Cuando Wells se reunió con Lenin, en 1920, vio a "un buen ejemplo de hombre científico", un tipo "muy refrescante". Llegó a la concusión, sin duda pasmosa por su sagacidad y su finura intelectual, de que si el Estado Soviético mataba a grandes cantidades de personas, "en general mataba por una razón y con un fin". Tras despedirse de Wells, Lenin comentó a sus allegados: "¡Puaf! ¡Qué burgués insignificante! ¡Es un ignorante!".
En 1934 se entrevistó con Stalin. Aunque antes de la visita sospechaba que el soviético podía ser una figura siniestra, salió tan contento de la entrevista. "Nunca he conocido a un hombre más abierto, justo y honesto", dijo. Gracias a esas cualidades Stalin había ascendido en el país. Nadie le tenia miedo y todo el mundo confiaba en él.Basado en La comisión para la inmortalización, de John Gray