ahora, brutalmente honestos. ¿Se aprende así en la escuela? Por lo general, no. ¿Hay que emprender, entonces, un cambio real en las prácticas escolares? Fundamentalmente sí.
La principal novedad pedagógica del currículo educativo en ciernes es apostar decididamente por una educación por competencias (más que por áreas o asignaturas). ¿Puede contribuir esto al cambio que se necesita? La educación por competencias, si se toma en serio, invita a sustituir simulacros rutinarios de aprendizaje por acontecimientos genuinamente educativos. Un acontecimiento “genuinamente educativo” es aquel en que el aprendizaje gira en torno al “hacer” y no al “padecer” de sus protagonistas, esto es: en torno a acciones significativas, no mecánicas, en las que los alumnos involucran todas las dimensiones posibles de su personalidad – cognitiva, moral, social… – y con las que se propicia, de modo palpable, un cambio a mejor.
Por supuesto, la noción de “competencia” es en sí misma discutible y evaluable, tal como lo son las “competencias clave” seleccionadas. ¿Por qué esas y no otras? Más allá del sesgo liberal citado, o del insufrible tono psicológico y de coach empresarial de algunas, se echa a faltar, por ejemplo, una “competencia global”, parecida a la que se incorporó el año pasado en el informe PISA, que habilite a los alumnos para relacionar, integrar y evaluar críticamente los distintos conocimientos, destrezas y actitudes de las demás competencias. Se trataría, en esa “competencia global”, de desarrollar una perspectiva lo más integrada y fundamentada posible acerca de la realidad y otros asuntos clave como la identidad humana y cultural, la naturaleza del conocimiento o la validez moral, política o estética de nuestras acciones. En un mundo globalizado e hipercomplejo como este, disponer de esa competencia global debería ser cuestión de mera supervivencia.
En cualquier caso, todo esto es un comienzo. Es claro que la escuela concebida como mera transmisora de información carece ya de sentido, y que seguir exponiendo al alumnado al vigente tsunami de ideas, creencias, valores, imágenes y datos, sin las competencias adecuadas para interiorizarlo (organizándolo, verificándolo y valorándolo desde criterios propios), no conduce más que a un estrepitoso fracaso.
Ahora, más allá de su relevancia pedagógica, la otra condición para que la nueva propuesta curricular no se convierta en papel mojado, es su operatividad sobre el terreno. Esto exige dos cosas. Primera, concisión y flexibilidad suficiente para que cada centro, equipo docente, alumno y profesor en particular puedan desarrollar su tarea con la opcionalidad y pluralidad exigida (también la ideológica); y, de otro lado, valentía para redactar un currículo (o currículos, porque cada autonomía tendrá que publicar el suyo) que no sea, como es usual, una superposición retórica de leyes y conceptos nuevos y viejos, sino una propuesta clara y bien articulada que no quepa maldecir por exigir más tiempo en acomodarse a sus formalismos que en enseñar y aprender, que es de lo que al final, como todos sabemos, se trata.
Entre los problemas metafísicos por excelencia está aquel al que alude el “Génesis” en uno de los relatos mayormente configuradores de nuestra civilización: la serpiente doblega la prudencia de nuestros primeros ancestros con la promesa de plenitud que resultaría de consumir un fruto de un árbol ubicado junto al de la vida en el centro del Paraíso.
Resulta que la manzana encerraba una promesa de saber, y sabido es Aristóteles, como tantos otros de los grandes del pensamiento y del verbo, erige la exigencia de saber en marca distintiva de nuestra condición. De ahí lo pertinente de recordar (como lo hacía Javier Echeverría en un libro titulado precisamente Ciencia de Bien y de Mal Herder Barcelona 2007) que Eva representa el primer arquetipo de quien “prefirió el conocimiento a la sumisión”, o sea, del filósofo.
Víctor Gómez Pin, El hombre cuenta (XI): ¿Moralidad legitimada por la ciencia o ciencia como corolario de la moralidad?, El Boomeran(g) 11/04/2021
Nada parece mejor para combatir nuestro particular desconcierto que entender los conflictos políticos, primaria o exclusivamente, como asuntos epistémicos, es decir, como cuestiones de saber y competencia; dentro de este marco, los problemas de la democracia se interpretan como consecuencia de la ignorancia de la gente o de la incompetencia de los políticos. La cuestión central sería entonces determinar quién dispone del mejor saber o conocimiento experto, de las cifras más exactas, de la interpretación correcta de los datos, quién es más competente. Los problemas de una política sobrecargada o incapaz se resolverían delegando cada vez más asuntos en el gremio de los expertos. Los conflictos sociales se transforman en conflictos entre expertos de diverso signo y se resuelven en función de la fiabilidad de los datos que esgrimen. La disparidad en torno a valores e intereses es aparcada o no se hace explícita porque se considera que el saber metódico y seguro es un recurso mayor de legitimación. Esta tendencia refleja la nostalgia de una política sin intereses donde todo se resolviera con objetividad, evidencia científica y consenso de los expertos. La política ya no consistiría en organizar mayorías y forjar compromisos para resolver temporalmente divergencias de valores e intereses, sino en identificar quién sabe o es más competente.
Estaríamos de este modo ante una nueva versión del viejo sueño de racionalización de la política, su deseo de despojar a la política de lo político, es decir, de la gestión de intereses en conflicto, la toma de decisiones con un saber insuficiente y el esfuerzo por lograr compromisos sostenibles. Detrás de todo ello está la suposición de que hay un camino directo que va de la evidencia a la política correcta. Se trata de una creencia infundada, ya que nada nos garantiza que el mejor conocimiento conduzca a la mejor política. Es posible disponer de un buen saber experto y hacer una mala política. Que buena parte de las decisiones políticas traten de justificarse apelando a evidencias no quiere decir que se disponga necesariamente de ellas. Y aunque hubiera un saber científico indiscutible, de la constatación científica de unos hechos no se deduce automáticamente una concreta decisión política. ¿Explicaría de algún modo este contexto epistemocrático el fenómeno, en apariencia contrario, de eso que llamamos genéricamente negacionismo? A mi juicio, sí. La resistencia frente a una colonización de la sociedad por parte de la ciencia tiene aspectos muy razonables (contestación a los expertos, precauciones frente a la tecnología… ) y otros inquietantes. Este movimiento nos dice algo sobre la parte sombría de la sociedad del conocimiento. Las teorías de la conspiración y de los llamados “hechos alternativos” son virulentas allí donde datos, números y conocimiento experto desempeñan un papel dominante a la hora de decidir la política correcta.
Daniel Innerarity, Arrogantes y crédulos, El país 12/04/2021
Aplastado por una tonelada de trabajo insperado y urgente que me ha caído encima paso por aquí para decir "¡Hasta mañana!". Hay que pasar porque un diario muere cuando lo abandonas un par de días.
La idea de que los monopolios son malos porque suben los precios y perjudican al consumidor ha sido central en la organización del espacio económico analógico, pero ahora nos encontramos con empresas tecnológicas que bajan los precios —algunas incluso son gratuitas, como Google y Facebook— y son excelentes para los consumidores. Una lectura neoliberal de la competencia (la concentración puede beneficiar a los consumidores) ha desarmado a los poderes públicos frente a la emergencia de una economía digital fundada sobre la ilusión de gratuidad para el consumidor. Con esta lógica no se identifica la causa profunda del problema planteado por los gigantes de internet. Su impacto obedece al carácter de monopolio u oligopolio que han adquirido en tan poco tiempo. La fiscalidad y la regulación de contenidos, por importantes que sean, no son más que los síntomas de la concentración excesiva del paisaje de la economía digital. Su amenaza para la vida democrática no tiene que ver con los precios sino con la concentración de poder, la disposición sobre los datos y el control del espacio público.
La tecnología permite a las empresas recoger, almacenar y explotar un gran número de datos que, una vez cruzados, mejoran la efectividad y constituyen una aportación indispensable para entrenar a los algoritmos. Esta economía de los datos es una economía de la gratuidad adictiva para el consumidor, ya que accede a poderosos servicios sin tener que pagar ningún precio salvo mediante la recogida de sus datos personales y de la publicidad personalizada que las plataformas venden a otras empresas. Se trata, de entrada, de los efectos de red permitidos por estos servicios, cuyo poder de atracción crece en función del número de usuarios cautivos . Si el precio para el consumidor es cero, el enfoque de la política de la competencia por el precio es por ello inoperante.
Daniel Innerarity, Regular la digitalización, La Vanguardia 10/04/2021
“Las prescripciones que debe seguir el médico para curar a su hombre, aquellas que debe seguir el envenenador para liquidarle con certeza, son de idéntico valor”
No se trata de una provocativa “boutade”, sino de un párrafo de la kantiana Metafísica de las Costumbres, uno de los textos más importantes que se hayan nunca escrito en materia de moral.
Supongamos que una persona acuciada por una situación de penuria barrunta el resolverla por cualquier medio, lícito o ilícito, y que tras sopesar los inconvenientes adopta la decisión de desvalijar un establecimiento, una sucursal bancaria por ejemplo. A partir de este momento, tal hecho delictivo será móvil de su voluntad, en términos de Kant “máxima subjetiva de acción”
Naturalmente, hallarse determinado por una máxima, tener una meta a alcanzar, tiene poco sentido si no se está atento a los instrumentos necesarios para la realización efectiva. Si, por ejemplo, nuestro hombre se deja llevar por la abulia, el placer o la pereza, y en lugar de de vigilar cuidadosamente el dispositivo de alarma, se dedica a pasear o acude a un museo, difícilmente alcanzará su propósito. La vigilancia de la alarma, y todas las demás circunstancias análogas, es algo determinado por un fin a alcanzar, y no algo a lo que forzosamente lleva la inclinación del sujeto. En tal medida constituye una suerte de imposición o deber (Sollen en el texto de Kant), una ley o imperativo de la razón.
Aunque desvalijar una institución bancaria sea en general considerado un acto poco edificante, cabe imaginar que las razones últimas del sujeto sí tenían alguna connotación moralmente positiva (la precaria salud de un miembro de la familia, por ejemplo). De ahí que, para aprehender la esencia del imperativo kantiano sea mejor considerar ejemplos indiscutiblemente turbios: un individuo obsesivamente atravesado por una sexualidad no correspondida, decide pasar al acto contra la voluntad de la persona deseada; un sujeto injustamente envidioso es presa de un deseo homicida contra la persona afortunada.
En uno y otro caso, imperativo de la razón es buscar la ocasión y el instrumento adecuado. El violador cabal actuará al amparo de la soledad y el homicida ha de elegir el instrumento oportuno, según la implacable lógica que atribuye idéntico valor a la disciplina que sigue el terapeuta y a la que sigue el asesino.
¿Idéntico valor moral? No ciertamente, pero ello en razón de la diferencia de los fines a los que tales disciplinas se ajustan, y no en razón de su condición de instrumentos racionales para alcanzar los mismos, pues como tales su dignidad está garantizada. Si el envenenador probara con la primera pócima a mano, o el violador actuara a plena luz y ante testigos susceptibles de impedir el acto, cabría hablar de impulso conforme a una inclinación, no de de mediación- distancia- interpuesta por la razón, no de acto cabalmente humano.
