Sor Citroën era una maravillosa y simpatiquísima monja que rompía muchos moldes de la España de los años sesenta conduciendo un dos caballos a la vez que ayudaba a niñas huérfanas. Y aunque los recuerdos de la película puedan ser muy tiernos, Sor Citroën es un reflejo vergonzante de una época pasada. Seguro que muchos no recuerdan
una escena donde la vivaracha monjita le recriminaba a una mujer víctima de malos tratos que era muy débil y que le gustaba que le pegaran para acabar diciéndole que siempre había sido muy locuela y quizás provocaba a su marido. Como según Sor Citroën a Rosalía, la protagonista de nuestra historia, le hacía falta un hombre, ni corta ni perezosa se fue a hablar con él, el pescadero. Éste después de confesar que quería mucho a su mujer pero que era una manirrota y que miraba a los hombres, escuchaba los sabios consejos de la monja, donde después de echarle una buena bronca por los cardenales que le provocaba a su esposa, le hacía ver que las mujeres eran débiles y necesitaban cariño y no palos.
La violencia contra las mujeres era una realidad oculta en España, que formaba parte de la vida privada de las familias y por eso no se podía tocar. Las palizas y las muertes se acompañaban de un
no te metas o un
algo habrá hecho. Tuvieron que pasar muchos años hasta que
muertes como la de Ana Orantes en el año 1997 comenzaron a sacudir la conciencia de una sociedad dormida. Hace unos días en
Hoy por Hoy escuchaba el duro testimonio de Marta Anguita, cuyo marido asestaba 16 puñaladas el 1 de noviembre del año 2000. Estremecedor fue el momento donde relataba cómo su madre fue a verla al hospital a los pocos días de haber salvado la vida milagrosamente y le propinaba una nueva agresión reprochándole el "escandalazo" que había armado ella, la víctima, su hija. 33 años habían pasado desde Sor Citroën.
Luego vendría la
Ley Integral contra la Violencia de Genero del año 2004 y un cambio social donde la violencia contra las mujeres pasó de ser un problema oculto a una lacra públicamente reconocida por una inmensa parte de la sociedad y contra la que había que luchar. La violencia doméstica no era una violencia privada donde sólo unos pocos hombres rudos y mujeres débiles eran los implicados sino una violencia asentada en una sociedad machista donde los papeles de cómo se tenían que comportar hombres y mujeres eran los cimientos desde donde nacían cardenales, insultos y crímenes.
¿Hemos cambiado desde entonces? Sí, sin lugar a dudas. La violencia hacia la mujer no está socialmente aceptada ni permitida, ya no se puede decir públicamente que es un problema privado, quitarle hierro a una noticia de violencia de género o asestar un
algo habrá hecho. La sociedad está del lado de la víctima y no se le culpabiliza públicamente de los golpes o las vejaciones que le propina su pareja o su expareja. Todas las noticias de los medios de comunicación sobre violencia de género incluyen la referencia del teléfono 016 de información y asesoramiento en violencia de género (recordemos que el número es gratuito y no deja rastro en la factura telefónica). La celebración del
Día Internacional de Lucha contra la Violencia de Género se ha convertido en una fecha señalada para gran parte de la sociedad para denunciar y reivindicar lo mucho que queda por hacer.
Pero ¿es que queda algo por cambiar? Sí, mucho, sin lugar a dudas. Los medios para proteger a las víctimas no son suficientes y no lo son porque además se están reduciendo las partidas destinadas a ellas con la excusa de la crisis. Y no lo son, porque hoy en día hay muchas mujeres que siguen padeciendo violencia por parte de los hombres que un día dijeron que las querían. En el año 2012 se presentaron 128.477 denuncias por violencia de género; se tuvieron que interponer 34.537 medidas de protección; se registraron 394.894 llamadas al 016; 61 mujeres fueron asesinadas víctimas de la violencia de género, según
datos del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad.
Queda mucho por hacer porque a veces aparecen noticias que nos deben hacer dudar si hemos cambiado tanto. El año pasado la localidad de El Salobral se hacía famosa a nivel nacional por un crimen de género, por un hombre que mataba a un vecino y a la niña con la que había tenido un noviazgo basado en la desequilibrada relación de un adulto con una menor de menos de 13 años. Y pasó que medios como el periódico
La Razón se olvidaba de la violencia de género y titulaba
Amor fatal con 26 años de diferencia, como si el amor tuviera algo que ver con todo esto. El penoso artículo decía cosas como que él estaba loco por ella y ella por él, uniendo amor y locura, en una especie de delirio romántico. Por supuesto el artículo no podía acabar sin sembrar dudas sobre Almudena, una niña de 13 años, y es que según el periódico ella tenía "un siniestro perfil de Facebook".
Y hace muy pocos días otra noticia ponía delante de nuestros ojos que aún queda mucho por hacer.
El Arzobispado de Granada publicaba el libro Cásate y sé sumisa, un título al que no le falta nada, incluido el
sé, segunda persona singular del imperativo. Por supuesto el Arzobispado y
la autora se apresuraron en defender la obra y atacar a todos los que no hemos leído semejante manual para la felicidad en el matrimonio. Someterse a alguien, someter nuestros pensamientos, nuestras palabras a otra persona es el germen donde ha surgido gran parte de la violencia que han sufrido y sufren las mujeres en sus propias casas. Unas breves frases extraídas del libro nos pueden enseñar las enseñanzas que nos ofrece:
"El secreto de un matrimonio feliz es que las mujeres demos un paso atrás. (...) Y hay que hacerlo aun cuando no entiendas el motivo, aun cuando estés íntimamente convencida de tener razón. (...) En ese momento, haz un acto de confianza en tu marido. Sal de la lógica del mundo, 'yo quiero tener razón', y entra en la de Dios, que te ha puesto al lado de tu marido, ese santo que te soporta a pesar de todo y que, dicho sea de paso, también es un buen tipo (...). Cuando te dice algo, por lo tanto debes escuchar como si fuera Dios quien te habla. Con discernimiento, está claro, con sabiduría e inteligencia, es obvio, porque es una criatura, pero con respeto porque con frecuencia ve con más claridad que tú".
La violencia de género crece donde crece el machismo, crece precisamente desde la sumisión, de creer que los hombres tienen la razón por hecho de ser hombres, y que las mujeres necesitan de la sabiduría masculina para llegar a buen puerto y conseguir una estabilidad emocional que no podrían conseguir solas. Los jefes siempre llevan razón y sino la llevan se les da, y parece que algunos creen que las relaciones de pareja son de jefe y empleada.
Un amor feliz está basado en una comunicación donde dos personas diferentes resuelven los conflictos desde la confianza pero no desde la fe ciega. Un amor loco no es querer mucho, es no querer tener dependencia del otro para vivir y pensar que la otra persona tiene la obligación de necesitarnos y depender de nosotros de la misma manera.
El 25 de noviembre de 2013, Día Internacional por la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, es un día para seguir cambiando el mundo, desterrando malos amores, amores que nos hacen sufrir, y cuidando verdaderos amores felices en igualdad.
César Martínez Romero,
Violencia de género: desde Sor Citroën hasta nuestros días, El Huffington Post, 25/11/2013