Comienza bien la semana. Se han ido las nubes de tormenta. Se ha calmado el viento. Y la cartera me ha traído El libro de los indolentes, de Javier Sánchez Menéndez. Lo he devorado como devora mi nieto las golosinas, sin masticar. Ya habrá tiempo para paladearlo con cuchillo y tenedor. Ahora lo que quiero es agradecer al autor su gesto de amistad. ¿Cómo podría yo tener distinta patria que tú, Javier? Somos patriotas de las noches de Sevilla, cuando paseábamos los dos cogidos de la mano de Platón. Quizás por eso me pasa con tus libros, y especialmente con este último, algo singular: cuando los leo me encuentro con mi nuca, como si me viera a mí mismo entre sus sombras. Quiero decirte que los leo desde dentro.
Gracias.