Esta diferencia (a la que, con buen criterio, tan atenta está la lógica jurídica) es clave respecto al problema de determinar si ha habido o no responsabilidad, y la dignidad que la responsabilidad conlleva, en el comportamiento. Hasta para alcanzar fines que atentan a lo que un orden social racional exige, hay que usar la razón, la cual impone una ley a la que se subordinan las inclinaciones del individuo: tal es la moraleja de esta reflexión kantiana.
Víctor Gómez Pin, El hombre cuenta (X): moralidad y sometimiento a la razón El Boomeran(g), 31/0372021
Igual que la informática clásica se basa en el concepto de bit (que puede tomar el valor 0 o 1), en la informática cuántica el cúbit (del inglés qubit, quantum bit), es la unidad mínima de información. A diferencia del bit, que solo puede estar en uno de esos dos estados, el cúbit puede encontrarse simultáneamente en los estados 0 y 1. Es como si pasáramos de un interruptor de la luz que la apaga o la enciende, a uno que nos deja tener muchos estados intermedios. Así con 10 cúbits tendríamos 1.024 estados simultáneos y, cada vez que añadimos un cúbit, duplicamos la potencia de cálculo.
Mario Piattini Velthius, Computación cuántica: un salto tan grande como el que hubo entre el ábaco y la informática actual, El País 03/04/2021
Cada vez me resulta más insoportablemente aburrida la televisión. Eso tiene un aspecto malo y otro bueno. El malo es que, como la televisión juega en nuestros tiempos el mismo papel que el hogar encendido en las casas de los abuelos, si te alejas de la pantalla te alejas también de la convivencia familiar. El bueno es que es una maravilla irte a la cama a las diez de la noche con un libro en la mano. Esas horas de lectura iluminadas con la luz de la mesilla de noche son las más provechosas del día. Más provechosas, incluso, que las de la mañana en la Plaza de Ocata con sol y café con leche.
Gracias a mi abandono de la televisión y a mi lejanía de la prensa he acabado las Notas de mi vida, de Juan de la Cierva, y dos más que interesantes libros de un intelectual conservador hoy ya olvidado, don Severo Catalina, a pesar de que en sus tiempos parecía formar la santa trinidad del conservadurismo intelectual hispano, junto a Balmes y Donoso. Son La verdad del progreso y La mujer. Además, he repasado un capítulo de la Experiencia de la muerte, de Landsberg, el titulado Intermedio taurino, que quizás aproveche para mi próximo artículo para El Subjetivo. Para no tener los ojos desocupados, recupero la biografía de Juan Valera escrita por Carmen Bravo-Villasante. La aparté en su momento por decepcionante, pero quiero acabarla. Don Juan y mi autoestima se lo merecen.
Ayer decidí, de repente, que quería tener un objeto de valor de alguna cultura precolombina mexicana. Por supuesto, adquirido de forma intachablemente legal. Parece que no es fácil, pero vamos a probarlo. El afecto que siento hacia ese país inabarcabe que es México, me anima a este gesto. ¡A ver si es posible!
La filosofía es formalmente radicalismo porque es el esfuerzo por descubrir las raíces de lo demás, que por sí no las manifiesta y en este sentido no las tiene. No está dicho que la filosofía logre eso que se propone. La filosofía es una ocupación que no vive de su éxito, que no se justifica por su logro. Al contrario: frente a todas las demás actividades humanas, se caracteriza por ser un fracaso permanente y, sin embargo, no haber otro remedio que intentar siempre de nuevo acometer la tarea siempre fallida pero, ¡ahí está!, nunca rigorosamente imposible. Digamos, pues, que en la filosofía el hombre parte hacia lo improbable. Ya esto bastaría para hacer ver que la filosofía es conocimiento pero no es ciencia. Las ciencias no tendrían sentido sin un logro parcial de su propósito. Verdad es que acaso el propósito de las ciencias no es ser, en la plenitud del término, conocimiento sino construcción previa para hacer posible la técnica. Sin entrar ahora formalmente en la cuestión baste recordar este hecho irrecusable: los griegos que inventaron las ciencias no las consideraron nunca como auténtico conocimiento.
Y no se presuma tras esto ninguna idea abstrusa del conocimiento a que solo se llega mediante complicadas lucubraciones en que los filósofos se hayan complacido. Al revés, quiere decir que lo que el hombre de la calle entiende buenamente cuando oye el vocablo ‘conocer’ no es lo que las ciencias se proponen y hacen. Porque el hombre de la calle no entiende las palabras con reservas mentales sino en la generosa integridad de su sentido. Por conocimiento entiende conocimiento pleno de la cosa, integral saber lo que es. Ahora bien, las ciencias ni son ni quieren ser esto. No se proponen, sin más, averiguar lo que las cosas son, fueren estas como fueren, cualesquiera sean las condiciones en las que se presenten, sino, al contrario, parten solo hacia lo probable, inquieren de las cosas no más que lo que es de antemano seguramente asequible pero, a la vez, prácticamente aprovechable.
Por tanto, lo que sí es una idea abstrusa y reclama complicadas lucubraciones es considerar eso que las ciencias efectivamente hacen como conocimiento, puesto que referido a ella el sentido de este vocablo queda gravemente amputado y ortopedizado; en rigor, es un híbrido de conocimiento y práctica. Cierto que las ciencias no consiguen tampoco todo lo que se proponen y su logro es sólo parcial. Pero en la filosofía el logro es total o no es. De modo que las ciencias son ocupaciones logradas, pero no son propiamente conocimiento y en cambio, la filosofía es una ocupación siempre malograda, pero consiste en un esfuerzo de auténtico conocer.
Lo que la filosofía tiene de constitutivo fracaso es lo que hace de ella la actividad más profunda del hombre, duramente, la más humana. Porque el hombre es precisamente un sustancial fracaso, o dicho en otro giro: la sustancia del hombre es su fracasar. Lo que en el hombre no fracasa o fracasa solo per accidens es su soporte animal. Fracaso en cuanto no llega a la raíz, acierto y logro en cuanto mira a todas las demás actitudes del hombre, opiniones, etc. Con ser fracaso –mirada en absoluto– es siempre más firme que cualquiera otra vida y mundo. [...]
La filosofía ha fracasado siempre. Mas en vez de quedarnos aquí, debemos preguntarnos si no es la misión positiva de la filosofía eso que llamamos su fracaso. Porque lo curioso es que en cada época su filosofía no es sentida como fracaso; es la época posterior quien la ve así. Pero la ve así porque ella ha llegado a una filosofía más completa y esta menor integridad o integración de la antecedente es lo que llamamos su fracaso.
Cuando subimos una montaña cada uno de nuestros pasos es la aspiración de llegar a la cima y si el que ahora damos mira hacia atrás le parecen sus congéneres anteriores un fracaso. Cada paso es como el último, aspiración de llegar a la cima y creerse ya en esta. El hombre se cree siempre centro del horizonte y cima del mundo.
José Ortega y Gasset, La filosofía: su radicalidad y su fracaso, elcultural.com 05/04/2021
1) El concepto de ser humano (u "hombre", en sus acepciones inclusivas) es un concepto histórico y contingente del que puede describirse su genealogía en ciertas derivas culturales y sociales. Del mismo modo que nació el concepto de ser humano así mismo desaparecerá como concepto significativo.
2) El humanismo es siempre una forma de metafísica. Metafísica y humanismo se sostienen o caen juntos. El humanismo es el principal responsable del olvido del ser y de la caída en el tedio de la existencia inauténtica.
3) El humanismo es un falso universalismo que olvida que los individuos son configurados por estructuras y dispositivos con potencia creadora: el deseo, el resentimiento, el poder, el lenguaje o el mito. Lo universal son esos dispositivos que asumen modalidades distintas.
4) El humanismo ha sido una coartada para la exclusión de lo Otro, en la forma de quienes no son reconocidos en su humanidad o son considerados simplemente como instrumentos, objetivizados y habilitados para la explotación. El humanismo es la coartada para la destrucción de la Naturaleza y la explotación y opresión de los pueblos.
El discurso de Pico della Mirandola sobre la dignidad humana es interpretado bajo estos argumentos como una exaltación ideológica que desaparecerá o deberá ser hecha desaparecer como elemento activo de la cultura.
El argumento de la especie dañina y excluyente, de la naturaleza violenta del ser humano esconde también un dilema: la apelación a la especie solamente funciona si existe un oculto esencialismo que socava la reivindicación de los derechos de las formas de vida excluidas. La reivindicación de los derechos de la naturaleza, de los seres vivos y la solidaridad de la vida y sus múltiples expresiones, incluidas las variedades humanas no se puede hacer desde cualquier forma de vida sino desde el reconocimiento de la unidad y solidaridad de la vida, pero esta apelación tiene un componente normativo, ideal y exigente que nace del reconocimiento de que la dignidad humana exige la dignidad de la vida. No es sino una forma de humanismo necesaria.Hay en Sócrates una inteligentísima estrategia para retornar a formas políticas aristocráticas en las que el demos recupere su añorada condición de colectivo sometido y silencioso. Esa estrategia pasa por una inversión de la sofrosyne, principio ético que la ciudad democrática había hecho suyo frente a la hybris aristocrática. Para ello, Sócrates reinterpreta el “Conócete a ti mismo” délfico, convirtiéndolo en una consigna contra las pretensiones de participación política del demos.
En efecto, ese “Conócete a ti mismo”, que la tradición dominante se empeña en presentarnos como si del título de un manual de autoayuda avant la lettre se tratase, no es, en boca de Sócrates, sino el modo de indicar al demos su incapacidad para la acción política, pues su modo de ser le incapacita, como ya le ocurriera al Tersites de la Ilíada, para ejercer el gobierno de la ciudad. Quien, perteneciente al demos, se analice a sí mismo, deberá colegir su incapacidad política y, por tanto, abandonar ese campo, reservado exclusivamente a los sabios. De no hacerlo, contravendrá el ideal de sofrosyne y se dejará llevar por una inconveniente hybris.
La sofrosyne, que había sido instrumento para poner límite a los excesos de la aristocracia, se convierte en manos de Sócrates en argumento contra la participación política del demos. En resumidas cuentas, “zapatero a tus zapatos”. De este modo, el gobierno deberá quedar en manos de los mejores, los aristoi, ahora entendidos como los más sabios.
