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Hay dos modos de ver a Podemos. El primero, lleno de razón, es analizar sus propuestas y organización, y estar o no de acuerdo. Aquí hay que detenerse a pensar, pues se pretende gobernar y gobernar incide en la vida de millones de personas, por cuestiones técnicas que el poder debe resolver, pues esa es su función. En realidad, el poder político lo es porque toma las decisiones fundamentales que van a regular institucional, personal y socialmente a muchas personas. Por eso, el poder puede ser egoísta, asesino, salvador, solidario (fraterno), inquietante, desmoralizador, multiplicador, justo o injusto. Esto es lo que la ciencia política estudia. Todos los poderes y modos de ser del poder. Yo que no soy politólogo ni filósofo político, dejo lo que haya que decir en relación con las razones y características del poder a los especialistas. Esto es porque hay que hablar con propiedad para no hacernos irracionales o simplemente emocionales. Todo será producto de una reflexión, mejor a posteriori, a partir de lo que ya existe y estructura. Es una tarea crucial y determinante.
Pero desde que empezó el 15 M mi reflexión ha ido por otro lado. Se trataba entonces de un poder sombrío que amenazaba y amenaza seriamente a la gente. Yo tuve la sensación de ahogo muchos meses y años antes de que estallara esta opción. Notaba el peso de una irracionalidad que atenta contra vida y existencias. Me preocupaba y dolía. Pero la impresión que siempre tuve es que topábamos con algo más serio que las decisiones políticas. Si trato de verbalizarlo aparecen vocablos como suciedad, corrupción, tiranía. También la idea de lo podrido, como algo superado y echado a perder de manera que su destino más lógico sea la basura. Había ciertas cosas que tirar a la basura. Y este lenguaje metafórico que yo me decía intentaba arañar la clave. Mi impresión ha sido esa, y en parte “armado” por planteamientos freudomarxistas que dotan de instrumentos para los discursos elaborados por la razón (crítica). Así, he podido sospechar que hay una conexión entre las turbiedades de la política y la economía y lo que sucede en el corazón y el alma de la gente.
Lo que entreví y sigo oliendo es que hay un fondo profundo en todo esto, que Fromm o Marcuse situaban en la psique. Es decir, más allá de su propio límite y de la acción usual para gestionar la política. También un psicólogo, por ejemplo, debía pensar en su campo lo que el mundo social hace, deshace y rehace en la psique humana. Por tanto, estoy insistiendo en que al poder hay que tratarlo fuera de sí mismo. Este afuera fue llamado por Freud lo inconsciente y en efecto a menudo son tensiones (neuróticas si hacen daño) relacionadas con un potente y amplio submundo que es, en realidad el mundo en el que respiramos, comemos y amamos. Es preciso extraer y verbalizar (logificar) lo que abunda más allá del entendimiento consciente y la razón.
Se puede avanzar más allá del inconsciente irracional. Porque hay unos elementos previos y decisivos para la vida y la existencia. La existencia añade, creo, un plus a la vida, es algo más complejo de entender. Dicho rápidamente y no con mucha propiedad, existir es ser en un modo o en otro. Si seguimos a Heidegger significa ser ahí, es decir, estar encarnado en un mundo que nos dona una historicidad (concebible en términos de temporeidad). Para ello, el ser ahí debe optar desde una interpretación que hace de su mundo y del enfoque al ser o la ceguera hacia el mismo. Lo hace siempre, porque ha de ser en el mundo y entre los demás hombres. El matiz que puede darse a todo esto son los matices de los distintos existencialismos que lo son, contra Heidegger, por la centralidad que ocupa esta existencia humana (Jaspers, Sartre e incluso Gadamer). Son las concepciones existencialistas que podemos también extender a los personalismos (Marcel, Mounier) e incluso el pensamiento dialógico judío (Buber, Levinas). Se trata en todos ellos de intentos de captación y apresamiento de lo que nos moviliza al modo del inconsciente pero de un modo más hondo todavía, implicando una acción y respuesta al Ser. Uno puede abordar el núcleo del existir mediante un rodeo por el Otro.
