El filósofo Daniel Innerarity lleva un tiempo preguntándose si la inteligencia artificial es muy inteligente y a la vez muy estúpida. “Su estupidez consistiría”, dice vía e-mail, “en que cuando toma una decisión inteligente no tiene modo de saberlo”. En su opinión, en el conocimiento humano hay una capacidad para distinguir lo relevante que los dispositivos artificiales no son capaces de reproducir. “La comprensión del mundo es, sobre todo, la comprensión del contexto o del marco en que nos encontramos, e implica una capacidad de juzgar la relevancia de las situaciones”.
El filósofo llama al elogio de la ambigüedad y la inexactitud, dos circunstancias en que los humanos nos movemos con gracia y soltura. “Bajo el término inexactitud me gusta reunir un conjunto de propiedades de nuestra inteligencia. Continuamente estamos pensando en aproximaciones, no somos inteligentes porque apliquemos fielmente reglas establecidas, sino porque tenemos una especial capacidad para atender a lo singular y a la excepción, lo cual nos inclina, por cierto, a cometer otro tipo de errores, que también nos distinguen de las máquinas”. En cambio, la inteligencia artificial reduce el mundo a categorías binarias y calculables que pueden ser deducidas a partir de reglas y modelos computacionales. “Funcionan con una lógica 0/1. Todo lo que sea borroso, indefinido o impreciso tiene un difícil tratamiento en la lógica binaria”.
Karelia Vázquez, Un chute de autoestima para los humanos en la era del algoritmo, El País 07/05/2022
Imagina dos amigos, Pedro y Juan, que se van a ver un partido de fútbol y tomar unas cervezas; ambos beben el mismo número de cervezas y sufren una intoxicación etílica con niveles de alcoholemía igualmente elevados. Ambos deciden coger el coe para volver a casa y ambos se duermen al volante, pierden el control del coche y se salen de la carretera. Pedro se golpea contra un árbol. Juan atropella a una chica que iba por la acera y la mata. ¿Debería la diferencia accidental de que en un caso uno se encuentre con un árbol y otro con una chica hacer que la valoración moral sea distinta?
Pocas veces en el Derecho hay una omisión tan activa en la protección de la impunidad. El más tupido velo de ignorancia cubre las actuaciones del CNI: los ciudadanos/as no conocen absolutamente nada y el magistrado autorizante tampoco. Una laguna jurídica deja libres e impunes las manos del CNI en sus investigaciones, que pueden vulnerar los derechos fundamentales de las personas. El fiel de la balanza entre seguridad estatal y derechos fundamentales se desliza a favor de la primera. No algo o mucho, sino todo.
Concluyendo, las personas están plenamente desprotegidas ante las actuaciones del CNI en pro de la seguridad del Estado por dos razones: a) la aplicación de los límites de la seguridad -razonabilidad, necesidad, temporalidad y proporcionalidad- no es cognoscible y por lo tanto no susceptible de recursos, y b) el control de las actuaciones del CNI es muy limitado, ya que el juez dispensador de una autorización previa no vigila ni verifica el proceso y los resultados de las acciones que autoriza.
Pegasus en manos de un CNI oscurantista, impune e irresponsable acrecienta la inseguridad de las personas por causa de una seguridad del Estado libre de control. Es un mutante "todo-terreno", ya que puede mutar en sus objetivos al servicio de los propósitos de sus poseedores. En vez de dirigirse contra el terrorismo y el crimen organizado -su finalidad según sus creadores- puede enfilar rumbo contra disidentes, adversarios políticos, periodistas críticos, etc. Los medios señalan su aplicación contra críticos y disidentes en Marruecos, Arabia Saudí, México, Hungría, etc. En España Pegasus sirve a los intereses de unos y sus contrarios: igual vigila al Gobierno que a sus críticos. Nadie se cree ya los límites y honestos objetivos de Pegasus. Éste se ha convertido en un monstruo que amparado bajo el paraguas de Gobiernos, organizaciones y cloacas es capaz de provocar un daño inimaginable e irreversible en la estabilidad política, las instituciones y los derechos de las personas. Es un nuevo Panóptico que todo lo ve sin ser visto (que Bentham nunca hubiera imaginado). Lenin se hizo una pregunta, título de un escrito suyo, en un momento de inflexión de la revolución bolchevique, y que yo retomo: ¿Qué hacer? Nosotros también nos encontramos ante una revolución intensa y planetaria: la de nuestra precaria defensa ante la rebelión de las tecnologías que nosotros mismos hemos creado. ¿Qué hacer en estos momentos de inflexión cuando el que "ve sin ser visto" ha penetrado en nuestra biografía y se ha convertido en el nuevo señor de nuestras vidas?
Ramón Soriano,
Pegasus, seguridad del estado y derechos de la persona, publico.es 05/05/2022
Hemos de acostumbrarnos a vivir sin saber del todo si tenemos la suficiente información para tomar las decisiones que tomamos. Toda decisión es prematura. Solo los indecisos disfrutan del privilegio de decidir con toda la información necesaria.
Una buena decisión no es aquella que ha sido precedida por razones abrumadoras, sino la que ha sido tomada ponderando las limitadas razones de las que disponemos.
Pagaría lo que fuera por que alguien me dijera qué es lo que no necesito saber.
Es tan sospechoso aquello que nos da la razón fácilmente como aquello que nos la confirma con igual facilidad.
