No podemos aceptar, como señala Tony Judt, que el estilo materialista y egoísta de la vida contemporánea sea consustancial a la condición humana. Mientras no nos despojemos de esa autodestructiva convicción todo camino de liberación permanecerá cegado. Insisto la salida no es fácil de ver. Pero es posible. En realidad es indispensable. Y la oportunidad está ahí para ser aprovechada. En pocas ocasiones se presentará una situación tan propicia para cambiar radicalmente la situación presente. Nada más hay que observar la profunda indignación, generalizada y expresada masivamente. Y sobre todo es cuestión de imaginación. La cuestión ahora no es el predomino del mercado, sino su enorme capacidad de esterilizar todo tipo de pensamiento. Recurriendo de nuevo a Polanyi:
“La creatividad institucional del hombre sólo ha quedado en suspenso cuando se le ha permitido al mercado triturar el tejido humano hasta conferirle la monótona uniformidad de la superficie lunar”. Mas, a pesar de todo, las generaciones que nos han precedido, además de imaginativas fueron valientes para luchar contra la injusticia. Así nos dejaron una prodigiosa herencia, la más rica de toda la historia con una legislación laboral, un régimen democrático y un Estado de bienestar, que de no mediar un cambio radical, nosotros los más preparados de la historia, no sé si por cobardía o por egoísmo, no vamos a transmitir a las generaciones futuras. Nuestra conducta recuerda la ocurrencia de Groucho Marx: ¿Por qué debería preocuparme yo por las generaciones futuras? ¿Acaso han hecho ellas alguna vez algo por mí?
Cándido Marquesán Millán, El neoliberalismo y la muerte de la democracia (posdemocracia), Sociología crítica 05/05/2019
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