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Protàgores |
És a dir, precisen les preguntes de la futura reválida i eventualment les de les proves PISA. Com que corresponen al currícum bàsic, no es poden reduir o suprimir, i cal tractar-los tots (i aprendre'ls!). L'autonomia de la resta de les administracions educatives consisteix a poder afegir-hi continguts.e) Estándares de aprendizaje evaluables: especificaciones de los criterios de evaluación que permiten definir los resultados de aprendizaje, y que concretan lo que el estudiante debe saber, comprender y saber hacer en cada asignatura; deben ser observables, medibles y evaluables y permitir graduar el rendimiento o logro alcanzado. Su diseño debe contribuir y facilitar el diseño de pruebas estandarizadas y comparables.
Bloque 1/4.1. Comprende y utiliza con rigor conceptos filosóficos como razón, sentidos, mito, logos, arché, necesidad, contingencia, esencia, substancia, causa, existencia, crítica, metafísica, lógica, gnoseología, objetividad, dogmatismo, criticismo, entre otros.
Bloque 3/6.1. Analiza fragmentos de textos breves y significativos de pensadores como Aristóteles, Popper, Kuhn, B. Russell, A. F. Chalmers o J. C. García Borrón, entre otros.
Bloque 4/3.1. Explica y compara dos de las grandes cosmovisiones del Universo: el paradigma organicista aristotélico y el modelo mecanicista newtoniano.
Bloque 5/6.1 Conoce y explica las principales concepciones filosóficas que, sobre el ser humano, se han dado históricamente, en el contexto de la filosofía occidental.
Bloque 6/11.2. Entiende el valor filosófico de la Literatura analizando textos breves de pensadores y literatos como, Platón, San Agustín, Calderón de la Barca, Pío Baroja, A. Machado, Voltaire, Goethe, Sartre, Unamuno, Borges o Camus entre otros.
Com s'ensenya (i s'aprèn!) cadascun d'aquests 87 en una hora de classe? Dictant definicions i que després l'alumnat s'espavili a la revàlida? Quines competències poden aprendre els alumnes que no sigui el més pur memorisme inútil?Bloque 6/14.1 Utiliza los elementos y reglas del razonamiento de la lógica de enunciados.
¿Es posible que un grupo de adolescentes de 16 años muestren más madurez que los adultos? La pregunta viene al hilo de la actualidad: el atentado contra Charlie Hebdo. La noticia me trajo inmediatamente a la cabeza la discusión que se planteó en la final de dilemas morales de la pasada Olimpiada Filosófica de Castilla y León. Allí se trató precisamente este tema, y hablo de la madurez porque los finalistas consideraban que las caricaturas de Mahoma no son el mejor ejemplo de libertad de expresión, y que este concepto no justifica la mofa y la humillación. Al hilo de aquello publiqué en su día esta anotación. Un texto breve que se ha demostrado lamentablemente falso en un aspecto: no es cómodo dibujar estas caricaturas desde París o Copenhague, pues como ha quedado claro el odio y la violencia se han globalizado a la misma velocidad que la información o la economía. Las nuevas formas de terrorismo, sea en “manada” o como “lobos solitarios” pueden alcanzar a cualquiera que se exponga públicamente. Una señal más de esta especie de histeria colectiva que parece vivir occidente: parecemos tener la necesidad interna de hacer daño, sea con el lápiz, con la palabra o con el fusil de asalto.
Se nos agota el ser de todas las cosas que somos. Somos Charlie con la misma naturalidad que somos cualquier otra desgracia o causa solidaria que pase por delante de nuestros ojos. Cómo no identificarse y repudiar un asesinato tan profesionalmente preparado como cobarde y absurdo. Pero eso no implica necesariamente la aprobación de una actividad satírica que no conoce límites, y que tira permanentemente de recursos relativamente sencillos, no para hacer reflexionar o entablar vías de diálogo, sino fundamentalmente para provocar. El ser humano, creencias religiosas al margen, se mueve en un universo simbólico. Y todos tenemos un imaginario que nos “toca” en lo personal y que podrá ser cuestionado, pero que difícilmente puede ridiculizarse sin causar dolor. Y esta es la clave del asunto: si nuestra tan ardientemente defendida libertad de expresión tiene como finalidad poner sobre la mesa ideas críticas, pero en tono respetuoso o simplemente incitar al odio y la violencia. Ocurre con el dibujo lo mismo que con el verbo: incluso en las pobres tertulias televisivas sabemos diferenciar perfectamente quién utiliza su turno para criticar otras ideas y posturas y quién se dedica fundamentalmente a insultar. Lo primero es libertad de expresión. Lo segundo otra cosa bien distinta.
No estaría de más, recuperar un cierto sentido pragmático a la hora de ejercer la crítica. Le viene a uno a la cabeza el clásico libro de William James: lo verdaderamente importante es ver las consecuencias que una proposición teórica tiene en la práctica. Si cualquier religión o ideología política atenta contra los derechos fundamentales del ser humano, debe ser objeto de crítica. No es de recibo que cualquier creencia margine a la mujer, que elimine libertades o que pretenda imponer sus propios criterios morales al resto de la sociedad. Pero si una parte de la sociedad está dispuesta a creer que hay seres irrepresentables, que uno es igual a tres, o que es posible multiplicar panes y peces, no veo la necesidad de sacar punta al lapicero y ridiculizar estas creencias. Podremos discutirlas todo lo que queramos, hablar al respecto, pero desde condiciones elementales de entendimiento. Y no se puede olvidar una cosa: no es posible hablar con quien se ríe siempre de todo. El escepticismo radical que hay debajo de esta actitud no ha servido a lo largo de la historia para ofrecer soluciones a los problemas de cada tiempo. Expresado en lenguaje de la calle: cagarse absolutamente en todo en una forma de llenarlo todo de mierda. Y ya. En nada contribuye a la causa de los que pretenden barrer, cambiar, mejorar. En algún momento de la historia se espera algo más de este escéptico radical: que arrime el hombro y se ponga a trabajar para vivir en una sociedad mejor, por muy difuso que pueda parecer este concepto y con todos los experimentos de ensayo y error que nos queramos imaginar. El integrismo es un enemigo de valores éticos fundamentales, pero también lo es, aunque en menor medida, una libertad mal entendida.
El dinar campestre |