El Cor Scandicus de El Masnou ha cantado -muy bien- en la iglesia del pueblo en Requiem de Gabriel Fauré, en memoria del amigo H., que ingresó en un hospital a hacerse una pequeña operación y ya no volvió a casa. Todo iba bien hasta que una infección hospitalaria se interpuso en su camino.
Recuerdo que de niño las palabras del Requiem y el ritual de las exequias me producían una enorme desazón. Todo aquello era como el eco de una caída irremediable en la nada, la voz que anuncia el silencio definitivo, la primera pala de desmemoría que arrojábamos sobre el difunto. Ahora veo el Requiem como una oración en la que las voces de los vivos se unen al silencio del difunto para conjurarnos todos contra el olvido. El Requiem pide el descanso del difunto en la luz: "Haz Señor, que vaya de la muerte a la vida". Es decir, que no caiga, que se eleve. El cristianismo es una religión de la verticalidad, de las alas, de la luz de la vela, de la ascensión. El cristianismo nos muestra la vida en la tierra como lo que estrictamente es, un entrambos, una dinámica de ascensos y descensos.
Como suele ocurrir últimamente en los funerales, se le ha dirigido al difunto una oración laica en la que se le ha dicho ese inevitable "estés donde estés"...
Se me antoja que esta es la fórmula de la renuncia a la verticalidad y su sustitución por una horizontalidad a la que se llega sin esfuerzo. "Estés donde estés...".
Vivimos rodeados de frases de origen cristiano que han enloquecido por olvidar de donde vienen. Es lo que me parece que ocurre con la "dignidad" de la que hablaba en el comentario anterior. La dignidad era evidente cuando el cristiano se veía a sí mismo como imagen de Dios. Ya no creemos en Dios, pero queremos seguir creyendo en la dignidad, así que nos convertimos en imagen de la dignidad... de una dignidad que por quererse sublime, sólo puede estar vacía. Cuando hablamos de la dignidad del hombre, en abstracto, estamos hablando de lo que hay de hombre en un hombre que quiere concebirse como digno.
Frente a las frases rituales de nuestros días, la gravedad eseranzada del Requiem: es posible remontar el tiempo y el olvido. Es posible que la luz reconozca en nosotros una familiaridad.
Descanse en paz, H.