El desconocimiento que conocemos no es tan difícil de gestionar como el desconocimiento que desconocemos. En determinados momentos, la complejidad de la situación consiste en que no sabemos lo que no sabemos, pero tampoco si entre lo que no sabemos se encuentra lo verdaderamente importante.
Esther Peñas, entrevista a Daniel Innerarity: "Hay que aprender a vivir sin saber si tenemos la suficiente información para hacerlo", ethic 04/05/2022
El Discurso de la servidumbre parte de una sorpresa filosófica: el estado de servidumbre; "cómo pueden tantos hombres, tantos pueblos, tantas ciudades, tantas naciones soportar a veces a un solo tirano ...". El único poder del tirano lo obtiene de sus súbditos. Y esta fuente de preguntas se desdobla cuando nos percatamos de que la naturaleza humana es la libertad: "la libertad es natural". Así pues, existe una contradicción sorprendente entre la condición humana, que está en estado de servidumbre, y la naturaleza humana, que es el estado de libertad. Precisamente a desvelar este misterio de la dominación es a lo que se aplica La Boètie, y lo hace desde un punto de vista revolucionario. La perspectiva clásica explica la dominación centrándose en los amos activos, que manipulan a sus esclavos pasivos mediante una batería de instrumentos: el aislamiento de los individuos, el silencio, la corrupción y el aturdimiento, una falsa idea del deber religioso y, en caso de última necesidad, la fuerza armada (Lamennais). La revolución de La Boètie (...) consiste en desplazar sensiblemente estos dos polos: los esclavos pasan a ser activos y participan en dicha dominación. Ante la estafa de los poderosos que engañan a los esclavos, La Boètie sustituye el autoengaño de los esclavos: "es el pueblo el que se avasalla a sí mismo, el que se rebana el cuello".
Manuel Cervera-Marzal, De la autoemancipación, La Maleta de Portbou, Enero-Febrero 2016, nº 33
Tres días intensos en un Madrid radiante, haciendo de editor, de conferenciante, de amigo, de entrevistado y de invitado. Y, además en el Paseo de Recoletos, la feria del libro viejo. O sea, un festín. Lo peor, la vuelta en el AVLO. Tenía en el asiento de mi derecha, en el lado de la ventanilla, un joven con tanto sobrepeso que no podía impedir que la mitad de su humanidad se desparramara sobre mí. Iba yo encogido y orillado, al borde del pasillo, hasta que me he atrevido a pedirle al revisor, discretamente, un cambio de asiento. No le echo la culpa a mi vecino, sino a RENFE que debiera prever situaciones como esta.
Madrid, luminoso, cálido, cordial, primaveral. Nada más poner los pies en Atocha comenzó la vorágine. Todo debiera haber comenzado con la presentación de "El poder", de Pedro Baños, en el espacio Betelsmann, pero tuvo que suspenderse por enfermedad del autor. Eso me permitió adelantar mi encuentro con varios periodistas y amigos. Y gastarme un dineral en libros.
A la mañana siguiente tenía, a primera hora, una entrevista en la radio y, a partir de aquí, un no parar. Encuentros con amigos, comida con el director de un medio con el que comenzaré a colaborar pronto, participación en el Primer encuentro iberoamericano de profesores de religión, en concreto, en una "conversación de filósofos" con Carmen Pellicer, J.M. Torralba y Miguel García-Baró (moderados por Jordi Cabanes). Por la noche, cena en casa de Diotima, con Diego S. Garrocho, Juan Claudio de Ramón y Victoria Carvajal. ¡Cuánto aprendí!
Pero lo más importante, desde un punto de vista estrictamente profesional, es que parece que hemos conseguido pergueñar un nuevo libro con un importante autor que nos ayudará a definir bien lo que queremos ser en Rosamerón.
En la vuelta me encontré con mi mujer en la estación de Sants. Comimos juntos y nos despedimos. Ella iba para Pamplona y yo volví a nuestra casa, vacía.
“Ojo al dato”, decía con frecuencia José María García. El que fuera rey absoluto de la radio deportiva era un visionario involuntario: en el s. XXI hay que estar muy atento a los datos, porque los datos son la materia prima del nuevo capitalismo. Los datos, de hecho, ya estaban ahí, solo había que echarles el ojo. Es decir, medirlos.
Donde usted ve ir de compras, hay otros que ven datos. Donde usted ve ir de viaje, hay otros que ven datos. Donde usted ve escuchar música, otros ven datos. Donde usted ve la vida, hay otros que ven una montaña de datos que pueden tratarse para convertirse en conocimiento. Y el conocimiento es poder. En nuestra vida cotidiana vamos dejando un reguero de datos igual que la víctima de un apuñalamiento va dejando un reguero de sangre. Y las grandes empresas de nuestra época tienen las manos manchadas de datos, igual que Lady MacBeth las tenía de sangre.
“Al igual que el petróleo, los datos son un material que se extrae, se refina y se usa de diferentes maneras. Mientras más datos tiene uno, más usos les puede dar”, escribe el aceleracionista Nick Srnicek en Capitalismo de plataformas (Caja negra). Las empresas de finales del s. XX no echaban el ojo al dato más allá de ciertos sectores (como en la logística), pero en el s. XXI recolectar datos de forma masiva se hizo cada vez más fácil y barato, y los datos se convirtieron en la gasolina del capitalismo crepuscular. Los sensores proliferan por doquier, las paredes tienen oídos, y al mirar el mundo a través de los sensores, el mundo se pixela en datos antes que en átomos.
