Nunca deberíamos subestimar la fortaleza de lo que aborrecemos, ni permitir que nuestras preferencias se convirtieran en prejuicios. Tendemos a infravalorar lo que despreciamos y esto nos lleva a cometer muchos errores. Recomendaba Spinoza “no reírse de las acciones de los hombres, no deplorarlas, menos aún maldecirlas, simplemente comprenderlas”. Haríamos bien en seguir este consejo, no tanto por razones morales como cognitivas: cuando nos empeñamos en juzgar sin entender solemos acabar haciendo malos análisis y equivocándonos también en el combate contra aquello que detestamos. Que su comportamiento no responda a nuestros criterios de racionalidad no significa que no tenga explicaciones.
Daniel Innerarity, Comprender lo que se desprecia, La Vanguardia 06/11/2020
Todos los años le leo a mis alumnos la vieja fábula de Giges, tal como la recoge Platón en la República.
En ella se cuenta la historia de un humilde pastor, antepasado del rey Giges, que, tras encontrar casualmente un anillo que vuelve invisible a quien lo lleva, y hacerse consciente de la impunidad que esto procura, se aprovecha de su poder para colarse en palacio, asesinar al rey y usurpar el trono…
Tras contarles esto, les pido a los estudiantes que imaginen poseer un anillo como el del pastor. ¿Cuántos de vosotros - les pregunto - utilizaríais el poder de la invisibilidad para robar, espiar y aprovecharos de los demás según os interesara? La inmensa mayoría acaba por levantar la mano. ¿Quién podría resistir tamaña tentación?
Para «tranquilizarles» les recuerdo que buena parte de los adultos hacen lo mismo que harían ellos con el anillo: se saltan las leyes, los impuestos o el respeto a los demás en cuanto se saben «invisibles». Y si además son ricos y poderosos, y gozan, por tanto, de verdadera impunidad, engañan, estafan, o explotan todo lo que pueden a todo el que pueden.
La moraleja está clara: en cuanto no está vigilada ni expuesta a castigos, la mayoría de la gente se comporta como un ave de rapiña (no hay más que ver lo que ocurre en las ciudades cuando se produce un gran apagón). ¿Qué hay entonces del civismo o el respeto por los demás en que, supuestamente, nos han educado? Nada. Esa educación moral no es más que un barniz, una carcasa que se resquebraja a la menor oportunidad. De hecho, cuando le pregunto por sus razones para «ser buenos» a los (pocos) alumnos que dicen que no abusarían del poder del anillo, se me quedan callados o, peor aún, repiten la ristra de prejuicios que les han recitado en casa, en misa o en clase de «ciudadanía».
Víctor Bermúdez, El anillo de Giges, elperiodicoextremadura.com 28/10/2020
¿Y qué decir de estos impresionantes versos de La segunda esposa, del (casi)siempre impresionante Calderón:
¡0h tú, antorcha, que en esa breve, en esa
tibia llama contienes sombras sumas,
no por hermosa de inmortal presumas,
pues puedes antes ser que luz pavesa.
Si no ardes, mueres, pues tu lumbre cesa;
si ardes, también, pues fuerza es te consumas;
luego ardiendo, o no ardiendo, siempre ahumas
las lóbregas paredes de la huesa...
En una comedia de título gongorino atribuida a Lope, Un pastoral albergue, se ridiculiza con gracia y agudeza en el diálogo de tres villanos el desprecio nacido de la ignorancia:
VILLANO3º:
¿Cómo son los moros?
VILLANO 2º:
Son
como alimañas.
VILLANO 1º:
¿Y en pie
se tienen y andan
VILLANO 3º:
A fe.
VILLANO 2º:
Dijo el cura en un sermón
que los moros no creían
en Dios, ni que eran cristianos.
VILLANO 3º:
¡Oh ladrones luterianos!
VILLANO 2º:
Y que no comían
tocino.
VILLANO 1º:
¡Qué desatino!
Yo por eso los quemara
y ¿Cómo tienen la cara?
VILLANO 2º:
De hombres que no beben vino.
VILLANO 3º:
¿Qué vino no beben?
VILLANO 2º:
No.
agua piden que les den.
VILLANO 3º:
No puede un hombre de bien
ser moro.
VILLANO 1º:
A lo menos yo
no lo fuera, aunque me hicieran
rey.
¿No les parece que esto pone de manifiesto que los abuelos del iglo de Oro sabían reírse de sus prejuicios?
Noche de difuntos. Escribo estas líneas que acaso publicaré en unos días, si aún me restan ganas para corregir lo que tal vez solo deba decirse en rápido e impensado exabrupto. Porque en anteriores entradas de este blog quedó una pregunta en suspenso que ni por asomo traslució en ellas, pero que ahora puedo revelar. Mi pluma, es decir, mis dedos sobre el teclado en cierto momento quedaron paralizados sin saber si teclear o no la cuestión que, una vez decidido a hacerlo, incorporé al texto para de nuevo, como entumecidos pensamiento y manos, borrar del papel ficticio, de la fantasmagoría de papel que persistía en la insomne pantalla. Las razones siguieron su curso sin que la torpeza de la pregunta las interrumpiera. Pero esta ha permanecido clavada en mi mente. Pues era la sombra de una duda más que incómoda.
Fue la sospecha de que yo mismo era incapaz de creerme lo que decía. Es decir, acababa de aseverar que el pensador estoico, y me basaba en la interpretación que de Marco Aurelio y Epicteto hacía Hadot en su hermoso libro, no era trágico. Aún más, que ellos se hallaban en el punto opuesto del alma trágica. Su visión era, y en estos días que estoy terminando mi enésima relectura de las Disertaciones por Arriano de Epicteto he podido confirmarlo, la de quien enarbola una plácida fe en la bondad del universo. En esta suerte de bondad universal una apropiada educación, a fuerza de razón bien entrenada, puede reintegrarnos. En una primera lectura, y parece muy obvio de tan bien presentado y repetido por sus textos, el cosmos es para los estoicos eso, cosmos, pero además, es bueno. Desprende bondad, contra todas las apariencias. No puede haber abatimiento, fracaso o definitiva frustración del sujeto que se estrella contra el todo. Es decir, no hay sangrante diferencia, sino una mansa identidad última que elimina todo conato de tragedia en el sistema del estoicismo. El mal se apaga en la bondadosa inmensidad y armonía del cosmos. Estamos en el fondo hablando de una suerte de teodicea pagana.
Pero durante segundos lo dudé. Me pregunté, inquieto, si eso era verdad. Porque, hay, como en los actos fallidos que describe Freud, en los que nos traiciona el inconsciente, elementos que inducen a creer que no es oro todo lo que reluce. Albergo el vago recuerdo del bello escrito de María Zambrano dedicado a Séneca y alguna que otra frase extraída del propio libro de Hadot y de las Meditaciones del emperador filósofo. Es cierto, las cosas como son, que leyendo ahora a Epicteto no veo más que bondad y armonía, aunque siempre, eso sí, en un ir contracorriente del que no se desprende ni un solo atisbo de queja, de exhibicionismo, de insinceridad. Todo se acaba disolviendo en el axioma de la bondad del orden último en que se fundamenta el cosmos.
Sin embargo, en el propio Epicteto albergo la sospecha de que tanto optimismo justificando tanto fatalismo esconde gato encerrado. Para empezar, hay una deriva hacia terrenos antropológicos de la vieja ontología platónica, eludiéndola, cuando esta nunca priorizó lo antropológico respecto a lo ontológico (de hecho funda la pregunta por el ser como lo principal en la filosofía). Para Platón, por mucho que escribiera sobre pedagogía, esta se entendía solo a la luz y bajo el sol, nunca mejor dicho, del ser. Lo más importante que la filosofía debe hacer, lo prioritario y fundamental, es pensar el ser. Para ello establecía diversos caminos, recordemos, como la dialéctica que en él deja de ser meramente aporística y disolvente, pero tampoco se trata de una dialéctica logicista, lineal, conclusiva, por lo menos, en el recuerdo que uno tiene de ciertos diálogos cuya relectura aguarda con ansias para los próximos tiempos pandémicos (es de lo mejor que puede releerse de cuanto ha producido nuestra triste humanidad). La gracia esencial de ellos es un carácter a menudo abierto que en todo caso define dibujando círculos en torno de aquello que indaga y que en principio inicia una tarea condenada a estar felizmente inacabada. Platón no pudo escribir tratados porque habría sido incoherente con su visión tanto del ser como del modo de pensarlo. Aquí Platón, más que responder al perfil de un sistemático metafísico podría interpretarse, y así lo hace Jaspers en su truncado proyecto de historia de la filosofía (tres volúmenes en Tecnos), como casi otro mago de la teología negativa. Apunta al ser, siempre dejándole ser, dejándole espacio, sin agotarlo.
