Lo dice el gran Mariana: lo mejor sería ser gobernado por un hombre que fuera algo más que mortal. Pero ocurre que solamente los mortales están en condiciones de gobernarnos, así que, en consecuencia, hemos recurrir a los humanos para poner en sus manos el timón de los asuntos públicos. Ya que las cosas son así, procuremos que los que nos gobiernan sean personas educadas. Si su educación no es suficiente para hacer de ellos personas excelentes, intentemos ocultar sus defectos en el interior del palacio. Y si eso tampoco es posible, librémonos de ellos. "Como si fuesen fieras, hemos de dirigir contra ellos nuestros dardos".