Juan Manuel Aragüés Estragués, Sócrates o el paradigma de la reacción, elsaltodiario.com 06/04/2021
La máquina de Llull estaba cargada de ilusión. Pero aquella máquina, como las de hoy, era una máquina ilusa. Las máquinas no piensan, simplemente calculan. Con frecuencia, en esta civilización contable que habitamos, se confunde el cálculo con el pensamiento. Se dice que el ordenador “está pensando” cuando se quiere decir “está calculando”. El pensamiento genuino tiene siempre algo de creativo y de participativo. Esa creación supone una recreación. Al pensar, nos recreamos, literalmente. No se trata de un mero entretenimiento, sino que en cierto sentido renacemos. Algo parecido a lo que ocurre cuando recordamos algo. Donald Davidson decía que entender una metáfora era tan creativo como inventarla. Es cierto. Ver una cosa en términos de otra, ¿qué otra cosa podría ser la metáfora? Por eso la lectura es tan saludable, porque hace viajar al pensamiento y todo el mundo sabe que los viajes rejuvenecen, nos vuelven a crear. Hay, además, otro factor. El pensamiento genuino surge cuando callan las palabras. Cuando nos detenemos. De ahí que las máquinas, a pesar de lo que diga el marketing ingenieril, nunca podrán pensar, porque ellas, que están hechas de palabras, no saben recrearse (solo reiniciarse). El poeta Paul Valéry ha expresado mejor que nadie esa aspiración silenciosa del pensamiento. “Les hablo, y si han entendido mis palabras, esas mismas palabras están abolidas. Si han entendido, eso quiere decir que esas palabras han desaparecido de sus mentes, han sido sustituidas por una contrapartida, por imágenes, relaciones, impulsiones, y ustedes poseerán entonces con qué transmitir esas ideas y esas imágenes a un lenguaje que puede ser muy diferente. Comprender consiste en la sustitución más o menos rápida de un sistema de sonidos, de duraciones y de signos por una cosa muy distinta, que es en suma una modificación o una reorganización interior de la persona a la que se habla.” Una reorganización interior, esa es la recreación mediante el pensamiento que ninguna máquina podrá lograr. El pensamiento bien entendido, con cierta distancia escéptica y contemplativa, el único capaz de vivificar y renovar las energías.
Juan Arnau, Ramon Llull: máquina fantástica de pensar, El País 09/04/2012
En el diario ARA, de muy grato recuerdo personal, publican un reportaje sobre la memoria en el que algo digo de todo cuanto quisiera decir. Pero lo biográficamente noticiable de este día es que comienzo mi colaboración quincenal en El Tribú, una revista digital que ha puesto en marcha con mucho entusiasmo mi admirado Ferran Caballero. Mi sección se llama "El lucutori" y tengo la intención de ir desplegando -en catalán- un "diccionario filosófico" personal que califico de entrada, para dejar claras mis intenciones, de "capcioso, sesgado y caprichoso":
Creo que en la foto aparento de manera verosímil un aire estoico.Hoy he comenzado con Abelardo y he seguido con Absoluto y Academia.
Vuelven los cielos cenizos, la llovizna intermitente, el cuerpo que busca el abrigo de la ropa gruesa y los cafés muy calientes. Un realista me objetará que la primavera es eso: tiempo voluble. Lo sé. Pero prefiero la otra cara de la volubilidad: la de la cerveza helada en la mesa y los cielos nítidamente azules.
Todo el mundo está hablando de vacunas. Creo que hay, de mar de fondo, una histeria comprensible por la debilidad de nuestros políticos, que no queriendo meter la pata, se han vuelto tan timoratos, que se incapacitan para acertar. No saben cómo afrontar la incertidumbre cotidiana. Abundan las opiniones sin fundamento y faltan las autoridades que hablen con rigor. A mí todo esto me ha permitido descubrirme por primer avez y de forma inapelable, en el grupo de los viejos. En la estabulación terapéutica de la sociedad estoy en el corral de los viejos porque me han puesto ahí. Y de allí ya no saldré.
Dejo a Ruano para ponerme con otra biografía completamente distinta, Las notas de mi vida, de Juan de la Cierva, el político conservador que fue padre del inventor del autogiro. Me gustan estas biografías que no ocultan las mezquindades y heroismos cotidianos que constituyen el microclima propio de la vida política. Las historias académicas suelen ser relatos a los que se les ha extirpado el día a día.
El número de libros por leer crece mucho más aceleradamente que mi ritmo lector. Hoy me han llegado dos libros que he buscado durante mucho tiempo. El primero, Experiencia de la muerte, de Landsberg, publicado por Cruz del Sur en 1962. El segundo, La mujer, del político conservador Severo Catalina, cuya primera edición es de 1858. Se trata de una firme defensa de la educación femenina.
Ignacio Peyró me pide dos párrafos de urgencia sobre la muerte del duque de Ediburgo. Por supuesto, le obedezco: este es el resultado.
John Stuart Mill (Londres, 1806 – Avignon, 1873)
Obras fundamentales: Bentham (1838), Sistema de la lógica(1843), Ensayos sobre algunas cuestiones disputadas en economía política (1844), Principios de economía política (1848),Sobre la libertad (1859), Pensamientos sobre la reforma parlamentaria (1859), Consideraciones sobre el gobierno representativo (1861), Utilitarismo (1863), El sometimiento de las mujeres (1869), Autobiografía (1873). Igualmente, son destacables tres escritos aparecidos póstumamente en 1874: La Naturaleza, La utilidad de la religión 
... (... continúa)Hace unos años confiaba en que era imposible que volviésemos a la época de mis abuelos. Tenemos movimientos muy fuertes como el feminismo, ecologismo y un sistema educativo mucho más competente y comprometido que el de entonces. Eso pensaba en aquel momento … No es posible que volvamos a censurar de una manera tan dura a los artistas de pensamiento libertario o las películas con un grado de erotismo, sensualidad o mensajes distintos a los oficiales. Pero parece que me equivocaba.
Parece ser que el problema es la libertad de expresión. En nuestras leyes se garantiza que toda persona es libre de expresar y difundir sus pensamientos y opiniones. Nuestro país forma parte de los llamados países del primer mundo, y además son democráticos, por tanto, la libertad de expresión esta asegurada en las diferentes constituciones.
Pero a día de hoy no estoy segura de que esto esté sucediendo, tal cual está escrito en la oficialidad. La violencia, acabar con la integridad de otros individuos, las calumnias, la invasión de la intimidad e injurias, entre otros; estas son razones que usualmente se usan para censurar acciones u opiniones, Obviamente, cuando un grupo terrorista atenta contra la vida de personas, por ejemplo, se trabaja para su detención y acabar con la promulgación de sus ideas, ya que claramente atenta contra la vida de otras personas. Otro ejemplo es la censura que sufrió Donald Trump en su cuenta de Twitter tras incitar el ataque masivo al Capitolio.
En otras ocasiones es bastante difícil valorar si una acción, frase u opinión es respetuosa o tienta al odio, ya que pueden tener dobles significados, no este la opinión de forma explícita o que se deban a interpretaciones personales, ya pueden ser poesías, canciones o narraciones.
Pero, hay otras acciones que han sido sujeto de veto, que no esta clara la razón. Al periodista Javier Bauluz se le impidió cubrir la llegada de inmigrantes a canarias; a Willy Toledo se le juzgó por hacer un post en Facebook diciendo “Me cago en dios”; a la periodista Mireia Comas fue detenida por cubrir un desahucio en Terrassa; y en Francia se ha creado una ley limitando la libertad de aquellas mujeres que usen hiyabs o burkinis. En estos casos no encuentro ninguna razón para la reprobación. ¿A quién dañan? ¿A quién ofenden? ¿Hacia quién crea odio? Aunque piense y busque motivos no encuentro ninguno para la justificación de estas censuras.
En todo el mundo hay miles de pensamientos distintos, es más, ¡hay millones! Uno por cada individuo del planeta y muchas contrarias entre sí. Probablemente el hecho de todas estas corrientes tan diferentes que llegan a ser opuestas, se proporcionan ayuda para poder crear nuevos argumentos y más sólidos que se permitan hacer más sólidas las opiniones. La mayoría son así.
En ciertas ocasiones esto no ocurre y se usa el odio como un tipo de argumento, pero no creo que este sea lícito para posicionar la opinión propia, ya que este crea violencia contra la integridad de otras personas.
Por ello creo que la censura debería ser el último recurso en nuestra actual sociedad, ya que hay personas que no van a argumentar de manera ordenada u respetuosa, sino atacando violentamente.
En conclusión, no creo que estemos retrocediendo en el tiempo ni que estemos situándonos en una situación muy similar a la represión durante el franquismo, contrariamente a lo que he dicho al principio. El problema son las formas irrespetuosas de debate, ya que, para poder tener las discusiones e intercambios de opiniones por derecho propio, debemos atenernos a ciertas responsabilidades que le corresponden.
Estoy bien.
Estoy bien a pesar de que el jaleo armado en los medios sobre los efectos secundarios de la vacuna Astra Zeneca y las posturas contradictorias de los responsables políticos me hacen sentirme un poco como un animal de laboratorio. He dormido perfectamente. No he tenido ni fiebre, ni dolores en las articulaciones. Pero después uno pone la televisión... y el derecho a la información me deja perplejo.
Pero estamos mal. La pandemia ha demostrado ser un fenomenal test de estrés para la Unión Europea y parece claro que no lo estamos sabiendo superar. Voy a ser optimista: Quizás los europeos tengamos que fracasar para poder avanzar. Quizás al ver el ridículo que estamos haciendo nos hierva un poco la sangre. ¡Qué triste la imagen de Ursula von der Leyen ante Erdogan y qué lamentable la falta de reacción de Charles Michel, presidente del Consejo Europeo! ¡Cuánto se tiene que estar divirtiendo Putin con nuestra reiterada torpeza!
La política doméstica. Seguimos con la jeremiada de escandalizarnos con lo que siempre ha sido así. La política tiene algo de esencialmente infantil. Basta prestar un poco de atención para escuchar argumentos propios de patio de escuela: los "¡Y tu más!", los "¡Pues ahora vas a la seño!" (que en nuestros días son los jueves y la prensa), los "¡Ya no soy tu amigo!" ("¡Ya no te ajunto!", decíamos en mi pueblo). La política, para entenderla, hay que observarla desde cierta distancia... desde la paradójica distancia que te condenaría, de presentarte a las elecciones, a no llevarte ni un voto.
En el momento en que sale a colación el debate sobre los límites de la libertad de expresión, es inevitable que aparezca la sentencia: «Tu libertad termina donde empieza la de los demás.»
Teniendo esta máxima en cuenta, resultaría fácil establecer la frontera entre la libertad de expresión y la ofensa a otro, y sin embargo no son pocos los conflictos que se han derivado de haber cruzado la línea divisoria. El caso más reciente y sonado es la condena impuesta al rapero Pablo Hasél por, entre otros delitos, «injurias a la Corona» proferidas en las letras de sus canciones –como ya le sucedió al rapero exiliado (o fugitivo de la justicia según otros) Valtonyc–, provocando protestas entre los que ratifican el acierto de la sentencia y aquellos que la condenan, ya no solo por defenderlo a él como persona individual, sino porque su caso suscita el debate de los límites de la licencia expresiva.
Porque, aunque es evidente que es necesaria su limitación, ya que vivimos en sociedad y ello es esencial para la convivencia, la frontera es demasiado ambivalente en demasiados sentidos.
Entonces, llegados a este impasse, ¿cuáles son las pautas a seguir? ¿Cómo actuamos frente a una postura que creemos no admisible porque traspasa esos límites? Lo que debería ser la solución para cualquier conflicto: el debate. Si no somos capaces de emitir una ley universal que podamos aplicar bajo cualquier situación, no queda más remedio que contrastar posturas y juzgar cada situación individualmente, y si no se llega al menos a un consenso –dado que el debate, la mayoría de las veces, se enfoca cómo una lucha sobre quién tiene la razón en vez de intentar entender la razón de ser de la postura contraría, y luego, intentar desmontar aquello que se crea incorrecto, que no el razonamiento íntegro–, que se pueda debatir ya implica cierta madurez por parte de ambas partes.