Hay, pues, motivos en Platón para presentir una inabarcable anchura en el mundo que el estoico, y esta es mi tesis, se torna… desolación. Ahora es cuando podemos volver a preguntarnos si realmente su “sistema” había abandonado por completo la tragedia. ¿Es el estoicismo la consecuencia de una soterrada reaparición de lo trágico en una cosmovisión platónica? Porque mi impresión es que, y confieso no tanto haberla constatado en Epicteto pero sí, y mucho, en Marco Aurelio y en Séneca, en ellos la bondad del mundo parece un dogma que han adoptado porque sí, como una fe del carbonero, como una respuesta que se asume cual credo que les permite asirse a algo firme en medio de lo que tiene todas las trazas de ser nada ordenado, ni bello ni bueno, y quizás, ni siquiera verdadero. El estoico es hijo de este fracaso de un mundo carcomido por el horror. Su respuesta es respuesta al horror y por tanto porta el sello del horror. Con absoluta armonía, con una mansa sonrisa, llenos de paz y seguridad en el momento fatal, muriendo sin aspavientos, paganamente (no cristianamente, cuidado), impávidos: sin mover un músculo de la cara. Así, sin más… porque es lo que merece el mundo. Sin llegar, pues, a resentimiento, es algo más hondo, es desolación, es abandonar algo que irradia mal y dolor, pero cuya cura ha sido el empeño en voltearlo y mirarlo desde la perspectiva del orden y de la bondad.
Esta fijación estoica con el que era el sumo bien trascendente platónico ahora convertido en justificación y norte moral para el comportamiento humano, para el hacerse humano, para el postular eso que llamamos “hombre” y a partir de ello inventar la educación moderna en los primeros siglos de la era cristiana, mucho antes de la modernidad, ha elegido otro foco de atención que lo acaba de consagrar todavía con mayor fuerza como filosofía de la modernidad a destiempo: el hombre. Sí. Porque en la actualidad la filosofía se debate entre dos polos: ontología o antropología. Como aquí, además, hablamos de pedagogía, diremos que en un primer parecer esta existe si el centro del universo se torna el que fuera centro de la modernidad: el hombre, el sujeto, la humanidad. Pero por el camino se pierde algo, algo fundamental. Para empezar el estoico ha perdido a Platón, no tanto al Platón considerado más dogmático y que hemos retratado en anteriores entradas, obrador de constructos racionales, sino el de la lectura de la filosofía del ser de Jaspers, ontológica, que resalta su cualidad de perseguidor de lo que sabe difícilmente ajustable a razones, de lo que tiene que dejarse ser, con un margen propio de incertidumbre que el filósofo debe respetar para, paradójicamente, mejor aproximarse.
Dudo que el estoico no sea consciente de esto. Esto, que es una tragedia que vive, la de una pérdida inconmensurable, un fracaso por el que se descarta el empeño de Platón de indagar el ser, tanto en la vertiente más lógica y conceptual, como en la más aproximativa y circular, pasa una callada factura e hiere los días y aparentes seguridades del estoico. El mundo y la historia, seguramente, no dejaron ni a Séneca ni a Marco Aurelio otra oportunidad que leer esos egregios textos del pasado y sospechar que ya no era posible volver a ellos, no era posible repetir la hazaña con sincero aplomo, virginalmente, como lo habían logrado los griegos. El mundo se había llenado de tinieblas, de caos, de un modo parecido al nuestro. Roma era ya una sociedad global. En los murales de las casas de ricos en Pompeya hay pinturas que representan escenas del África negra, de regiones tropicales y de la India. Hay grafitis en lengua latina escritos con caracteres griegos. El mundo era ya magno e inaccesible desde muchos puntos de vista. Era ingente la acumulación de textos, de doctrinas, de bibliotecas y libros, de escuelas y academias de enseñanza. Pululaban los profesores, los jóvenes ricos romanos viajaban a Grecia a formarse (con maestros griegos, como se había formado Marco Aurelio). El mundo había adquirido un carácter fuertemente caótico, incomprensible, relativista, mestizo y muy hostil en las ciudades, pero también en el campo. Un mundo con una burocracia muy compleja, aún esclavista, de economía y productividad boyante, con un orden legal firmemente estipulado, un mundo de ingenieros, de constructores, de inventores.
Por otro lado los cristianos avanzaban, causando el asombro de muchos por sus histriónicas hazañas que parecían buscar la muerte a la primera de cambio. A Marco Aurelio le horrorizó el modo en que le contaron que habían ido a la muerte unos rebeldes cristianos en alguna ciudad francesa, el modo en que histéricamente se arrojaban ellos mismos a las fauces de los leones, como quien dice. Nada de esa discreta mesura que él profesaba. Pero, la cuestión es si esa discreta mesura era respuesta, un producto cuya razón de ser estribaba en constituir una reacción a todo ese caótico mundo social desprovisto de la unidad y la orientación de que las anteriores sociedades dotaban a sus miembros.
Quizás el estoico solo pudo refugiarse en fantasmas. Uno, por ejemplo, el propio hombre, el propio ideal de una humanidad unida por la facultad de pensar que nos da la llave para una suerte de Reino de los Cielos. Sospecho que su atención dirigida a lo antropológico emana de la inseguridad y la imposibilidad de abordar lo ontológico, de un desconcierto por las “alturas”, de un vértigo incómodo que su tiempo favoreció, y que les obliga a centrarse en aquello más cercano que era esa dualidad de cuerpo y alma organizados por la razón, por el principio rector, por el auriga del carro en el Fedro de Platón. Fueron filósofos de urgencia en tiempo de urgencia.
Que un pensador acuda a la trinchera del sujeto ha sido un socorrido y fácil recurso para no pensar el abismo y aquí toda la bondad del sistema estoico, de la fe estoica, se tambalea, porque parece ahora reposar en algo tan poco firme como un dolor y un vacío. El estoicismo surge cuando el mundo se ha convertido en un vasto páramo, en un hostil desierto que hay que atravesar duramente. Y, por cierto, eso nos está ocurriendo ahora. Hablamos de un mundo enfermo, un mundo de profundo desconcierto y recelo, del mundo sin Dios del que tanto se comenta pero que no hemos asumido, como certeramente profetizó Nietzsche. De esto podemos afirmar que el estoicismo es filosofía de crisis, que surge cuando todo se derrumba, cuando enfermamos, cuando la muerte campa a sus anchas, cuando el mundo es manifiestamente malo, a las claras, bien a las claras. Y cuando más bondad el estoico ve en el mundo, menos bondad existe realmente. Esta es su tragedia, por mucho que su terapia consista en eludirla sin reprimirla haciendo auténticos juegos malabares con la razón.
Zambrano habla de esto mucho mejor que yo en torno a Séneca. Detecta este movimiento cuasi fatal en el alma del filósofo hispanorromano, esta tragedia que sin embargo vive mansamente, lo que le lleva a morir no como mártir, ni siquiera transmitiendo una gran lección o testimonio como Sócrates hizo con su muerte, sino dejándose ir sencillamente, sin teatralidad. Una tragedia que se calla con una serenidad que estremece.
Y además, los estoicos educan, pero educan a la desesperada, porque no pueden hacer otra cosa que unir su fe racional con sus obras en el contexto de sociedades de individuos aislados y mordidos por el desconcierto. Son un producto de mundos corruptos en todos los sentidos, enfermos crónicos, patológicos de cabo a rabo. Aspiran al bien empeñándose en verlo donde no lo hay. Esta es su tensión y como toda tensión es por lo menos una incipiente nota de tragedia.
