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Daimones intercediendo entre los dioses paganos y los humanos. Detalle de La Ciudad de Dios de San Agustín, c. 1480.
La tesis de Sócrates en el Banquete de Platón acerca de que Eros es un gran daimon que vive "entre dos" (metaxú: en los intervalos, entrambos) fue desarrollada por el mismo Platón en Epinomis y, posteriormente, por Máximo de Tiro, Plutarco y Apuleyo entre otros. De acuerdo con este último los daimones son "Genere animalia, animo passiua, mente rationalia, corpore aeria, tempore aeterna”.
Para san Agustín, sin embargo, el verdadero "metaxú" es Cristo. Es también el único posible, ya que por ser, al mismo tiempo, hombre y Verbo de Dios, es “el camino, la verdad y la vida”. De esta manera el eros de Diotima se metamorfosea en Cristo. Sin embargo el proceso de "demonización" de lo daimónico era imparable. En la Edad Media se impondrá la imagen daimónica de ese Prometeo caído que es Lucifer, el portador de la luz de las tinieblas.
Son las 7 de la mañana. Llevo horas dando vueltas por la casa intentando entretener a mi daimon, que mora en el laberinto de mi oído derecho y me susurra sin parar el zumbido de la desesperanza. Cosa mala, ésta, créanme.