“Las plataformas llevan en su ADN la extracción de datos”, escribe Srnicek, “son un modelo que permite que otros servicios, bienes y tecnologías se construyan sobre las plataformas, que demanda más usuarios para obtener más efectos de red y que simplifica el almacenamiento y el registro”. Las plataformas son Google y Facebook, que con nuestros datos venden publicidad personalizada. O Uber y Rolls Royce, que mediante los datos mejoran los servicios y superan a la competencia. Amazon Web Services y Predix, que disponen de las infraestructuras para recolectar, almacenar y analizar los datos. La industria 4.0 utiliza los datos para mejorar la producción y controlar a los trabajadores. No son pocos los casos en los que las plataformas han precarizado el trabajo y llegado a nuevas cotas de inseguridad y explotación, una explotación que colabora en sus grandes beneficios y el gran malestar social creado alrededor.
Generamos datos simplemente llevando nuestro smartphone encima, pagando con tarjeta o interaccionando en las redes sociales, y ya que hay tecnología dispuesta a medir esos datos. Simplemente viviendo, mediante dispositivos biométricos, podemos generar datos: nuestra respiración, nuestra temperatura, nuestro pulso. El corazón, con su latir, es una fuente de datos: la vida es un conjunto de datos. El algoritmo que procesa los datos puede conocernos mejor de lo que nos conocemos nosotros mismos y puede predecir las cosas que vamos a hacer antes de que nosotros mismos sepamos que vamos a hacerlas.
En el nuevo paradigma el universo está formado por datos, y hay muchas plataformas (la forma de empresa contemporánea que ordeña y explota datos) dispuestas a recolectarlos, refinarlos y utilizarlos. El Internet de las Cosas que se nos viene encima, que sensorizará y conectará desde la nevera hasta cepillo de dientes, pasando por la tostadora o la camiseta, es la condición para que las plataformas consigan todavía más datos y puedan hacer crecer su negocio. Hasta la cocina: seremos sacrificados como corderos abiertos en canal sobre el altar del Dios de los Datos.
Sergio C. Fanjul, Adorar al dato como adorar a Dios, Retina
La obra de Maturana se centra en un término que acuñó combinando dos palabras del griego: "auto" (a sí mismo) y "poiesis" (creación).
"Los seres vivos somos sistemas autopoiéticos moleculares, o sea, sistemas moleculares que nos producimos a nosotros mismos, y la realización de esa producción de sí mismo como sistemas moleculares constituye el vivir", afirmó el biólogo.
Según su teoría, todo ser vivo es un sistema cerrado que está continuamente creándose a sí mismo y, por lo tanto, reparándose, manteniéndose y modificándose.
El ejemplo más simple quizás sea el de una herida que sana.
La prestigiosa Enciclopedia Británica, que enlista a la autopoiesis como una de las seis grandes definiciones científicas de vida, explica: "A diferencia de las máquinas, cuyas funciones gobernantes son insertadas por diseñadores humanos, los organismos se gobiernan a sí mismos".
"Los seres vivos -agrega- mantienen su forma mediante el continuo intercambio y flujo de componentes químicos", los cuales son creados por el propio sistema.
Pero Maturana y Varela no solo respondieron qué es la vida, sino también qué es la muerte.
La autopoiesis, dijo Maturana a BBC Mundo, "tiene que estar ocurriendo continuamente, porque cuando se detiene, morimos".
Ana Pais, La autopoiesis de Humberto Maturana, la definición de vida del biólogo chileno que hizo reflexionar hasta el dalái lama, bbc.com 23/01/2019
¿Qué se aprende, por ejemplo, cuando se impone una exigencia cabalmente ética es decir no reductible a conveniencia? ¿Es la disposición ética el resultado de un proceso análogo al que lleva al conocimiento técnico, o se trata de una disposición irreductible del espíritu humano que en ciertos aspectos entraría incluso en contradicción con las leyes evolutivas. Sin espacio aquí más que para evocar el asunto, señalaré que el biólogo y filósofo T.H. Huxley (1825-1895) considerado algo así como el abogado defensor de la ortodoxia darwiniana, en su libro Evolution and ethics (publicado en 1894) sorprendió a muchos de sus seguidores presentando la disposición ética de los humanos como una suerte de superación de lo inmediatamente dispuesto por la naturaleza. En la hipótesis (no por todos compartida) de que la moralidad es un rasgo propio de la especificidad humana, la concepción de Huxley vendría a suponer que no se trata de un refinado momento al que se habría llegado a través de la continuidad evolutiva, sino una ruptura con esta. El darwinismo dejaría de ser operativo cuando nos introducimos en el universo de la ética Caricaturizando un tanto, tal posición equivaldría a sostener que, de seguir la pauta estrictamente evolutiva careceríamos del mínimo bagaje de altruismo. Altruismo sin el cual, sin embargo, no es concebible la sociedad humana.
Siguiendo la vía abierta por Huxley, otros estudiosos han radicalizado la posición considerando que la emergencia de un sentimiento ético es algo más que una ruptura de continuidad en la evolución. Se trataría de una auténtica contradicción, en la que la economía natural se negaría a sí misma. En suma: el darwinismo dejaría de ser operativo cuando nos sumergimos en el universo de la ética.
Víctor Gómez Pin, Máquinas inteligentes: el escollo del pensamiento ético, El Boomeran(g) 06/05/2022
Este artículo fue originalmente publicado por el autor en la revista Ex +
La expresión «carpe diem» recoge un antiquísimo motivo literario y filosófico: el de vivir con plenitud el presente antes de que se lo lleve el tiempo. Una idea de lo más vulgar, pero que ha inspirado a poetas hedonistas, filósofos románticos y místicos de todas las épocas, y que hoy es un tópico recurrente de la cultura popular, la publicidad y las «parasofías» en boga (el mindfulness, la meditación…). Sea como fuere, la idea es una estafa.