Para terminar añado una nota sobre Marco Aurelio. En sus Meditaciones puede leerse, y cito de memoria, algo así: “O un caos de átomos como afirman los epicúreos o una razón universal, da lo mismo, aspira al bien”. Este aforismo es fundamental. Aquí cede el estoico, como a veces hace Séneca, a su “enemigo” epicúreo. Tengo fresco algunos aspectos del epicureísmo porque estoy leyendo De rerum natura de Lucrecio, en la edición crítica y versión rítmica de Agustín García Calvo. Saborear, aunque sea en sucedáneo, los magníficos hexámetros dactílicos del original latino, que leo en voz alta y que van elaborando una teoría materialista que cura del miedo a la muerte y a las enfermedades mediante la portentosa visión de un mundo de transformaciones casuales, sin sentido, cambios que son solo cambios, y que si se asumen con franqueza y hondura, pueden aliviar. Es decir, la ingente procesión de azarosas combinaciones y sucesiones de formas y materias a partir de átomos que explican los fenómenos atribuidos al alma, a los sentidos, al pensamiento, cuando va entrando en el corazón de uno, va ciertamente aliviando, calmando muchos dolores. Aquí la operación terapéutica es justo contraria a la del estoico. No es la imagen y la fe en un orden (bueno) en el que integrarse, un orden en el que todo se transforma pero como parte de una armonía que hace que eso mayor que se transforma sea el cuerpo verdadero al que debemos mirar, el cosmos; sino que ahora el consuelo viene de la mano de una naturaleza interiormente caótica, también de sucesiones en las que hay que asumir que uno está y que por tanto empieza y termina (muere), pero que, de manera bien distinta, es esencialmente un bullicio, un orden que se apoya en un desorden previo, en la casualidad, sin una norma o racionalidad básica y motriz. Pensar intensamente en que la naturaleza de las cosas o la realidad sean esto cura de espantos, por otra vía, pero de un modo efectivo. Significativamente, aquí el mundo no necesita justificarse como bueno ni malo, ni echar mano de un orden interno y racional de carácter bondadoso. A lo sumo es neutro. Y quizás incluso en las primeras horas, para algunos, horrible. Un puro caos. De hecho, para el epicureísmo el principio de la ética es el placer, lo cual no vale para el estoico porque el placer es algo efímero, no permanente, y el estoico se aferra a lo que considera permanente. Tampoco el sujeto tiene una consistencia real con la misma fuerza que para el estoico.
Ciertamente, ambas escuelas helenísticas constituyen dos modos de terapia para sociedades despojadas de sus viejas armas, en las que la ontología había sido sustituida por la erudición y el dogmatismo, y el pensamiento se había tenido que desplazar a lo antropológico. Aquí sí hay, pues, un alejamiento de Platón, aunque quizás se volviera a la idea de una filosofía encarnada en las propias obras y no escrita, más cercana a Sócrates que a Platón. El caso es que a Marco Aurelio se le escapa, como en un lapsus freudiano, que tal vez, quizás, Epicuro tuviera razón y después de todo, solo haya caos. Pero a estas alturas eso ya no le importa demasiado.
Hace ya un par de semanas, 8 en concreto, llevo haciéndome la misma pregunta, ¿Por qué voy a la escuela? y es que, seamos sinceros, el actual sistema educativo (le llamaré se a partir de ahora ya que voy a repetir estos sustantivos varias veces) es ineficaz, al menos para la generación actual.
Puede que en sus comienzos, haya sido eficiente, pero con el paso del tiempo, está más que demostrado, las cosas han de cambiar, y este aún no lo ha hecho.
Recientemente, basándome en los 2 millones de años de existencia del ser humano, Howard Gardner, psicólogo de la Universidad de Harvard, planteó la llamada “Teoría de las Inteligencias Múltiples”, teoría a la que yo he dedicado a estudiarla y comprenderla unas 72, tal vez 96 horas de mi vida, teoría desde la cual debería, por decirlo de alguna manera, estructurarse, el se.
Os pondré en contexto, resumiendo a nivel superlativo la teoría, los seres humanos poseemos distintos tipos de inteligencia, lingüístico-verbal, lógico-matemática, espacial-visual, musical-auditiva, corporal-kinestésica, individual, interpersonal, naturalista, emocional y existencial filosófica. Leyendo y razonando los nombres de cada una podéis tener una idea de sobre qué va cada una de ellas.
Dicho esto, comencemos desde otro ángulo.
Actualmente, qué hacemos en el se?, desperdiciar una valiosa cantidad de tiempo. Somos adoctrinados desde que somos conscientes, has de crecer, madurar, estudiar, conseguir un buen trabajo, crear una familia, y ya está, no hay más. En mi opinión, banalidades.
No es que no debamos darle importancia a nuestra vida, y a nuestro futuro, pero lo podríamos hacer de otra manera.
Me basaré en el se español.
Luego de que acabas la etapa pre-escolar, comienzas la primaria, de momento todo bien, que en la primaria todos tengamos que dar asignaturas comunes como español, matemáticas, etcétera, se entiende, pero es desde esa etapa de nuestra vida en la que deberían de comenzar a identificar nuestro/s tipo/s de inteligencia/s, es decir, analizar a los alumnos, observar cómo se desempeñan en distintas asignaturas, además de añadir otras tantas, filosofía por ejemplo, no necesariamente hay que explicar los pensamientos de Aristóteles desde el principio, si con 16 años no llegamos a entenderlos por completo, imaginaos con 6, pero si creo que deberían enseñar las bases de la actitud crítica que tienen los filósofos, ya que no pueden pretender cambiar nuestro punto de vista, o manera de analizar las cosas, a los 16 años, a esta edad tenemos una mentalidad formada, nuestro sistema nervioso termina de desarrollarse a los 19, los cambios a esta edad serían mínimos, y si se consigue alguno, no llegara á ser suficiente para ser competente en cuanto a, exempli gratia, hacer un comentario de texto.
Acabas la primaria, ya a esta edad se debería de saber qué se le da bien a cada alumno, no precisamente el ya que a los 11 años no es que seamos lo suficientemente inteligentes como para saber estas cosas. A partir de aquí comienza una de las etapas más importantes de nuestra vida, la pubertad. Aquí es en donde se debería de comenzar a explotar nuestras capacidades, si se te hace medianamente fácil, o no complicado, aprender una lengua, redactar textos, expresarte verbalmente, a ese tipo de alumnos son a los que se les debería de ayudar para convertirse en filólogos, profesores de lengua, escritores, abogados, empleos relacionados con sus capacidades.
Lo que no se debería de hacer, es lo que se hace. Hay alumnos con una gran inteligencia lógica-matemática, sin embargo, les obligan a saber gramática, no es que no deban conocer la lengua que hablan, u otras, sino que no necesitan indagar más allá de el saber hablar, escribir, leer y entender una lengua. Personas que poseen una constitución física increíble, que están perfectamente capacitados para hacer trabajos de fuerza, o perder el tiempo persiguiendo una bola de cuero, pero ese es otro tema, estas personas, al poder cumplir los requisitos mínimos para aprobar un curso, pues simplemente se quedan ahí, algunos son conscientes de lo que podrían llegar a ser, sin embargo, en vez de poder pagar una escuela de humanos sádico-masoquistas, boxeo, pagan una escuela de máquinas biológicas destinadas a satisfacer a personas que sí son inteligentes y sí pudieron sacarle el máximo provecho a su inteligencia.
Y como estos, varios ejemplos más, a mi parecer estos son los más destacables.
Más que disfrutar el estudio, me pondré de ejemplo sólo a mí ya que pieles sedosas podrían sentirse no identificadas, quid pro quo ofendidas, se ha convertido para mí en algo detestable, tedioso, y sobretodo, inútil. Si yo jamás en mi vida he tenido pensado trabajar como filólogo, por qué me imparten gramática. Enseñadme a expresarme como es debido, no a analizar una oración. Si por mi cabeza nunca ha pasado la posibilidad de ser filósofo, por qué me imparten filosofía a estas alturas de mi vida. Lo que me interesa es el mundo de la informática y la tecnología moderna, no el mundo de las bacterias y los microorganismos. Algunos pensarán, “Haz un ciclo formativo”, ¿me convendría para la que quiero estudiar? Claro que sí, pero desgraciadamente está más que claro que el bachillerato es necesario para muchas cosas. Ésta es otra de las desgracias del se, no importa si eres Einstein, sino el título, tus capacidades son tan útiles como el propio sistema, lo importante es el papelito. Para acabar de una vez, luego de perder unos 1277 días de tu vida en la secundaria y el bachillerato, pasas a la que yo considero la mejor y tal vez la única etapa del se que debería mantenerse vigente, la universidad, se podrían hacer algunos cambios claro que sí, pero por lo general no está tan mal.
Resumiendo, memorizar para olvidar en este cubículo es ridículo, a lo largo de mi corta vida, vaya contradicción he ido escuchando que muchas cosas se tiene que cambiar, algunas ya lo han hecho, muchas no para bien pero bueno, otras aún no han sido lo suficientemente impactantes como para llamar la atención de los pseudolíderes de este mundo.
