En diciembre del 2017, cuando aún escribía en este blog con letra normal, no con esta grande de ahora, escuché casualmente en el último capítulo de una serie de televisión, Godless, estas palabras: "Es terrible amar lo que la muerte ha tocado". Era la idea que estaba buscando para el prólogo que tenía que escribir para el libro de Andrea Köhler El tiempo regalado, que, por cierto, acabó siendo un epílogo.
En Godless estas palabras reflejan el dolor de alguien que entierra a un joven amante con el que apenas se ha intercambiado un beso, pero a mí me interesaron porque intentaba defender que sólo se puede amar lo que está al alcance de la muerte.
Busqué durante semanas al autor de esta frase. Algunos se la atribuían al judío tudelano Yehuda Halevi, pero no la encontré en sus poemas. Otros afirmaban que se trata de un verso extraído de un poema de Immanuel Romano (Immanuel ben Silomón). Tampoco pude confirmarlo.
Flannery O'Connor presenta la frase como un verso en una carta, pero atribuyéndoselo a Eugene O'Neill. Dí con la referencia en francés: "Pitié pour l'homme qui aime / ce que la mort peut toucher".
Me gustaba este potencial más que el pretérito de la traducción española de Godless.
Hoy, un visitante anónimo de este café me asegura que su autor es Rabbi Chain Stern (1930-2001) de Brooklyn. Este es el poema completo:
‘Tis a fearful thing
to love what death can touch.
A fearful thing
to love, to hope, to dream, to be –
to be,
And oh, to lose.
A thing for fools, this,
And a holy thing,a holy thing
to love.
For your life has lived in me,
your laugh once lifted me,
your word was gift to me.
To remember this brings painful joy.
‘Tis a human thing, love,
a holy thing, to love
what death has touched.
Son palabras, me parece, adecuadas para estos días.