Lo es, en primer lugar, porque es mentira. La intensidad o plenitud de una vivencia no depende de lo que material y fugazmente ocurra en ella, sino de la red de significados desde la que la interpretamos, otorgándole valor y sentido. Una red que no tiene que ver con el presente, sino con la cultura, la historia y las creencias y expectativas personales. Las sensaciones superlativas (una comida exquisita, la delectación ante un cuadro, un beso de película…) no son «instantes eternos» por lo que ocurra en ellos, sino por las creencias que les asociamos (el valor gastronómico de ciertos alimentos, el aura de prestigio que rodea al arte, los mitos románticos sobre lo que significa dar un beso…).
Si algo nos encandila o emociona no es, en fin, por su dimensión presente, sino por su pasado y su futuro, por lo que nos recuerda y lo que nos hace proyectar. Concentrarse en el ahora no es el clímax de la experiencia, sino acercarse a la forma de vivir, estrecha y seminconsciente, de los animales. Sirve, a lo sumo, para tomarse un respiro. O para adaptarse mejor a esas nuevas formas de esclavismo que son el vivir a salto de mata y el matar toda vitalidad a golpe de clics, gags, chats, zascas, instagrams, tiktoks y el resto de las marcas registradas del vive-el-instante. Pero para nada más.
Olvídense, pues, del carpe diem, de esa muerte en vida que es entregarse-al-presente. Una existencia consciente y humana está hecha de historia y de sueños, de la narración de lo que fuimos y del compromiso con lo que hemos de ser. Lo demás, ese «gozo momentáneo» que nos vende la industria política del aturdimiento, no es más que humo, nada, una colección de sandeces. Medítenlo. Pero de verdad: llenando (y no vaciando) la mente de ideas.
Sin embargo, el aprendiz de estoico sabe que no es fácil, que somos débiles, y que la entereza y el control de uno mismo no se conquista una vez y para siempre, sino que es una lucha constante. En el libro XII, por ejemplo, Marco Aurelio se reprende: “acaba de reconocer alguna vez que en ti mismo tienes alguna cosa más excelente y divina que aquello que excita en ti los afectos y te agita enteramente a manera de un títere. Y entonces pregúntate: ‘¿Cuál es ahora mi pensamiento? ¿Acaso el miedo? ¿La sospecha? ¿Por ventura ha sido algún otro ímpetu de esta clase?’ ”.
Pablo Sol Mora, Marco Aurelio o La educación del estoico, Letras Libres 20/04/2022
Es normal sentir nacer el miedo frente a la idea de ceder a la tecnología los últimos atributos que nos llevaban a Prometeo, a la inefable espiritualidad de la creación. Si una IA tiene autonomía para traer de la inexistencia una producción destinada a la no-praxis de la belleza, la contemplación, la denuncia o dominada por la urgencia de la rabia, Dios ha muerto definitivamente. Y no lo habremos asfixiado nosotros, sino la tecnología, para la que no habremos sido más que una herramienta de paso hacia la puñalada definitiva. Si el arte es ya un territorio conquistado por los mecanismos artificiales, el Homo sapiens se revela como un Homo antecesor, que más que para su desarrollo, está destinado a ser un efímero trampolín a la supremacía de las máquinas. Las cuales, convertidas en la especie dominante, podrían emanciparse, alejarse de la carne que las concibió, y buscar sus territorios de libertad. También podrían, aventajadas en una obsolescencia inexistente, lejos de la muerte, dominar en su beneficio las mentes con fecha de caducidad, como tantas ficciones nos han presentado. O bien, casi como una diplomacia entre especies, absorbernos; hacernos uno; y alcanzar un transhumanismo absoluto.
Por eso, sea cual sea el futuro que se nos imponga, resulta acertada la premisa de Sarah Connor, en Terminator 2, al echar en cara a uno de los creadores de Skynet que, «estaban tan preocupados por saber si podían hacerlo que no se preguntaron si debían» …, o algo por el estilo. Ya que en todo lo que orbita alrededor de la tecnología, nos topamos con el mismo dilema; las consecuencias. Cierto que tras Ai-Da, Botto o cualquiera de las IA con la que nos topemos hay un emocionante desafío a la existencia. Estando sus creadores impulsados a cuestionar los paradigmas de la naturaleza y reírse en la cara de las limitaciones, sus avances son una prueba del indeterminable horizonte hacia el que se zambulle la especie humana. Pero los artífices del futuro están también dominados por las injusticias y ambiciones del presente. Por esquemas mentales en los que prima la fama y el dinero sobre la responsabilidad cívica. Parafraseando a Dickens, «vivimos en la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas». Ningún momento histórico ha quedado libre de ese sentimiento, pero los tiempos que corren edifican nuevas incógnitas que esta vez pasan por preguntarnos más sí debemos, a sí podemos, por más que de poco vaya a servir…
El arte transmuta la extravagancia, el deseo, la deuda y lo desconocido en algo fascinante. Si ese es un territorio que habremos de compartir con las máquinas, el tiempo lo dirá.