Pero aun así, lo que más me preocupa en lo referente a este conflicto son las implicaciones legales. Entre ciudadanos, aunque haya disputas, no suele llegar a cruzarse la barrera de la pelea física, que es lo que considero más grave. Lo único que veo que pudiera estimular a los individuos lo suficiente como para llevarlos a poner en riesgo su integridad física para defender una postura, es, tristemente, el fútbol. Y, seamos sinceros, mientras tengamos el convencimiento de que nuestra postura es correcta, poco daño hará cualquier ataque teórico a esta –siempre y cuando la crítica no se traslade al individuo en sí–. Pero el problema llega cuando uno pueda enfrentarse a una acusación judicial, como ha ocurrido con los dos casos mencionados previamente. El artículo 20 de la Constitución reconoce y protege el derecho a «expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción. […]» y proclama que «Estas libertades tienen su límite en el respeto […] al derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y la infancia.»
Pero, pregunto yo, ¿no debería permitirse la crítica a una persona que haya actuado previamente de una manera éticamente incorrecta? ¿Al haber seguido una mala conducta se le debería mantener este derecho a no ser increpado? De la misma manera, la libertad puede ser un amparo para las actitudes intolerantes si no se emprendan acciones dañinas contra aquellos a los que profesan aversiones infundadas: «¿Homófobo? No, que las parejas del mismo sexo me den asco es mi opinión, pero yo no les pegaría si me los encontrara por la calle ni les insultaría.» Así, esgrimiendo el argumento del derecho a la libertad de expresión, no podrían ser censurados, cuando la homofobia, en este caso, es más reprobable, pero sobre todo ilógica y exclusivamente fundamentada en prejuicios fácilmente desmontables.
De nuevo, el mismo problema. Solamente puedo concluir que, aunque deban recortarse las manifestaciones de juicio públicas en beneficio de una concordia relativa y del respeto a los demás miembros de la sociedad, debemos recordar que, encontrándonos en el siglo XXI y en un régimen democrático, la censura legal a un individuo, de ser necesaria, ha de ser la excepción que confirme la regla. Y la regla es que la libertad de expresión es necesaria.
Me llama un periodista de El País que está haciendo un reportaje sobre la lectura. Le pido que, por favor, me vuelva a llamar más tarde. Ahora estoy intentando leer yo en la Plaza de Ocata. Hace un frío casi invernal que nos ha pillado de sorpresa, como un ataque de una plaza que hemos dejado atrás porque creíamos conquistada. Pido un café con leche bien caliente para compensar lo cenizo del día. Unos niños gritones corretean por la plaza y se persiguen por los lugares más divertidos, es decir, por entre nuestras mesas. Tiembla mi café con leche con sus voces agudas, de hojas de afeitar. Sus maestros, un hombre y una mujer de unos treinta años, están en medio de la plaza, hablando entre sí con las manos en los bolsillos y helados, también, de frío.
El periodista me vuelve a llamar cuando estoy haciendo cola en un centro municipal de Badalona para vacunarme. Tengo hora a las 15:00, he llegado media hora antes y me he encontrado con quince personas más madrugadoras que yo. A mis espaldas, la fila va creciendo a un ritmo muy vivo. El sol se asoma a consolarnos de forma intermitente, cosa que es muy de agradecer. Se supone que no hay nadie de más de 65 años entre los que esperamos. Me fijo en cada uno de ellos y concluyo que hago bien en sentirme el más joven de todos. ¡Hay que ver cómo maltrata la edad a los de mis años! Mi hija me llama para advertirme de los efectos secundarios de la vacuna de Astra zéneca. Teme que mañana pase un mal día, pero yo soy experto en malos días. El sol se acaba imponiendo. Al periodista le pido que me llame a partir de las 17:00. Él me cuenta que a su padre lo vacunaron ayer en Madrid y me da la enhorabuena.
Todo ha ido bien. La verdad es que la inyección, en sí, no poduce molestia alguna. Un pinchazo de mosquito desganado. Mi mujer me está esperando en la calle. A ella aún no la han llamado. Le comento mis impresiones. Todo ha funcionado de manera rápida y eficiente. Estricta estabulación terapéutica. Hemos entrado en fila, nos han pedido datos, nos han vuelto a poneer en fila, nos han preguntado si teníamos alguna enfermedad o tomábamos algún medicamento, nos han puesto la vacuna de pie, nos han aconsejado que en casa nos pongamos hielo en el brazo y tomemos paracetamol. Hemos pasado a una sala donde se nos ha aconsejado esperar diez minutos para ver si nos encontrábamos bien y donde cada uno ha esperado lo que ha considerado conveniente. Dentro de diez días nos avisarán para la siguiente dosis. Había en los estabulados una evidente confraterización en la esperanzada fragilidad. Hemos ido saliendo con caras de alivio y una cierta levedad en los cuerpos. Diría que hemos vuelto a casa un pelín más jóvenes... aunque quizás fuera porque la experiencia recordaba un poco a la mili.
Estoy ahora esperando la llamada del periodista.
En el sistema educativo vigente se le da, sin duda, una gran importancia al enseñamiento científico. Se introduce el método científico ya desde primaria y en el ciclo de la ESO ya se enseña más profundamente. Se enseñan los postulados y teorías como la de Darwin que niega las teorías creacionistas, aquellas que dan una respuesta directa al origen del ser humano sin dar la opción que el humano pueda siquiera cuestionarlas.
Cuando los niños entran en el instituto aún no tienen un pensamiento crítico, no tienen una opinión formada sobre la sociedad, la política o cuestiones filosóficas, y se dejan llevar por las opiniones de las demás, y eso es con lo que un sistema educativo eficaz contra la pseudociencia tienen que acabar. Esto se ve claramente en cómo muchos adolescentes visten y actúan de una forma determinada para encajar en un grupo de gente, aunque eso sí, hablando de forma generalizada. Lo importante es que cunado salgan con dieciséis, diecisiete, o dieciocho años, sean capaces de observar su entorno, reflexionar y encontrar argumentos que los convenzan, y llegar a conclusiones por sí mismos.
Y doy tanta importancia al pensamiento crítico porque creo que es la clave para no creerse las manifestaciones pseudocientíficas. Aunque parezca chocante, a día de hoy hay colectivos y asociaciones que fomentan prácticas y tratamientos falsos a base de químicos y alimentos orgánicos como cura para enfermedades como el cáncer, la leucemia o el autismo. Por ejemplo, la asociación llamada Dolça Catalunya causó algunos tumultos hace dos o tres años cuando uno de sus líderes proponía el MMS (miracle mineral solution) como una medicina para curar el ébola, el autismo y la malaria. El líder de esta asociación era un agricultor, pero no por eso es más susceptible de creer en dichas afirmaciones.
En mi opinión lo que hace que una persona sea vulnerable a estas creencias es la falta de cuestionamiento. Son las personas ideológicamente débiles, las que se dejan llevar por la opinión de la mayoría, las que sí son susceptibles de creerse las manifestaciones supersticiosas. Y es por eso que la educación tiene que promover y hacer hincapié en la reflexión y el análisis crítico para que el día de mañana no tengamos más seguidores de asociaciones pseudocientíficas porque son un riesgo para medicina auténtica. Si la gente cree en esos tratamientos los aplicará sin saber sus efectos secundarios. Pues no todas las plantas y hierbas tienen propiedades curativas, no todo lo que es natural y ecológico es bueno para la salud. Y sobre todo ahora con la pandemia del Covid-19, en las redes sociales se están difundiendo muchos tratamientos con hierbas, con vapor, etc., que supuestamente curan del coronavirus o al menos lo previenen, es decir, en esto último haría la misma función que una vacuna. Entonces, ¿por qué se ha tardado tanto en encontrar una vacuna si ya existía un tratamiento tan natural?, esta es la pregunta que posiblemente no se hacen las personas que creen en esos tratamientos.
También cabe destacar que las plataformas como YouTube o las redes sociales en general ayudan mucho a que esta información falsa se difunda tan rápidamente. No se puede impedir que creen este tipo de contenido, ya que podría entenderse como un ataque a su derecho a la libertad de expresión. Pero en el peor de los casos estos tratamientos pueden llegar a causar la muerte y, aunque eso ya es otro tema, la libertad de expresión también tiene sus límites.
Por último me gustaría añadir que yo, como estudiante, adolescente y fruto de este sistema educativo, no me creo como una persona capaz de creer en tratamientos o ideologías pseudocientíficas. Y creo que en parte sí que es gracias a la educación escolar, ya que es donde me surgen las preguntas y las inquietudes, pero también tiene un papel muy importante mi propia curiosidad y el querer saber por qué ocurren las cosas.
Qui diria que l’adjudicació del poder de ser rei per voluntat divina provoques tantes guerres, enfrontaments, revolucions, exilis i descendències sense cap baró, com és el cas de Carles II de Castella així que a causa de la seva minusvàlua va governar durant cinc anys i posteriorment la seva infertilitat va donar lloc a una gran massacre entre les dinasties dels Borbons i la dels Habsburg que optaven al tron.
En una primera anàlisi, observem que tenir una casa reial és un símbol de la popular paraula anomenada patriotisme, el sentiment i l’orgull de X nació, però si ens endinsem en el tema i retrocedim en el temps, podem recapitular una llarga sèrie d’esdeveniments protagonitzats per nombrosos membres de famílies reials de tot el món, unes més que d’altres.
Un bon exemple d’això, són els famosos casos de corrupció que van escandalitzar el país durant uns quants dies i va incitar a l’estrella del conte a exiliar-se en el paradís d’Orient.
Si això fos poc, sembla que en formar part del grup que constitueix la monarquia, ets immutable davant de la Constitució i tens el poder de què no et jutgin tot i haver estat involucrat en casos fiscals i comptes bancaris a l’estranger.
Val la pena parlar dels hobbies d’alguns dels monarques sense fer nomenaments ni esmentar-ne els noms. En general hi ha aficions de tota mena, des de llegir llibres, practicar esports fins a comprar equips sencers de futbol de les lligues més grans o la caça furtiva d’elefants en el continent africà, per tal de gaudir de més riqueses, a part dels salaris que recapten del poble mitjançant els nostres impostos i així poder passar unes vacances de luxe en una de les millors illes de l’estat.
Després de totes aquestes anècdotes divertides i sorprenents, creieu que val la pena tenir i mantenir una casa reial? Això si, on hi ha desavantatges també hi ha avantatges, en el cas de la nació espanyola es tracta d’una monarquia parlamentària, en el que el monarca només és un cap d’estat simbòlic sense cap poder però amb el dret de fer els seus discursos de Cap d’Any. A diferència d’altres monarquies que són absolutes i en el que el rei té els 3 poders sense cap mena de separació i implantant un règim absolutista sota el nom d’una falsa democràcia, com són els casos de països del Marroc, Aràbia Saudita…
En definitiva, surt molt complicat tenir una monarquia, cosa que no passaria amb una república, però sempre depenent des del punt de vista que analitzis el tema pots estar a favor o en contra de la monarquia sempre que exposis els teus arguments.
