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Luisa del Rosario / Las Palmas de Gran Canaria
Un tópico pertinaz de la cultura estudiantil española es que la carrera de Filosofía «no tiene salidas», lo que significa que sus conocimientos no tienen apenas valor en el mercado de trabajo. Sin embargo, un reciente artículo de Anders Berg Poulsen titulado Why Future Business Leaders need Philosophy en la revista danesa GRASP (http://grasp.dk/) se hacía eco de un estudio que demostraba que si bien los salarios iniciales de los graduados en Filosofía podrían ser menores que los de aquellos graduados en Empresariales y similares, conforme desarrollaban su carrera profesional los sueldos de los graduados de Filosofía superaban los de marketing, comunicación, contabilidad o económicas. La cuestión es, ¿por qué iba una empresa a querer pagar tanto a los filósofos? La respuesta que da el estudio no por más sencilla es menos paradójica: porque los filósofos son los más capacitados para desmantelar cualquier idea de negocio.
Luis Manuel Valdés Villanueva se considera un profesional de «la ingeniería conceptual». El catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia ha dedicado la última década a indagar cómo y por qué tenemos creencias de cualquier tipo y si éstas deben apuntar hacia la verdad o pueden existir al margen de ella. Además, dirige desde 1996 la revista «Teorema», con tres números al año y convertida en un referente internacional por la calidad y cantidad de autores que firman los artículos. «Las Humanidades han perdido la complicidad de la sociedad desde hace tres décadas porque se cambiaron las prioridades educativas con el objetivo de formar personas únicamente para producir», explica, convencido de que estas disciplinas necesitan «algún tipo de acción afirmativa que las proteja, como se hace a veces con los grupos minoritarios».
Ramin Jahanbegloo: 29 DIC 2012
Vivimos en una época de generalizado relativismo ético, que entre las nuevas generaciones ha creado una actitud de «todo vale», y también en una época caracterizada por un profundo escepticismo público respecto al papel crítico de la filosofía (algo no ajeno a esa actitud). Ahora, gran parte de la población cree que el compromiso socrático con la búsqueda de la verdad es una pérdida de tiempo y una forma de vivir idealista en un mundo globalizado. A los filósofos se los presenta como insignificantes inventores de conceptos cuyo único objetivo en la vida es luchar por asegurarse un puesto fijo en una universidad norteamericana o europea. Por lo tanto, es probable que la afirmación de que la filosofía es una actividad liberadora se acoja con cinismo y desdén.
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