A veces las letras más tontorronas ganan en profundidad con el paso del tiempo. Como si la realidad se encargara de ir dándoles nuevos sentidos, impensados o impensables en su origen. Las relaciones entre padres e hijos siempre tuvieron una componente material, y quizás de eso hablaba la canción. O a lo mejor anticipaba, quién sabe, las relaciones políticas de niveles bien distintos. Como si pudiera entonarse el estribillo en el parlamento europeo o en el español. Hablemos de la pasta. Y después de todo lo demás. Se dice que el pop se construye con letras superficiales. Pero la actitud de un grupo de chavales que viven a costa de sus papás puede ilustrar no pocas situaciones políticas, sociales y económicas. El propio estado del bienestar ha terminado convirtiéndonos en niños consentidos: siempre queremos más.