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Aquí estamos: lomceando en modo beta. Como conejillos de indias educativos, las comunidades gobernadas por el partido del gobierno se han decidido a implantar la ley educativa más discutida de las últimas décadas, con unas expectativas de futuro más bien escasas. Cambios organizativos sustanciales que posiblemente sean revocados a partir de las próximas elecciones generales. Estamos implantando un sistema que seguramente habrá caducado ya. La valoración política no puede ser otra: el curso ha comenzado con normalidad. Faltaría más. No podía ser de otra manera: todos lo que no sea revuelta callejera y ruido parece caer dentro de eso que se llama “normalidad”. El abismo entre las declaraciones políticas y la vida real vuelve a afirmarse en este caso. Veamos algunos ejemplos de la “normalidad” que he podido percibir en este mes que todavía no ha terminado. Normal debe ser que, como consecuencia de una ley, las editoriales estén entre dos sillas y mal sentados y dejen vendidos a los centros y las familias. Así ha ocurrido con varios libros de texto. A finales del curso pasado los padres solicitaron que el cambio de libros fuera gradual, para que el esfuerzo económico de las familias fuera más repartido. Las editoriales se comprometieron a servir stock de ediciones antiguas. Y ocurrió “lo normal”: departamentos que no cambiaron sus libros por ayudar a las familias han visto cómo las editoriales se han negado a servir libros de años anteriores.
Otro gran detalles de normalidad: la estructura del sistema educativo. Ya es casi de broma que la consejería correspondiente sacara los diferentes currículums en el mes de mayo. Nada extraño: sus altos cargos llevan tanto tiempo alejados de las aulas que no son conscientes de lo que implica cerrar un curso y programas otro. Desde la información a las familias a las previsiones de alumnos, etc. Así se trabaja en CyL: se publica la ley hacia el 8 de mayo y se piden previsiones para el nuevo curso para el 20. Como si entre medias no hubiera que organizar estructuras de asignaturas, explicar los cambios a los alumnos, etc. Todo esto importa más bien poco para quien no tiene contacto con los problemas reales de la educación. Pues bien, se da la circunstancia de la LOMCE estatal prevé para los alumnos de 3º de ESO tres optativas: francés, iniciación a le empresa y una tercera de libre configuración autonómica. Los sesudos diseñadores del currículum castellano y leonés, clavaron el decreto, pero parecen haberse “olvidado” de esta asignatura de libre configuración autonómica. Francés o iniciativa: esta es la riqueza de optatividad que ofrece la LOMCE a los alumnos de CyL. Aquellos alumnos que puedan tener un perfil más técnico o que no hayan cursado francés en los dos primeros cursos de la secundaria, se ven obligados a coger la optativa de iniciativa. Bravo por los legisladores y responsables educativos.
Podríamos comentar, a mayores, el espectacular aumento de la matrícula en religión, asignatura que ha logrado más alumnos en bachillerato que la de cultura científica. Todo un signo de los tiempos y algo a analizar en profundidad. Pero hay “anormalidades” todavía más llamativas: permitir que los alumnos escojan en 3º de ESO dos de tres asignaturas (Plástica, Música y Tecnología) es quedar totalmente vendido a la hora de configurar los grupos. Por mucho que se intente compensar para lograr agrupaciones equilibradas, terminan saliendo aberraciones educativas como clases de plástica o de francés con más de 30 alumnos. Y de partir estos grupos por la mitad ni hablemos: ya sabemos cómo están las plantillas de los centros: la cacareada recuperación económica ha pasado de largo por el mundo educativo y las plantillas se deciden de un modo puramente matemático, alejado de las necesidades reales de los centros. Esta es la ley de la mejora de la calidad educativa. Estas son sus “normalidades” en apenas unas semanas de desarrollo real, no el ideal que se imaginan algunos al redactar leyes. Y esta es la responsabilidad de un gobierno que aprueba una ley de calado en la mayor de las soledades parlamentarias. Lo que es normal es que destituyeran al anterior ministro. Y de chiste que el su sustituto afirmara a los pocos días de su designación: “No sé mucho de educación”. Lo malo de todo esto es que en medio de esta marea y este caos, a algunos nos haya tocado en suerte un gobierno autonómico seguidista y continuista. A ver qué pasa en las elecciones. Se verá si realmente los partidos cumplen su promesa de derogar la LOMCE ante cualquier propuesta de pacto o victoria electoral. En todo caso, sirva esta anotación para recordar aquello de las barbas y los vecinos. Allá donde llegue la LOMCE, se aplicará con “normalidad”.