Actualment la ciència s’està quedant enrere i la pseudociència està guanyant terreny. Però, a què es degut ?, El nostre sistema educatiu ens està fallant o és la societat que està perdent interès a trobar respostes amb criteri i no s’informa el suficient?
Al meu entendre, segons la meva experiència, la manera d’aprendre en qualsevol escola sol ser freda i mecanitzada, es basa en memoritzar informació només per poder aprovar els exàmens. No ens ensenyen a desenvolupar la curiositat per fer-nos preguntes, ni a saber investigar per resoldre-les, per tant, enfosqueixen gran part del nostre esperit científic. Aquesta forma d’instruir ens fa pensar que la ciència no és rellevant fora de la pedagogia, que no és útil a la vida real. No obstant això, és obvi que depenem totalment dels descobriments constants de la ciència i la tecnologia i no som conscients de la nostra gran ignorància respecte a ella, per exemple, sense el descobriment de les vacunes, la mortalitat seria molt més elevada i no tindríem tanta esperança de vida o el sistema de comunicacions que ens ha permès poder connectar-nos els uns amb els altres instantàniament.
En canvi, la pseudociència és una eina que fem servir molt a la lleugera quan volem una solució fàcil i ràpida, per a la qual no hàgim de raonar massa, sinó que ens la creiem sense més, encara que no ens l’ensenyin directament els mestres. No ens adonem el mal que aquesta manipulació de la informació ens crea i a més, la compartim a l’instant amb gran quantitat de gent a través de les xarxes socials, per exemple, les cadenes de WhatsApp, les publicacions o anuncis d’Instagram, els perfils de Facebook …. No només la trobem a internet, sinó que també hi ha programes televisius que es dediquen a temes de misteri i a divulgar coneixements no demostrats, com canals d’astrologia o de ciències sobrenaturals; en canvi la informació rigorosa i científica, tot i que utilitza la tecnologia, és molt més difícil de trobar i comprendre.
Amb totes les facilitats que tenim actualment i la disponibilitat d’informació, hem aconseguit a poc a poc anar perdent interès per la gent emprenedora que vol convertir-se en científics.
Crec que, en general, es pensa que la pseudociència tracta temes molt concrets com la numerologia, el terraplanisme o el negacionisme, però en realitat qualsevol teoria que no segueixi el mètode científic i faci suposicions sense provar-les es pot considerar com una d’elles. Així que cal anar amb compte al llegir articles que poden semblar científics i en tot cas intentar contrastar-los.
En conclusió, penso que la manera d’aprendre ciències a les escoles hauria de canviar, hauria d’implementar més pràctiques i desenvolupar la creativitat a l’hora d’estudiar la teoria. Però tampoc crec que tot sigui culpa del sistema educatiu, sinó que també, part de la responsabilitat hem de donar-la a com les xarxes socials moderen els seus continguts i com exposen a nens, cada vegada a edat més primerenca, a aquestes influències.
Ha cambiado el tiempo. Nada extraordinario, estando en primavera, la estación voluble, pero uno se había hecho a la idea de los desayunos soleados y esta mañana se echaba en falta un poco más de ropa.
A mi amiga B., crecida en una familia judía, le sorprende y creo que también le decepciona mi interés por Ruano. No es que me interese. Me intriga. Muestra con claridad que la sutileza para poner nombre a los rumores del mundo interior no garantiza, por sí misma, un alma ordenada. Para ello se necesita algún principio no emocional -es decir, moral- que sirva de guía y jerarquice lo emocional. Y me temo que ese principio, para ganarse nuestro respeto y obediencia, no debe de ser -o, al menos, no debe serlo por completo- una obra nuestra. Cuesta obedecer a los ídolos que uno mismo ha forjado. Obedecemos a lo que, por una u otra razón, consideramos que es superior a nosotros mismos. Obedecemos a aquello ante lo cual nos parece digno doblar la rodilla.
Ruano se empeñó en construir autónomamente una imagen de sí mismo que, siendo obra suya, dignificase literariamente su vida de escritor, que era la única que consideraba digna de ser vivida.
Un escritor no era para Ruano alguien que se limita a escribir bien. Era alguien que vive literariamente. Ser un escritor era ser un personaje de la novela -nada trivial, por supuesto- de la propia vida. Y puso a disposición de su protagonista cada uno de los días de su vida. Sólo al final -me parece- descubrió que con ello no tenía suficiente para morir con la certeza de haber vivido.Quiero pensar bien todo esto porque cuando hablo de "lo más alto que podemos llegar a ser" tiendo a olvidarme de lo diversas que pueden llegar a ser las aspiraciones a "lo más alto".
Permítanme, para cambiar de tercio, una anécdota que ayer conocí gracias a mi admirado Ángel Ruiz. Un profesor norteamericano fue a una conferencia de Derrida. Por lo que podía entender, toda ella versaba sobre vacas (cows). Eso le desconcertaba, pero, como el resto de asistentes no paraba de tomar apuntes, los imitó en su seguimiento vacuno. Tras un breve descanso, Derrida volvió a tomar la palabra y comenzó diciendo: "Me han dicho que se pronuncia 'chaos.’”
A medida que han ido pasando los últimos años la humanidad ha presenciado un rápido y eficaz desarrollo de la tecnología y la ciencia que han cambiado nuestra manera de vivir y pensar, de modo que se han ido incrementando los progresos, transformándose así en una herramienta indispensable de la sociedad, que ha ido modificando y mudando nuestra percepción del mundo y de la realidad. Sin duda, gracias a la ciencia hemos asumido grandes descubrimientos, averiguando los orígenes evolutivos de la complejidad y la diversidad biológica o nuevos descubrimientos sobre la mente humana. Hemos inventado e investigado para llegar a profundizar en el estudio del universo; hemos prevenido, curado y radicado enfermedades que acababan con miles de vidas, hemos avanzado mucho en el conocimiento de la genética, hemos creado nuevas medicinas…
Pero pese a todo estos avances parece ser que vivimos en la amenaza de lo que se podría denominar como un problema social.
Nuestro entorno o sociedad está rodeado constantemente de peligros como: la corrupción, las mafias, virus, el cambio climático y mucho más, pero hemos dejado pasar por alto una actividad humana perjudicial, la pseudociencia, que antes resultaba ser excluida, y que ahora gracias a los medios de comunicación y redes sociales, esta falsa ciencia que se disfraza bajo un lenguaje técnico, ha comenzado a interferir en nuestras vidas, y manipula las ideas de la gente con afirmaciones que aparentan ser científicas, pero no lo son, ya que no siguen ningunos estándares de verificación objetiva del Método Científico, por lo que no han sido comprobados de manera fiable.
Muchas veces este tipo de creencias o rumores resultan ser irracionales, llegando al punto de hacer creer a la gente hechos falsos o llegar a desmentir o refutar teorías científicas verificadas y ciertas.
Las prácticas de estas disciplinas a las que se consideran falsas ciencias pueden ser, en muchos casos, perjudiciales para el hombre. En el área salud, es bastante amplia la serie de falsas curas para el cáncer y otras enfermedades, dietas o terapias; que aseguran ser comprobadas, pero que, en realidad, no cuentan con ninguna base científica. En otras áreas encontramos la astrología, el feng shui, la ufología, etc. Todas estas disciplinas al tener el apoyo de gran parte de la sociedad causan, en algunos casos, pérdidas económicas, pérdidas en salud, dependencia psicológica, etc. De hecho no se obtiene de las pseudociencias ningún beneficio que no sea el de obtener conocimiento falso, sin ningún valor, ni sentido alguno. También es muy conocida la gran cantidad de timadores y estafadores de prácticas como el esoterismo y falsos tratamientos de salud, en donde algunas personas creen realmente que necesitan este tipo de tratamientos para poder curarse con éxito. La existencia de estas prácticas que mantienen un conocimiento erróneo, perjudican el avance de la ciencia verdadera, y dañan el conocimiento ya adquirido y comprobado.
Según los medios de comunicación las sociedades científicas de muchos países se han pronunciado en contra de las pseudociencias, debido a que ellas tienen la responsabilidad de alertar a la sociedad los peligros de las prácticas y productos que no cuentan con una certeza científica.
Pero acaso la gente es tan difícil de engañar o dejarse llevar por estas teorías, ¿A caso la educación no nos protege de las amenazas de las teorías inventadas? ¿Qué es lo que falla en la educación científica?
En realidad, sabemos que si estas creencias han llegado a difundirse tan ampliamente es porque poseen un carácter intuitivo que los hace atractivas, y consiguen apropiarse de la autoridad científica y se deshacen con éxito de las críticas, por lo que consiguen promover muchas más teorías falsas, sin sentido e ignorantes, que lo único que hacen es hacer a la gente mucho menos culta y consciente de la realidad.
Realmente yo creo que por mucho que sean noticias tentadoras y que irresistiblemente no podemos evitar leerlas, pienso que el problema principal es el desconocimiento, la falta de buscar conocimiento. Por lo cual, la única manera de saber lo que nos rodea, y que es lo mejor para nosotros, y lo que nos puede perjudicar, es el conocimiento.
Llega a ser curioso que viviendo en una sociedad cuyo desarrollo se basa en el conocimiento científico y tecnológico, la población en general sepa muy poco de ciencia y tecnología. Habrá personas que no hayan podido acceder en su momento a una educación, habrá personas que sepan más o menos sobre ciencia, pero lo más importante ahora es enriquecer nuestras mentes con la máxima información científica y social. Esto no quiere que decir que personas que tengan acceso a educación no crean en las pseudociencias, ya que de hecho las hay, porque yo creo que lo que falla es que no se le da la suficiente importancia a la educación científica, por lo que no se inculca la educación desde la temprana infancia en la aceptación de los hechos científicos más básicos y en la creación o fabricación de hipótesis que concuerden con la realidad demostrada, dando la máxima importancia a tener claro cuáles son las características de un conocimiento falso. Por lo tanto para que la educación científica nos pueda proteger de la pseudociencia, se ha de establecer desde las escuelas, desde el entorno, en los hogares, en la televisión, en los medios de comunicación, y todo lo que tenga un directo acceso con nuestra vida cotidiana, porque es la única manera de luchar o hacer frente a la gente que impulsa la pseudociencia, para tal de mantener el desarrollo de la ciencia y la tecnología.
En conclusión, todos sabemos que como sociedad tenemos el derecho a conocer lo que es cierto y lo que no, ya que una sociedad que no conoce la verdad no es totalmente independiente para hacer cumplir sus derechos, avanzar en cultura, ciencia y tecnología.
Por tanto hay que tener claro que para poder poner fin a la pseudociencia primero hay que estar unidos, e intentar estimular la educación científica no solo en las escuelas, sino que mucho más allá.