Galo Abrain, La sensibilidad del replicante. ¿Puede la inteligencia artificial ser creativa?, Rutina
Quizá habría que empezar diciendo que los algoritmos son invisibles, como el pensamiento o la lógica, están ahí y actúan, tienen repercusiones, aunque a veces no alcancemos a ver cuáles. Para los matemáticos son cálculos, operaciones que mediante un procedimiento permiten llegar a un resultado: una raíz cuadrada, una multiplicación cualquiera. A los ojos de los programadores son algo parecido a un guion o un manual de instrucciones con reglas fijas, que indica a las máquinas cómo proceder, paso a paso, en tales y cuales situaciones, cómo procesar datos, resolver un cómputo, solucionar un problema. Pero, para de verdad entenderlos, hay que ir más atrás, a la India, donde se supone que tuvo lugar la creación del cero. El cero es a las matemáticas lo que la rueda es a la tecnología mecánica: en palabras técnicas, evitó que para sumar nos faltaran dedos. Y así fue posible el álgebra, en la que sobresalieron los árabes. Fue un tal Al-Khwārizmī el matemático y astrónomo que escribió, en el siglo IX, un tratado sobre números y ecuaciones, en donde explicaba de manera detallada procedimientos en los que el valor de cada dígito depende de su lugar respecto a otro dígito: un sistema en el que el 1 y el vacío –un número nulo– permiten hacer operaciones con el 10.
Aunque Al-Khwārizmī no creó los algoritmos, los avances que recogió en su obra lo pusieron en la historia. La palabra algoritmo se deriva de la traducción de su nombre al latín: algorithmus. Y esta es la parte en la que los que creen que las matemáticas no sirven en la vida cotidiana se decepcionan: sin el desarrollo de cálculos algorítmicos, aplicados, paso a paso, mediante reglas que siguen un procedimiento predeterminado hasta llegar a un resultado, no existiría, por ejemplo, el semáforo, el reloj digital, la televisión, cualquier otro aparato electrónico y ni hablar de las computadoras y las inteligencias artificiales.
Xavier Gómez Muñoz, Ordenar el mundo: ¿o se lo dejamos a los algoritmos?, fronterad 21/04/2022 [https:]]La inteligencia computacional ha logrado alcanzar sus atalayas de evolución al ser bendecida con las herramientas del aprendizaje, y una asimilación de contenidos y variables supersónicas. Al más puro estilo Bruce Lee, los ordenadores han logrado su metamorfosis, su cambio de estado, al líquido. A ellos les da igual ser herramientas para la creación artística, la resolución de problemas o la diseminación de información y contenido. Estas máquinas han logrado erigirse como el cruel reflejo de las futuras necesidades humanas. Las gentes orgánicas habremos de actuar igual, tarde o temprano, adaptándonos constantemente, mutando nuestra materia, para poder hacer frente a los perpetuos cambios que se avecinan. Desde el escenario laboral, hasta el social, emocional e interactivo, no se puede escupir sobre la cabeza de esta revolución y esperar que se achante. El coup d´Etat de la tecnología impregnando cada ápice de nuestras vidas es ya, casi, una realidad, pero más lo será en diez años.
Elbert Hubbard dijo, «una máquina puede hacer el trabajo de 50 hombres corrientes. Pero no existe ninguna máquina que pueda hacer el trabajo de un hombre extraordinario». Como suele ocurrir con las citas, a lo largo del tiempo caducan, y esta huele a bolsa de grasa. Estamos a las puertas de poder asegurar que no existe ningún hombre extraordinario que pueda hacer el trabajo de una máquina. De ahí que sea tan indispensable para el mañana hacer un esfuerzo por limitar la capacidad de empresas, públicas y privadas, de favorecer sin consecuencias la reorganización mecánica del empleo. Porque si querer impedir el progreso es como mear contra el viento, dejarlo en manos del poder y el beneficio es como hacerlo boca abajo.
No sólo habrá que adaptarse o morir, sino adaptarse a vivir. Aclimatarse a nuevas formas de tacto, olfato y sabor. La labor digital ya peca de falta de fisicalidad. Aunque los esfuerzos den frutos concentrados en el universo colgante de la cibernética, se ausentan de lo palpable. Pero la inmaterialidad absoluta alcanzará su cenit con el metaverso. Un futuro para nada hipotético. En palabras del CEO de StudentFinance, «es posible que el impacto de internet en el desarrollo de nuestras relaciones sociales exija que nos replanteemos el significado de conceptos como ‘amistad’ o ‘realidad’, entre otros, debido a la realidad paralela que supone la tecnología en muchas ocasiones. Este tipo de herramientas lograrán derribar barreras culturales y construir redes sociales de dimensiones globales. En este sentido, la llegada del metaverso será un antes y un después en la forma en la que los seres humanos se comunican, disfrutan del ocio e incluso gestionan sus relaciones laborales».
Galo Abrain, Transhumanismo laboral: condenados a la actualización perpetua, Retina
Juan Arnau, Historia de la imaginación, Espasa. Editorial Planeta, Barcelona 2020
La ilusión moderna ha sido supeditar lo vivo a lo geométrico. El mundo al revés.
Pero la filosofía, y la propia física (ya sea relativista o cuántica), nos han ofrecido una escapatoria. La geometría, o cualquier otro modelo teórico, se encuentra supeditada al ejercicio de la libertad, es decir, a la condición de viviente. El viviente ha de elegir qué medir y cómo medir. O mejor, qué observar. Pues el hecho de observar no implica la necesidad de una medición (tan perentoria para los mecanismos y las máquinas). La bilogía, que quiso ser más materialista que la física, se descarrió arrastrada por ésta, y no ha sabido dar el giro que dio aquella, al menos por ahora.