Que mi opinión haya sido entendido es todo lo que espero.
Eureka, del grec εὕρηκα, héurēka, és una expressió que vol dir "ho he trobat!", "ho tinc!", entès com el fet d'haver descobert o tenir els resultats esperats d'alguna cosa.
La moralidad es el eje del buen funcionamiento social. Nuestra brújula moral mantiene nuestros instintos egoístas más básicos al servicio del bien del grupo y favorece la cooperación y el altruismo dentro de la comunidad. Los individuos que comparten unos valores morales cooperan mejor y gracias a los códigos y normas morales se resuelven mejor los conflictos que puedan surgir en la población.
Pero la moralidad es también la causa de muchos problemas sociales y puede tener muchas consecuencias negativas interpersonales. Vilipendiamos y deshumanizamos a aquellos que no están de acuerdo con nuestras creencias morales y justificamos cualquier medio en función de un fin moral que consideramos bueno. Además, la moralidad altera nuestra interpretación del mundo que nos rodea afectando a nuestro razonamiento y a nuestras creencias acerca de lo que es real, de lo que es ficción y de lo que es seguro y lo que es peligroso. Todos estos procesos en conjunto conducen a los individuos a actuar de formas que dañan significativamente el progreso de la sociedad bajo el disfraz de que es una lucha por una causa moral.
La moralidad tiene una serie de características que la diferencian de forma muy importante de otras capacidades cognitivas o de otras actitudes humanas:
1- Las convicciones de que ciertas cosas son buenas y otras son malas se experimentan como universalmente aplicables y como “objetivamente ciertas”. Son indiscutibles y se asocian a emociones muy fuertes y poderosas (miedo, ira, amor, compasión, culpa, vergüenza y asco).
2- Las convicciones morales motivan a la acción, dictan lo que un individuo debe y no debe hacer.
Las reglas morales del individuo pueden dar lugar a unos valores sagrados o protegidos, que han sido definidos en la literatura como “cualquier valor que la comunidad moral implícita o explícitamente trata como poseedor de un significado infinito o trascendental que excluye cualquier comparación, compromiso o, de hecho, cualquier otra mezcla con valores limitados o seculares”.Un individuo que tiene unos valores protegidos tenderá a negar la necesidad de compromisos y se enfadará simplemente con pensar que tiene que entrar en esos compromisos o compensaciones a los que se llama “compromisos tabú”. Esto resulta en una falta de ganas de aceptar cualquier compromiso porque los valores sagrados están por encima de cualquier otro y son los que motivan la toma de decisiones. Cuando los individuos sienten que sus valores sagrados están en peligro, los individuos responden de una manera intolerante y peligrosa, por ejemplo con indignación moral y con limpieza moral.
La indignación moral supone que el individuo siente ira y desprecio por la persona que amenaza sus valores sagrados y reclama un castigo de esa persona; y todo aquel que no pida ese castigo debe ser castigado también. La limpieza moral consiste en que cuando un valor sagrado ha sido profanado o violado, esto evoca un sentido de contaminación personal, lo que requiere algún tipo de limpieza para eliminarlo.
Como decía más arriba, los valores y creencias morales se diferencian de otras actitudes porque se experimentan como universales y como objetivamente correctos -nuestras convicciones son hechos- y porque mueven a la acción. Pensar que el 13 es un número primo es correcto pero no mueve a la acción. Si algo se considera inmoral hay que luchar contra ello y hay que combatirlo, hay que pasar a la acción, no se puede permitir que otras personas lo hagan. Otro problema es que hay datos de que cuando la gente tiene razones para una venganza por razones morales, les preocupa muy poco cómo se consiga esa venganza, el fin justifica los medios. Por ejemplo, cuando la gente cree que un acusado es culpable antes del juicio, consideran que el castigo es obligatorio moralmente y no tienen en cuenta la presunción de inocencia, ni un juicio justo ni la necesidad de condenar en base a unas pruebas más allá de una deuda razonable.
Pablo Malo Ocejo, Los problemas de la moralidad especialmente para la democracia, hyperbole.es , octubre 2020
Me cuesta entender las críticas culturalmente puritanas a Halloween.
En realidad, si Halloween es una fierta norteamericana, lo es porque la exportamos allí los cristianos europeos. El Halloween norteamericano es una franquicia de la cultura europea.
Debo reconocer, además, que si yo fuese niño encontraría mucho más estimulantes los rituales y la iconografía de Halloween que la celebración de ritos populares, como la castañada en Cataluña. Y, dicho esto, añado que parece más que probable que la degustación de frutos otoñales (castañas, boniatos, granadas...) el día de los difuntos y Halloween tengan un origen común.
Y ahor avoy a enceder el horno. De postre habrá castañas.
Feia temps que tenia ganes d’escriure sobre el pastafarisme però no trobava la excusa d’actualitat per parlar sobre aquest moviment. Recentment, el 22 d’octubre, l’Audiència Nacional va rebutjar inscriure al Registre d’Entitats Religioses a l’Església Pastafari.Segons la sentència: “Sus fines son ajenos a los de una entidad religiosa, una religión, entendida como un conjunto de dogmas sobre la divinidad, de sentimientos de veneración y de normas morales y de prácticas rituales basadas en creencias profundas, serias y trascendentes”.
Potser caldria fer una breu explicació sobre el tema abans d’iniciar una reflexió sobre la qüestió. Faré un breu resum, si algú vol aprofundir, recomano la visita a la pàgina de l’Església pastafari espanyola: [https:]] que també és l’origen de gairebé totes les imatges que apareixen a l’article.
Tot plegat va començar al 2004 quan el Consell d’Educació de l’estat nord americà de Kansas, va ordenar que a les classes de Biologia es dediquessin les mateixes hores a explicar la teoria científica de l’evolució que l’anomenada teoria del disseny intel·ligent. Aquesta darrera és un intent de dotar d’una aparença de rigor científic a la posició creacionista. No cal dir que aquesta “teoria” només es basa en especulacions pseudocientífiques, sense cap base empírica ni experimental. Lògicament, la comunitat científica va esclatar i va manifestar de moltes maneres la seva disconformitat amb aquesta aberració pedagògica. Una de les reaccions va ser la del físic Bobby Henderson que va escriure una carta oberta a la que afirmava que la pseudoteoría del disseny intel·ligent té el mateix fonament que l’afirmació segons la qual l’univers ha estat creat per un monstre amb forma de plat d’espaguetis volador.
Com que a aquest món pot faltar de tot menys frikis, Bobby Henderson va començar a rebre suports de tota mena que han fet créixer el que en un principi era una paròdia del creacionisme per tal de mostrar-ne l’absurd. D’aquesta manera s’ha generat un corpus de creences, mites i tot tipus de llegendes, incloent-hi el nomenament de Henderson com a profeta de la religió pastafari.
Considero especialment destacable la veneració amb què es tracta als pirates: l’origen d’aquesta peculiaritat es troba de nou en els excessos de les religions, quan va començar a proliferar la creença que els desastres naturals (tsunamis, huracans…) s’havien incrementat a causa de la creixent pèrdua de fe dels darrers tres segles. Davant aquesta clara fal·làcia de falsa causa (que un fenomen es produeixi abans d’un altre, no implica que en sigui la causa), els pastafaris van proclamar que la veritable causa del canvi climàtic havia estat la brusca extinció de la pirateria a partir del segle XVIII; per tant, proclamen que la preservació del planeta depèn en gran mesura del retorn dels pirates als nostres mars.
Per a aquells que no ho hagin entès: certament el canvi climàtic s’inicia amb un escalfament del planeta a partir de finals del segle XVIII, a causa de la progressiva industrialització de la nostra societat, amb la contaminació que això comporta. Certament, la pèrdua de fe de la civilització occidental coincideix amb aquesta mateixa època i té la mateixa causa que la industrialització: la revolució científica que va culminar amb les teories de Newton té com a conseqüència un millor coneixement de la naturalesa, que va promoure les idees il·lustrades que fan prescindible a la religió i promouen un salt tecnològic sense precedents fins al moment. Lògicament també hauríem de parlar dels canvis econòmics i socials que també es produeixen a aquesta època i que, entre moltes altres conseqüències, provoquen la pèrdua de les colònies americanes de l’imperi espanyol amb el conseqüent domini naval britànic al Carib i la desaparició, per inútil i desordenada, de la pirateria.