Acabo el Diario íntimo. La penúltima anotación es del 29 de noviembre de 1965: “Tarde: dos horas solo. Apiádate, Señor, de mi inmenso y miserable miedo. El miedo me une a Ti como un animal necesitado. He rezado largo tiempo". La última es del 30 de noviembre: "El terror es blanco. La soledad es blanca". César González-Ruano murió dos semanas después, el 15 de diciembre.
Cierro el Diario íntimo y comienzo las Memorias.
Ruano no era un santo. Ni mucho menos. Su narcisismo y su nihilismo, su dandismo y su necesidad imperiosa, por infantil, de aprecio se traslucen en cada una de sus páginas. Es imposible estimar al personaje. Por eso es más inquietante el magnetismo de su prosa micrológica.
Fue un gran escritor atrapado en un alma de protección oficial en la que vivían mal avenidos sus diferentes yoes: el de aristócrata, el de hampón, el que lo azuza moralmente... Tengo la impresión de que quería hacerse con una personalidad, un estatus, un dominio de sí... pero todo lo que pudo conseguir fue una pose inestable y muy cara, que sólo se podía mantener en pie ocultando una parte importante de lo que era o había sido y sableando a los amigos.
Era un dandy en busca de Guermantes en los escaparates caros y en las sombras de las amistades de renombre. En sus ojos necesitaba ver reconocido el valor de su posee. Aspiraba a que aquellos a los que admiraba vieran en él lo que a él le hubiera gustado ser.
La guerra mundial lo pilló en París y, según han contado Haro Tecglen, Eduardo Pons, José Carlos Llop, Rosa Sala y otros, los alemanes lo encerraron en la prisión de Cherche-Midi porque sospecharon que estaba ayudando a los judíos a viajar a España clandestinamente. En realidad los estaba explotando miserablemente. Les vendía a precio de oro un pase asegurándoles que alguien los estaba esperando en un punto determinado de los Pirineos para pasar la frontera. Cuando llegaban, no había nadie y acababan en los campos de concentración. Los alemanes lo soltaron cuando comprobaron que "solo" era un estafador.
Es cierto que su hijo lo defendió sosteniendo con firmeza que "sus familiares sabemos que [esos hechos] nunca sucedieron". Pero las sospechas acumuladas son abrumadoras. Eso no evita que Francisco Umbral reconociera que "para Cándido o para mí, que aprendimos a escribir en él (y luego nos hemos alejado tanto), que nos lucramos de su amistad y su sombra protectora de ciprés galante, César es un maestro de juventud y una referencia entrañable".
Seguiré con Ruano intentando descifrar su alma narcisista tal como se intuye en su literatura y, sobre todo, en ese "inmenso y miserable miedo" que acabó acorrándolo. Si he de decir la verdad, añadiré también que siento una ligera afinidad con sus ataques de vértigo, episodios en los cuales, según reconoce, "se me pone la Cibeles al revés y me caigo al suelo”.
@font-face {font-family:"Cambria Math"; panose-1:2 4 5 3 5 4 6 3 2 4; mso-font-charset:0; mso-generic-font-family:roman; mso-font-pitch:variable; mso-font-signature:-536870145 1107305727 0 0 415 0;}@font-face {font-family:Calibri; panose-1:2 15 5 2 2 2 4 3 2 4; mso-font-charset:0; mso-generic-font-family:swiss; mso-font-pitch:variable; mso-font-signature:-469750017 -1073732485 9 0 511 0;}@font-face {font-family:Geneva; panose-1:2 11 5 3 3 4 4 4 2 4; mso-font-alt:﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽; mso-font-charset:0; mso-generic-font-family:swiss; mso-font-pitch:variable; mso-font-signature:-536870145 1375739999 10534912 0 415 0;}p.MsoNormal, li.MsoNormal, div.MsoNormal {mso-style-unhide:no; mso-style-qformat:yes; mso-style-parent:""; margin:0cm; mso-pagination:widow-orphan; font-size:12.0pt; font-family:"Calibri",sans-serif; mso-ascii-font-family:Calibri; mso-ascii-theme-font:minor-latin; mso-fareast-font-family:Calibri; mso-fareast-theme-font:minor-latin; mso-hansi-font-family:Calibri; mso-hansi-theme-font:minor-latin; mso-bidi-font-family:"Times New Roman"; mso-bidi-theme-font:minor-bidi; mso-fareast-language:EN-US;}.MsoChpDefault {mso-style-type:export-only; mso-default-props:yes; font-family:"Calibri",sans-serif; mso-ascii-font-family:Calibri; mso-ascii-theme-font:minor-latin; mso-fareast-font-family:Calibri; mso-fareast-theme-font:minor-latin; mso-hansi-font-family:Calibri; mso-hansi-theme-font:minor-latin; mso-bidi-font-family:"Times New Roman"; mso-bidi-theme-font:minor-bidi; mso-fareast-language:EN-US;}div.WordSection1 {page:WordSection1;}
Este artículo fue publicado originalmente por el autor en El Periódico Extremadura
Confieso que no tengo ni idea (ni podría tenerla con los cotilleos al uso) de quién es la famosa Rocío Carrasco, su exmarido, la relación entrambos ni, en general, la pléyade de esperpénticos personajes e historias con las que goza la gente (especialmente si hay dolor “real” en escena) en el grotesco circo de la casquería mediática, pero reconozco que el fenómeno de la “docuserie” en torno a la aludida, con sus correspondientes y homologadas trifulcas, y hasta la berlusconiana participación de políticos en busca de votos (incluyendo a una ministra sumándose al tribunal sumarísimo de “Sálvame”) resulta fascinante.
Es procedente, de entrada, recordar a qué género estético-mediático pertenece el producto del que hablamos. No se trata, como se cree, de un “documental” (en un documental se presentan varios puntos de vista, intervienen expertos, se refieren pruebas…), pero tampoco de una ficción dramática (pues el personaje, sus palabras, emociones, gestos, etc., se toman aquí como reales). Encaja pues, de manera arquetípica, en el formato de “realityshow” – la generación y exhibición en forma de espectáculo televisivo de vivencias dramáticas “reales” –, la suerte de pornografía o prostitución psíquica de la que vive desde hace varios decenios la televisión.
Aclarado esto, vamos a la cuestión interesante planteada en torno al éxito del “documental” sobre Carrasco: ¿puede contribuir un “reality show” a objetivos noblemente políticos como, en este caso, el de la visibilización de la violencia machista? No es sencillo responder a esto.
Partamos de la tesis de que ningún fenómeno estético con relevancia social es políticamente inocente. Lo estético (antaño ligado a la religión, luego a las llamadas bellas artes y hoy al orbe del entertainmentmediático), con su fabulosa capacidad de seducción y manipulación emocional y retórica, es una dimensión fundamental de lo político y mantiene, entre otras, la función de contribuir a generar el grado de conformidad suficiente para sostener el orden social y el poder que lo administra.
Más aún, la contribución de lo estético a esa generación de conformidad obedece, según algunos sociólogos, a dos mecanismos complementarios: uno, cabe decir “directo”, por el que lo estético encarna sin más la ideología vigente (piensen, por ejemplo, en las películas o las series televisivas más convencionales), y otro “inverso”, por el que representa lo opuesto o alternativo a dicho orden ideológico, ofreciendo una vía de escape – ilusoria, claro, en tanto meramente estética – a la disconformidad y la crítica (así, por ejemplo, la literatura popular en torno al “fuera de la ley”, las parodias de carnaval, las letras de “hip-hop”, el grafiti), con el añadido de que, a veces, esta “estética de la inversión” incorpora una dimensión grotesca, de deformidad consciente, destinada a regenerar la conformidad con el orden “puesto estéticamente en entredicho”.
Digamos, con relación a esto, que el reality parece combinar los dos mecanismos citados: celebra o asume el orden imperante (ningún reality pone en cuestión el sistema social instituido – de cuyos conflictos en el ámbito doméstico vive –) y, a la vez, escenifica un cierto cauce de liberación y subversión del mismo, quizás el más extremo y desesperado: el de la exhibición descarnada (¡en vivo y en directo!) de lo real en su versión más cruda: la del dolor o humillación de alguien ante las cámaras.
Ciertamente, lo “real” o “auténtico”, hasta en algo tan primario e inarticulado como el dolor, es siempre subversivo (frente a las convenciones en que se funda el orden social), pero dicha subversión, por modesta que sea, se desactiva del todo en cuanto pasa a ser parte del espectáculo, y el oprimido que gime o grita en el plató (y es indiferente que se trate de la víctima o el verdugo: ambos son sacrificados – como gladiadores en el circo – para solaz de todos) pasa a encarnar la esperanza de no serlo (ganando dinero, siendo famoso, liberándose de la esclavitud o el trabajo) para reintegrarse, de modo ejemplarizante, en el sistema.
¿Sirve, en fin, la “telerrealidad” para cambiar la sociedad? En general, no. En relación con lo dicho y especialmente con la violencia machista, la imagen que los realities presentan de la mujer y de la sociedad es, por necesidad (de guion), conservadora, de forma que todo lo que pudieran aportar excepcionalmente de bueno es fagocitado (junto a los políticos que se le acercan) por un monstruo que, en el fondo, justifica y banaliza la violencia y el dolor del que vive. No existen pues, aquí, atajos populistas. Las cosas se cambian con leyes, educación e ideas; no con Tele 5.
Cinefòrum dinamitzat per Joan Méndez
Sinopsi
Un locutor de radio té un exitós programa nocturn on aconsella als seus oients a través de les ones de la seva emissora. Viu instal·lat en el luxe i la fama però tot canvia després d’una terrible experiència amb un oient. De cop i volta ho deixa tot i s’abandona convertint-se en un sense sostre. En aquesta situació coneixerà altra gent i una altra forma de viure, a persones que conviuen i sobreviuen en la mateixa ciutat. [s
Revista Iniciativa Laicista ( Chile)
En esta ocasión nuestro colaborador desde Concepción, el profesor Heber Leal, Doctor en Literatura Latinoamericana y académico de la Universidad Mayor, dialoga con el filósofo y escritor LUIS ROCA JUSMET (Barcelona, 1954), autor de los libros Redes y obstáculos y Ejercicios espirituales para materialistas. El diálogo (im)posible entre Pierre Hadot y Michel Foucault. Luis Roca es, además, colaborador de las revistas «Dorsal», «Paideia», «Enrahonar» y «El Viejo Topo».
HL.- Michel Foucault ha sido uno de los autores que ha marcado con mayor profundidad tu propia visión intelectual. En este sentido ¿cuáles han sido las ideas que más vivamente te han llamado la atención y qué textos consideras imprescindibles?
LR.- Sí lo ha sido. Cuando estudié filosofía tuve como profesor a Miguel Morey, que me inició en su estudio. En aquellos momentos eran, sobre todo, sus trabajos sobre la genealogía del poder. Me interesó mucho su visión del poder como relación y la microfísica de estas relaciones. También su arqueología del saber y sus textos sobre la medicina, la locura y la sexualidad. Posteriormente me han interesado, sobre todo, su concepción híbrida de la filosofía, sus estudios sobre la gubernamentalidad y sobre el cuidado de sí. Lo he hecho estudiando, sobre todo, las transcripciones de los últimos cursos del Collège de France.
