Escrito por Luis Roca Jusmet
Axel Honneth es un filósofo alemán contemporáneo que ha realizado un interesante trabajo centrado en la noción de reconocimiento como base de la teoría ética.
Hay un texto suyo ( traducido por Antonio Gómez Ramos para su publicación en los Anuales del Seminario de Metafísica de la Universidad Complutense de Madrid) que me parece muy interesante, ya que la plantea como una propuesta integradora y superadora de las tradiciones aristotélica y kantiana.
Parte de la crítica que hoy podemos hacer al aristotelismo y al kantismo. Al primero por no tener una ontología que pueda definir un concepto de virtud ( y por tanto la buena vida) y al segundo por la imposibilidad de reducir la compeljidad de las motivaciones humanas y los conflictos internos que se derivan de ella a un formalismo universal.
El camino para su propuesta la inicia, como primer paso, preguntándose que es una vida buena. El lugar que ocupa la moral en esta indagación ética. La ética entendida como la formación de una identidad basado en el reconocimiento intersubjetivo. la moral como garantía de los presupùestos objetivos de esta identidad subjetiva basada en el reconocimiento del otro. Presupuestos objetivos que no pueden se otros que el reconocimiento de las condiciones sociales de vida para hacerlas posible. La segunda es clarificar, a partir de Hegel, este concepto de reconocimiento. del otro. El tercer paso establece la conexión sistemática entre moral y reconocimiento del otro al poner de manifiesta lo que es una ofensa moral. El cuarto paso implica pasar a un significado positivo del concepto de reconocimiento y de sus consecuencias morales.
El concepto de reconocimiento no es nuevo. Dentro de Grecia ya se contemplaba la necesidad de un renocimiento público. La noción kantiana de respeto también implica un reconocimiento del otro. Pero es Hegel quién hace del concepto la piedra angular de su teoría ética. Pero le falta actualmente el peso que tiene, por ejemplo, la noción kantiana de respeto. En el comunitarismo actual se habla de reconocimiento de las diferencias de grupos culturales.
Hegel tiene el proyecto de reconstruir la eticidad bajo este concepto. El mismo Hegel cita sus antecedentes : Hobbes por la importancia que da al respeto y honor por parte de los otros; Rousseau la importancia de la vanidad; FIchte que la libertad solo existe cuando se reconoce la del otro. Hegel concluye de todo ello que la autoconciencia depende del reconocimiento social. Hegel plantea tres tipos de reconocimiento.
En primer lugar el reconocimiento jurídico, que es del sujeto del derecho ( que incluye el respeto de Kant).
En segundo lugar el reconocimiento afectivo a través del amor, en el que el otro aparece en su falta y en su deseo hacia el otro.
En tercer lugar en el reconocimiento político del otro como ciudadano.
Hoy podemos partir de un análisis fenomenológico de las ofensas morales, es decir de lo que vivimos como injusticias. No como una desgracia que no supone la falta de reconocimiento del otro. En la experiencia de la ofensa moral siempre suponemos una negación del reconocimiento por parte del otro. No reconocimiento por autoreferencia, es decir, por la conciencia que uno tiene de sí mismo de sus capacidades y derechos. El sujeto se considera, y considera al otro, como responsable moralmente de las propias de las propias acciones. Uno, por tanto, ha de valorarse a sí mismo respecto a sus capacidades y derechos.
Por tanto podemos considerar como ofensas morales cuando no nos reconocen la responsabilidad moral, el respeto a nosotros mismos como seres morales. Lo contrario de la ofensa moral es, por tanto, el reconocimiento moral.
Para que existan ofensas morales es necesario que aceptemos que la construcción de nuestra identidad personal implica una reciprocidad con los otros. Aquí hay un cierto finalismo ( aristotélico) al señalar como finalidad la construcción de una identidad personal. E igualmente un universalismo kantiano.
De lo que se trata, en definitiva, es que desde el punto de vista moral podemos hablar de tres modos de reconocimiento:
Primero. Somos somos sujetos singulares de deseos y de necesidades y que nos importan los otros en su singularidad, como sujetos de deseos y de necesidades. De ello deriva el cuidado y el amor. La preocupación moral tiene aquí un carácter cualitativa hacia el otro concreto.
Segundo. Todos los sujetos singulares tenemos la misma responsabilidad moral por nuestras acciones. Aquí hay una universalidad en la preocupación por el otro porque no es el otro concreto sino el otro abstracto el que nos interpela.
Tercero. Todos los sujetos singulares tienen un valor para la comunidad. En este sentido la solidaridad o la lealtad está ligada a vínculos comunitaristas, de pertenencia al grupo.