19:08
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El café de Ocata
Me llega un mail de una institución a la que sinceramente aprecio. Me dicen que aún quedan plazas para un curso en el que aprenderé a tratar con los alumnos y con las familias de manera eficaz. Me mosqueo al leer ésto, porque da por supuesto que no sé tratar eficazmente ni a unos ni a otros y me parece una evidente falta de respeto. Hasta los que nos dedicamos o nos hemos dedicado a la enseñanza merecemos la presunción de inocencia. Sigo. Me aseguran que el resultado de este curso es "más asertividad, más autoconocimiento y más autoestima" y, por si fuera poco, añaden que los resultados también se pueden aplicar al ámbito personal, como si el autoconocimiento y la autoestima fueran del ámbito extrapersonal. El título del curso es "Coaching sistémico". Y de manera impertinente me preguntan: "¿Te lo perderás?".
No acostumbro a responder a estas cosas, pero esta vez no me puedo aguantar.
"Sí, me lo perderé -les escribo-. De hecho me pierdo todo lo que tiene que ver con el coaching y, especialmente, si tiene que ver con el coaching y la asertividad".
15:40
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El café de Ocata
No sé quién dijo que los viejos compensan el lamentable hecho de que no poder dar malos ejemplos con una sobredosis indiscriminada de buenos consejos. En esto pensaba yo cuando el zapping me arrojaba a la gala de los goya. Por supuesto, me escapaba de allí en cuanto recomenzaba la película de mamporrazos del Bruce Willis que echaban en otra cadena. Encontraba más verdad en Bruce Willis que en nuestros actores (bueno, en los de usted, lector, en todo caso). Pero la verdad que ofrecían los mamporrazos del Willis era tan mínima, que me acabé yendo a la cama. Así que ví poco de los goyas, pero lo que vi fue demasiado. Dejemos de lado la mala educación que supone invitar al ministro de cultura a tu casa para después reírte de él cuando lo tienes sentado frente a tí en la mesa... a ese mismo ministro de cultura a cuyas puertas estarán llamando hoy en busca de una subvención; dejemos de lado, incluso (que ya es mucho dejar), los chistes malos sobre un país al que ya nadie parece tomar en serio (el mío). Lo que sorprende es que con una gala tan cutre como la que montaron, esa genta tenga el coraje de llamarse actores. Pero claro, puesto que no nos pueden dar buenas actuaciones, nos intentan dar buenos ejemplos. De ahí la competencia por el Goya de la indignación moral, que ya saben ustedes que (la indignación moral, no Goya) es esa actitud que encuentra más nobleza en la náusea que en el apetito. En realidad, si se piensa bien, fue una españolada, pero venida a menos, porque a esa gente todo le viene grande, hasta las españoladas.