“Hoy hay profesores de filosofía, pero no filósofos.Y sin embargo, es admirable enseñarla porque un tiempo no lo fue menos vivirla. Ser un filósofo no consiste meramente en tener pensamientos sutiles, ni siquiera en fundar una escuela, sino en amar la sabiduría hasta el punto de vivir conforme a sus dictados una vida sencilla, independiente, magnánima y confiada. Estriba en resolver algunos de los problemas de la vida,no sólo desde el punto de vista teórico sino también práctico. El éxito de los grandes eruditos y pensadores es como el de los cortesanos, distinto del que disfruta el Rey y aun el hombre cabal; aquéllos se suceden en su conformismo, para vivir prácticamente como lo hicieran sus padres, y no son en modo alguno progenitores de una raza más noble. Pero ¿por qué degeneran los hombres? ¿Qué hace que las familias se extingan? ¿Cuál es la naturaleza de esa abundancia que enerva y destruye las naciones? ¿Estamos seguros acaso de que no se ha introducido ya en nuestra vida? El filósofo va por delante de su época incluso en su forma externa de vivir.”(H.D. Thoreau, Walden)