22357 temas (22165 sin leer) en 44 canales
font |
Esta frase podría haberla dicho perfectamente Richard Sennet (de hecho en una idea reincidente en El declive del hombre público) y entonces sería una frase socialdemócrata. Podría haberla dicho Gandhi (que parece que la dijo) y entonces sería una frase para adornar las carpetas escolares de nuestras adolescentes e inundar Facebook. O podría haberla dicho Margaret Thatcher, y entonces sería una muestra de su pensamiento conservador. A mi me recuerda la Ética a Nicómaco de Aristóteles."—¿Que cómo me siento? Ahora todo es sentimiento: nosotros sentimos, el grupo siente... ¿Por qué no me pregunta cómo pienso? El pensamiento, las ideas, eso es lo importante. Vigila tus pensamientos, porque se convertirán en palabras. Vigila tus palabras, porque se convertirán en actos. Vigila tus actos, porque se convertirán en hábitos. Vigila tus hábitos porque se convertirán en tu carácter. Vigila tu carácter, porque se convertirá en tu destino. Y yo, doctor, pienso que estoy bien"
Estamos muy acostumbrados a definirnos como una sociedad científica. Tendemos, consciente o inconscientemente, a identificar ciencia con verdad y aspiramos a encontrar en la ciencia una guía o una orientación para todo lo que hacemos. El “estudio científico” lo ha invadido todo. Queremos que la decisión sobre la prohibición de los toros tenga en cuenta la aportación de la ciencia, y también le otorgamos un peso nada despreciable incluso en decisiones morales. Hacemos ciencia absolutamente de todo: la educación no lo es menos que la sociedad o la cultura. Ahora que el debate sobre el matrimonio homosexual están planteándose en Francia, se buscan investigaciones que establezcan cuáles pueden ser las consecuencias psicológicas en el caso de la adopción. Hoy se nos enseña que nuestros sentimientos se explican gracias a la ciencia, que se ha trastocado casi en religión al adueñarse de algo tan característicamente humano como la esperanza. Quizás aquella vieja pregunta kantiana (¿Qué me cabe esperar?) sería hoy propia de la ciencia y no de la religión. Las expectativas razonables de nuestra vida vienen marcadas por disciplinas como la medicina o la propia tecnología: Hawkings nos dice, por ejemplo, que no es razonable esperar una vida después de la muerte, pero sí lo es una vida humana que continúe en planetas bien distintos a este que estamos destrozando.
En las antípodas de todo lo expuesto, asombra ver la gran desconfianza que se destila hacia la propia ciencia en la sociedad actual. Quizás porque estemos más cerca de ser una sociedad escéptica o descreída que científica. He aquí lo curioso del caso: de una forma más marcada, la ciencia despierta inquietud, cuando no repulsión. Su asociación con intereses y valores ajenos a los del progreso del conocimiento o de las formas de vivir de la humanidad es la responsable de este tipo de contrastes. Comencemos con un ejemplo sencillo: las energías renovables. La confrontación de posturas que las rodean no está solo en la gente de a pie: los propios expertos no son capaces de ponerse de acuerdo. Abundan las referencias a informes que respaldan su viabilidad y rentabilidad ecológica y económica, informes que son tan científicos como los que afirman lo contrario. Para terminar de enturbiar el asunto, las subvenciones que han recibido este tipo de energías por parte del poder político despiertan aplausos y reproches, que terminan dejando espacio para diversas teorías conspirativas. Argumentarios que se despliegan una y otra vez, y que nos valdrían de igual modo para otros muchos ámbitos científicos: desde los genéricos a la homeopatía, pasando por el reciclaje o problemas ecológicos de calado.
A estas alturas, quien haya llegado hasta aquí estará pensando que estas confrontaciones y confusiones se deben más a la recepción social de la ciencia que al propio hacer científico. Craso error: pretender separar la ciencia de la sociedad que la crea no es más que una idealización. El científico que obtendrá el premio Nobel en su área a finales de este año, tiene que pasar necesariamente por ciertos trámites: sociales, económicos, políticos. Y sin estos pasos previos, no hay investigación que valga. No existe la ciencia, así, en el vacío, sino que esta ocupa un lugar más en la historia, rodeada de un cúmulo de circunstancias que afectan de una forma innegable a su desarrollo. Por eso, afirmaciones como la que presentaba al incio deben ser siempre matizadas y explicadas: es rotundamente falso que vivamos en una sociedad científica, si por esto entendemos una sociedad en la que la ciencia, al margen de cualquier otra influencia, nos proporciona una verdad pura, incuestionable y duradera. Vivimos en una sociedad en la que hemos logrado un conocimiento que aplicado a ciertas áreas de la realidad sirve a otros intereses, como los políticos o los económicos, para legitimarse o para fundamentar una determinada postura. La vieja aspiración positivista, de alcanzar una sociedad que sustituya los mitos y la metafísica por el pensamiento científico, está lejos de alcanzarse: hoy en día la ciencia es una herramienta más al servicio de mitos, metafísicas y metarrelatos. Y lo que puede ser aún peor: en ocasiones termina convertida en un mito, una metafísica y un metarrelato. Por eso sigue teniendo sentido que desde otras áreas, como puede ser la misma filosofía, se siga planteando con sentido crítico la pregunta por la verdad. De otra manera, ni siquiera podríamos reflexionar sobre cómo se usa la ciencia para intereses ajenos a la misma.
