La más rabiosa actualidad rema a favor de un autor cuya lectura y difusión se ha revitalizado en los últimos tiempos. Me estoy refiriendo a H.D. Thoreau, un pensador norteamericano del que se hablaba muy poquito hace unos años, pero cuyas obras están experimentando un auténtico renacimiento, pues son varias las ediciones que están viendo la luz en poco tiempo. El motivo fundamental, quizás: los diferentes movimientos de desobedencia civil y crítica al estado, que han convertido a Thoreau en uno de sus inspiradores. Fenómeno tan curioso como la indiferencia del mundo académico hacia su figura: aunque la memoria es quebradiza, no recuerdo que su nombre saliera en las clases de licenciatura. Algo que tampoco es difícil de entender después de haberme acercado a alguno de sus textos, empujado principalmente por la curiosidad, el eco social y la efervescencia editorial. Así que hoy quisiera recomendar la lectura de la que pasa por ser la más importante de ellas: Walden.
Walden no es una novela, pero tampoco es un ensayo. Llamarlo autobiografía sería exagerado: recoge tan solo dos años de la vida de su autor. Conclusión: estamos ante un texto verdaderamente extraño, que mezcla lo autobiográfico con consideraciones de tipo cultural, político, económico y filosófico. Las circunstancias en las que fue redactado son bien conocidas: el autor se fue a vivir a una cabaña en el bosque durante dos años, aislándose así de la sociedad y tratando de llevar una vida sencilla, entregada a las necesidades más elementales y al disfrute de la naturaleza. La experiencia despertó tanta curiosidad en su tiempo, que Thoreau se animó a escribir esta obra, en la que mezcla a partes iguales sus vivencias durante aquellos dos años de soledad y reflexiones de todo tipo que le asaltaban a cada momento. Con estas leves pinceladas es fácil imaginar qué nos ofrece Thoreau al menos en lo filosófico: encendida defensa de la vida natural, alejada de los lujos y las sofisticaciones, y una exaltación de la naturaleza, a la par que una crítica de la sociedad y la cultura de su tiempo.
La lectura de Walden hoy oscila entre la sonrisa y la interrogación. La sonrisa viene provocada por la ingenuidad, quizás pretendida, que destilan algunos de sus párrafos. Nos presenta una naturaleza idílica, capaz de proveernos de todo cuanto necesitamos, y cuestionando muy seriamente algunos de los rasgos que la sociedad de su tiempo, y la de hoy, llamarían “progreso”. Una vuelta al entorno que, por otro lado, resulta hoy imposible. Una crítica que a menudo se extiende hacia estas iniciativas naturalistas: ¿serían sostenibles y aplicables para una mayoría significativa de la población mundial? No obstante, esto no impide que surja permanentemente la interrogación: ¿tendría el suficiente valor el lector correspondiente para seguir los pasos de Thoreau? No es su libro un manual de supervivencia o una guía para adaptarse al bosque, pero sí un testimonio vivo de que, al margen de que sean generalizables o no, es posible vivir de otra manera, romper que obligaciones sociales, culturales y económicas y dejar que la sencillez sea la marca permanente de nuestro tiempo. Y ahí dónde la obra de Thoreau adquiere también una dimensión claramente filosófica, si de alguna forma entendemos que esta va inseparablemente unida a la vida.