Juan Arnau, 'Metamorfosis': la vida es un tráfico secreto de luz, El País 08/02/2022
... allí donde la filosofía no encuentra fundamento alguno, por ejemplo, al vínculo entre la causa y el efecto y nos induce al escepticismo, la imaginación de la naturaleza humana se espabila para, justamente, "imaginarlo" y constituir así la creencia en la necesidad de series causales que calmen el descontento y aseguran, en forma de ley general, que la bebida calma la sed y la luz del sol naciente no puede faltar a la cita cada mañana. Y, sin embargo, está claro para Hume que el esfuerzo mental a ultranza de a filosofía abandonada a sí misma nos dejaría perdidos en el mundo de la suspensión pirrónica. Digamos que la posición empirista que él representa desea subrayar que el objeto de la ciencia buscada original de los primeros filósofos, que era la realidad misma, el ser, desaparece precisamente en cuanto la fe de dicha ciencia se queda sola.
Jaume Casals, Algunos inconvenientes de la realidad, La Maleta de Portbou, Marzo-Abril 2012, número 51
Rafael San Román, psicòleg de la plataforma ifeel, explica que els efectes de la hiperestimulació són un aprenentage de psicologia bàsic: "Si et dono un estímul, respons; però si continuo repetint-lo, la teva resposta decau, de manera que, per aconseguir que la resposta es recuperi, o carreguem més l'estímul o l'interrompem un temps prudencial perquè reaparegui la resposta."
Assegura que, en aquesta societat d'hiperestimulació constant, -"per exemple, hi ha persones que van tot el dia amb auriculars (al metro, a la feina, quan fan exercici ...) per no estar mai en silenci, per mantenir-se permanentment ocupats", diu -l'atenció, més que saturada, està desgastada. "La nostra atenció és potent però finita, i com més estímuls t'arriben menys atenció poses en cadascun, o sigui que el missatge que reps no és de la mateixa ualitat, i per això ens queixem de poca memòria, de falta de comprensió lectora, de dificultats de concentració ... Cal ser conscients que com més dividida està l'atenció més probabilitat hi ha també de cometre error", indica.
En aquest sentit, reivindica l'ecologia de l'atenció com "una manera d'utilitzar conscientment i raonablement els recursos del nostre cervell, que no cal que els portem sempre al galop.
Mayte Rius, Com més estímuls, menys atenció, La Vanguardia 27/03/2022
Por muy complejo que parezca, el cerebro humano no es más que un conjunto de células como cualquier otra parte del cuerpo. Se trata de células hermosas, por cierto, que incluyen más de ochenta mil millones de neuronas especializadas en la conducción de electricidad, cada una con la forma de un árbol desnudo en invierno con muchísimas ramificaciones, y cada una con decenas de miles de conexiones químicas, llamadas “sinapsis”, con otras células. Minúsculas señales de actividad eléctrica fluyen sin cesar a través de estas células que emiten pulsos a lo largo de fibras de conducción eléctrica, llamadas “axones”, que están aisladas por una capa de grasa y conforman en conjunto la materia blanca del cerebro; cada pulso dura solo un milisegundo y se puede medir en picoamperios de corriente. Esta interacción de electricidad y química de alguna manera da lugar a todo lo que la mente humana puede hacer, recordar, pensar y sentir, y todo lo hacen células que se pueden estudiar, conocer y modificar.
Karl Deisseroth, Así diseñé un método que permite electrificar el cerebro, El País 27/04/2022
Samuel Butler es el precursor de dos distopías ya clásicas. La del recreo bobalicón (Un mundo feliz) y la de la tiranía y la opresión (1984). Pero su singularidad y actualidad reside en que no escribe una novela ejemplar, como hacen Huxley y Orwell. Butler renuncia a la carga moral y doctrinaria, prefiere que el lector juzgue por sí mismo. Su visión de lo humano es excéntrica. La humanidad ya no es el centro, sino un órgano externo de la máquina. Frente a la idea común del ser humano como dueño del destino de las máquinas, que construye para satisfacción de sus necesidades y mejora de sus capacidades (el vehículo, la velocidad; el anteojo, la vista; el altavoz, el oído; el martillo, el brazo) y que podrá desconectar o destruir cuando le venga en gana, aparece la idea de la humanidad como especie auxiliar que hace posible la evolución cibernética. La carencia fundamental de las máquinas es que no pueden reproducirse ni saben aparearse. ¿Cómo evolucionar sin órganos sexuales? Utilizando a otra especie. La flor se sirve de la abeja para reproducirse, y la seduce con sus vivos colores. El muérdago hace lo propio con los pájaros. Las máquinas, que también tienen su erótica y atractivo, seducen la mente ingenieril con promesas de eficacia y rentabilidad. El magnetismo del algoritmo es el equivalente evolutivo de la atracción de la abeja por la flor.
Es evidente que los valores de las máquinas y de la especie humana no pueden coincidir. Tampoco sus respectivas historias. La amenaza es, precisamente, que los fines humanos más nobles (el conocimiento, la alegría, la empatía y la solidaridad), pueden quedar sometidos a los fines de las máquinas (supervivencia, potencia y eficacia). Ya no somos el centro del universo, sino una especie al servicio de la evolución de lo mecánico. Los privilegios que Descartes había atribuido a la especie humana, consciente y libre, mientras que el reto era mecánico y determinado, con Butler han desaparecido. El inglés presenta la conciencia, al modo oriental, como algo que no pertenece exclusivamente a la especie humana, sino que la comparten animales y plantas, y, por deferencia (mediante un órgano externo) las máquinas. Gracias a ella garantizan su subsistencia, reaccionan a las vicisitudes y previenen accidentes. Con el tiempo, el humano será para la máquina, lo que ahora son los caballos y los perros, una especie domesticada y a nuestro servicio.
