Entre las cosas más interesantes que he leído sobre Sócrates se encuentran las pocas líneas que le dedica el gran Pedro de Valencia (Zafra, 1555 - Madrid, 1620) en La Academia o del criterio de la verdad (1596):
“No era Sócrates hombre que emprendiese las cosas sin arte y dejase de encaminarlas a la práctica. Así pues, dejando aparte la curiosa especulación e indagación de la naturaleza y de los fenómenos celestes, propúsose aplicar la razón a la práctica de la vida, reformando a la par sus costumbres. Ciertamente consta que fue diestro y peritísimo artífice de ambas disciplinas. Pero juzgando tal vez como los Académicos posteriores, que era el método más acomodado a la enseñanza “la disputa por entrambas partes”, valíase de él casi siempre, y no afirmaba con resolución cosa alguna, sino que andaba en busca de la verdad, y que nada sabía. Con esta convicción o disimulo, hizo que sus discípulos, secuaces y admiradores, o no comprendiesen claramente su sentencia o la entendiesen de diverso modo, según el ingenio de cada cual, resultando de aquí que ninguno de los amigos y familiares de Sócrates conviniese con los demás en la tradición de la filosofía lógica y moral; como quiera que en esto influyó también la ambición de gloria y el anhelo de hacerse conocidos y famosos por diferentes caminos."Y no menor discordia surgió entre ellos en cuanto a la filosofía natural que Sócrates había dejado intacta. Y así como, desde muy antiguo, disputóse en la física sobre “los principios de las cosas”, no de otra manera se contendió en la lógica sobre el “juicio, o, más bien, el criterio de la verdad”, y en la ética sobre los “fines de los bienes y de los males”.
La traducción es de Menéndez Pelayo. Hay otras más modernas, pero la de don Marcelino tiene su qué.