Reseña de
Vidas imaginarias. La cruzada de los niños, de Marcel Schwob, ed. Valdemar.
Marcos Santos Gómez
He terminado de leer algo que ha resultado ser una auténtica delicia y un gozoso descubrimiento. El autor es Marcel Schwob y el libro Vidas imaginarias. La cruzada de los niños, editado por Valdemar, en su colección El Club Diógenes. Las vidas imaginarias son un sorprendente conjunto de biografías falsas de autores apócrifos o reales, que se desarrolla con una gran belleza imaginativa. La prosa suave con que son narradas, los acontecimientos, la estructura de excelentes relatos y la mera idea de hacer cuentos con vidas amplia y exuberantemente imaginadas son dignos del mayor elogio. El placer de leerlos es muy, pero que muy intenso. Remite a un mundo maravilloso, pero trazado con mayor moderación y sobriedad que los mundos de Lord Dunsany, que leímos también días atrás. Se suceden personajes curiosísimos que van desde filósofos (Empédocles, los cínicos, Lucrecio) a artistas y villanos. De hecho, he percibido con claridad aquí el modelo del libro de Borges Historia universal de la infamia, que desarrolla la misma técnica, pero deteniéndose en los villanos. Hay pasajes de magnífico humor como también los hay dramáticos. Por ejemplo, tengo señalada en el libro la biografía de Paolo Uccello, un extraño pintor que quiso pintar todos los puntos, curvas y líneas posibles en cuadros de abstractas curvas que van y vuelven a un mismo punto. La idea, me ha parecido, es la del Aleph borgiano, el punto que contiene todos los puntos, al que todos derivan, y juraría que el argentino se inspiró en ella para su genial relato. En cualquier caso, son biografías que se leen casi con la convicción de que son ciertas en un juego con la realidad y la ficción que tampoco aquí me posible desvincular del genio argentino. Del mismo modo, estas vidas imaginarias han marcado, me parece, a Roberto Bolaño. Así estaban todos los ingredientes para que me hayan gustado lo mucho que me han gustado.
Inicia Schwob esta tendencia del juego postmoderno en la literatura actual que ficcionaliza la realidad o dota de realidad a la ficción, lo que es la base digamos ideológica de este estilo de escritura. El maestro francés escribe en el límite entre mundos, divirtiéndose y divirtiéndonos, en lo que en el fondo, como toda buena literatura, es un homenaje a este precario acontecimiento que llamamos existencia. Estas biografías la mejoran, la doran, dan consistencia a la propia existencia del lector con cuyo juego queda justificado, o al menos justificadas lectura y escritura. Quiero decir que el mundo se hace un poco mejor con este tipo de literatura que trata de llenar el mundo, o sea, de ampliarlo con nuevas posibilidades y seres. Aunque ahora que lo pienso, eso es lo que hace siempre la literatura. Quizás por esto me ha gustado tanto leer estas vidas, porque en el fondo, uno siente que todas, también las vidas reales, tienen algo de maravilloso.
La cruzada de los niños, escrito que sucede a las Vidas imaginarias es una verdadera joya, que relata una cruzada de niños alucinados que buscan lo blanco en Jerusalén y que emprenden un largo camino que es relatado por distintos testigos. El libro es también un prodigio de imaginación con un poderoso efecto lírico, desafiante, polémico, todo lo cual encierra una belleza que me ha dejado boquiabierto. El texto no es muy largo pero sintetiza una mirada mágica, entre lo trágico y lo lírico. La cruzada de los niños es una locura, es un exceso (por el que el papa pide perdón a Dios en un monólogo impresionante), está más allá del cristianismo y ocupa el campo de lo irreal. Es como si también aquí irrumpiera, borgianamente, algo irreal que deja tocada a la realidad, como si de pronto brotaran ensoñaciones en el mundo que produjeran este tipo de movimientos entre los hombres. Quizás en las verdaderas cruzadas hubo algo de eso y esto es parte de lo que Schwob sugiere, pero solo parte, porque el poder de sugerir de este texto es inabarcable. Ha sido una de las mejores lecturas que he gozado en los últimos tiempos, desde Borges y Bolaño.