«Al principio todo iba rodado», nos viene a decir Aristófanes en su discurso en el Banquete, pero algo importante en algún momento se torció y desde entonces vamos dando tumbos.
Cada ser humano era en el origen (en un origen mítico, no histórico) un ser completo, con una naturaleza erótica autosuficiente. Pero cada ser humano es ahora un ser degradado. Nuestra naturaleza original ha sido cortada en dos, disminuida, castrada, y la consecuencia dramática de este hecho es que el resto de erotismo que queda en nosotros va dando palos de ciego, intentando completar sin saber cómo su naturaleza original. El rescoldo erotismo que aún brilla en nosotros se esfuerza por alcanzar algo inalcanzable. Nuestra naturaleza es esencialmente infeliz.
Mejor dicho: Para Aristófanes, no hay amor feliz, ya que la desproporción existente entre el amor que añoramos y el refugio que encontramos en los abrazos de los otros es demasiado grande.
Eros es un deseo de lo imposible.
Lo curioso es que Platón utilice a Aristófanes, el comediante, para provocar en nosotros, con su relato, una extraña melancolía.