Horizonte Después (llegeix’s HoDé! que en andalús vol dir ‘fotre’), és el nom del pla diguem-ne ’secret’ antiindependista dels serveis d’informació espanyols que s’està aplicant ja mateix a Barcelona. O al menys que s’ha aplicat fins fa un parell de mesos. N’acaba de revelar alguna cosa la revista Interviu. Però tan important o més és el marcatge anticatalà que s’està fent a les institucions europees, amb un pla que, segons em diuen porta ja més de quinze milions d’euros invertits en un any i mig, en compra de periodistes i d’alts funcionaris (especialment britànics) a Brussel·les. Promeses de finançament de campanyes a alguns polítics (confirmats algun danès i un norueg) a canvi de ni tan sols rebre enviats catalans (i de trucar a l’oficina espanyola de comerç donant noms i detalls de les gestions), viatges pagats, etc. estan a l’ordre del dia. De fet és el primer que t’expliquen quan poses els peus a la Rue Lebeau. Hi ha un comisari europeu que ni tan sols ha pogut venir a veure el Barça perquè quan va comunicar l’agenda al govern espanyol li van vetar directament. Però, tot s’ha de dir, els catalans n’aprenen. Cada vegada més. Felicitats, nanos.
Gaudir de la vida vol dir treure un benefici i un profit. Si traslladem el concepte a la nostra vida, no sempre en gaudim. La família, els amics, el treball i la cultura són parts de la vida molt importants i que de vegades menyspreem. Les raons poden ser diverses en funció de les persones i les circumstàncies. Tal vegada, si ens aturessin una estona a reflexionar al voltant d’aquest concepte, els nervis i l’ estrès es reduirien en la nostra vida. Això, necessitem una reflexió basada en un antiga dita oriental: “La gent s’arregla tots els dies el cabell. Per què no el cor?”.
Un dels principals problemes que ens pot amargar la vida és la relació amb els altres. Quantes vegades ens hem emprenyat amb un amic per algun comentari absurd. És que, en alguns moments, les persones ens equivoquen. Ningú és perfecte. La perfecció en l’ésser humà no existeix i tot té una importància relativa. Tampoc podem oblidar la feina, font de conflictes: retards, deixadesa, escapolir-se de les tasques… En aquest aspecte és important trobar petits moments que ens gratifiquin com una conversa agradable amb un company. I, per últim, la parella. Acceptar l’altre pot ser el primer pas on la confiança esdevé fonamental.
Entendre i acceptar la imperfecció humana ens ajudarà a triar entre gaudir de la vida o arreglar-nos el cabell.
Tots nosaltres tenim consciència de que actualment hi ha una multitud de religions o més ben dit, branques de religions,com per exemple el cristianisme té bastants més branques que l’Islam i el judaisme, però això no és el que més ens interessa ara mateix sinó que hem de poder conviure tots junts en aquest món i tant el budista com el ateu o com el musulmà han de poder viure tranquil•lament sense possibilitats de entrar en guerres polítiques, religioses ni de cap altre tipus, però ara cada un de nosaltres ens preguntarem: però si la religió imposa unes normes, hem de complir-les no? I la resposta no és pas fàcil ni molt menys, perquè avui en dia tots i cada un de nosaltres estem sota un sistema polític o ‘’religiós’’, i això fa que pensem en el que hem de fer com a membres de la nostra societat, i aquí és quan comença el problema ja que hem de imposar les nostres ‘’lleis’’ sobre la de tots, i si no es compleixen haurà conflictes greus. De tots els obstacles que he anomenat, no crec que es solucionin molts, ja que els presidents actuals tenen tot sota control i com tots sabeu, les coses no es fan a ‘cara o creu’, és a dir, abans de votar a un partit o estar d’acord amb un sistema democràtic, hem de reflexionar sobre certes coses que no les tenim força clares i això és el fa que no avancem políticament i per tant mai obtindrem presidents que imposin unes normes fixes de igualtat de drets entre les persones, ja siguin cristians,jueus, musulmans o profundament ateus.
Gracita Morales |