Cuando Romanones fue nombrado ministro de Instrucción, cometió la imprudencia de ir a visitar a los funcionarios supuestamente a su servicio.
Entró en un salón y estaban todas las mesas desocupadas. Y lo mismo en otros dos más. Finalmente, en el cuarto se encontró a un funcionario felizmente dormido sobre la mesa. El secretario de Romanones quiso despertarlo, pero Romanones lo contuvo: "No, no lo despierte. Porque si lo hace, se marchará".
Moraleja: Los males de la enseñanza... ¿no se deberán a que hay demasiado espabilado por los despachos?