Hablar de textos imprescindibles es muy difícil. Foucault investiga y cada libro es, para él, y así lo dice, una experiencia. Considera que todo su trabajo tiene como hilo conductor la relación entre sujeto y verdad. Incluso el tema del poder. “Las palabras y las cosas” siguen siendo la referencia de su primera etapa, la del estudio del saber. “Vigilar y castigar” es el texto fundamental para entender el poder en la sociedad disciplinaria. Para el tema de la gubernamentalidad y la biopolítica “Seguridad, territorio, población”. Pero para mí el mejor libro es “Hermenéutica del sujeto”, que es la transcripción del curso donde trata del cuidado de sí. “Historia de la locura” e “Historia de la sexualidad” también son claves. Me gustan mucho también las entrevistas. Como texto corto, “Sujeto y poder”, que es de los últimos y tiene muchas referencias al conjunto de sus trabajos.
HL.- La biopolítica es uno de los temas foucaultianos de más larga data en cuanto a su parafraseo. ¿Consideras que los intelectuales vigentes han sido fieles a la interpretación original y por qué?
LR.- Michel Foucault abre el horizonte de los estudios sobre biopolítica. Habla del “biopoder” por primera vez en 1976, en el primer volumen de “Historia de la sexualidad” (“La voluntad de saber”). En realidad, le dedicó solo dos cursos “Seguridad, territorio, población” y “El nacimiento de la biopolítica”, aparte de algún artículo o conferencia. Algunos discípulos suyos ya empezaron a publicar estudios interesantes antes y después de su muerte. En estos momentos me parecen más interesantes los estudios más empíricos, como los del inglés Nikolás Rose o el español Francisco Vázquez García que los más especulativos de Giorgio Agamben o Roberto Expósito.
HL.- Siempre se asocia a Foucault con la política por su influencia en mayo del 68, pero gracias a los textos colaborativos que dejó, entre otros, con Deleuze, nos hemos percatado de su gran propuesta estética. ¿Piensas que esa propuesta va de la mano con su filosofía política moral? Lo pregunto porque tengo entendido que tu propia filosofía es estética en parte, ¿verdad?
LR.- Me parece que Michel Foucault no tuvo tanta influencia en el mayo del 68. Aunque había escritos textos que tenían que ver con todo lo que podía bullir en aquel momento, él mismo no participó directamente, ya que estaba de profesor en Túnez. Desde mi punto de vista, Foucault plantea siempre opciones que son más éticas que políticas. La política es una consecuencia de la ética. Aunque militó en su juventud en el partido comunista francés por influencia de Althusser, nunca se identificó del todo ni fue un militante activo. Quizás su momento más político fue después del mayo del 68, en el que, sin militar, estuvo vinculado al peculiar maoísmo libertario que apareció a raíz del movimiento. Posteriormente tuvo alguna intervención muy polémica, como la defensa de la revolución iraní. Se le ha criticado mucho por esto, ya que cristalizó en la dictadura islámica de Jomeini. Pero el propio Foucault lo explica bien. Él estuvo allí de reportero y vio la tremenda energía de millones de personas que salían a la calle, jugándose la vida, contra la dictadura del Sha. A él le sirvió para reflexionar sobre la necesidad de la sublevación sobre lo insoportable. Tampoco se sabía que acabaría en el peor escenario. Foucault se volvió muy anticomunista y realizó muchas acciones en defensa de los disidentes del bloque soviético. Sus últimos años se interesó por las corrientes autogestionarias del socialismo francés, siempre manteniendo una distancia crítica.
Sus relaciones con Deleuze fueron interesantes y complejas, aunque me parecen que tienen dinámicas muy diferentes. Respecto a la palabra “moral” prefiero más utilizar la de “ética”, justamente por la diferencia que establece Deleuze al respecto de considerar la moral como algo normativo y la ética más un planteamiento de vida. En cuanto a la palabra “estética”, Foucault la utiliza para referirse a la “estética de la existencia” en el sentido de ser capaces de elegir un estilo de vida propio. En este sentido, diría que la ética de Foucault tiene una dimensión estética y una dimensión política. Pero, como he dicho al principio, pienso que para él la política es el compromiso para garantizar los derechos de los gobernados y que, entre otras cosas, cada cual pueda elegir su camino, su estética de la existencia.
Respecto a mi filosofía yo la llamaría también ética y en esto me ha influido Foucault, al igual que Spinoza. Ética que, como he dicho antes, supone la construcción de una subjetividad propia, sobre la base de lo recibido, claro, pero transformada a partir de la propia experiencia. La palabra estética está bien, pero tiene el peligro de confundirse con un dandismo. Debe entenderse como entender la propia vida como una obra de arte. O quizás de artesanía, precisaría. En esto no solo está la influencia de las escuelas helenísticas y romanas, como el epicureísmo, el estoicismo y el cinismo, sino también de Nietzsche.
HL.- Uno de los grandes aportes hechos por Foucault ha sido la reflexión sobre el conocimiento y su historicidad. ¿Consideras que su pensamiento aún nos sirve para plantear el lugar del sujeto de estudio filosófico versus los aportes que hacen las ciencias que él llamaba «humanas» en Las palabras y las cosas?
LR.- Aquí hay problemáticas muy complejas. Michel Foucault se escabulle de definiciones. Incluso a veces dice que no es un filósofo. Pero lo cierto es que plantea lo que hoy pueden considerarse las dos dimensiones fundamentales de la filosofía. O el trabajo hermenéutico sobre los textos, lo que él llama análisis de la verdad, o bien el ensayo, lo que Foucault llama la ontología del presente. Para ello plantea el método arqueogenealógico. La genealogía es diferente de la historia. La historia busca reconstruir el pasado de la manera más imparcial. La genealogía es ir desde el presente hacia la procedencia, pero siguiendo un hilo conductor posible, el que nos interese. La condición es que no sea incompatible con la historia. La relación de Foucault con los historiadores, especialmente con su amigo Paul Veyne, es muy interesante. Foucault es muy estimulante para un científico social, me parece. Luego está su relación con el psicoanálisis, que también es muy interesante.
Michel Foucault me parece un pensador de una gran potencia. Para las ciencias sociales y las propuestas emancipatorias éticas y políticas del siglo XXI. La condición es no ser foucaultiano, es decir, no convertirse en seguidor de Foucault sino utilizarlo críticamente, haciendo de sus textos una caja de herramientas.
Mañana larga de lectura en la plaza de Ocata. Constato de nuevo que la mejor manera de leer es con un café con leche al lado. Incluso la taza vacía sobre la mesa resulta estimulante. El sol andaba jugando al escondite con las nubes, pero cuando brillaba, lo hacía casi con saña. He acabado con la cara quemada y la frente tostada.
No sé por qué pienso en un cementerio de altísimos cipreses en el que sea prescriptivo enterrar a los muertos vestidos de etiqueta. Subterráneos influjos de Ruano, supongo. ¿Es sólo el pudor lo que nos empuja a enterrar a la gente bien vestida? A una amiga de mi madre sus hijos la enterraron con sus mejores joyas. El ataud era metálico. Mercedes, se llamaba. Me contó mi madre que vieron juntas el mar por primera vez y que la Mercedes creía que el agua del mar era el cielo que en el horizontte se plegaba y se podía tocar en la playa con la mano.
Dejamos la plaza de Ocata a eso de las dos. Yo tenía la sensación de haber leído bien y, por lo tanto, de haber aprovechado bien el tiempo. Se puede leer mucho y leer mal. A mí me pasa a veces. La mala lectura no depende del libro, sino del estado del alma. Es una lectura de surfeo, superficial, que discurre por las palabras de un libro sin detenerse en ninguna y sin encontrar ningún pensamiento que rumiar.
Regresamos a casa dando un rodeo. En la playa hay una clara sensación de verano.
Deberían ser estos unos días de paz, lecturas, paseos largos y sosiego, pero con el kakodaimon dentro todo se altera y el horizonte se encoge hasta casi el límite del cuerpo. De esta reclusión me han sacado esta mañana las voces de unas niñas correteando en la plaza de Ocata. Viéndolas tan felices pensaba que tarde o temprano se pondrán de moda los cuentos para niñas en los que habrá princesas que no quieran ser heroinas, que es la tarea mayúscula que les imponen ahora las películas infantiles, sino princesas bien vestidas, de surtidísimo ropero, que eligen al mejor de sus pretendientes para marido y disfrutan intensamente de las delicias de la vida cortesana.
Hace calor. Es el primer día en que el sol empequeñece y la ropa sobra. El sudor asoma por las junturas del cuerpo con el simple caminar. La dejadez licenciosa de las glicinias se ha convertido en flaccidez. Las buganvillas acuden al relevo. Y las rosas, esas flores tan egoístas que prefieren pudrirse en el rosal antes que brindarle al aire gratuitamente sus pétalos, como hace el generoso almendro.
Al ponerme a escribir estas cuatro líneas pienso que llevar un diario es una forma de vivir el día que exige ir transformando cada asalto de la experiencia en literatura, pero al convertirse uno en espectador de sí mismo se vuelve también, y de manera inevitable, selectivo, o sea, hipócrita. La espontaneidad de la vida, ese vivir en el que la vida consume toda tu atención, se queda para lo que no se cuenta. Hasta del kakodaimon intenta uno hacer literatura.
Des que el 1978 es va aprovar la monarquia parlamentària a Espanya, el debat sobre la necessitat de tenir una casa Reial ha anat guanyant rellevància i s’ha qüestionat la legitimitat d’aquesta institució arran dels diferents escàndols sobre la conducta d’alguns membres de la casa reial.
És doncs necessari tenir una casa Reial en ple segle XXI? Els canvis en el context social, polític i cultural que s’han produït al llarg dels anys no són suficient motiu per plantejar un nou model d’Estat?
Primer de tot, vull deixar clar que no em resulta legítim que la casa Reial hagi de representar a la ciutadania d’un país, ja que aquest “càrrec” només és accessible a una família i és hereditari, el que significa que es divideix la ciutadania en un grup de privilegiats, que poden optar al càrrec sense tan sols tenir competències executives.
Amb competències executives em refereixo al desenvolupament d’unes habilitats cognitives que permetin l’adaptació a l’entorn social i que estiguin enfocades en arribar al bé comú, que és el que ens pot beneficiar com a societat. Tal com hem viscut en aquesta pandèmia, hem pogut comprovar que les competències executives dels polítics no han estat a l’altura i que en tot moment ha primat el bé individual per sobre del bé comú, convertint-se els parlaments en camps de batalla d’enemics ancestrals propis d’èpoques prehistòriques… Doncs el mateix passaria amb la Casa Reial. De veritat creieu que es pararien a pensar en el bé comú?
Considero que en el moment que s’accepta aquest model d’Estat s’està atemptant contra el concepte de democràcia, ja que els governants no representen a la ciutadania i no existeix l’elecció de la prefectura de l’Estat, aspectes bàsics i fonamentals perquè existeixi la tan estimada democràcia.
A més a més, la Casa Reial no té cap efecte significatiu pel que fa a l’estabilitat social i política del país, és a dir, tant com si hi és com si no, la qualitat democràtica del país segueix sent igual. Per què hauríem de mantenir-la doncs? Per què no aspirem a una millora de la democràcia del país en comptes de mantenir-nos estancats en un model propi del segle XIV?