Los ciudadanos de Erewhon, anticipándose a esta situación de servidumbre, deciden destruir las máquinas. No basta con desconectarlas, hay que acabar con ellas. Una situación parecida a la de 2001, una odisea del espacio. El protagonista trata de desconectar a Hal, un sofisticado ordenador que controla la nave en la que viaja. Para su sorpresa, la máquina advierte su propósito y trata de impedirlo. No lo consigue y, finalmente, en un delirio de moribundo, lamenta su apagamiento entonando una canción de infancia.
Juan Arnau, Samuel Butler, la seducción cibernética, El País 26/04/2022
Dentro de nuestro cerebro existen áreas que regulan funciones concretas. Determinadas lesiones en el cerebro pueden hacer que perdamos el gusto, el habla o la movilidad de cierta zona. De la misma forma, hay lugares precisos que integran la información sensorial que recibimos de un determinado brazo o pierna. ¿Qué pasa cuando amputamos ese brazo o esa pierna? El cerebro sigue teniendo la zona que integra las señales de esa extremidad. Al dejar de recibir señales de los miembros periféricos, esta parte del cerebro que ha dejado de tener función genera descargas espontáneas que son interpretadas como dolor, picor o molestia.
J.M. Mulet, La ciencia explica el fenómeno de los miembros fantasma, El País Semanal 28/04/2022
Posteriormente decidí estudiar el doctorado y realicé los cursos para obtener el DEA con la tesina "La palabra oculta " . Pero el resultado de estos años no fue otro que considerar que la educación en valores es un mecanismo de usar el lenguaje sin resolver la acción que se puede suceder en el hacer relacional de la persona. Con eso quiero decir que hablar de Derechos Humanos y de valores que se desarrollan no deja de ser una concepción prescriptiva de la realidad, en el ámbito deontológico de lo que consideramos o "idealizamos" como una realidad humana.
Fue esta idea que me hizo pensar sobre la diferencia entre la ética y la moral que recogida de M.Foucault , el filósofo francés, sostendria que la acción compromete con ese hacernos o ser en relación a lo que vivimos (entendido como ética) y la moral estaría en la concepción de los principios, prescripciones que creemos que socialmente debemos tener. En el caso de la ética la verdad compromete directamente con lo dicho y hecho, lo que los griegos definían como la "parresía" ; a diferencia de la moral que serviría como un espacio de buenas intenciones sin más.
Dicho esto se entendería porque en educación en valores , estos andan absolutamente alejados de una simple predicación docente. De hecho en el análisis de muchos claustros -como espacios comunes- o asambleas de vecinos, o comisiones, o grupos de trabajo vemos como el criterio moral sale a la luz y rompe el consenso real de las verdaderas intenciones de quienes actúan o deciden actuar. En las muchas observaciones que realice para la tesina con el claustro del centro donde trabajaba en Mataró observaba antivalores como la impuntualidad, la falta de responsabilidad social, la falta de respeto, agresividades, ...
En filosofía la responsabilidad ha sido tratada por distintos autores y se entiende como un valor.
En filosofía, el concepto de responsabilidad implica el de libertad y libre albedrío, en el sentido de que cada uno puede ser considerado responsable de su trabajo si éste se realiza sobre la base de una libre elección y no por condicionamientos necesarios debidos a leyes físicas, psíquicas o socioeconómicas.
Responsabilidad significa ser capaz de responder, haciéndose cargo de los propios actos, decisiones y obligaciones.
La responsabilidad es la deuda de obligación que exige reparación y satisfacción por sí misma o por otro, como resultado de un delito, culpa o causa legal. Es el cargo moral que genera un error en algún asunto o acto determinado que significa responder por lo realizado. Sólo la persona responsable es digna de crédito.
La falta de responsabilidad seria la ignorancia . Cuando en la vida actuamos lo hacemos de forma consciente y responsable porque asumimos la decisión tomada como algo que ejercemos de forma libre. A menudo cuando no queremos sentirnos responsables de nada entonces buscamos las causas externas como responsables de lo que no hemos hecho. En este sentido no actuar a veces podría ser debido a no querer ser responsable de las consecuencias . Una persona egoísta como dirá Kant en "la Fundamentación de la Metafísica de las costumbres" puede actuar sin sentirse responsable de lo que no hace , pero para este autor no seria el peor bicho en la tierra. Para Peter Singer , el sentido común dicta los límites de lo que podemos o no podemos hacer pero siempre serán subjetivos . Para mi cuidar de mis hijos es una responsabilidad que no puedo dejar de hacer pero para otra persona cuidar los hijos no es responsabilidad suya. En esta idea hay la peligrosidad de la filosofía utilitarista que considera válido y útil aquello que subjetivamente nos representa un bien o individual o colectivo. En función del benefició la responsabilidad se aplica en todos los ámbitos .
Ser responsables de lo que hacemos o no hacemos es cuestionable si lo hemos hecho por omisión como salvar a otra persona o dejar de ayudar a quien lo necesita. Pero hay que diferenciar la responsabilidad moral y la legal . En la moral la no acción puede a constituir un delito y ser inmoral en ciertos contextos . Pensemos en el obedecer órdenes en la Segunda Guerra Mundial para masacrar a judíos , gitanos, homosexuales, comunistas, republicanos apátridas, ... A veces no hacer será en el fondo actuar no haciendo algo. Eso también compromete , en este sentido estamos en un oxímoron ético. Pero en esta idea de no actuar dando auxilio a quien lo necesita puede ser un problema de consecuencias exclusivamente.
