Es para mí difícil y doloroso escribir sobre este libro. ¿Un libro? No lo puedo ver así. Lo miro como un trozo de mi vida, a pesar de no haber escrito ni una línea de él, y precisamente por eso. Lo compuso Lolita cuando éramos jóvenes, en los primeros tiempos de nuestro matrimonio; ella sólo, pero no ella sola, sino conmigo -del mismo modo que he escrito yo todos mis libros-. Todo lo imaginábamos, lo proyectábamos, lo comentábamos juntos; cada uno realizaba lo suyo por su lado. De vez en cuando, cuando iba a iniciar una sección nueva, Lolita se volvía hacia mí, con los dedos sobre la máquina de escribir, y me pedía: "Un titulito, por Dios". Alguna vez se lo sugería; solía aparecer uno, de repente, al cabo de unos minutos de conversación, de intentos.
De la misma manera, cuando yo escribía una página -una de las miles de páginas que he escrito--, la llamaba para leérsela. A veces le decía: "¿Qué te parece?". Contestaba sin entusiasmo: "Está bien". Yo insistía: "No, está mal". Ella concedía: "Bueno, menos tenso que otras veces". Yo decía: "Sí". Sacaba el papel de la máquina, lo desgarraba, lo echaba al cesto, ponía otro nuevo. Hasta que decía, con los ojos brillantes, con un poco de temblor en la voz: "Ahora sí".Julián Marías, Prólogo a
España como preocupación, de Dolores Franco.
La imagen tenía que ser la portada del libro de Rafel Hidalgo por una razón que para él debiera ser obvia.