En relació amb l’article anterior que vaig escriure sobre la ‘llibertat d’expressió’, el fet de tenir una casa Reial limita aquesta llibertat d’expressió en funció dels interessos d’un grup de la població i ens impedeix expressar opinions contràries a la ideologia monàrquica pel simple fet d’haver creat un esglaó superior en la societat que és inviolable. D’aquesta manera, qui manifesta idees contràries al model de “casa Reial” és anomenat un antisistema…
Els canvis intermitents en la prefectura de l’Estat poden generar menys xarxes de corrupció que un càrrec estàtic com ara ho és la Casa Reial. A més a més, com la Constitució situa el monarca com a “inviolable i que no està subjecte a responsabilitat”, el monarca no se sotmet a cap control, resultant així en l’elevació del càrrec de monarca un esglaó per sobre de la llei.
Els diferents escàndols en què ha estat implicada la família Reial han atret sempre l’atenció i han perjudicat la imatge d’Espanya. És un bon moment per obrir els ulls i preguntar-se si és encara legítim que existeixi la monarquia que aquesta gaudeixi d’una legislació diferent de la que se’ns aplica a tots els ciutadans.
Un duende bueno era para un griego un "eudaimon" y un duende malo, un "kakodaimon". Llamaban felicidad (eudaimonía) a estar habitado por un duende bueno, que es como he estado yo durante estas últimas semanas. El cuerpo no me exigía -caídas puntuales aparte- ningún protagonismo, las horas pasaban plácidamente, leía, escribía, paseaba, comía con los amigos, hacía planes para el regreso de mi Agente Provocador... Pero ayer por la tarde a mi intermitente kakodaimon le dio por venir a visitarme y se trajo con él los mareos, las náuseas y los vómitos habituales. En estas circunstacias el invasor de mi cuerpo ocupa toda mi atención y me esfuerzo para encontrar consuelo en la esperanza de que esto no durará más allá de dos o tres días....
Viernes Santo. Recuerdo aquella Semana Santa de mi infancia, que parece, vista desde aquí, como de otra época histórica. En mi casa se hablaba con la mayor naturalidad, aunque teñida con un punto de tragedia, de que "Dios ha muerto" y comíamos torrijas. Y nadie había leído a Nietzsche. La muerte de Dios, en realidad, forma parte de la esencia de Occidente. Siempre he pensado que el Viernes Santo -al que alguna vez le he dado el nombre de San Nihilismo- hay que vivirlo como lo vivieron los discípulos más cobardes, sin sospechar lo que pasaría el domingo. Vivir la muerte de Dios sabiendo que el domingo resucitará sin falta no es vivir la muerte de Dios, pero ¿acaso la podemos vivir de otra manera? En consecuencia, nuestro nihilismo es un nihilismo un poco gesticulante, pero manso.
Curioso sueño el de esta pasada noche. Llego con mi mujer en autobús a un lugar donde no he estado nunca, pero que es la ciudad mexicana de Jalisco. Entramos por una especie de desfiladero rocoso que va a parar a unas amplias avenidas por las que empujan un carrito de bebé una pareja de Ocata, amigos nuestros y de nuestra edad. De repente me asalta una preocupación. Cuando despierte me olvidaré de esto y no lo podré recoger en este diario. Como descubro en el transcurso del sueño, he ido a Jalisco a dar una conferencia sobre las personas que se definen como no binarias. Sostengo en ella que estas personas dividen al género humano en dos grupos: el suyo y el de los binarios. Me he despertado y me he apresurado a garabatear dos líneas para rememorar lo soñado.
El Subjetivo publica mi artículo Jueves Santo en Orianenburg. La exministra Ana Palacio escribe en twitter: "Si leen un artículo hoy, no se equivoquen, elijan éste", lo cual, por supuesto, le agradezco sinceramente.
Me llegan las Memorias de Ruano cuando aún no he alcanzado el ecuador de su Diario íntimo. Ayer confesé aquí un cierto cansancio con su lectura. Sin embargo hoy me he reconciliando con ella. ¿Cómo no reconciliarse con un escritor que describe así a Jean Cocteau, a quien entrevistó en Madrid en noviembre de 1953?: "Menudo, inverosimilmente delgado, espiritado y espiritual, es una delicia de inteligenca sutil, de fortuna de palabra, en un clima siempre intermedio entre la poesía y el humor. No es Jean, sin embargo, ningún desorbitado. Tiene una cabeza muy bien organizada, muy clara, algo así como un cartesianismo inclinado a posiciones mágicas y a la sensibilidad afilada. Su conversación es firme y a la vez sonámbula. Cocteau es también hombre de extraordinaria simpatía humana y como de una afectación sencilla [...]. Tiene algo de hermano mayor de sí mismo, aspecto de guillotinado, un viejo 'chic', un dandismo muy Europa 1920. Su nariz parece estar siempre de perfil. Sus ojos son vivísimos. Sus labios, demasiado finos y crueles. " ¿Ustedes me entienden?
Creo -me voy a poner binario- que existen dos tipos de buenos escritores: los que tienen voluntad de estilo y los que tienen estilo. La voluntad de estilo es algo así como el estilo condenado a trabajos forzados.
Me envía mi muy querido Borja Lucena el texto de un libro que publicará próximamente sobre Hannah Arendt. Me he comprometido a escribirle el prólogo, cosa que haré encantado. Borja es para mí Soria, es decir, el paseo por la ribera del Duero desde San Saturio a Numancia y Garray y, sobre todo, el alma del Círculo Filosófico Soriano, un espacio tan singular que sólo podían cruzar sus umbrales los interesados únicamente por lo eterno.
Mañana primaveral, pero primaveral de catálogo, de las que apetece salir de casa temprano para llenarse los pulmones con el aire nuevo del mundo. La primavera es una promesa que se cumple con cada mañana como esta. El sol calienta a fuego lento y es una delicia cerrar los ojos y dejarse cocinar mientras los pensamientos se pierden por vaguedades.
Me ha soprendido la repercusión del artículo de ayer en El Mundo. Por supuesto, no escribo para pasar desapercibido, pero los comentarios agradables sientan de maravilla. Me ha quedado el ego de lo más satisfecho y no me cuesta admitir esa satisfacción porque sé muy bien que todo lo que aparece en la prensa es efímero, volátil y, en el fondo, sin sustancia. La prensa es el espectáculo de la caducidad instantánea de lo nuevo. La prensa es socialdemócrata en su esencia.
Me he pasado un buen rato dándole vueltas al artículo que tenía que enviar para el Subjetivo de mañana. Quería que tuviese algo que ver con la Semana Santa, pero no de manera explícita, sino como una insinuación que diera un poco que pensar. Me he decidido por escribir sobre el filósofo Paul Ludwig Landsberg y, como suele ocurrir, lo primero que he hecho ha sido ponerle el título: "Jueves Santo en Oranienburg". Si el título funciona, el texto también funcionará.
He de reconocer que el Diario íntimo de Ruano se me está haciendo bola. Lo comencé con voracidad, pero me estoy cansando de masticar. Llevo 460 páginas y no he llegado a la mitad. Estoy acostumbrado a que 50 páginas equivalgan casi a medio libro y aquí con 50 páginas no se adelanta nada. Es verdad que de vez en cuando uno se encuentra con perlas que compensan la marcha lenta, porque a Ruano el oficio no le falta. Por ejemplo, hablando de una joven, La Eléctrica, añade que era amiga "de la pobre Fe la Romántica, con quien viví un episodio intrascendente en cuya acuarela desvaída lo más bonito es el marco". A veces me encuentro con sopresas inesperadas, como esta que sigue, que no deja de ser una confirmación de lo que ayer recogía de Elisabeth Loftus y el poder creador de la memoria: "Estamos ante una exaltación permanente del fraude, ante un recuerdo falso fundado en el sentimiento". Hay, por supuesto, muchas más cosas a resaltar, pero basta por hoy de Ruano.
He pasado la mañana en el Petit Café de la plaza de Ocata e incluso he comido allí. Hoy ha sido uno de esos días en los que no oigo nada -tengo una sordera caprichosa, que va y viene a su aire- y me he limitado a asentir a los que se han acercado a mi mesa a contarme no sé qué cosas. A veces noto en su cara un ligero gesto de sorpresa porque no se esperan mi asentimiento. Pero la gente no por ello deja de hablar. Yo miro de reojo a Ruano pensando que ya podría llevar leídas 10 páginas más.
Después de comer he dado un paseo por la playa para acabar de perfilar el artículo del Subjetivo y le he mandado una foto a B., como respuesta a la que ayer me envió ella de la parisina Place des Vosges. En París tendrán muchas cosas, pero no tienen playa.
Esta tarde a las 6 he ido al ayuntamiento, que el alcalde del pueblo quería hablar conmigo y contarme sus proyectos, cosa que le agradezco sinceramente. A las 9:30 vuelve de Plamplona mi agente provocador.
Tarde primaveral. Plácida y relajante. La gente camina sin prisas y todo el mundo parece satisfecho. La primavera es el único socialismo que convence.
Cuando me levanto, lo primero que hago es echar una mirada a las revistas a las que estoy suscrito por internet. Hoy he leído con el mayor interés un artículo de The New Yorker sobre la psicóloga Elisabeth Loftus, profesora de la Universidad de California en Irvine. Sus estudios han desmontado completamente la visión de la memoria como un fichero o un archivo donde se recogen pasivamente eventos pasados. Según Loftus, estamos constantemente reconstruyendo nuestros recuerdos. Ya había leído su tesis de que cada recuerdo es, de hecho, una nueva rememoración, pero este artículo va más allá y diluye las fronteras entre la imaginación reproductiva y la creativa. “Nuestra representación del pasado -dice- es viva y cambiante. No es fija e inmutable. Es como un ser vivo que cambia de forma, se expande, se encoge y se expande nuevamente. Es una criatura parecida a una ameba". Cada vez que recordamos algo lo asociamos a alguna de las circunstancias del presente que han impùlsado la rememoración y esta asociación puede distorsionar el recuerdo. Siguiendo esta tesis, Loftus ha conseguido implantar en la memoria de ciertos sujetos recuerdos falsos. En general, cuanto más emotivo sea un recuerdo, menos garantías tenemos de que se trate de un recuerdo auténtico.
Tras leer el artículo y tomar algunas notas me he metido en la ducha y justo cuando estaba enjabonado, ha sonado el timbre. He intentado aclararme y secarme rápido. He salido lo más deprisa que he podido, me he resbalado en el pasillo y he caído de espaldad de una manera tan contundent que en un primer momento he sentido que algo de mi interior se había desencajado. Poco a poco me he ido recomponiendo, pero cuando he mirado por la ventana, ya no había nadie en la puerta de casa. Al escribir esto, a las 19:00 siento molestias en la espalda, pero no parece nada grave.Hoy ha aparecido en El Mundo este artículo mío sobre nuestra última ley educativa. He intentado ser contundente porque estoy convencido de que lo que hay en juego es de la mayor importancia, especialmente para los niños culturalmente pobres.