Barbie licenciada
Ya saben ustedes que el dogma proclama que el pensamiento crítico es un atributo patrimonial de la izquierda, cosa que cualquier memo puede comprobar, porque, como confirma la práctica, el pensamiento crítico sólo es uno, homogéneo e incuestionable. El pensamiento crítico, en definitiva, es el que coincide con el nuestro. Y los nuestros, claro está, no son los del PP. El corolario de este hermoso silogismo es fácil de establecer: Las leyes del PP sólo pretenden crear mano de obra mansa y obediente, sin capacidad de pensar por sí misma. Y ya ven ustedes, esta bazofia lógica funciona entre nosotros con una capacidad de convicción que para sí quisieran las matemáticas. De sus poderes contaminantes dan muestra objetiva los sucesivos estudios internacionales sobre la calidad de nuestro sistema educativo. ¿Pero a quién le importa la realidad si podemos salvar nuestros prejuicios?
A Wert lo podemos criticar por muchas cosas y, de hecho, ha sido ampliamente criticado en el seno de su partido. La LOMCE tiene muchos puntos débiles, pero muestra al menos una virtud notable: no exigirá al Parlamento que eleve a la categoría de ley orgánica una doctrina psicológica, que es lo que hizo la LOGSE con el constructivismo. Ni dice que la función de la educación es desarrollar "todas" las capacidades del niño. La LOMCE, como cualquier padre con sentido común, sabe que hay algunas capacidades infantiles que deben ser reprimidas.
Me parece que es una muestra de falta de educación poner en duda que lo que pretende el señor Wert es mejorar la calidad educativa de un país que necesita mejoras con urgencia. "Sí, pero la ley Wert no cambiará nada", me dicen y repiten cuando sugiero lo anterior. ¿Y cómo están tan seguros de ello?
Tengo sobre la mesa uno de los libros más sugerentes sobre educación que he leído en los últimos años, The smartest kids in the world. La autora, Amanda Ripley, sigue a tres estudiantes norteamericanos que deciden estudiar el bachillerato en el extranjero, en concreto en Corea, Finlandia y Polonia. Nos ofrece de esta manera una visión de detalle de estos tres sistemas educativos muy rica en matices y enseñanzas.
Su conclusión es que si los Estados Unidos se tomaran tan en serio la formación intelectual de sus alumnos como se toman su preparación deportiva, ocuparían los primeros lugares de PISA porque, de hecho, lo que los Estados Unidos hacen con el deporte escolar es lo que Polonia, Corea y Finlandia hacen con la formación intelectual de sus jóvenes.
¿Y qué es lo que hacen? Pues muchas cosas, pero entre ellas hay una fundamental: exámenes externos al final de la educación secundaria. Son exámenes complejos y difíciles, pero que todo el mundo se toma en serio.
En Antonio Cabrales, Exámenes externos, resultados y teaching to the test
Pero es que esta es una evidencia que sólo nos la puede ocultar una muy grosera voluntad de ignorancia. El gráfico anterior muestra las diferencias de resultados entre países con exámenes externos al final del ciclo (columnas azules) o sin exámenes (columnas amarillas); con autonomía de los centros (columnas de la derecha) y sin autonomía (izquierda). Recojo la interpretación de Cabrales: "Como se puede ver los exámenes externos tienen una influencia importante, y cuando existen la autonomía todavía ayuda algo. Por el contrario, si no hay exámenes, la autonomía es, de hecho, negativa. Mi interpretación es que exámenes comparables objetivamente crean un entorno de rendición de cuentas, en el que la autonomía permite optimizar mejor, con el conocimiento del terreno. Por el contrario, dar libertad sin pedir cuentas es una receta para el desastre."
Pero sean cuales sean los datos, nada ni nadie podrá poner en tela de juicio nuestros prejuicios: Wert pretende acabar con la educación pública.
¿Saben ustedes que en la práctica nuestra famosa selectividad penaliza a los centros más exigentes? La razón de ello es muy sencilla. Todos sabemos que una misma nota, pongamos un 10, no tiene el mismo valor en dos diferentes centros. En el más exigente hay que trabajar más para conseguirla. Si es muy exigente, el alumno tiene que trabajar mucho más. Todos sabemos también que en muchos centros se redondean generosamente al alza las notas de bachillerato. En conclusión las notas de los expedientes de los alumnos (que son un 60% de la nota de selectividad) no son un índice claro de sus conocimientos.