La escena transcurre durante el asedio de Constantinopla en el siglo XIV. El emperador Manuel Paleólogo discute sobre la yihad con un interlocutor persa. El emperador se niega a dar ningún crédito a la religión de Mahoma porque, según dice, éste ha mandado extender mediante la espada la fe que predicaba. La difusión de la fe mediante la violencia es contraria a la razón, dice el Emperador, y no actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios.
Así comenzaba el discurso de Benedicto XVI en Ratisbona antes de pasar a criticar a una Europa que ya no sabe lo que significa "el gran logos". El Papa no parecía especialmente preocupado por defender la fe contra el racionalismo. Lo que de verdad le preocupaba era la defensa del racionalismo. Por eso añadió que las grandes preocupaciones humanas han sido excluidas de la razón común y remitidas al ámbito de la subjetividad. Ante nuestros ojos habría tenido lugar una doble reducción: La Biblia se habría convertido en un mensaje moral y la razón en un método. Por esto propugnaba la recuperación del "gran logos". Pero este mensaje fue sepultada en Ratisbona por las denuncias europeas contra el Papa por islamófobo y por las manifestaciones violentas de los musulmanes.
(Escrito tras leer a
Alain Finkielkraut)