Evidentment, el pastafarisme s’ha omplert de tota mena d’excessos en el seu afany provocador. Així, totes les demandes que tenen com a objectiu que l’Església Pastafari sigui reconeguda oficialment poden ser considerades com a estratègies per a aconseguir subvencions estatals… També pot resultar ridícul demanar que els membres de l’Església pastafari apareguin al seu document d’identitat amb un colador per a pasta al cap. Però considero que tot i els excessos, el pastafarisme té molt més de positiu que qualsevol de les religions tradicionals.
Si examinem els seus manaments (anomenats “condiments”) que sempre comencen amb “m’estimaria molt més que no…” en contrast amb les severes prohibicions de les altres religions, trobem algunes meravelloses incitacions a la tolerància:
M’estimaria molt més que no usessis la meva existència com a mitjà per a oprimir, subjugar, castigar, eviscerar, o… ja m’entens, ser dolent amb els altres. Jo no requereixo sacrificis, i la puresa és per a l’aigua potable, no per a la gent.
O bé:
M’estimaria molt més que no desafiessis les idees fanàtiques, misògines, i d’odi d’altres persones amb l’estómac buit. Primer menja, després vés a enxampar els cabrons.
I, sobre tot:
M’estimaria molt més que no construïssis esglésies/temples/mesquites/santuaris multimilionaris a la meva tallarinesca santedat quan els diners es podrien gastar millor en (tu tries):
En resum, proclamo aquí i ara la meva falta de fe i, per tant, la meva adhesió a l’església pastafari: potser el pastafarisme no és una religió seriosa i està plena de frikis, però prefereixo la ciència, la tolerància i el sentit de l’humor a les “prácticas rituales basadas en creencias profundas, serias y trascendentes” que exigeix l’Audiència Nacional. Potser cal reflexionar si les pràctiques rituals de la pederàstia tenen fonament en les creences del profund obscurantisme religiós. En tot cas, no qüestionarem creences serioses i transcendents que impliquen la zoofilia com a origen del naixement d’un messies o la necessitat que pugui tenir un déu d’observar el prepuci d’un home per saber si és un bon seguidor.
Francament, prefereixo els espaguetis. Ramen!
Todos los años le leo a mis alumnos la vieja fábula de Giges, tal como la recoge Platón en la República. En ella se cuenta la historia de un humilde pastor, antepasado del rey Giges, que, tras encontrar casualmente un anillo que vuelve invisible a quien lo lleva, y hacerse consciente de la impunidad que esto procura, se aprovecha de su poder para colarse en palacio, asesinar al rey y usurpar el trono…
Tras contarles esto, les pido a los estudiantes que imaginen poseer un anillo como el del pastor. ¿Cuántos de vosotros – les pregunto – utilizaríais el poder de la invisibilidad para robar, espiar y aprovecharos de los demás según os interesara? La inmensa mayoría acaba por levantar la mano. ¿Quién podría resistir tamaña tentación?
Para “tranquilizarles” les recuerdo que buena parte de los adultos hacen lo mismo que harían ellos con el anillo: se saltan las leyes, los impuestos o el respeto a los demás en cuanto se saben “invisibles”. Y si además son ricos y poderosos, y gozan, por tanto, de verdadera impunidad, engañan, estafan, o explotan todo lo que pueden a todo el que pueden.
La moraleja está clara: en cuanto no está vigilada ni expuesta a castigos, la mayoría de la gente se comporta como un ave de rapiña (no hay más que ver lo que ocurre en las ciudades cuando se produce un gran apagón). ¿Qué hay entonces del civismo o el respeto por los demás en que, supuestamente, nos han educado? Nada. Esa educación moral no es más que un barniz, una carcasa que se resquebraja a la menor oportunidad. De hecho, cuando le pregunto por sus razones para “ser buenos” a los (pocos) alumnos que dicen que no abusarían del poder del anillo, se me quedan callados o, peor aún, repiten la ristra de prejuicios que les han recitado en casa, en misa o en clase de “ciudadanía”.
De todo esto solo cabe deducir dos cosas: o somos irremediablemente malos, o lo que es mala, y mucho, es la educación que recibimos. Seamos optimistas y postulemos lo segundo. ¿Cabe, entonces, una buena educación moral que nos convierta de veras (y no solo de pega) en personas honestas y respetuosas con los demás? Yo creo que sí. Aunque no es fácil.
Lo primero para tratar de moral (y no de moralinas), con los alumnos o con cualquiera, es poner en cuarentena los prejuicios al uso. Por ejemplo: que hay cosas “buenas” (derechos humanos, preceptos constitucionales, normas de “sentido común” …) que tenemos la obligación moral de acatar porque sí, porque lo dictan las leyes, o porque la mayoría opina que hay que hacerlo. Esto no se lo cree nadie. Que lo establezca la ley, o que sea fruto de un consenso, no equivale a que algo sea justo o bueno. Todos sabemos que hay leyes injustas, y todos reconocemos consensos moralmente deleznables (sin ir más lejos, esta misma creencia mayoritaria según la cual, “si se puede robar o abusar con impunidad, sería tonto no hacerlo”).
Ahora bien: ¿por qué, entonces, no ser “malos” y abusar de los demás, cuando podemos hacerlo impunemente?... Podríamos ensayar argumentos de tipo utilitarista (la sociedad sería mejor; si tu respetas te respetarán a ti, etc.), pero esto no está nada claro. ¿Qué es una sociedad “mejor”? Muchas sociedades han sido regidas por tiranos y se han mantenido estables durante siglos. Tiranos que, en su mayoría, han muerto tranquilamente en su cama y con el respeto de sus súbditos… Tampoco me vale el argumento de la empatía: los mafiosos o los terroristas tienen tanta empatía (por su familia o sus camaradas) como cualquiera, y eso no les impide cepillarse a otros (en beneficio suyo y de aquellos con quienes empatizan).
¿Entonces? Entonces hay que pensarlo. Tal vez la clave esté en preguntarnos qué es lo que realmente nos beneficia como seres humanos, y si esto se puede lograr, o no, con un anillo como el del cuento. De nada sirve tener riquezas o poder si no sabes qué eres y qué es lo que realmente te conviene. Sin ese conocimiento serás un malo muy malo. Es decir: un pobre infeliz, por rico y alegre que luzcas en las fotos. “Puestos a ser egoístas, sé un egoísta inteligente: conócete a ti mismo y cuida de aquello(s) que importa(n) para ser en plenitud lo que eres”. Es una moraleja alternativa. Ustedes verán.
Este artículo fue originalmente publicado por el autor en El Periódico Extremadura
Luis Roca Jusmet
Es conocida una irónica afirmación de Chesterson, que decía que cuando dejemos de creeren Dios, entonces creeremos en cualquier caso. Lejos estaba del optimismo kantiano, que decía que la humanidad estaba llegando con la ilustración a su mayoría de edad. La humanidad, decía Kant, se va a liberar de sus tutores y el hombre empezará a pensar por sí mismo: sapere aude. La historia ha confirmado las irónicas profecías de Chesterson más que las esperanzas kantianas.
Lo cierto es que vivimos en una época de confusión en la que más que pensar creemos y repetimos. El poder pastoral del que nos hablaba Foucault, continúa. Quería referirme aquí a las creencias que podríamos llamar ontológicas, sobre la naturaleza de lo real. Se cree en todo tipo de cosas, desde la astrología a cualquier espiritualismo. Definirse como materialista me sirve para rechazar cualquier creencia en entidades ilusorias y confusas, fruto de una imaginación sin disciplina ni rigor. Pero huyendo también del relativismo y del subjetivismo que defenderían que se puede creer en cualquier cosa.
He estado pensando en como entiendo esta ontología materialista. Se trata, por supuesto, de una concepción discutible per que he ido elaborando después de muchas lecturas y reflexiones. Tiene, por tanto, una mínima consistencia como para exponerla. Voy a resumir lo que serían las afirmaciones principales.
1) El mundo es todo lo que ocurre. Nada lo trasciende: ni un sujeto trascendental (idealismo) ni un Ser superior (espiritualismo).
2) Lo que ocurre lo es como tiempo porque forma de un proceso que no tiene ni origen ni final. Solo hay transformaciones.
3) Lo que ocurre lo es como espacio porque son relaciones entre entes, que a su vez son estructuras reticulares. Todo lo que ocurre conforma una gran trama.
4) Lo que ocurre lo hace de una manera contingente. No hay una Mente o unas Leyes que ordenen lo que ocurre según unas Leyes o una Voluntad. Nada es necesario.
