Cuando el bueno de John Locke intentó fundamentar teóricamente el capitalismo poniendo como principio de los principios el derecho de propiedad, no podía imaginarse que al cabo de los siglos tendría tantísimas devotas dándole la razón enfervorizadamente al grito de "mi coño es mío". Este grito es el triunfo del individualismo propietario, es decir, de un neoliberalismo radical que hace del exhibicionismo indiscriminado de lo propio una conducta moral... que resulta ser tanto más noble y más moral cuanto más se presenta a sí misma como víctima, es decir como objeto, y no como sujeto. Paradojas del (post)presente: el logos se nos ha hecho victimólogo (vivimos en el tiempo de la razón victimológica).