He leído
Solaris de Lem, ediciones Impedimenta. MARAVILLOSA. Una obra maestra de la Ciencia Ficción que plantea mi tema favorito, entre otros: ¿es concebible un ser inteligente extraterrestre? Quiero decir, una evolución de la vida a millones de millones de kilómetros que diera una suerte de inteligencia, habría de dar unos seres muy distintos, inconcebiblemente distintos de nosotros. Tanto que se plantea otro tema (favorito) en la ciencia ficción que especula sobre ello: ¿Cómo pensaría? ¿Cómo se comunicaría? ¿Podríamos comprenderlo? ¿Podría el ser extraterrestre comprendernos? ¿Permanecería cada ser, terrestre y extraterrestre en un vacío solipsista para el otro, en una actividad imprevisible, en un mundo propio ininteligible?. La comunicación sería imposible. Lo único que ambos seres podrían hacer es acercarse el uno al otro y mirarse sin atinar a hacer nada más, cada cual con sus propios sentidos y entendimiento. Nosotros, apenas lo miraríamos en sus disparatadas evoluciones, ante el sordo interrogante que plantearía, y seríamos profundamente incapaces de adentrarnos en él. Esto es Solaris, un inmenso océano, único habitante, fluido y dinámico, de un planeta remoto, y que parece tener una potente inteligencia, desbordante, pero a la que somos incapaces de acceder. Podemos postular que él también trata de acceder a nosotros, si es que nos detecta de un modo semejante a lo que somos (seres individuales, con caras, de interiores opacos, con potencias inconscientes operando en una frágil pintura de la conciencia), y que tampoco atina a saber qué somos. Parece vernos más bien como nosotros somos incapaces de vernos, es decir, como seres en un 90 % inconscientes y pulsionales. El inmenso océano vivo, creativo, sorprendente, único habitante de su planeta, persiste en un comportamiento que aunque el hombre lo lleva más de un siglo estudiando, no se puede encuadrar bien desde nuestra perspectiva lógica y práctica. Más allá de la incomunicación, de la imposible comprensión, persiste no obstante la belleza pura de lo que sentimos sin poder tocar, de algo encerrado en sí mismo, quizás como nosotros, y que vive en un universo tan distinto del nuestro, tan distinto como lo somos uno para el otro. Una novela magnífica, una obra maestra.