Hoy he ido a Lleida a hablar, en la Seu Vella, nada más y nada menos, que de Newton, Bernardo de Chartres y Diego de Estella, el sobrino de San Francisco Javier. Con frecuencia me siento el hombre más afortunado del mundo por poder entretener con estas cosas a un público atento.
En el viaje leo a Camus. llego a la conclusión de que un filósofo que continuamente te proporciona citas para quedar bien en cualquier contexto, no es muy de fiar.
En el tren... iba a hacer un comentado mordaz sobre el crecimientos demográfico de las viudas alegres jubiladas y sus repercusiones sobre la ecología cultural europea. Me muerdo la lengua. Sigo con otra cosa.
Antes de comenzar la conferencia me fijo en la piedra trabajada del lugar que nos acoge, con rastros de mil manos; en los arcos perdidos, inacabados, que delatan el arrepentimiento súbito del arquitecto; las puertas tapiadas, las huellas de la metralla, la capilla convertida primero en establo y luego en sala de conferencias... es como un viaje a las profundidades del alma.
Pintada en la estación de Montgat: "Votemos volar".
En los servicios de la estación de Lleida cumpliendo con las labores propias de mi sexo. Un anciano, a mi izquierda, se me queda mirando y me pregunta, "¿Qué? ¿Qué va a pasar con lo de Cervantes? ¿Lo encontrarán o no?"