Zygmunt Bauman nos plantea en su libro Sobre la educación en un mundo líquido el concepto moderno de cultura, en el que la memoria es vista como algo inútil, el éxito no está vinculado al esfuerzo educativo y la relación entre formación y promoción social es imprevisible.
Zygmunt Bauman, nacido en Polonia en 1925, es sociólogo, filósofo, profesor y ensayista. Se le conoce especialmente por el concepto de “modernidad líquida”, que desarrolla en su ensayo Modernidad líquida (Fondo de Cultura Económica).
Para Bauman la sociedad ha evolucionado desde un comportamiento previsible y perdurable, hacia uno muy diferente, caracterizado por la flexibilidad, la fugacidad, lo impredecible. El individuo debe integrarse en la sociedad sin identidad fija, abierto al cambio permanente y acompañado de una marcada sensación de fragilidad e incertidumbre.
En los textos posteriores Amor líquido: Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos, Vida líquida, Miedo líquido: la sociedad contemporánea y sus temores, Tiempos líquidos y Arte, ¿líquido? Bauman ha profundizado en el concepto aplicado a ámbitos concretos.
Su obra Sobre la educación en un mundo líquido (Paidós Ibérica) consiste en una serie de conversaciones entre el educador Ricardo Mazzeo y el propio Bauman, desarrolladas en el contexto de la crisis económica iniciada en 2008, que dio al traste con la asociación entre consumismo y felicidad.
Los jóvenes salidos de las universidades en este tiempo de crisis fueron educados en la idea de que los estudios les proporcionarían un buen acomodo social. Y, sin embargo, no estaban preparados para verse inmersos en una sociedad de cambios vertiginosos que requieren de ellos ser flexibles y reinventarse laboralmente cada poco tiempo.
Hoy día, muchos graduados tienen puestos de trabajo que están por debajo de su formación y de sus expectativas. Otros, ni siquiera han logrado acceder al mundo laboral. Esto cuestiona la correlación entre formación académica y utilidad social. No parece que los estudios universitarios estén adaptados a las necesidades del mercado.
Pero, al mismo tiempo, se ha producido también una pérdida de credibilidad de las herramientas pedagógicas utilizadas hasta el momento. El aprendizaje propio de un mundo perdurable no es aplicable a un entorno cambiante.
La memoria, base de la educación tradicional, parece hoy día un componente secundario. El esfuerzo educativo no guarda una correlación clara con el éxito social. Y la cultura ya no es un conjunto “sólido” de saberes, sino algo fugaz, cambiante, “líquido”.
“Aún debemos aprender el arte de vivir en un mundo sobresaturado de información. Y también debemos aprender el aún mas difícil arte de preparar a las próximas generaciones para vivir en semejante mundo”. (Zygmunt Bauman)