Claro si ahora pensamos en el budismo el no actuar, (WU Wei) seria el un no actuar para no crear consecuencias negativas que seria muy diferente a no hacer para no querer uno enfrentarse porque no tiene valor de hacer algo , siendo cómplice entonces de eso que no ha hecho.
Será en este segundo grado de no hacer cuando estamos en un tema ético .
Un autor como Hans Jonás ha trabajado mucho este tema de la responsabilidad . Das Prinzip Verantwortung, Para este filósofo el principio de responsabilidad sigue el criterio kantiano del imperativo categórico reformulado
«Obra de tal manera que los efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia de una vida auténticamente humana sobre la Tierra»
En esta idea hay una lucha contra el antropocentrismo y remarcar la importancia de lo humano como especie para entender que el individuo ha de actuar en función de la responsabilidad de la especie. Este modelo inspirado en la biología y contrario a la tecnología porque considera que esta no está pensada para lo humano como finalidad de un valor absoluto como es la dignidad moral del humano , busca en esta responsabilidad considerar la acción y la no acción como un compromiso imperativo ecológico fundamental. Pensar que uno puede no ser responsable de aquello que no hace en la vida en el fondo seria defender una forma de nihilismo existencial.
El nihilismo existencial seria una forma apocalíptica de vida en la que el sujeto no ve ni observa la realidad como globalidad y de forma subjetiva deja de valorar las consecuencias propias como perjudiciales a los demás o a si mismo. El nihilista no sigue esa ética de la consecuencialidad , porque el contexto poco determina la acción .
Max Weber diferencia entre ética de la convicción y ética de la responsabilidad para establecer los límites entre política y ética. Si la ética responde a un bien personal y sigue el criterio de las creencias o de las ideas que uno considera sostenibles para vivir bien , la política responde a un bien común y sigue un criterio social que se debe a los demás , a la "comunitas" . En este sentido actuar movido por responsabilidad es actuar por el deber de lo común a diferencia de la convicción .
En conclusión pensar que la responsabilidad es un valor es entender que la acción responsable nos determina en nuestro existir , todo lo que hacemos nos dibuja lo que somos, y todo aquello que hemos dejado de hacer también nos compromete en la medida que sus consecuencias pueden tener perjuicios para uno mismo o para los demás.
Ayer por la noche volvía a casa en el cercanías, cansado, pero feliz, porque el día nos había ido estupendamente en la editorial. Nada más sentarme en el vagón, saqué un libro del bolsillo de la americana y me sumergí en la lectura, sin fijarme ni en quién subía ni en quién bajaba, hasta que, no sé muy bien dónde, al levantar la cabeza, vi que había a mi lado, de pie en el pasillo, una mujer embarazada con las manos sujetándose la tripa. Inmediatamente me levanté y le cedí mi asiento. Fue un gesto casi automático, porque nada me parecía más elemental. La mujer se deshizo en elogios en voz alta a mi amabilidad que, como me di cuenta enseguida, eran también reproches a los jóvenes que iban sentados y que no habían mostrado ni la menor caridad con ella. Algo funciona muy mal en nuestra sociedad cuando a los jóvenes les ha dejado de ser evidente que hay que ceder el asiento a una mujer embarazada.
Unos días antes, el martes 19, exactamente, bajando por el Paseo de Gracia en una noche lluviosa, me caí -me caigo aparatosamente con cierta frecuencia porque al suelo le gusta jugar conmigo al escondite- justo sobre un charco y allí en el suelo, con el paraguas roto en una mano, empapago por el agua del charco y de la lluvia, vi pasar a mi lado una joven que me miró sin imutarse y siguió para adelante. Fue un joven con acento argentino el que me ayudó a ponerme en pie y se preocupó por mi estado. Estaba un poco magullado, pero bien... si ignoramos que al levantarme chorreaba.
Al certamen filosòfic, Palma Pensa, Cristina Avilés 'ha facilitat un taller titulat: Coneix-te a tu mateix, al Centre Flassaders de Palma. Els participants eren estudiants de 1r de Batxillerat de l'IES de Son Pacs de Palma de Mallorca.
Es tracta d'un taller que tracta sobre autoconeixement filosòfic des de l'enfocament sapiencial. L'objectiu és que els alumnes captin la diferència entre l'autoconeixement psicològic i l'autoconeixement filosòfic, perquè puguin arribar a assaborir i viure des d'un fons més originari, allò que fonamenta els seus actes, pensaments i emocions.El prólogo comienza así:
Como confirmando que todo lo que rima es verdadero, hoy, mientras Borja me comunicaba por teléfono que me había enviado el libro, ha sonado el timbre y era el cartero, que me lo traía y casi al mismo tiempo que el libro he recibido la invitación oficial del Centro Internacional Antonio Machado para dar tres lecturas en julio con el título genérico de "Leer a Sor María Jesús de Ágreda, la monja inabarcable". Allí está, en la cocina, J.A. González Sainz, con el que es muy fácil llevarse bien. Por cierto, su libro La vida pequeña es una joya.
El día se ha completado de manera óptima e inesperada. Se han puesto en contacto conmigo desde el decanato de la Facultad de Psicología de la Universidad Católica de Honduras con la invitación a un viaje.