5) La parte del mundo en que nos encontramos los humanos está formado por seres vivos. Los seres vivos no funcionan mecánicamente, son entidades autónomas que se insertan activamente en su entorno. Son potencias plásticas y autoformativas que crean normas para adaptarse.
6) Los seres humanos somos animales inacabados que necesitamos crear una tecnología, unas instituciones o una lengua para sobrevivir. Son necesidades prácticas. Estos instrumentos son normativos y configuran una historia. Aunque sea de manera primaria, nuestra mente se enfrenta al terreno de lo posible
7) Una vez los seres humanos superamos la cuestión de la supervivencia nos planteamos lo que somos y como vivir. Lo hacemos porque tenemos un lenguaje simbólico que nos permite pensar. Pensar más allá de lo operativo.
8) Los entes se relacionan entre sí de manera aleatoria y de estos crucen los entes vivos salen más fortalecidos o más debilitados, según que lo que se encuentre sea un alimento o sea un veneno.
9) A estos cruces los seres humanos los llamamos encuentros cuando tienen sobre nosotros un efecto transformador, es decir cuando nos alegran porque aumentan nuestra potencia o nos entristece porque la disminución de la alegría y el aumento de la tristeza. Cuando las potencias chocan se producen conflictos.
Sobre estas bases hay que plantearse unas alternativas prácticas, éticas y políticas, que sean buenas para el conjunto de la población. Buenas quiere decir que les permita sobrevivir y vivir bien. Sobrevivir bien quiere decir garantizar una vida materialmente digna. El Estado debe garantizar los derechos que lo permitan. Hay que buscar formas de producción y de distribución que lo permitan. La política debe ser el medio para hacerlo efectivo.
La política debe garantizar también que cada individuo pueda vivir bien, que pueda construirse como sujeto y no estar sujetado a la sociedad. La política debe posibilitar la ética y la ética la política. Debe haber reconocimiento entre todos para que esto sea posible. Hablamos de la dimensión universal de la política, al reconocer a todos como sujetos de derecho, y de la dimensión universal de la ética, al reconocer a todos como sujetos éticos capaces de un proyecto de vida en el marco que delimita el Estado como cumplimiento de las leyes que deben garantizar los derechos de todos.
Tengo un nieto de 6 años, G., al que le gusta -y le gusta mucho- ponerse a sí mismo deberes. No es que sea un fanático de la lectoescritura y de las matemáticas. También disfruta jugando (a videojuegos y con sus amigos de manera directa), patinando con su padre, viendo la tele, etc. Pero con frecuencia se pone deberes y copia poesías, letras de canciones... o nos escribe cosas a sus familiares, tanto sea en papel como en WhatsApp. También parece disfrutar con ejercicios de matemáticas, descubriendo qué hay más allá del número 1.000 o si 60 más sesenta son 120, ya que 6 más 6 son 12.
Me hace, por supuesto, pensar.
Cuando hablamos de deberes sí o deberes no y, sobre todo, cuando defendemos la equidad, tendemos a ignorar que las aspiracioenes individuales son muy heterogéneas y que debemos estimular a quienes las tienen altas e intentar corregir a quienes las tienen bajas y que así, inevitablemente, ahondamos diferencias. Esto me parece elemental, pero es una de esas cosas elementales que no nos gusta mirar a la cara, no sea que, de hacerlo, nos veamos obligados a extraer consecuencias.
Me ha escandalizado que asistieran tantos representantes políticos a esa cena de Pedro J. Algunos aparecen en las fotos sin mascarilla.
Me ha escandalizado más que intenten justificarse diciendo que el acto cumplía todos los requisitos sanitarios. ¿Cuántos restaurantes los cumplen y sin embargo los han cerrado? Es decir, los han cerrado algunos de los que asistieron a la cena.
¿Qué ha sido del sentido de la ejemplaridad? ¿Qué es un político si le falta ese sentido elemental?
Pero aún me escandaliza más la cautela con que tratan los medios el asunto, a la que le noto un tufillo a omertá, y ya no digo nada de la falta de reacción social.
Me acabo de enterar que el ministro de agricultura de Irlanda ha dimitido por asistir a un acto con 90 personas. No quiero comentar nada al respecto.
Otra cosa: Un informe del Ministerio de Salud de Israel asegura que los niños tienen más probabilidades de infectarse que los adultos, pero son en su mayoría asintomáticos. Lo importante es que pueden ser superpropagadores del coronavirus. Por eso están constatando que las aulas son un foco de contagio. Desde ellas se propaga el virus a la comunidad. Es la reapertura de las escuelas la que aceleró la epidemia en Israel. ¿Y en España?
Dimite el ministro de Agricultura de Irlanda por ir a un evento con 80 personas
El ministro de Agricultura de Irlanda, Dara Calleary, ha presentado este viernes su dimisión tras la polémica desatada por su asistencia a un evento el miércoles al que acudieron unas 80 personas más, entre ellos el comisario europeo de Comercio, Phil Hogan.
Leer más: [https:]]
(c) 2020 Europa Press. Está expresamente prohibida la redistribución y la redifusión de este contenido sin su previo y expreso consentimiento.
Dimite el ministro de Agricultura de Irlanda por ir a un evento con 80 personas
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El ministro de Agricultura de Irlanda, Dara Calleary, ha presentado este viernes su dimisión tras la polémica desatada por su asistencia a un evento el miércoles al que acudieron unas 80 personas más, entre ellos el comisario europeo de Comercio, Phil Hogan.
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He aprendido a ser paciente, porque cuando parece que ya no hay más agua en el pozo... tarde o temprano siento de nuevo el rumor de una nueve corriente de información.
El azar amigo siempre acude en mi ayuda. Bien es verdad que para ello tengo que estar despierto, no sea que vaya a venir a llamar a mi puerta cuando estoy fuera de casa.
Se ha puesto en contacto conmigo un historiador del Colegio de Méxicco y a través de él me he puesto en contacto yo con tres persons que conocieron a Laurette Séjourné. Todo ha vuelto a ponerse en marcha. Vuelvo a sentir la misma pasión por los datos nuevos, vuelvo a extender el rompecabezas delante de mí y a encontrar la manera de completar vacíos de información con conocimientos parciales nuevos. Vuelven a abrirse nuevas vías de investigación.
Esto es apasionante.
Hay un placer profundo en el descubrimiento intelectual. Cada descubrimiento le proporciona al intelecto un día de fiesta.
El feminismo tiene como prioridad cambiar el trato o la función que tiene el rol femenino en la sociedad para mejorar las condiciones e intentar acabar con las desigualdades, cosa que, pese a que es una buena reacción contra el machismo, no resulta todo lo eficaz que debería, ya que en vez de arrancar el problema de raíz, está simplemente solucionando los inconvenientes que genera conforme vayan saliendo, es decir, en vez de intentar acabar con los roles de género que son unos los principales causantes de que la sociedad sea machista, prefieren arreglar los productos de esta situación, cosa que, como ya he dicho, es ineficaz.
Pero bueno, pese a que no creo que sea la forma más correcta de actuar, entiendo y respeto la causa feminista, porque es un movimiento que me parece razonable y que creo que hace más bien que mal, no obstante hay una comunidad con la que no concuerdo en absoluto, y que considero que están absolutamente errados, y sobre la que trata este texto. Pero antes es necesario marcar la diferencia entre género y sexo.
Hasta hace pocos años, se ignoraba la diferencia entre género y sexo. De hecho, aún hoy en día la mayoría de las personas no distinguen entre los dos. Por tal razón , es común que la gente no sepa distinguir las diferencias entre ser transgénero y ser transexual.
La palabra sexo hace alusión a algo puramente biológico, algo que no es discutible, ya que al fin y al cabo, nuestros genes tienen unos cromosomas determinados y no es algo que se pueda cambiar. Para referirnos a los sexos, están las palabras macho y hembra, pese a que con frecuencia se suelen distinguir los sexos entre hombre o mujer. No obstante estos términos son incorrectos, ya que la función de estos es distinguir entre géneros.
Por tanto, una persona no conforme con su sexo es una persona transexual. Pero ese tema es harina de otro costal.
El género en muchas ocasiones, como ya he dicho antes, una puerta abierta al machismo. Los roles tienen un claro origen patriarcal y en plurales ocasiones sirven para oprimir la conducta de la gente, especialmente en las mujeres. Dictando normas para la forma de actuar, vestir y pensar, marcando unas pautas que hay que seguir, y de las cuales no te puedes salir sin ser mal visto.