Pues bien, vamos orientados por estos viajeros, por lo que nos dota de la consistencia humana, del poder de decidir por el modo de ser (a la luz de la muerte o del amor), siendo propiamente y no desgastando en fantasmas nuestra existencia. Es decir existir o lo existente es un posicionamiento básico en relación con lo que cimenta nuestro trato con lo más íntimo de nuestro existir, que es el ser. Esto es así porque ontologizamos lo que nos contiene y anima. Los enfoques freudomarxistas que hemos nombrado sitúan como hemos visto el ser en un nivel material, dentro de las transformaciones de algo mayor, que es el mundo de las cosas. Aunque esta separación ha sido vista de ambas maneras por un solo autor, Marcuse, que siendo discípulo de Heidegger en la juventud, se preocupó toda la vida por el carácter histórico (que no historicista) del hombre. Marcuse apelaba a una historicidad del hombre que fue matizando y definiendo ya en términos marxistas en su etapa madura.
Todo este somero rodeo viene a sustentar una idea que puede aplicarse al 15 M y a Podemos. Se trata de si hemos estado soportando en ellos opciones concretas de la razón política (instrumental), como hacen todos los partidos, o estamos ante un nuevo modo de ser. Pensar esto segundo tiene su peligros. Porque ¿qué es un modo de ser? Para empezar, son movimientos sociales y partidos que arraigan en algo más básico que la razón más instrumental. Apelan a un modo de situación por parte de la persona, a su relación con la esencia que nos constituye y que determina la existencia. Hay algo hondo en todos ellos. Se trata de un malestar ontológico que parte de una orientación al Ser, a ese núcleo hondo que empapa todo, al mundo, al hombre, a la sociedad. Es como si, al estilo que lo denunciaban en los años 60, nos hubiéramos equivocado. Se trata de la búsqueda de lo nuevo, que no ha de significar ruptura total con lo que nos constituye ahora. Estos movimientos han buceado en la sombra, en lo previo a la palabra, creo. Han tenido la intuición de una carencia básica.
Así, hay elementos vertiginosos, de vértigo, en Podemos. Independientemente de lo que van a hacer en concreto cuando gobiernen, apuntan a algo hondo y novedoso, un deseo de reorientación. Se le puede poner palabras. Por ejemplo, todo este rato me ha rondado la cabeza la palabra y la idea “esperanza”, porque es lo nuevo que aportan a la sociedad. Puede ser como un guiño y animación a vivir de otra manera, de un modo escogido por el sujeto. Es pura esperanza lo que irradia de su bendito caos. La apertura a lo que pueda ser. Esto que parece tan simple no lo es. Pues sitúa a Podemos en otro nivel. No es porque sean arrogantes o pretenciosos. Simplemente es que han respondido a una necesidad vital, ya que escuchan. Son personas que se saben constituidas por unos anhelos y malestares de los que son, a veces por el mero hecho de pasar hambre o perder la casa, conscientes. Y es en este plano, en esta hambre, donde yo siempre he situado al 15 M y a Podemos. El hambre corrige nuestro enfoque más hondo. El límite es visión de lo más allá.
Por eso, la crisis económica hace palpable una crisis de la existencia. Es lo “bueno” de los desastres que estamos viviendo. Lejos de toda arrogancia, somos solamente unos oídos sintonizados con lo más nuclear. Eso nuclear, repito, es la orientación que podemos tener en relación con el hecho de ser, es decir, si aceptamos nuestra carencia de ser, por un lado y siempre mirando a la muerte, o unas condiciones o miradas concretas. Heidegger hablaba de un olvido del Ser que lo transformaba en metafísica causal debido al dominio de lo técnico. Esto enseña que lo más cotidiano y corriente tiene unas hondas implicaciones en lo que somos y decidimos ser. Siguiendo esta línea, hemos de visualizar (por emplear una metáfora no muy acertada) nuestro estar, es decir, nuestro ser-ahí, o modo de ser. Hemos de acudir a lo más básico y primario, a lo previo al logos o, algunos dirían que a lo simbólico.
Creo que Podemos aspira difícilmente a esta reestructuración del modo de estar, de nuestra relación con la existencia y el mundo. Va más lejos que él mismo. Son personas ahora comprometidas con un cambio radical, y no olvidemos que pueden más adelante cerrar los ojos (en su propio lenguaje “hacerse casta”). Se trata el suyo de un ejercicio fundamental, de una irrupción de un nuevo planteamiento existencial. Pero podrán estar o no a la altura de ello.