El emperador Menelik II de Etiopía tenía una fe ciega en los poderes curativos de la Biblia. Cada vez que se sentía mal se comía un par de páginas y se quedaba como nuevo. Ya saben ustedes que la fe mueve montañas... pero en ningún lugar está escrito que las mueva todas. En una ocasión en que se encontró especialmente pachucho, el crédulo Menelik se zampó entero el Libro de los Reyes. Seguro que el buen emperador tenía sus razones, pero lo cierto es que poco después la palmó, no sé si por indigestión o por intoxicación.
La verdad es que no estoy muy puesto en la cosa de la terapéutica foliar de los distintos libros del Antiguo Testamento, pero zamparse el Libro de los Reyes parece, más que un exceso, una provocación.