Escrito por Luis Roca Jusmet
Aunque parezca extraño, la igualdad es una idea moderna que aparece en un sistema radicalmente desigual que es en la economía-mundo capitalista. Aunque es un sistema económico basado en la desigualdad de países y de clases, en su interior va avanzando, paradójicamente, la idea de la igualdad. Esta Europa moderna desarrolla, por tanto, dos tendencias contradictorias. Por una parte la tendencia universalista a la igualdad expresada en los ideales de la ilustración que defiende la igualdad de derechos. Ciertamente que se manifiesta inicialmente de manera limitada, ya que el ciudadano, sujeto de derechos, es de entrada exclusivamente masculino o incluso propietario. Luego se va ampliando a los obreros, a las mujeres, a las minorías religiosas, a los negros. Pero es más un resultado de movimientos emancipatorios, que no de la voluntad política de los gobernantes
. La declaración universal de los derechos humanoses, sin lugar a dudas, la gran conquista del siglo XX. Lo es porque incluye no solo lo mejor de la tradición liberal y republicana, sino también de la socialista. De esta forma se incluyen los derechos sociales, económicos y laborales de todos los ciudadanos. La idea de Estado de derecho tiene entonces un sentido completo. La base del Estado es el contrato social en el que los ciudadanos se comprometen a cumplir las leyes pero también en su elaboración. Pero estos derechos son los que garantizan una digna vida en todos los sentidos.Por otra parte la tendencia propia del capitalismo a la desigualdad económica, dividiendo a los países en centrales y periféricos, con todas los privilegios que esto implica para los primeros y las desventajas para los segundos. Pero también dentro de cada país hay una profunda división en en clases cada vez más diferenciadas en lo que respecta a la igualdad de oportunidades .
¿Es posible la igualdad de derechos y de oportunidades en el capitalismo? La respuesta es clara : No. No lo es porque es un sistema cuya lógica tiende al oligopolio, a concentrar las manos en pocas manos. Es terriblemente depredador porque el capital tiende al aumento infinito de beneficio. Es un sistema consumista en el que, como decía Marx, todo lo sólido se diluye. Una sociedad fluida, en palabras de Baumann, en la que todo es efímero y en la que hemos pasado de ser una sociedad de productores a una sociedad de deudores. Sabemos que las alternativas globales al capitalismo han fracasado. El llamado
socialismo real ha producido otro tipo de desigualdades y una falta total de libertad. Hemos de fijarnos entonces en lo mejor que conocemos, que es lo que se ha llamado el Estado social de mercado, también llamado Estado del bienestar. Son las experiencias que se han dado en Europa hasta que apareció el neoliberalismo. Estos estados habían sabido parar la lógica del capitalismo, habían llegado a un pacto social de clases. Aunque no habían eliminado la desigualdad económica la habían mantenido en unos límites, que eran la de un poder político capaz de decidir por encima del económico y de redistribuir la riqueza para garantizar los derechos sociales. No se trataba de cargarse la economía de mercado ni de buscar una igualdad total. Esto es una utopía y cuando se ha pretendido realzar el resultado ha sido una pesadilla. Al mismo tiempo es fundamental que el Estado, capaz de garantizar esta igualdad de derechos, sea capaz de configurar instituciones participativas en las que los propios trabajadores y usuarios tengan voz. Junto a la cuestión política, tenemos la económica. Todo lo que sea favorecer los sistemas cooperativos de producción y de distribución, así como el consumo responsable favorece la igualdad. Porque contra más se mantenga la jerarquía en el seno de las empresas más desigual será la sociedad. Es importante que si estamos hablando de empresas convencionales existan mecanismos de cogestión por parte de los trabajadores.Tenemos finalmente una cuestión que es imprescindible, que es la cuestión ética. Se trata del tema de los valores, entendidos no como algo abstracto sino como aquello que orienta nuestras vida. El ideal y los principios que regulan nuestra acción. Hay que saber combinar lo que es universal con lo que es universal. Encontrar la igualdad en la diferencia. Saber que somos todos singulares pero que nos necesitamos y hemos de buscar lo común, lo que nos une. Hemos de cooperar porque si así lo hacemos ganamos todos. Veo dos peligros fundamentales. Uno es centrarse en lo singular y en el mito de la independencia del neoliberalismo. Cada cual se ve a sí mismo como un ser independiente que compite con los otros. Es un individualismo que solo puede generar desigualdad. El otro peligro consiste en identificarse con lo particular. Es la dialéctica del amigo y el enemigo, del nosotros y ellos. Es la identidad única que uniformiza a los propios y separa a los ajenos. Los fundamentalismos nacionalistas, ideológicos y religiosos conducen al sectarismo y, en su límite, a la violencia.
Se trata, en definitiva, de potenciar lo que hay de igualdad en un mundo que es desigual. Frenar el capitalismo quiere decir ponerle límites para redistribuir los recursos de una manera que los ricos tengan un techo y que la pobreza deje de existir. Se ha hablado de renta básica o de renta mínima garantizada. O garantizar una renta para todos para poder vivir con dignidad material o para aquellos que no puedan trabajar. Son dos maneras posibles que se han de discutir y valorar. Pero hay que crear las condiciones para que todos tengamos una dignidad. Es el concepto básico de la declaración universal de los derechos humanos. Sin dignidad material no hay, efectivamente, dignidad humana. Pero hemos de entender que todos somos responsables, aunque sea a diferentes niveles, de la desigualdad. Porque es con nuestras conductas políticas y éticas como podemos hacer posible un mundo con más igualdad, es decir, más justo.