Estábamos, el rabino Yosef Geisinski y yo, en la lujosa boutique de Nespresso en Lausanne comentando los asesinatos perpetrados por palestinos en una sinagoga en Jerusalén, cuando de repente apareció una mosca, cosa completamente inesperada en un lugar donde George Clooney no tolera ninguna excentricidad. El rabino Yosef Geisinski siguió su vuelo un rato y me preguntó: "¿Qué pasará si cae en un café?" "Prefiero no pensarlo", le dije. "Te voy a sugerir algunas respuestas -me dijo-, y me dices qué piensas." Yo asentí y comenzó el juego.
- Si la mosca cae en la taza de un italiano, se armará un escándalo.
Estuve de acuerdo.
- Si se trata de un alemán, pedirá otra taza de café, esterilizada, si es posible.
Estuve de acuerdo de nuevo.
- Si se trata de francés, sacará la mosca de la taza y se tomará su café.
- ¡Bien hecho!
- Si se trata de un chino, se comerá la mosca y tirará el café...
Expresé mi acuerdo con mi silencio.
- Si se trata de un ruso -continuó-, se beberá el café con la mosca, creyendo que recibe un trato de favor.
No pude evitar sonreír.
- Si se trata de un israelí, venderá el café al francés, venderá la mosca al chino, venderá una nueva taza al italiano, se tomará un té, y con todo lo que ha ganado, tratará de desarrollar un sistema para evitar que este tipo de incidentes vuelva a suceder...
Asentí con la cabeza.
- Y si se trata de un palestino, acusará a los israelíes de haber dejado caer la mosca en su café, protestará ante la ONU contra esta agresión, pedirá una subvención a la Unión Europea para una nueva taza de café, utilizará el dinero para comprar explosivos y hará volar el restaurante donde los italianos, franceses, alemanes, rusos y los chinos están intentando explicar a los israelíes que deben ofrecer su taza de té a los palestinos.
Me reí. Sin saber por qué. O, tal vez, sabiéndolo demasiado bien. No cayó ninguna mosca en nuestros cafés, pero nos enteramos de que los socialistas franceses están dispuestos a reconocer al Estado palestino.
Roland Jaccard