Es por eso, que lo que yo espero de un movimiento progresista de verdad es intentar acabar con los roles de género. ¿Y que está sucediendo? Pues más bien lo contrario.
Como ya habéis podido notar, me situo en oposición a los roles de género, y por eso me disgusta tanto el movimiento trans, porque la mayoría de la gente no son conscientes de lo que el género implica y simplemente actúan sin pensar en el papel que desempeñan, pero los trans tienen ese conocimiento, y en vez de verlo como algo inútil, o algo que limita su libertad, se siguen aferrando al género, aceptando y siendo subyugados por lo mismo que les convierte en una minoría desfavorecida. Están aceptando que nunca tendrán libertad para actuar como ellos quieran o consideren correcto. Ellos deberían ser los primeros en dar un paso adelante, enseñar al mundo que el género no define quien eres.
Y soy consciente de que no me corresponde a mí cargarles con esta responsabilidad, pero si ellos no toman consciencia sobre esto ¿Quién lo va a hacer?¿Cuánto tiempo más vamos a seguir con una sociedad dividida por la mitad?
Yo personalmente creo que estamos estancados como sociedad. Tenemos demasiados aspectos que nos limitan y nos restringen innecesariamente, y yo soy participe de muchos de ellos, la mayoría de forma inconsciente. Y pensamos que definir colectivos (raza, género…) favorece a la diversidad, y esto nos beneficia, pero esto es una mentira, una mentira que no favorece a nadie. Los colectivos solo sirven para dividirnos más si cabe. Creo que ahora mismo es lo que menos falta nos hace. La igualdad solo se puede conseguir cuando la mayoría de la sociedad actúa al unísono. Por eso los movimientos antirracismo funcionan tan bien, porque al ser el racismo algo bidireccional (aunque haya algunas razas que lo sufran más) hace que todo el mundo se pueda sentir identificado, y en consecuencia, actuar. Y pese a que conozco las objeciones que hay en este blog sobre la empatía, nos guste no, es lo que nos mueve a actuar muchas veces, y generar diferencias solo dificulta aún más.
Tal vez alguno de mis planteamientos no sea el más acertado, pero creo que el mensaje general es claro, el género solo nos divide.
¿Solución? Bueno, no se puede acabar con el género de un día para otro, ya que no puedes imponer a la gente que dejen de interpretar un rol de cuya existencia no son conscientes, pero se deberían hacer algunos cambios sutiles que progresivamente cambiarán la forma en la que pensamos. Esos cambios tienen que empezar, y de hecho, se están haciendo cada vez más, en la educación, vemos cómo se están dejando de inculcar los roles del estilo de “para chicos” o “para chicas”, y eso es un comienzo. Pero este pensamiento no prospera del todo porque la educación familiar tiene mucho peso todavía y echa por suelo estas enseñanzas. Pero para ser justos, esta no es la única causa, ya que colectivos como el colectivo trans están dando mucha importancia al rol también. Y hasta que no haya una educación global sobre esto, seguiremos en la situación actual indefinidamente.
Yo personalmente, no invertiría esfuerzo en eliminar el rol como tal, simplemente haría que cada vez tuviera menos importancia hasta que se llegue al punto en el que la gente no le preste atención, y que vea el género como algo arbitrario y sin importancia que se asigna en función de tu sexo, de la misma forma que una silla es hembra o un televisor es macho.
Mi conclusión es que creo que el feminismo va bastante bien encaminado hacia ese objetivo, es el primer movimiento que está quitándole papeles asignados al rol, pero también pienso que se están contradiciendo clasificando a la gente en función de su género (hombres o mujeres), y esto les frena. También, creo el colectivo trans tiene una mentalidad retrógrada, que se ha quedado estancada en el papel obsoleto del género, y frena el progreso de la sociedad.
Y por último, me gustaría recomendaros que no adopten la forma de pensar de ningún colectivo ni de ningún movimiento sin más. Tenéis que leer lo que opinan, y sacar conclusiones a partir de vuestro razonamiento. Esto es algo que me molesta mucho, porque la comunidad impone sus ideologías de forma dogmática, sin permitir cuestionar su opinión y llamando retrógradas o transfóbicos a los que opinan distinto o piensan por sí mismos de forma distinta. Y es por esto por lo que a menudo soy tan críticos con ellos, no me gusta como funcionan como grupo, y esa es la razón por la que escribo este texto.
"Te quiero, Irene. ¡Qué bien se te da colmar mi necesidad de sufrir!"
Susan Sontag a María Irene Fornés.
"Necesito la identidad como arma", escribe Susan Sontag. Y da en la diana. La identidad es usada hoy como un arma agresiva. No es algo que te pertenezca de manera espontánea, sino algo que te blinda, un blindaje que te permite justificar tu agresividad. No soy tan ingenuo como para ignorar que siempre ha habido algo de esto, pero hasta recientemente se veía la identidad agresiva como un fenómeno sectario, mientras que ahora se ha convertido en ortodoxia.
Al hablar así, Susan Sontag se está refiriendo a su lesbianismo y me siento muy lejos de la identidad de erizo que ha elegido. Pero no me preocupa sentirme lejos de ella en este aspecto, por muy central que sea en su vida. Bien, es lesbiana, ¿y qué?
Lo que me interesa de Sontag son otras cosas y por eso estoy leyendo con tanto interés la biografía que Benjamin Moser ha escrito sobre ella: su relación con dos intelectuales que admiro, Philip Rieff y Leo Strauss; su formación en la universidad de Chicago y, sobre todo, su terca voluntad de hacerse con una personalidad fuerte y culta. El ejercicio permanente de construcción intelectual de sí misma.
Desde muy joven se propuso dormir solamente 5 horas diarias para poder leer por las noches. Intentó reducir este tiempo de sueño, pero se dio cuenta de que si lo hacía, su capaccidad de concentración se resentía. Nunca cejó en su empeño por conquistar lo difícil: la literatura difícil, la música difícil, el arte difícil, la filosofía difícil. No le intersaba nada de esto porque fuera simplemente difícil, sino porque entendía que su dificultad mostraba la aventura humana de construir con el lenguaje una imagen compleja de la realidad. Considero que este esfuerzo tambén forma parte de su identidad que, en este caso, es una identidad ejemplar y pacífica. Pero Susan Sontag no parece necesitar integrarlo en su identidad. Y eso me lleva a pensar que toda referencia a nuestra identidad es posible porque ocultamos algo de nosotros mismos para resaltar algo sobre el fondo de lo oculto.
También somos lo que ignoramos de nosotros mismos.
La paella es una religión valenciana de culto riguroso y estricto. Los que no somos creyentes sólo hacemos arroces. Esta es una evidencia tan clara y distinta que no tienee sentido andar buscándole objeciones. Así que yo los sábados hago un arroz para la familia.
Esto de la familia se pone bastante complicado a partir del momento en que los hijos vuelan por su cuenta. Nunca es seguro cuántos estaremos a comer. Dos, fijo, pero podemos ser ocho, o seis o tres. Depende. El número exacto sólo se concreta cuando estamos sentados a la mesa.
Por eso hago un arroz, porque me permite una libertad de acción enorme, es como ser agnóstico del arroz, que puedes rezarle al dios que se te antoje cuando se te antoja y jugar con los ingredientes al albur de las circunstancias.
Así que hacer la compra, como ustedes bien comprenderán, se convierte en un arte. Por otra parte, hace tiempo que descubrí (sumando una decepción más a mi ya larga lista de decepciones paternas) que a los míos, para hacer el arroz, les gusta más el caldo de pastilla de pescado que un buen caldo de pescado.
Pero no importa. Lo triste es estar sólo dos a la mesa un sábado. El arroz acaba saliendo. Unas veces con más tropiezos que otras, pero sale rico. La prueba de ello es que no suelen dejar ni un grano en la paellera. Y yo soy feliz viéndolos comer.
Ahora que lo pienso... creo que no he repetido nunca una receta.
Ayer por la tarde me llamó por teléfono mi nieto (10 años) preguntándome si podía venir a dormir a casa. Le dije que por supuesto que sí, que esta casa es la suya. "Es que, como estás solo, así te hago compañía y te ayudo a hacer la cena". Me emocionó su deseo de cuidar de mí. Sin embargo, en cuanto llegó se apoderó de la televisión, conectó sus cables a la consola y comenzó a jugar con sus amigos pasando completamente de su abuelo. Le pedí, eso sí, que pusiera la mesa para cenar. Cenamos y vimos una película de miedo. De bastante miedo. Así que, cuando llegó la hora de irse a dormir, vi en su cara una petición de cobijo. "Si quieres -le dije- puedes dormir conmigo". Y por esta razón he dormido toda la noche en el borde de la cama, que es a donde me han ido empujando sus pies, rodillas, codos y puños. La familia también es esto.
