Me manda X de Francia datos entresacados de una especie de autobiografía que parece que Caridad Mercader escribió en este país hacia los años 34 o 35. Son muy interesantes. Y lo serían mucho más si pudiese asegurar que son verdaderos. Hay fechas y nombres que no me cuadran y lugares y encuentros que me parecen improbables. Ahora mismo tengo sobre la mesa un rompecabezas que me da para diez vidas distintas de esta mujer.
Esta mañana, en la Plaza de Ocata, les contaba a unos amigos la historia de un remoto pariente mío que, tras ser puesto de patitas en la calle por su mujer (con sobradas razones) decidió hacerse peregrino. Pero cuando llevaba ya muy adelantado el camino de Santiago -creo que ya había dejado atrás Burgos- se preguntó qué haría tras llegar a la tumba del apóstol. Descubrió que no tenía más planes que los que le surgieran en el camino y asustado, dio un golpe de timón y se encaminó a Sevilla, a donde llegó meses más tarde. No es que hubiera desistido de su propósito de llegar a Santiago, sino que eligió el camino más largo. A veces sus vueltas por España lo traían hasta mi pueblo, donde mi madre siempre lo atendía con cariño. Lo recuerdo como un peregrino de postal, con su capa, su bordón, su calabaza, su vieira, su sombrero y su zurrón. No sé si llegó finalmente a Santiago. Sé que le marcó un destino a su vida precisamente en la demora del destino. Me parece que me está pasando a mi algo así con mis espías.