Amador Fernández-Savater tuvo la amabilidad de enviarme la última publicación de su editorial, Acuarela & A.Machado. El libro (
Fuera de lugar) consistía en una serie de conversaciones con diferentes voces críticas. El tema es la crisis actual y sus posibilidades de transformación. Una de las que me interesó más era la que sostuvo con
Thomas Frank, personaje casi desconocido para mí. Únicamente conocía de él un artículo que se publicó hace tiempo en la desgaciadamente desaparecida revista de cultura Archipiélago.Thomas Frank es un periodista y escritor que ha analizado en profundidad y de una manera muy directa la inversión de la lucha de clases en EEUU.
La inversión de la lucha de clases quiere decir que el movimiento ultraconservador del Tea Party ha sabido recoger la furia de la clase obrera al servicio de sus verdaderos antagonistas. Es decir, que el descontento de la clase obrera, en lugar de ir como en el siglo XIX hacia movimientos populistas antimonopolistas, partidarios de reformas sociales, van ahora en dirección contraria, hacia la extrema derecha neoliberal. Este grupo se caracteriza por cuatro elementos : nacionalismo conservador ; neoconservadurismo en lo social ; neoliberalismo en lo económico ; autoritarismo en la política. ¿Como ha sucedido este fenómeno tan irracional? ¿porque los obreros, agricultores pobres y otras clases muy castigadas acaban votando a los que le hundirán más en su miseria?
En vistas que estos temas me despertaron gran interés
Amador me envió el libro ¿Que pasa en Kansas?
Cómo los ultraconservadores conquistaron el corazón de Estados Unidos ( Acuarela & A.Machado, 2008) .
Es un libro que me parece poco menos que imprescindible. Lo es para entender algo que no solo ocurre en EEUU sino también en Europa (y España): la clase obrera está desplazando su voto hacia la extrema derecha populista. Aunque
Frank analiza el fenómeno que corre en EEUU, con todas sus peculiaridades ( y tomando como referencia a Kansas) de sus análisis podemos aprender muchas cosas, algunas de las cuales podemos aplicar a nuestro país. De hecho, en la excelente nota editorial escrita por
Amador Fernández-Savater, hay apuntes sugerentes sobre el tema.
Analicemos las ideas básicas. La primera es que las clases sociales existen. La segunda es que los dos grandes partidos no los representan. La tercera es que el núcleo ultraconservador del Partido Republicano (más o menos identificado con el movimiento del Tea Party) ha sabido conectar con la rabia de una clase trabajadora muy castigado que le apoya cada vez más. La cuarta es que la manera que lo ha hecho es a través de una supuesta guerra cultural o lucha de valores. La quinta es que, en la práctica, están votando a partidos que lo único que hacen es aprobar leyes que van directamente a favor de los intereses de las élites económicas y en contra de las clases trabajadoras.
Primer punto. Las clases sociales existen. No como entidades objetivas al estilo de lo que dicen los marxistas más dogmáticos como
Althusser. Pero sí con grupos que se pueden diferenciar en función de su situación económica. La clase obrera serían así los trabajadores no cualificados (del campo, de industria, de los servicios), con poco capital cultural y con un acceso muy limitado a bienes y servicios. Esta clase obrera luchó en el siglo XIX y XX por sus intereses y se organizó en sindicatos que fueron poderosos. Lograron muchas mejores sociales y económicas en sus luchas, sobre todo en el movimiento populista de final del siglo XIX.
Segundo punto. Tras la Segunda Guerra Mundial es Partido Demócrata fue el que estuvo más vinculado a los sindicatos y fue el depositario tradicional de la clase obrera. A partir de los años 70 las élites del partido consideran que han de ganarse básicamente el apoyo y el voto de las clases medias y altas liberales. Para ello han de reducir al mínimo las propuestas económicas de carácter progresista y han de olvidarse de cualquier aire obrerista de su partido. Su cálculo es simple : el voto obrero lo tienen garantizado porque sus propuestas económicas, sociales y fiscales siempre serán mejores que las del Partido Republicano. El Partido Republicano, por supuesto, es el partido de las clases altas.
Tercer punto. Hay una cuestión muy importante que es el imaginario de un grupo social. La palabra es mía, no de
Frank. Pero me parece muy útil. El imaginario son las imágenes con las que se identifica un grupo. Tienen que ver con su percepción, su sensibilidad, sus filias y sus fobias. Es un elemento irracional pero que pesa mucho en la conducta social. Los individuos no son entes racionales que calculan sus intereses. Es algo mucho más complejo. Los obreros ven y sienten que no solo están cada vez peor económicamente, sino que su manera de vivir es despreciada por las élites en el poder. Las élites del Partido Demócrata son cosmopolitas liberales, que hablan con el lenguaje de lo políticamente correcto. Es un lenguaje retórico, que queda bien, pero que está al margen de los problemas reales de los obreros. Porque es un discurso bienintencionado, que ni contempla los problemas reales que tienen los obreros ni tampoco sus soluciones.
Cuarto: la guerra cultural. Esto sí que es específico de la situación concreta de EEUU. Los obreros son bastante conservadores en temas como el aborto por el peso de lo religioso. La religión forma parte del imaginario colectivo del país. Se desmarca los que tienen un capital cultura alto, pero lo hacen con un cierto racismo cultural. Esto hace que los obreros se aferren más a estos valores. Por otra parte esta la pérdida de lo comunitario, que desde una óptica de izquierdas ha criticado
Sennett (que sí tiene, por cierto, un lenguaje que puede entender la gente común). Están las drogas, la pérdida de la autoridad, el hedonismo de los adolescentes. La tolerancia de los liberales demócratas se presenta como el origen de todo ello. Los progresistas (que se identifican con la clase media alta con capital cultural e ideas liberales) se convierten en el chivo expiatorio. Porque nadie habla de lo que se tiene que hablar, que es de las clases sociales y de las políticas económicas. Y porque nadie habla de los problemas reales el imaginario obrero se identifica con los que les hablan directamente, con su lenguaje.
Quinto. Los obreros acaban votando a los que acaban perjudicándoles con sus medidas económicas. Detrás de lo que han detrás del neo-conservadurismo es el neoliberalismo económico. Los pobres votan lo que les interesa a los ricos. Los ricos desprecian a los pobres, el sector moderado elitista del Partido Republicano desprecian al Tea Party igual que el Partido Democrático. Pero les sirven.
¿Pasa lo mismo en Europa? En parte sí y en parte no. La extrema derecha populista ha ganado a sectores populares. A veces con partidos propios (el Frente Nacional francés), a veces con núcleos dentro del mismo partido ( como en el Partido Popular). En todo caso, dentro o fuera, se complementan: su alternativa es el neoliberalismo.
Un libro interesante, bien escrito, divertido, mordaz. También merece la pena el breve artículo final "Over the Rainbow", del mejor
Zizek.
Luis Roca Jusmet,
La paradoja de la lucha de clases invertida, Materiales para pensar, 29/06/2013