Es terrible decir esto, pero ¿debería sorprendernos el asesinato de un profesor por mostrar caricaturas de Mahoma en clase? O decidió ser un héroe, o creyó ingenuamente que aquí, en la vieja e ilustrada Europa, uno puede hablar y discutir de lo que quiera. En ambos casos, las posibles consecuencias eran previsibles. La batalla por la libertad de expresión está, desde hace mucho, (casi) irremediablemente perdida.
Y olvídense de los terroristas. El sectarismo, la censura y la pasión inquisitorial no es cosa de unos cuantos fanáticos islamistas “infiltrados” en el “mundo libre” (como quieren hacernos creer algunos demagogos), sino el efecto de un complejo de creencias y conductas cada vez más “normalizadas” en nuestra propia cultura. De hecho, la reacción de algunos musulmanes a las caricaturas de Mahoma no es esencialmente distinta a la que exhiben otros creyentes o defensores de minorías (más o menos oprimidas) y víctimas varias, ante expresiones humorísticas similares e igualmente, según ellos, “intolerables”. Que en unos casos se llegue al asesinato y en otros, “tan solo”, al linchamiento en los medios, el boicot, el procesamiento judicial y la “muerte civil” del que opina, solo es una diferencia de grado; lo grave, lo tremendo, es que permitamos que la gente se crea, cada vez más, con el derecho a exigir que se le tape la boca (y se aplaste personal y profesionalmente) al que no piensa o habla “como es debido”.
Sobra decir que casi todos los que creen intolerable que se cuestionen o ridiculicen sus creencias, principios o sentimientos, defienden que haya libertad de expresión en “todo lo demás” (es decir, en aquello que afecta a las creencias – equivocadas – de los otros). Así, a quienes censuran como una grave ofensa la “procesión del santo coño” (sic), les parece de perlas que, en nombre de la libertad de expresión, se exalte la figura del dictador Franco; y a quienes, en nombre de esa misma libertad, defienden el derecho a blasfemar cuanto se quiera, les parece lógico censurar obras de arte y derribar estatuas y símbolos machistas, racistas o supremacistas (claro que, a la vez, todos dirán que “no es lo mismo” una cosa que otra, y que son ellos, y solo ellos, los que – ¡naturalmente! – tienen razón).
Si no se creen todo esto, traten de expresar (pintar, escribir, cantar, filmar u opinar), de forma pública o privada, algo que a alguna jauría mediática o furibundo grupo de aficionados a la justicia, les parezca ofensivo, blasfemo, racista, sexista, homófobo, transfóbico, neocolonialista, poco patriótico, que incite al odio, el acoso, a la pederastia, al heteropatriarcado, al juego, al sexo objetualizado, al terrorismo o – últimamente – al menoscabo de la salud pública; y verá lo que le pasa. Lo que me extraña es que no haya salido ya algún perspicaz intelectual, o activista alternativo de referencia, acusando al profesor degollado de haber actuado como un típico varón blanco-heterosexual-etnocentrista poco respetuoso con la diversidad cultural y las creencias de una minoría oprimida…
¿Cómo hacer frente a esta ola generalizada de neopuritanismo censor y a sus temibles consecuencias? Se ha dicho infinitas veces: lo único inteligente y efectivo es la educación. Ahora bien, ¿qué educación? ¿Cómo educar a los ciudadanos para librarles del miedo a hablar y pensar, o del gusto por ese miserable remedo de plenitud moral que es ejercer de juez inquisidor de tus semejantes?
La respuesta está en la educación ética, la cual no consiste en defender dogmáticamente nada, sino en enseñarte a analizar críticamente todas las creencias, valores y principios, religiosos o laicos, propios o ajenos, demostrando que el diálogo y la posibilidad de discriminación racional entre ellos es posible.
Mientras no entendamos que lo más importante que hay que aprender en la escuela es a comprendernos a nosotros mismos y a los demás, desbrozando en común la jungla de valores e ideales que nos mueven a vivir (y a morir, o a matar), y mantengamos un modelo educativo centrado en la simple formación científica y técnica (adobada, a lo sumo, con una hora de catequesis en valores y derechos humanos), no tendremos remedio alguno.
Este artículo fue originalmente publicado por el autor en El Periódico Extremadura.
Ir a media mañana al mercado, comprar una barra de pan recién hecho -una empordà-, arrancarle el cuscurro crujiente, sentir el aroma a horno antiguo de la miga, llevarte el cuscurro a la boca y disfrutar del pan nuestro de cada día porque también hoy lo hemos merecido... o quizás no, y, sin embargo, lo tenemos. Pensar que para cenar me haré pan con tomate, buscar los tomates adecuados y decidir qué embutidos quiero comprar. Pedir a la salida un café con leche para llevar y cogerlo por los bordes para que no queme, dirigirme hasta las gradas de la Plaça Nova, quitarme la mascarilla y disfrutar del café con leche en libertad, mientras siento la brisa tonificante en la cara. Ver a la gente pasar con sus cosas y durante un rato disfrutar de la teoría de la vida transeúnte, olvidando ese texto que tienes a medio escribir. Ponerte de pie de golpe al descubrir de repente, después de un rato de convivencia complaciente con lo efímero, que has encontrado la manera de continuar el texto. Todo esto bajo un cielo azul y un sol templado.
Me escribe B.:
"Juste un mot au sujet de la soupe à l’ail. Il me semble que lorsqu’on cherche à retrouver des souvenirs de façon délibérée, comme vous l’avez fait en reprenant cette recette, ça ne marche pas, ou rarement. Pour prendre l’exemple le plus célèbre, quand le narrateur de la Recherche trempe sa petite madeleine dans du thé, c’est de façon tout à fait imprévue que le passé lui revient en force, inopinément. S’il avait voulu retrouver les goûters chez tante Leonie, son enfance etc... en préparant une tasse de thé, en y trempant méthodiquement son gâteau, il est fort possible que rien ne se serait passé... et nous n’aurions pas eu la Recherche. Cette opinion n’engage que moi."
B., indudablemente, tiene razón.
Profunda sensación de fatiga al escuchar a nuestro políticos. Sospecha, cada vez más aguda, de que estamos consumiendo alegremente bebidas demasiado fuertes al borde del precipicio. ¿Vivimos el fin de una época? No lo sé, pero los frentes políticos parecen haber cambiado. Incertidumbre. No hace muchos días un periódico europeo se preguntaba si España era un Estado fallido.
Además, no he encontrado en las sopas de ajo el sabor que buscaba. Eran sólo sopas de ajo. Sí, estaban ricas, pero su sabor sólo me remitía al plato que tenía delante. Nada. Ningún recuerdo ha emergido como un pez en busca de un cebo.
Lo mejor del día un largo paseo por la playa. Las olas rompían con fuerza contra las rocas en un festival barroco de espuma que dejaba en el aire una nubecilla leve de gotitas minúsculas de agua en suspensión y que le daban al aire que respiraba -sin mascarilla- un sabor de salitre ligeramente metálico, casi eléctrico, que inundaba los pulmones de alegría. Por los auriculares, la tercera de Shosta.
Estoy escribiendo un texto largo (unas 100 páginas) sobre el Siglo de Oro y pretendo hacerlo de manera que sea asequible para el lector medio. Pero me enfrento a un problema: el de mi competencia literaria. Mi prosa es muchísimo más pobre que la de cualquiera de los autores de los que trato y con los que llevo unos meses conviviendo (y mejor no hablar de mis sonetos). Con lo cual, cuanto más hablo yo, más los oculto a ellos. Pero si no hablo, entonces haría una antología de textos áureos, que es lo que me han pedido explícitamente que no haga.
Cada vez que tengo que hablar, no ya de los grandes, sino de lo que podríamos llamar el proletariado intelectual de esta época, dejo la escritura y me pongo a leer. Estos autores nunca defraudan. Entonces, ¿como hacer para escrbir algo que sea, al mismo tiempo, verosímil y estimulante, de manera que el lector, en cuanto acabe de leer este texto, lo olvide para coger el de uno de nuestros clásicos?
No lo sé.