"Si algo tengo de filósofo -confiesa don Marcelino-, será en el sentido etimológico de la palabra, esto es, como amante, harto platónico y desdeñado, de las ciencias especulativas. En cuanto a sus aplicaciones, al régimen de la vida y a la gobernación de los pueblos, declaro que ni mis hábitos intelectuales, ni el género de educación que recibí, ni cierta invencible tendencia que siempre me ha arrastrado hacia la pura especulación y hacia el arte puro, en suma, a todo lo más inútil y menos político que puede darse, a todos los sueños y vanidades del espíritu, me han permitido adelantar mucho, ni trabajar apenas por cuenta propia, limitándome a admirar de lejos a los que han acertado a poner la planta en ese firme terreno de las realidades éticas, económicas y jurídicas".
Unas páginas más adelante nos ofrece don Marcelino esta declaración de principios: “La autoridad se queda para otras esferas; en filosofía nadie poesee sino aquello que personalmente ha investigado y en propia conciencia reconocido.” Es que hay reaccionarios muy de vanguardia.
Don Marcelino Menéndez Pelayo, De los orígenes del criticismo y del escepticismo