–¿No estaremos empeñándonos en infantilizar la infancia? –se pregunta Gregorio Luri.
Y trae a colación dos cartas: de Thomas Jefferson a su hija Patsy, de 11 años, con los quehaceres del día (música, baile, dibujo, escribir cartas, leer libros en francés...); y de William James a su hija Peggy, de 8, refiriéndole en un lenguaje que escapa al premio Loewe un episodio doméstico sobre la fatiga de un colibrí.
Yo añadiría la carta de despedida de Cary Grant a su hija Jennifer, de 20: “Sé comedida, respeta el esfuerzo ajeno. Esfuérzate por lograr lo mejor y el buen gusto. Mantén el juicio puro y la conducta limpia. Un breve sueño y despertaré a la eternidad. Si no despierto como nosotros lo entendemos, entonces seguiré viviendo en ti, amadísima hija”.
Via SALMONETES