Lola, me está pasando una cosa bien curiosa: intento escribir un artículo poniendo a caldo a Hannah Arendt por su Eichmann en Jerusalén. El motivo inmediato es, claro está, la película de Margarethe von Trotta; pero la razón que me impulsa a escribirlo es la exhibición que Arendt hace de sí misma como una especie de mártir de la verdad (y no solamente en la película). Y cada vez que escribo una frase un poco fuerte, pienso en ti y la suavizo. Y me parece bien, porque yo no quiero ser mártir de la verdad, sino comer sardinas con mis amigos en la playa de Ocata. Usted ya me entiende.