La idea de que, allá por 1990, los usuarios tenían algún poder en el ciberespacio que ahora hay que “restaurar” es sencillamente ilusoria. Estamos confundiendo la temporal falta de interés por parte de los capitalistas y de los Gobiernos — lo que permitió una autonomía reducida a quienes la perseguían— con un orden constitucional legítimamente establecido que consolide unos derechos y unas libertades inalienables, cualesquiera que sean los costes que ello imponga a las empresas o los Gobiernos. Este orden constitucional nunca ha existido. Nuestra
libertad en Internet no era más que un subproducto de un negocio y unos modelos de vigilancia poco desarrollados.Un plan para una verdadera transmisión de poder requeriría mucho más que otro ingenioso protocolo para la cesión de datos; esta clase de intervencionismo tecnocrático es lo que alimenta la ira populista en todo el mundo.
No hay empoderamiento digital sin empoderamiento político, y este último solamente se puede alcanzar concibiendo la Red no como un medio o una herramienta, sino como un conjunto de infraestructuras para facilitar la vida, el trabajo y la cooperación.
Evgeny Morozov,
Internet: la utopía escondía negocio y vigilancia, El País 05/05/2019
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